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La Antropología Difusionista: El concepto de área cultural, escuelas históricas, críticas.

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DIFUSIONISMO

Nos queda indicar brevemente, (hace referencia a la época vista en el tema anterior de los boasianos), de qué manera se usó la difusión como principio explicativo característico del período ideográfico.
Den los Estados Unidos, el pensamiento difusionista culminó en la elaboración del concepto de áreas culturales, unidades geográficas relativamente pequeñas basadas en la distribución contigua de elementos culturales. En Europa, la misma tendencia dio origen a la noción de Kulturkreise o círculos culturales, complejos de rasgos culturales que han perdido su inicial unidad geográfica y se presentan dispersos por todo el mundo.

ORIGEN DEL CONCEPTO DE ÁREA CULTURAL

El concepto de área cultural tuvo su origen en las exigencias prácticas de la investigación etnográfica americana, que lo elaboró como un instrumento heurístico para clasificar y para representar cartográficamente los grupos tribales de Norteamérica y Sudamérica.
Masón publicó en 1895 un artículo en el que identifica dieciocho entornos o áreas culturales indio-americanas. Más aunque la prioridad de Mason sea clara, no hay motivo para discutir la afirmación de Kroeber de que el concepto de área cultural es un producto comunitario de prácticamente toda la escuela de antropólogos americanos.

DEBILIDAD DEL CONCEPTO DE AREA CULTURAL

Como recurso explicativo, el concepto de área cultural está prendido en los cuernos de un dilema: si da demasiada importancia al sustrato geográfico natural, incurre en una forma ingenua de determinismo geográfico; si se limita a constatar la simple contigüidad, la causa de cada agregado se presenta como totalmente caprichosa y la cuestión de los límites resulta imposible de superar.
El principal factor que priva de utilidad explicativa a una simple ordenación de las culturas por áreas naturales es que lo decisivo no es simplemente el entorno, sino la interacción tecnología-entorno.
Surge el caso, por ejemplo de que encontramos tres subáreas discontinuas, cada una de las cuales está a varios miles de millas de las otras dos. A la vez, la existencia en América de esas dos o tres áreas de altas culturas nativas plantea la otra cuestión, es decir, la de en qué medida la mera contigüidad puede ser aducida como explicación de las semejanzas.

CENTROS, CLIMAX Y LA LEY DE LA DIFUSIÓN

Wissler trató de superar algunas de las dificultades atribuyendo los rasgos característicos de cada área a un centro cultural desde el cual ese agregado de rasgos se habría difundido hacia la periferia. Desde un principio, en este concepto de centro cultural se hicieron evidentes todos los efectos del dilema básico: cómo combinar los condicionantes ecológicos con la libertad aparentemente caprichosa de la cultura.
Perfeccionando la noción de centro cultural, Wissler propone una ley de difusión, que dice que los rasgos antropológicos tienden a difundirse desde sus centros de origen en todas las direcciones. Esta ley constituye la base del principio de la edad del área, aunque hay que decir que esta guía es muy poco fiable.
Durante los años veinte, y en gran parte por obra de Kroeber, se intentó definir las áreas culturales en términos de listas completas de rasgos, que se usaban para establecer coeficientes de similaridad.

CRÍTICA DE STEWARD

Aunque la clasificación en áreas culturales puede considerarse esencial en los niveles iniciales de la etnografía, de recogida de datos y de ordenación de datos, el concepto de área cultural ha sido un impedimento para el desarrollo de la teoría nomotética. Steward ha comentado las consecuencias que tendría el confiar demasiado en la tipología de áreas culturales con respecto a tres problemas concretos:
  1. el centro y los límites del área cambian con el paso del tiempo.
  2. la cultura dentro del área puede cambiar de tal forma que se asemeje a otras culturas en diferentes áreas y en diferentes momentos
  3. porciones de una misma área pueden contener culturas radicalmente diferentes pese a compartir muchos rasgos.
ESTERILIDAD DEL CONCEPTO DE DIFUSIÓN

