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El Educador

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En educación uno de los temas más importantes es, sin duda, el referido al educador. No es el centro de la tarea educativa, pero sin él difícilmente se lograría la generación de aprendizajes. En la actualidad mas que de los protagonistas de la educación, se prefiere hablar del proceso de enseñanza/aprendizaje, ya que resulta esencial para la consecución de una educación de calidad, en su más amplio sentido, la interacción dinámica y permanente de los dos sujetos de este proceso.

Al tratar el tema del educador no se alude de forma exclusiva al profesor, al maestro. Un educador puede ser tanto una persona como un objeto o un entorno. Nos influye, y nos enseña, un libro, una película, un espacio natural, Internet, un aula, un amigo, un grupo musical, un profesor, etc., etc. Ahora bien, estamos hablando de enseñar, sin entrar en si la influencia de cada uno de estos educadores resulta realmente positiva o no. Si aquello es realmente educación o no.

EL EDUCADOR Y EL PRINCIPIO DE LA EDUCATIVIDAD

La presencia e importancia de todo educador radica en su capacidad para transmitir a otros, de forma explícita o implícita, conocimientos, destrezas, habilidades, actitudes... necesarios para su mejor desarrollo e integración en el contexto en el que vive. Es decir ayudar, guiar, dirigir... a otros en el logro de su madurez. Pero, sin duda, el que tiene que hacer el esfuerzo de aprender es el educando, cada persona por sí misma. Aunque no por ello deja de relevante y esencial la figura del educador. Se entiende que la actividad de todo educador deba:


  • Mover a la acción, de tal modo que genere aprendizaje.
  • Ayudar a la naturaleza del educando a desarrollar todas y cada una de sus capacidades.
  • Ayudar a desarrollar la propia personalidad de cada individuo, fomentando hábitos, actitudes...
  • Procurar una mejor adecuación y adaptación del sujeto al proceso de aprendizaje.
  • Provocar ese mismo proceso educativo.
  • Dirigir y regular la actividad del educando.

Esta función de educador se sustenta en el principio de la educatividad, definida como la capacidad que tiene todo individuo para influir en otro, transmitir conocimientos, destrezas, actitudes..., ya sea de modo intencionado o no. En este sentido, las instituciones, los grupos, los diferentes entornos, los medios, etc. también están influyendo y transmitiendo conocimientos en un sentido amplio del término.

Se propone como posible clasificación de educadores la siguiente:

Sin la ayuda de los demás, esa interacción con el otro, el ser humano no podría hablar de progreso, ni tampoco de verdadera humanización. En definitiva, la educabilidad específica del ser humano demanda a su vez la educatividad.

EL ENCUENTRO, CLAVE DE LA TAREA EDUCATIVA

El principio de educatividad se asienta en la posibilidad de apertura, de comunicación, de interrelación, de encuentro que posee todo ser humano tanto con las demás personas como con el entorno en el que vive. Sin esa posibilidad de apertura, de relación con los demás, de interacción, sería imposible hablar de educación.

Estamos ante un proceso dinámico en el que no sólo se exige una comunicación objetiva, una transmisión de contenidos (conceptuales, procedimentales, axiológicos, etc.), sino que también, y de modo muy especial, una comunicación subjetiva, en la que se transmite una forma de ser, de vivir. La primera es enseñanza, la segunda educación.

Cuando se plantea que la educación es comunicación, no se está refiriendo de forma exclusiva a la necesidad del lenguaje para transmitir una serie de conocimientos. Se está mostrando que esta acción exige contacto, relación, revelación... entre personas, y que si no se logra realmente no se podría hablar de educación.

LA DIVERSIDAD DE LOS AGENTES EDUCADORES


Se afirma que el principio de educatividad reside en toda persona, entorno u objeto a raíz de la relación que se mantenga con cada uno de ellos. En este sentido hay que considerar tanto a los educadores denominados “clásicos”, como la familia y la escuela, como a los denominados “nuevos educadores”, como las nuevas tecnologías, las modas, los medios de comunicación, los ambientes urbanos, etc., ya que cualquier ámbito en el que vivimos, o recurso que estamos utilizando, están condicionando nuestra propia forma de ser y desarrollarnos.

El cambio radical a partir del que se va a analizar toda esta cuestión es que el proceso educativo no ha de estar centrado en quien enseña, sino construirlo a voluntad de quien aprende. El núcleo del tema es el proceso de aprendizaje. A partir de las necesidades de aprendizaje del individuo, debe éste tener a su disposición herramientas, servicios e instituciones que le permitan acceder a su conocimiento.

