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El Proceso de Legitimizacion

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Cabría esperar que los grupos de bajo status rechazaran su propio status y que, cuando fuese posible, se rebelaran, p.e. los intocables. El refuerzo cultural y religioso, increíblemente fuerte, del sistema de castas de India es lo que principalmente produce la estabilidad y aceptación pasiva de la desigualdad más absoluta.

En las sociedades modernas el apoyo ideológico a niveles tan altos de desigualdad es casi inexistente: los valores culturales de la democracia y la igualdad de oportunidades sugieren que se deben condenar niveles tan altos de desigualdad y la falta de oportunidades. Entonces, ¿ por qué seguimos encontrando sociedades con mucha desigualdad, falta de libertad o condiciones de vida mucho peores de las que podría haber si las elites tuvieran menos control ? Una respuesta podría ser que lo que no conocen las masas no perjudica a las elites, «la ignorancia es felicidad» (Orwell). En la nueva era de la información no siempre es fácil mantener a la población en la ignorancia, al menos cuando la población quiere saber.

El libre acceso a la información no siempre es un problema para las élites: siguen existiendo medios de contrarrestar o sesgar la información, que provocan la suficiente duda y confusión como para que la gente no sepa qué hacer y a quién o a qué culpar de sus problemas. Es más fácil confundir y equivocar a grandes segmentos de la población cuando a sus habitantes apenas les preocupa recibir una información auténtica, p.e. EE.UU. se sitúa por debajo de las principales naciones industriales en cuanto a número de lectores de prensa.

Existen altos niveles de desigualdad y explotación durante largos períodos de tiempo sin que la gente los acepte como legítimos. En la mayoría de los casos la fuerza ha servido para mantener las desigualdades en la historia, pero a largo plazo, la fuerza es ineficaz y costosa.

El medio más eficaz para explotar implica convencer de algún modo a los que no pertenecen a la élite de que la desigualdad es moralmente buena, y que los más privilegiados tienen justificación para dar órdenes y recibir una mayor proporción de los bienes y servicios valorados o, por lo menos, para hacer dudar de las alternativas. Este método para mantener la obediencia y la desigualdad estructurada lo podemos llamar el proceso de legitimación.

Todas las teorías que se enmarcan en los paradigmas de la estratificación social coinciden en la necesidad de un proceso de legitimación para mantener el orden social. Las normas e ideologías deben generar lealtad a las élites o a cierta forma de organización social para que la sociedad sea posible.
  • Según la teoría funcional, la estratificación social y la legitimidad de la élite son necesarias y beneficiosas para todos los miembros de la sociedad.
  • Para la teoría no crítica del conflicto, la legitimación es un medio de dominación de la élite que no siempre beneficia a todos los miembros de la sociedad.
  • Y para la teoría crítica del conflicto la legitimación es un medio de dominación de la élite, que impide que se acepte una economía política generadora de menos desigualdad y explotación.
EL PROCESO PSICOSOCIOLÓGICO DE LEGITIMACIÓN

¿Por qué algunas personas aceptan voluntariamente una porción menor de bienes y servicios que la de otros? ¿Por qué la gente suele aceptar voluntariamente la legitimidad de la autoridad de ciertas personas y acatan sus órdenes? Debemos subrayar el término voluntariamente, porque nuestro interés se centra ahora en el comportamiento ante la ausencia de coerción directa.

Normas de justicia distributiva

Son las normas que se encuentran en todas las sociedades y que definen qué distribución de los bienes valorados se considera justa.

Cuando los seres humanos viven muy cerca unos de otros, deben cooperar del algún modo y se establece un concepto de justicia o equidad para repartir los bienes y servicios y reducir así el conflicto abierto, p.e. mayores recompensas para los que más contribuyen al bienestar del grupo.

Como las personas se esfuerzan por mantener la coherencia cognitiva, desarrollan principios de justicia, como la justicia distributiva, que establece que las recompensas deben ser proporcionales a las inversiones y contribuciones.

Pero también debido a nuestra capacidad para entender los sentimientos de los demás y comprender su sufrimiento y necesidades, existe también cierto apoyo a la distribución basada en la necesidad.

Todas las personas optan por distribuir los bienes en términos de la contribución, p.e. en términos de mérito se opina que los que tienen una ocupación y una educación de nivel alto merecen más ingresos.