Estas objeciones al concepto de área cultural sacan a la luz la básica esterilidad de cualquier intento de explicar las diferencias y las semejanzas culturales apelando al antiprincipio de la difusión. Aunque sea verdad que, como Driver ha demostrado, la proximidad geográfica e histórica resulta con frecuencia más útil para predecir rasgos culturales que la causalidad psicofuncional, en ningún caso puede esa proximidad geográfico-histórica constituir una explicación válida de las semejanzas y de las diferencias culturales.
Es verdad que la forma específica en que estas instituciones se manifiestan usualmente depende de si han sido introducidas por invención o lo han sido por difusión. Las innovaciones difundidas tienden a mostrar mayores semejanzas de detalle que las inventadas independientemente. Pero el interés de las explicaciones nomotéticas no se centran en la finura de detalles, sino en la categoría general, estructural y funcional, de la cual la institución particular es un ejemplo. La difusión por definición no puede explicar la invención independiente.
Mas si pudiera demostrarse que la invención independiente ha sido un acontecimiento poco común y no muy significativo y que todas las invenciones importantes en la historia del mundo se han descubierto una vez y sólo una, entonces la necesidad de las explicaciones nomotéticas puede rechazarse de un modo que resultaría inadmisible para los boasianos.

DIFUSIONISMO EXTREMO

La escuela inglesa, menor y menos influyente, se dedicó a probar que casi todos los rasgos socioculturales que interesaban a los antropólogos habían sido inventados una sola vez y precisamente en Egipto, desde donde se habían difundido al resto del mundo.
Ingleses y alemanes, rivalizaron en un mismo esfuerzo: el de convertir la ciencia de la historia en un estudio de accidentes y extravagancias.
De las dos escuelas se ha dicho convencionalmente que insistían en la difusión y que en consecuencia se oponían necesariamente a la evolución. Sólo un modo hay de acabar con esta confusión: proclamar abiertamente y categóricamente que los ideógrafos alemanes, y lo mismo los británicos, eran evolucionistas. Su contribución distintiva, y esto Lowie nunca lo captó adecuadamente, fue la negación de las regularidades y las leyes de en la historia.

DIFUSIONISMO BRITÁNICO

Rivers, fundador de la tendencia, buscó la explicación de los contrastes entre las culturas melanesias y polinesias en términos de complejos originales que en su opinión se habían difundido por obra de sucesivas oleadas de inmigrantes.
Fue él mismo quien primero declaró la guerra contra el evolucionismo afirmando que la antropología estaba totalmente dominada por una perspectiva toscamente evolucionista y atribuyendo, falsamente, a los evolucionistas la idea de que tras la dispersión original de la humanidad grandes partes de la tierra quedaron privadas de contacto unas con otras, de forma que el proceso de la evolución se desarrolló en ellas independientemente.
G. Elliot Smith y un discípulo de Rivers, W. J. Perry, aplicaron a escala mundial esta estrategia de explicar las diferencias y las semejanzas culturales apelando a convenientes combinaciones de migraciones, adiciones, pérdidas y mezclas de complejos de rasgos.
A pesar de la importancia que concede a la degeneración, es evidente que los estadios que Smith distingue en la historia de la cultura egipcia son meras versiones localizadas de las secuencias evolucionistas convencionales de los autores de los siglos XVIII y XIX.
La explicación que Smith da de la evolución de la civilización arcaica en Egipto y de su subsiguiente difusión a otras partes del mundo se asemeja grandemente a la versión bíblica de la historia mundial.
Todo el peso de las escuelas difusionistas británica y alemana se inclinaba a negar la posibilidad de que la secuencia esencial de acontecimientos en el centro original, o en los centros originales, pudiera repetirse en ningún lugar.

LA HISTORIA NUNCA SE REPITE

Ahora bien: Smith y Perry estaban convencidos de que la evolución de la cultura egipcia resultaba perfectamente inteligible una vez que se producía la adopción de la agricultura. Pero eso tenía que hacer todavía menos inteligible que secuencias similares no se hubieran producido por doquier.
Pensaban que los ingredientes de la civilización eran cosas obvias que el hombre inevitablemente tenía que inventar.
Desde la perspectiva de los difusionistas ingleses parecería casi como si la evolución de la cultura por encima de los niveles de la caza y la recolección fuera un puro milagro.

ORIGEN DEL MÉTODO HISTÓRICO-CULTURAL ALEMÁN

La escuela del Kulturkreis pone el origen de su inspiración en Friedrich Ratzel, el fundador de la antropogeografía. Insistía Ratzel en que en cada caso particular, antes de atribuir las semejanzas interculturales a invención independiente era preciso probar que no podían deberse a migraciones o a otros fenómenos de contacto. En realidad a Ratzel sólo puede caracterizársele como un ecléctico.