LA FIGURA DEL PROFESOR EDUCADOR

La función de todo profesor ha sido, sin duda, siempre la misma: enseñar, aunque a lo largo de la historia haya evolucionado la idea de lo que se entiende por enseñanza. Ahora bien, a la vez que enseña, todo profesor educa, sea consciente o no de esto. Todo profesor es educador: cambian los medios, el entorno, los problemas... pero la función básica y original no.

Ser profesor recoge una dedicación que siempre ha estado presente en la humanidad. Constantemente ha sido necesario preparar a las jóvenes generaciones para su incorporación a la comunidad establecida. Sin embargo la terminología sobre esta profesión a variado a lo largo de la historia. Si se acude a los diccionarios se recogen los sinónimos de enseñante, mentor, educador, maestro, pedagogo, instructor, monitor..., pero todos ellos tienen una tarea común: enseñanza, instrucción. La función del profesor ha sido, es y será siempre la misma: educar instruyendo, formar enseñando. Lógicamente implica necesariamente cambios, evolución, reestructuraciones, no en su papel, sino en las tareas que debe llevar a cabo. No en el qué, ni en para que, sino en el cómo va a desarrollarse esa actividad.

Sobre cada alumno están interactuando múltiples influencias educativas, positivas y negativas, y es el profesor el experto que debe recoger todo este campo de actuación para dirigir y armonizar de la mejor manera posible estas influencias.

Ahora, ¿qué es necesario para ser un profesor?:

Resulta evidente que un profesor educa a través de lo que dice (actitudes + formación específica), pero, sin duda, influye más por lo que hace (aptitudes + actitudes + formación específica) y, sobre todo, por lo que es (aptitudes + actitudes). De aquí se deriva la responsabilidad de esta tarea, así como la necesidad de la formación del profesorado, en todos los niveles y ámbitos, no solo en lo referente a los conocimientos, sino especialmente a las destrezas y actitudes necesarias para desarrollar esta actividad.

LA PROFESIONALIZACION DE LA FUNCION DOCENTE

Se habla de la profesionales de la educación, porque a esta tarea no se puede dedicar cualquiera, y menos con los cambios y exigencias sociales que estamos viviendo, pero sin duda, esta tarea no puede basarse únicamente en unas cualidades humanas, por muy positivas que éstas sean.

Resulta innegable la necesidad de la profesionalización de esta labor, de clarificar cuales son sus funciones. El término “profesión” marca diferencias cualitativas con respecto al de oficio, ocupación o empleo, ya que la denominación “profesional” se utiliza para referirse a grupos de personas con una elevada preparación, competencia y especialización.

Un profesor debe responder a las características propias de toda profesión:


  1. Delimitación de un ámbito propio de actuación
  2. Preparación específica
  3. Compromiso de actualización
  4. Ciertos derechos sociales
  5. Autonomía en la acción
  6. Compromiso deontológico

Delimitación de un ámbito propio de actuación. Al referirnos a la educación la delimitación siempre ha sido un tema complejo, ya que la propia educación es compleja y en ella intervienen necesariamente diferentes agentes educadores. Puede resultar de ayuda diferenciar dentro de esta profesión tres ámbitos diferentes de actuación en los que varía la responsabilidad profesional:

  • Ambito preferente, en el que el educador es el que sabe lo que debe llevarse a cabo, por qué, para qué, como... Sabe justificar cada una de sus decisiones y él es el único responsable del éxito o fracaso de esta acción. Aquí entraría, por ejemplo, toda la planificación del proceso de enseñanza-aprendizaje.
  • Ambito compartido, ya que depende de qué dimensiones de la persona estemos educando, será necesaria la intervención de otros agentes educadores. Como ejemplo claro está la necesaria colaboración con la familia en la educación de dimensiones personales tan relevantes como es la afectiva.
  • Ambito complementario, ya que nos encontramos con otros espacios personales en los que el profesor puede orientar, guiar, pero no tomar decisiones para su formación ya que entran en el espacio propio de la libertad humana. Las creencias religiosas y la elección profesional son ejemplos de este ámbito.

Preparación específica. Si se ha defendido la necesidad de un espacio específico y propio de esta profesión, esto va a exigir la necesidad de una formación inicial y permanente específica a todo aquel que quiera trabajar en este campo profesional. Cualquiera no puede llevar a cabo esta tarea apoyándose en el sentido común, en sus propias intuiciones o en sus experiencias, sino que es necesaria la formación permanente para acometer esta tarea con éxito.