La conclusión más obvia es que sí existen normas de justicia distributiva y que hay cierto acuerdo entre la gente sobre esas normas, y que la desigualdad se basa en normas de justicia distributiva. Pero uno de los problemas fundamentales de la idea de la justicia distributiva es la ambigüedad que existe en la aplicación de estas normas, pues sigue en pie la tarea de definir cuáles son las contribuciones más importantes y el grado de recompensa justo para determinadas contribuciones.

Así pues, aunque encontramos evidencia de una cierta desigualdad «justa» basada en normas de justicia distributiva, debemos profundizar más para comprender cómo una cantidad elevada de personas llega a aceptar una gran desigualdad.

El proceso de socialización y de autoevaluación

La clave es que los que están en la parte baja del sistema de estratificación suelen tener una autoevaluación baja y se ven a sí mismos como personas que apenas merecen algo.

La investigación del logro de status muestra cómo el origen de clase moldea las aspiraciones educativas y ocupacionales.

La relación de una persona con la autoridad y cómo la tratan el jefe y sus compañeros contribuye a la autoevaluación. La investigación ha puesto de manifiesto que la posición de clase está más relacionada con la autoestima o la autoevaluación entre los adultos que entre los niños.

Respecto a las relaciones de autoridad en el lugar de trabajo hay estudios cualitativos que sugieren que cuando a los trabajadores se les trata de manera degradante y subordinada la autoestima entre la clase trabajadora es baja. Cuanto más descendemos en la escala de autoridad ocupacional, más bajas son las autoevaluaciones.

La gente se inspira en los medios de comunicación de masas, las películas, los artículos periodísticos y la televisión, para obtener la imagen de las clases que tiene el conjunto de la sociedad, p.e. los héroes de la televisión y del cine raramente son de clase trabajadora o clase baja.

La clase alta suele recibir una influencia más positiva, simplemente porque ocupa posiciones más altas, disfruta de una audiencia mayor, tiene más subordinados y suele ser más conocida en la comunidad. Todo esto puede influir positivamente en su autoevaluación.

Todas las personas se sirven de mecanismos de creación de imagen para hacer la mejor presentación posible de uno mismo ante los demás, pero las de status más alto disfrutan de más capacidad y recursos para hacerlo. Son más capaces de aparentar que están tranquilos y bajo control, el superior suele hacer esperar a sus subordinados, dando a entender que su tiempo es más importante que el de la persona de menor status. Como las personas con status alto tienen más recursos para dar una impresión favorable de sí mismas, su contribución puede parecer mayor.

En suma, el proceso de autoevaluación contribuye a la legitimación de la desigualdad en un sentido muy general: cuando una persona llega a tener una evaluación baja de sí misma, llega a considerar que tanto sus escasas recompensas como las grandes recompensas de los demás son justas, considerando la desigualdad social como legítima.

Los efectos de la igualdad de oportunidades

Los miembros de las sociedades industriales modernas raramente aprecian la poderosa influencia que nuestra creencia en la igualdad de oportunidades puede tener en el mantenimiento del sistema de clases.

En las sociedades que carecen de esta nueva ideología revolucionaria otras ideologías se encargan del mantenimiento de las desigualdades de clase: la religión en manos de las élites políticas y económicas ha sido la más frecuente. Cuando estas viejas ideologías cayeron durante el período entre las sociedades feudales y las industriales, la creencia en la igualdad de oportunidades ha demostrado ser una herramienta nueva y poderosa para legitimar la desigualdad.

Las sociedades industriales han crecido tanto que por lo general proporcionan más movilidad social ascendente que descendente. Cuando se ha exportado la idea moderna de la igualdad de oportunidades a naciones subdesarrolladas con fronteras de clase más rígidas, la consecuencia más frecuente ha sido el conflicto de clases abierto.

Tras entrevistar minuciosamente a 15 trabajadores blancos de cuello azul, Lane descubrió una ferviente creencia en la igualdad de oportunidades que influía profundamente en lo que estos hombres pensaban sobre su posición en la vida: llevaba a las personas a encontrar algún defecto en sí mismas cuando explicaban su status relativamente bajo. Estos hombres podrían beneficiarse de una mayor igualdad, pero pensaban que el duro trabajo de toda su vida tendría poco valor si a los pobres, que estaban por debajo de ellos y por los que sentían desprecio, se les dieran las mismas recompensas. Desconfían de la naturaleza humana y creían que si a todos los hombres de la sociedad se les garantizaran recompensas iguales, no habría incentivos.