CRITERIOS DE FORMA Y CANTIDAD

Las dos reglas básicas eran muy simples y fueron aceptadas tanto por Graebner como por Smichdt. La primera, a la que Graebner llama criterio de forma y Smichdt criterio de cualidad sostiene que aquellas semejanzas observables entre dos elementos culturales que no sean producto de la naturaleza de esos objetos, ni del material de que están hechos, ni de la función que cumplen, deben tenerse por resultado de la difusión, sin que sea obstáculo la distancia que pueda separar a los dos casos. A su segundo criterio le llaman los dos criterios de cantidad, y afirma que la probabilidad de una relación histórica entre dos elementos semejantes aumenta con el número de elementos adicionales entre los que pueden advertirse semejanzas; es decir, varias semejanzas prueban más que una sola.
Para separar lo que es arbitrario de lo que es inherente en los elementos culturales, lo primero preciso es especificar las condiciones nomotéticas bajo las que esos rasgos se presentan: y esto es justamente el trabajo que la Kulturkreislehre no quiso acometer

EL ESQUEMA DE SCHMIDT

Aplicando su falso método histórico cultural a la distribución contemporánea de los rasgos culturales, Graebner y Schmidt pretendían que eran capaces de reconstruir un número limitado de círculos culturales originales.
Podemos tomar la lista de los kreise del Padre Schmidt como ejemplo más influyente. Distingue cuatro fases o grados mayores de círculos culturales, a los que llama primitivo, primario, secundario y terciario.
El rasgo más sorprendente de este esquema es su evolucionismo. La sucesión de los grados no es ni más ni menos que la secuencia familiar de los estadios que llevan desde los tipos de sistemas socioculturales de los cazadores recolectores, pasando por los tipos de horticultores y pastores hasta las civilizaciones complejas estratificadas. La significación evolucionista de los Kreise se ve todavía reforzada por el hecho de que Schmidt intentó asociar la secuencia de sus grados con las principales divisiones arqueológicas de la prehistoria europea.
El carácter totalmente especulativo de estas reconstrucciones no pasó desapercibido a Lowie, que se dio cuenta de su estrecha semejanza con las reconstrucciones que Morgan hacía de sistemas socioculturales que nadie había visto.
La única diferencia entre los esquemas evolucionistas de Morgan y de Schmidt reside en que Schmidt sostenía que su secuencia básica sólo se había desarrollado una vez, mientras que Morgan suponía que las suyas se habían repetido numerosas veces. Ahora bien, como Lowie vio enseguida, desde el momento en que Smichdt pensaba que entre la agricultura y el matriarcado había una relación orgánica, su pretensión de que la secuencia sólo se había desarrollado una vez se hacía insostenible.
Smichdt respondió a esta acusación de evolucionista diciendo que el evolucionismo es apriorístico y sus secuencias son antinaturales e ilógicas. En cambio, el método histórico cultural trata de secuencias que son lógicas y naturales. Lo cual coincidía exactamente con la defensa de los propios evolucionistas.

USO DEL MÉTODO COMPARATIVO

Tanto Schmidt como Graebner compartían con el evolucionismo decimonónico un aspecto central para ambos, el método comparativo.
Los Kreise no eran solamente círculos, eran también estratos, parte de un esquema cronológico universal basado enteramente en la suposición de que las culturas contemporáneas pueden ordenarse según su grado de primitividad.
Es evidente que el método histórico-cultural esta alejado de las formas metodológicas de los particularistas históricos, pero Lowie no vacila en declarar que en una definitiva revisión de cuentas a los difusionistas alemanes les queda un saldo a su favor muy considerable.

LOS DEFENSORES AMERICANOS DE SCHMIDT

El aspecto más desconcertante de la relación entre la escuela histórica americana y su contrapartida alemana es la comprensiva aceptación por parte de la primera de lo que no puede llamarse sino doble compromiso del Padre Schmidt, leal a la vez a la antropología y a su religión.

SOBRENATURALISMO DE SCHMIDT

Pues Schmidt se oponía sólo como Boas a una explicación nomotética de la historia: se oponía incluso a cualquier explicación naturalista. Su reconstrucción de la evolución cultural está dominada por la necesidad de conciliar los hallazgos de la antropología con los precedentes de la Sagrada Escritura. Las áreas en las que los dogmas teológicos ejercieron más perniciosa influencia fueron, como fácilmente puede imaginarse, las relacionadas con los orígenes de las creencias religiosas.
La fase más perfecta de la religión correspondió al inicio mismo de la prehistoria, porque la religión fue comunicada al hombre por Dios en una revelación primordial, cuyo recuerdo fue haciéndose con el paso del tiempo cada vez más deformado y confuso.
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