Toda persona, grupo o sociedad se ha planteado, de una forma u otra, qué quiere ser y a dónde quiere llegar. Ha reflexionado sobre cómo lograrlo y cómo transmitirlo a los demás, siendo esto una constante a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero al plantearse esta cuestión, nos encontramos inmersos en el problema de los valores: vivir es elegir, preferir unos valores sobre otros.
De una forma u otra, todo ser humano está optando, a través de su conducta, por unos valores determinados. Y no podemos olvidar que toda actuación humana cobra su sentido en los valores que la fundamentan. Negar los valores sería, en suma, renegar de la condición humana y aniquilar el valor significaría suprimir la posibilidad de la educación misma. “La educación es inevitablemente valoral”.
En cuanto a la denominada crisis de valores, tema ampliamente discutido, Pascal (1992) dice que “un fenómeno observable en la sociedad occidental actual es el desconcierto producido por la falta de vigencia de valores antaño asentados sólidamente, quizás por la convivencia de valores considerados antagónicos o contradictorios entre sí, quizás porque esté en curso un proceso de cambio de valores o redefinición de los antiguos sin que todavía se perciba con nitidez el horizonte axiológico que sirva de nueva referencia”.
Ahora bien, por medio de la educación no solo se ayuda a descubrir valores, sino a establecer la propia jerarquía, ya que lo que realmente es importante es la disposición jerárquica de los valores. En este sentido, la educación potencia al hombre ayudándole a encontrar el esquema u orden de actuación en que ha de basarse para perfeccionarse y mejorarse a sí mismo. En definitiva educar es enseñar a vivir, por lo que necesariamente va a exigir transmitir aquello que es valioso para cada educando, ayudándole a pasar de la hominización a la humanización.
En torno a los valores se debe diferenciar entre los valores en sí (ideales, patrones, creencias…) y el acto de valorar (dirigen la conducta, marcan la personalidad de cada uno). Se pueden considerar cualidades de los valores:
Ahora bien, más que de subjetividad u objetividad de los valores, resulta adecuado hablar del carácter relacional de los valores. Los valores surgen, sin duda, de la relación dinámica del sujeto y del objeto, del ser y del deber ser, de las preferencias y de la dignidad de los valores que nos atraen y que responden a nuestras necesidades. “El valor surge de la relación entre las necesidades del sujeto, individual o colectivo, y los bienes que pueden satisfacerlas, por lo que no es puramente subjetivo ni reside en la pura objetividad. Entendemos su dinámica, su multiplicidad y movilidad en esa relación dual” (Marín Ibáñez).
Aunque encontramos muchas propuestas de clasificación de valores, la siguiente puede servirnos como modelo para comprender este tema, partiendo de las dimensiones básicas propias de todo ser humano:
Aunque reconozcamos lo deseable de la existencia de una escala ideal de valores para el ser humano, de acuerdo con la propia estructura de la persona y de las necesidades que debe satisfacer, no existe, lógicamente, una escala única válida para todos y en todos los tiempos. Cada cultura, cada pueblo, cada persona debe ir elaborando la suya propia.
A través de los valores y, en concreto, de la jerarquía que haya determinado, podemos entender a cada individuo, a cada generación, a cada pueblo, a cada momento histórico… Analizando los valores que imperan en una sociedad, podemos comprobar a qué se da más importancia, qué necesidades se están cubriendo y cuáles se dejan en un segundo plano, o se ignoran, con las consecuencias que todo esto conlleva.
Es imprescindible tener claro que los valores no se imponen, se deben presentar en un clima de libertad, pues, en definitiva estamos ante una tarea que cada uno debe realizar por sí mismo. A la vez ser conscientes de que el entorno y el ambiente son condicionantes a la hora de establecer la propia jerarquía, ya que cada cultura posee y transmite unos valores determinados. Sin embargo esto no quita que cada uno deba realizar el esfuerzo de aceptarlos o rechazarlos.
Los valores se conocen, básicamente, a través de las vivencias propias. Se hace necesario que en todo proceso de aprendizaje de valores se atiendan los siguientes pasos básicos (González Lucini, 1993):
Y diremos que se ha aprendido en la medida en que cada sujeto es capaz de manifestarlo en acciones concretas de su conducta.
La educación en valores comprende dos funciones fundamentales: socializadora y personalizadora.
Clarificación de valores
Discusión de dilemas morales
Estudio de casos
Análisis de valores
Comentario crítico de textos
Autorregulación de conductas
¿Cómo llevar a cabo este tipo de evaluación? Fundamentalmente a través de la observación (pautas de observación, escalas,...), cuestionarios, entrevistas, análisis de trabajos escritos, creativos... Ahora bien, dado el carácter esencialmente subjetivo de este tipo de contenidos, es fundamental llevar a cabo esta evaluación contrastando los datos obtenidos con otros educadores, de modo que pueda analizarse el comportamiento en diferentes ámbitos de convivencia.