Toda sociedad debe proporcionar alguna ideología legitimadora para mantener la estabilidad del sistema de estratificación. Parece razonable que las circunstancias históricas han llevado a los EE.UU. a acentuar la igualdad de oportunidades más que otras naciones. En Gran Bretaña las tradiciones históricas favorecen una mayor aceptación de la adscripción. Pero las tradiciones de los EE.UU. excluyen el privilegio aristocrático y niegan la adscripción por que cualquiera puede alcanzar el éxito trabajando duro. La ideología de la igualdad de oportunidades hace que los que tienen menos éxito se culpan en parte a sí mismos de su baja posición.

Marx fue uno de los primeros en señalar que la religión ha solido utilizarse para apoyar la desigualdad; pero esta visión es excesivamente simple, porque la religión puede servir también para desafiar las desigualdades de poder y privilegio.

La solidaridad ritual existe prácticamente en todas las sociedades humanas. El ser humano busca la construcción social de la realidad y se mantiene por medio de rituales colectivos. Los rituales emocionales colectivos son importantes, porque la excitación emocional que despiertan da sentido a la realidad que buscan las personas y la hace incuestionable. Cuando se celebran rituales colectivos la gente ensalza lo que tiene en común: las instituciones, valores y relaciones sociales. Lo que esto significa para la legitimación del poder y la desigualdad es que cualquier forma de estratificación social recibe un significado positivo a través de los rituales de solidaridad.

Las élites suelen intentar controlar éstos rituales de solidaridad por razones obvias, pero este control no siempre es necesario: si el poder y el privilegio de una élite son un aspecto sólido de la realidad común, lo más probable es que reciban apoyo y legitimidad a través de los rituales de solidaridad. Pero cuando el poder y el privilegio de las élites están amenazados o son débiles puede ser útil convocar estos rituales para obtener apoyo.

Cuando se cuestionó la autoridad de las élites religiosas se utilizó el miedo a las brujas para crear una amenaza «externa», algo que contribuyó a restaurar el apoyo a la autoridad. Una de las ideas sociológicas mejor fundadas es que el conflicto con el exterior del grupo suele generar solidaridad dentro del grupo.

Las bases de la legitimación: un resumen

Hasta ahora sólo hemos considerado los procesos psicosociológicos que generan una tendencia a aceptar la desigualdad en un sentido abstracto. Pero lo que de verdad es importante no es la simple existencia de la desigualdad, sino el grado de diferencia entre las recompensas y la magnitud de la desigualdad que existe en las sociedades. Para comprender el grado y la forma de la desigualdad que se puede mantener debemos examinar qué hacen las elites a partir de esta base psicosociológica para legitimarse a sí mismas y a la economía política particular que representan. Hay variaciones en unas y otras partes del mundo respecto al nivel de desigualdad que se considera aceptable, p.e. en Suecia y Japón se acepta menos un grado alto de desigualdad que en EE.UU.

La tendencia a aceptar la desigualdad en una sociedad determinada puede estar relacionada con la percepción que tiene la gente del grado de desigualdad que existe en esa sociedad, p.e. en EE.UU. hay mucha gente que acepta el nivel actual de desigualdad, porque no conocen su magnitud o han sido confundidos al respecto. Hay una idea equivocada sobre el alcance de la desigualdad.

Está claro que las élites tienen que legitimar su dominación, tienen que esforzarse para conseguirlo. La aceptación no es automática.

MACROPROCESO DE LEGITIMACIÓN: CÓMO SE APOYAN CIERTAS FORMAS DE DESIGUALDAD

La legitimidad abstracta de la desigualdad es sólo el punto de partida: el siguiente paso requiere lo que podemos llamar el proceso macro de legitimación. Macro en el sentido de que las élites deben ir más allá de una tendencia psicosociológica de la aceptación de la desigualdad para lograr legitimar las instituciones sociales que generan su poder y privilegio:
  • si el capitalismo es la base del poder y el privilegio de la élite, la población tiene que estar convencida de que la propiedad y los beneficios privados son justos y coinciden con los intereses de todos los miembros de la sociedad;
  • si el comunismo es la base del poder y el privilegio de la élite, la población tiene que convencerse de que este tipo de economía política es justa y coincide con los intereses de todos los miembros de la sociedad.
Para mantener su poder y privilegio las élites han aprendido a utilizar las normas de la justicia distributiva convenciendo a los que no pertenecen a la élite de que:
  1. las contribuciones de la élite a la sociedad son proporcionales a las recompensas que reciben; y
  2. las capacidades de las élites son superiores a las de los que no pertenecen a ellas.
El truco es explotar a los que no pertenecen a la élite sin que se percaten de que están siendo explotados. Las élites del pasado han solido utilizar alguna ideología de base religiosa, p.e. para justificar la esclavitud en el sur de los EE.UU.