Compromiso de actualización. Los avances sociales, tecnológicos y científicos exigen una constante puesta al día. La formación permanente es un rasgo distintivo de calidad y autoridad profesional.

Derechos sociales. Estos derechos están muy relacionados con la imagen social de cada actividad profesional. A mayor imagen social se reconocen también mas derechos. Este es en el ámbito educativo un tema sumamente controvertido dado el origen histórico de esta profesión y su evolución, como la necesidad de intervención de múltiples agentes educadores en la formación de cada individuo.

Autonomía en la acción. Implica la capacidad para establecer su actividad según los propios criterios. El saber, querer y poder decidir sobre la organización y ejecución de cada una de las fases del proceso educativo. Para ello el profesor ha de tener espacios específicos en los que poder tomar estas decisiones, y ser capaz de asumir este riesgo. Ahora, esa autonomía no exime al educador del respeto del marco legal establecido y de los derechos de los distintos integrantes de la comunidad educativa, especialmente del educando.

Compromiso deontológico. La profesión docente tiene gran dimensión ética dado que dirige su actividad a la formación de personas. La regulación ética de la conducta profesional se hace más necesaria, en el caso de la docencia, ya que el objeto de esta tarea es cada persona que está inmersa en su propio proceso formativo. El profesor , por tanto, ha de ser consciente de la responsabilidad social que tiene encomendada, y asumirla a través de la formación ética y cívica y la promoción de los valores que afectan a la convivencia en sociedad.

FUNCIONES DE LA TAREA DOCENTE

En cada profesión resulta esencial saber definir las funciones específicas de su ámbito profesional que la van a identificar, a la vez que diferenciar de otras tareas similares. Como docente, la función esencial identificadora es la instrucción cultural de unos alumnos dentro de un marco institucional. Ahora bien aunque su tarea principal sea la de enseñar, ésta se haya estrechamente interrelacionada con la de educar.

Las funciones básicas del profesorado se pueden resumir en:


  1. Didácticas
  2. Orientadoras
  3. Sociales
  4. Investigadoras y de innovación


  1. La función didáctica acoge todas las tareas dirigidas a la planificación, desarrollo y evaluación de todo el diseño educativo, aunque lógicamente debe dominar el contenido objeto de enseñanza.
  2. La función orientadora, estrechamente unida a la función anterior, responde a las tareas de atender individualmente a cada alumno ayudándole a potenciar sus intereses, necesidades y a abordar positivamente las diferentes dificultades que se puedan plantear. Esta tarea atiende tanto al educando en particular, como a todas las personas que están relacionadas con él, como es el caso de los padres, tutores, resto del equipo docente, etc.
  3. La función social está dirigida en una doble vertiente. Por un lado la importante labor del docente como engranaje con la sociedad. El educador debe saber guiar a cada alumno en su integración social, por lo que debe transmitir valores sociales. En la otra vertiente se encuentra la responsabilidad del docente en la profesionalización de su tarea. Es decir, un profesor no puede limitarse a la instrucción de una serie de clases, sino que debe también participar en las diferentes tareas de la organización y gestión de la institución educativa en la que está integrado.
  4. La función investigadora y de innovación gracias a la cual irá mejorando su propia tarea, así como proporcionando nuevos medios, recursos, contenidos que faciliten el proceso de enseñanza. Todo educador debe ser investigador de su propia práctica docente, lo que le va a ayudar a mejorar su propia tarea.

Todas estas funciones están marcando unas transformaciones en la práctica docente que, poco a poco, se están implantando en esta tarea profesional. Nos referimos a:

  • La transformación de la enseñanza en una profesión, ya que no solo se exige cada vez con mayor profundidad y rigor saberes conceptuales y técnicos, sino que además se le demanda conocimientos referidos a la didáctica, la psicología, la sociología, etc.
  • La necesidad de la elevación del nivel general del saber entre estos profesionales. La complejidad de la educación exige la revisión de la formación inicial y permanente del profesorado en todos los niveles y ámbitos.
  • La preparación para una sociedad de la que no sabemos con precisión lo que nos va demandar ante los cambios cada vez mas rápidos. Por ello, la necesidad de aprender a aprender es una de las cuestiones básicas del futuro.
  • Los cambios sociales marcados por la pluralidad, la globalización, la estrecha interdependencia entre los grupos. La multiculturalidad como elemento cotidiano será el punto de referencia en que todo educador deberá profundizar.
  • El dominio de la cultura tecnológica. La tecnología condiciona la realidad y la educación no puede permanecer ajena a ello.
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