Analizar por separado cada uno de los medios de legitimación supone simplificar en exceso el proceso general de la legitimación; éstos tienden a solaparse y a reforzarse mutuamente, p.e. si el sistema educativo realiza su función de legitimación de forma adecuada, los medios de comunicación también lo harán con facilidad.

Ojo ! Cuando decimos que el sistema educativo o los medios de comunicación cumplen una función legitimadora, sugerimos que están transmitiendo información que proporciona apoyo a un conjunto determinado de élites, a sus políticas y/o a un sistema particular de economía política, e.d. que esas instituciones se dedican a la propaganda y al adoctrinamiento. A los estadounidenses no les gustan esas palabras, „eso es algo que hacen los comunistas„; pero por propaganda o, si se quiere, persuasión, nos referimos simplemente a la práctica de convencer a otros de que un determinado punto de vista es el correcto.

La función legitimadora de la educación

Las escuelas realizan esta función legitimadora, lo que explica los numerosos conflictos en torno a lo que se enseña en las escuelas y los libros que se utilizan. Los adultos quieren asegurarse de que sus valores se enseñan, o al menos que no se rechazan. Se han realizado numerosos estudios sobre libros de texto que demuestran sólidamente que en ellos predominan las ideas de los blancos de clase media-alta, mientras que apenas se dedica atención a las minorías. Si se dedica alguna atención al desorden civil, a los niños no se les enseña que la violencia no procede de los manifestantes, y sí de las autoridades que reaccionan contra los disidentes. A lo largo de la historia todos los niños han sido socializados para aceptar los valores y las instituciones dominantes de su sociedad. Por esta razón las élites toman a menudo medidas para asegurarse que el sistema educativo está realizando «adecuadamente» su función legitimadora. Esto es así desde que las sociedades se han secularizado y la importante tarea de generar lealtad se ha transferido de las iglesias a los institutos. Además, la financiación de las universidades más grandes y respetadas depende de los ricos y las corporaciones; éstas realizan funciones importantes para las clases alta y corporativa, porque dirigen valiosas investigaciones y formulan ideas para diseñar las políticas gubernamentales.

Aunque las encuestas nacionales revelan que las actitudes de la gente sobre ciertas cuestiones guarda relación con los niveles educativos, no podemos concluir de una manera fiable que el sistema educativo moldea directamente el apoyo a la política de la élite.

Se considera que las universidades son instituciones donde el mercado de las ideas debe ser abierto, pero hay ciertas limitaciones. Las autoridades universitarias tienen el poder de exigir el despido de los empleados de la universidad, y los ricos y las corporaciones pueden retirar las fuentes de financiación. Conocemos suficientes casos de despidos de profesores por enseñar ideas «radicales», o de universidades que han recibido la amenaza de quedarse sin fondos por traer a «conferenciantes antiempresa».

La función legitimadora de los medios de masas

El papel que representan los medios de masas en el proceso de legitimación es difícil de demostrar directamente, debido en parte a que lo más importante son sus efectos a largo plazo en la opinión pública. Lo que es evidente es que «los periodistas deciden qué noticias dan, cómo se presentan y cómo deben interpretarse. Tienen el poder de informar sobre unas cuestiones e ignorar otras, elevar a la fama a personas que están en la sombra, recompensar a los políticos que apoyan y castigar a los que no apoyan». El papel más importante de los medios de masas en su función de legitimación y apoyo a la política de la élite consiste en:
  1. respaldar las políticas gubernamentales «dándoles publicidad»;
  2. dar forma a las visiones del mundo que favorecen la economía política dominante; y
  3. ridiculizar las alternativas a la vigente economía política.
Los medios que son totalmente independientes e imparciales pueden minar la legitimidad de las élites y de la economía política, pero los que están excesivamente controlados por las élites pueden minar la legitimidad misma de los medios. Al igual que las universidades, muchos medios de masas están bajo la influencia de los acaudalados y de la clase corporativa. «Unas pocas corporaciones privadas (CBS, NBC, ABC y la Turner Broadcasting, Inc.) determinan en buena medida lo que la gente debe ver y oír sobre su mundo; cubren 1.099 cadenas locales de TV, lo que significa el 80% de los canales de noticias y espectáculos».

En EE.UU. hay menos lectores de prensa que en cualquier otra nación industrial, habiendo disminuido gradualmente durante los últimos 30 años del 36% al 25% de la población. A medida que cae el número de lectores, aumenta la concentración de la propiedad de los periódicos. En la actualidad «15 imperios periodísticos dan cuenta de más del 50% del total de los periódicos que circulan en EE.UU.»

Los principales medios de masas producen las noticias, seleccionan lo que se va a presentar y cómo se va a presentar. De esta manera, las élites de los medios dan forma a la visión que tenemos de nuestra nación y del mundo.

En EE.UU. los medios de masas son libres, pero hay límites: debida la influencia potencial de las corporaciones y a que sus fuentes de financiación proceden de la publicidad corporativa, los medios no pueden enajenarse del apoyo de las principales corporaciones. Los medios de masas pueden informar sobre escándalos corporativos y políticos, pero deben ser cautelosos, «objetivos» (de acuerdo con lo que entienden los que están en el poder) y no presentar „demasiados datos„ sobre estos eventos con el fin de no desafiar la economía política.

Para muchos estadounidenses influidos por los «filtros» de información que acabamos de describir, resultará una sorpresa saber que los guiones informativos de las noticias soviéticas del equivalente de Peter Jennings, no requiriesen la aprobación del Estado antes de emitirse. Por supuesto, el Sr. Dunayev no era libre de decir cualquier cosa, como tampoco lo es Jennings. Todos conocen los límites y desean mantenerse en sus puestos, han aprendido a respetar lo que es «profesional». Esta es una de las razones por las que han llegado al peldaño más alto de su profesión: todos trabajan de acuerdo con las normas profesionales que imponen límites. Los medios informativos de los Estados comunistas no son libres debido a la dominación del Estado, p.e. libros y revistas antes de publicarse son revisados por el Estado. Los más destacados profesionales de la información de todos los países practican la autocensura (consciente o inconscientemente), porque forman parte de una sociedad y comparten esa visión del mundo.

Asimismo, el mercado de las ideas es libre en la medida en que se tiene elevadas sumas de dinero. Las principales corporaciones pueden comprar tiempo de publicidad para decirnos lo buenas que son sus empresas y lo que están haciendo para ayudar al país. Pensemos que lo que ve la mayoría de la gente no son informativos o publicidad, sino programas de entretenimiento. La influencia exacta de estos programas es muy difícil de medir, pero muchos científicos sociales han señalado que lo que la gente ve ensalza los estereotipos de clase, degrada las minorías, ridiculiza las ideas «radicales» y elogia los valores estadounidenses dominantes. Los héroes casi nunca expresan ideas políticas y económicas no aceptadas; de hecho, suelen ser «antirradicales»; los personajes de clase trabajadora suelen ser no inteligentes, intolerantes y superpatriotas.

Los medios de masas son sólo parte del proceso de legitimación, y son tanto un producto como un factor del proceso de legitimación. El proceso de legitimación es cíclico. El público que ha llegado a aceptar la legitimidad de nuestra economía política espera que los medios de masas la apoyen también. Pero tampoco se les puede acusar de ser los únicos en construir entre el público visiones del mundo favorables a los valores corporativos aceptados.

Organizaciones que influyen en la opinión

El sistema educativo y los medios de comunicación de masas son los instrumentos más reconocidos para moldear las opiniones, pero los grupos de interés forman numerosas organizaciones para que sus puntos de vista lleguen al público. Cuando un grupo de interés tiene promotores acaudalados o partidarios numerosos entre la población suele conseguir dinero de sobra para estas actividades. Lo más probable es que un grupo que va en contra de la estructura de poder quede desacreditado debido a las actividades de las agencias gubernamentales, p.e. la CIA y el FBI han admitido haber realizado estas actividades en EE.UU.

Una organización que influye en la opinión pública es el Consejo de la Publicidad, que se formó en la 2ª G.M. para contribuir al esfuerzo bélico, y que en la actualidad contribuye a financiar publicidad de todo tipo sobre cuestiones que considera importantes. Además de publicidad televisiva, patrocina publicidad radiofónica, periodística y paneles publicitarios, p.e. para reducir las tensiones raciales durante los disturbios de los años 60. Los directores del Consejo de la Publicidad son los que deciden qué campañas de publicidad deben financiarse.

Las élites corporativas no pueden esperar sentadas pensando que sus ideas recibirán apoyo; tienen que esforzarse para conseguir ese respaldo y lo hacen por medio de una extensa red de organizaciones que van desde las salas de juntas de las corporaciones hasta el público en general.

Las altas esferas del gobierno disponen con facilidad de los medios para ejercer esta influencia, porque lo que hacen las élites políticas es noticia. El FBI y la CIA se encargan de influir de forma encubierta en la opinión pública, p.e. a través de la publicación de libros o artículos informativos (p.e. los inventados por la CIA para derrocar al gobierno de Allende en Chile, dónde el New York Times admitió que se prestó al juego al publicarlos).

El macroproceso de legitimación: conclusión

Aunque las élites tratan de inducir al público a aceptar lo que hacen o planean, no llega a ser conspiración por varias razones:
  1. A diferencia de lo que sucede en las sociedades totalitarias, el proceso general de legitimación en EE.UU. no está planeado de antemano.
  2. Las élites no aceptan un plan general, porque suele haber divisiones entre ellas. Un segmento de las mismas puede estar más a favor de una política específica, mientras otro tiene menos interés en esa política o incluso se opone a ella.
  3. El proceso de legitimación no suele llegar a conspiración, porque en su mayor parte no es secreto. La mayoría de la gente no es consciente de él, pero existe la posibilidad de obtener información de lo que están haciendo las élites.
  4. Sería incorrecto suponer que las élites pueden hacer que cualquier cosa parezca legítima a los ojos de los que no pertenecen a ellas. Los límites los establecen ciertas fuerzas culturales e históricas que están sujetas al cambio, p.e. a finales de los años 60 hubiera sido difícil defender rebajas de impuestos a las corporaciones y un recorte del gasto social del Estado.
  5. No todo lo que hacen las élites necesita ser aceptado como legítimo: la mayoría del público suele no ser consciente de lo que están haciendo las élites, por lo que un público muy informado podría constituir una amenaza.
  6. Incluso teniendo el público conocimiento de una política contra la opinión pública, las élites podrán continuar con esa política si no existe un grupo de interés o movimiento social muy organizado para desafiarla. La tarea de las élites en este caso es impedir un desafío organizado, desacreditando a sus adversarios, creando confusión y/o haciendo que se desvanezca la esperanza de que el cambio es posible.
La realidad es que la mayoría del público se muestra indiferente ante estas cuestiones, a no ser que le afecten mucho.

Las élites pueden oponerse a los esfuerzos por reducir la desigualdad de la renta recurriendo a mecanismos procedimentales, p.e. se presenta una ley en el Parlamento para reducir la desigualdad de la renta, pero antes de que se apruebe (si es que se aprueba) sufrirá tantas modificaciones, que los cambios introducidos la harán ineficaz.

Partiendo de una base psicosociológica de aceptación de la desigualdad en general, el sistema educativo, los medios de masas y determinadas organizaciones que moldean la opinión pueden trabajar para legitimar formas más específicas de desigualdad. La legitimación de la desigualdad y la estratificación en general es fácil de mantener.

También puede darse un proceso de deslegitimación: el proceso de legitimación es un proceso constante que puede debilitarse o invertirse, p.e. la incapacidad de las élites para mantener el orden social o el bienestar económico puede producir deslegitimación. Con el tiempo, si otras élites y otras nuevas políticas no pueden restaurar el orden, la economía política puede perder legitimidad y la población estará dispuesta a apoyar otro tipo de economía política. Durante un cierto período de tiempo, las élites pueden responsabilizar del desorden a fuerzas exteriores; tal vez por eso las élites tiendan de forma natural a buscar chivos expiatorios.

RESUMEN

El proceso de legitimación es el proceso por el que la naturaleza de la estratificación social y el nivel de desigualdad de una sociedad se hacen legítimos o, al menos, relativamente aceptables para la población.

El tema se divide entre
  • el proceso psicosociológico: es el modo en que se pueden manipular las normas de justicia distributiva, las autoevaluaciones y la ideología de la igualdad de oportunidades para mantener la aceptación de un cierto tipo de estratificación y desigualdad social;
  • el macroproceso: es el modo en que la información sobre lo que existe en una sociedad legitimadora de la desigualdad se puede moldear mediante el sistema educativo, los medios de comunicación de masas y las organizaciones que influyen en la opinión, que a su vez pueden estar influidos de muchas maneras por las personas más ricas y poderosas de la sociedad.

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