En el primer artículo de la LOGSE (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, 1990) se recoge el concepto de que la verdadera raíz de la calidad de la educación es “el pleno desarrollo de la personalidad de cada alumno, integrándole de forma activa en la sociedad en la que vive”. Y al analizar este punto comprobamos, sin duda alguna, que estamos hablando de la educación moral de la persona.
Evidentemente cada uno de los valores son muy difíciles de definir, y más intentar delimitarlos o encajarlos dentro de unos conceptos cerrados. Estamos ante una realidad rica y posibilista, una realidad que hay que vivir, y, por ser vida, los valores son vitales, dinámicos.
Cada centro educativo, dentro del carácter pluralista y democrático que le sustenta, debe clarificar su propia jerarquía de valores. Ahora bien, también podemos afirmar la existencia de unos valores mínimos para todos. Valores que sustentan y posibilitan toda convivencia: libertad, respeto, igualdad, solidaridad, justicia... Y es tarea ineludible de la escuela, en primer lugar, y de todo educador en cualquier ámbito de convivencia, colaborar en la formación de estos valores: educar para una auténtica ciudadanía.
De una forma u otra, todo ser humano está optando, a través de su conducta, por unos valores determinados. Y no podemos olvidar que toda actuación humana cobra su sentido en los valores que la fundamentan. Negar los valores sería, en suma, renegar de la condición humana y aniquilar el valor significaría suprimir la posibilidad de la educación misma. “La educación es inevitablemente valoral”.
En cuanto a la denominada crisis de valores, tema ampliamente discutido, Pascal (1992) dice que “un fenómeno observable en la sociedad occidental actual es el desconcierto producido por la falta de vigencia de valores antaño asentados sólidamente, quizás por la convivencia de valores considerados antagónicos o contradictorios entre sí, quizás porque esté en curso un proceso de cambio de valores o redefinición de los antiguos sin que todavía se perciba con nitidez el horizonte axiológico que sirva de nueva referencia”.
LA EDUCACION, QUEHACER DE VALORES
La educación es un proceso de perfeccionamiento que cada ser humano lleva necesariamente a cabo. En este sentido, la educación implica necesariamente transmisión de valores, ya que a través de ella se desarrollan e inculcan éstos, sencillamente porque toda perfección conlleva un bien, y los valores son bienes.Ahora bien, por medio de la educación no solo se ayuda a descubrir valores, sino a establecer la propia jerarquía, ya que lo que realmente es importante es la disposición jerárquica de los valores. En este sentido, la educación potencia al hombre ayudándole a encontrar el esquema u orden de actuación en que ha de basarse para perfeccionarse y mejorarse a sí mismo. En definitiva educar es enseñar a vivir, por lo que necesariamente va a exigir transmitir aquello que es valioso para cada educando, ayudándole a pasar de la hominización a la humanización.
DEFINICION DE VALOR
Valor es toda perfección, todo bien, que rompe nuestra indiferencia, provoca nuestra estimación y nos mueve a obrar de acuerdo con él. En este sentido se puede afirmar que los valores son:- Proyectos ideales, en cuanto a que son apreciados, deseados y buscados.
- Opciones, que la voluntad busca y elige.
- Creencias, que se integran en la estructura del conocimiento dándolo un sentido.
- Patrones, que guían la vida del ser humano.
- Características de la acción humana, que mueven a la conducta, orientan la vida y marcan la personalidad.
En torno a los valores se debe diferenciar entre los valores en sí (ideales, patrones, creencias…) y el acto de valorar (dirigen la conducta, marcan la personalidad de cada uno). Se pueden considerar cualidades de los valores:
- La polaridad, ya que todo valor presenta un antivalor. Cobra sentido en la medida que existe su contrario.
- La infinitud, ya que ningún valor se agota en un elemento, en una acción, en una obra. Es un horizonte siempre abierto de una infinita riqueza.
- La jerarquía, ya que aunque los valores sean ilimitadamente variados, debemos ser conscientes de que no todos valen lo mismo. Serán más valiosos en la medida que perfeccionen en mayor grado al ser humano.
TEORIAS SOBRE LOS VALORES
Uno de los grandes problemas de la axiología es que no encuentra un modo unánime de interpretar los valores. “¿Tienen valor las cosas porque las deseamos o las deseamos porque tienen valor?” (Frondizi, 1977). Como consecuencia de cuestiones como ésta, surgieron dos grandes teorías axiológicas:- Subjetivismo axiológico, que tiene únicamente en cuenta la dimensión subjetiva del valor, es decir el acto de valorar. No admite la identidad del valor de forma independiente al sujeto que valora. Por ello será cada sujeto el que atribuye los valores, por lo que dependerán de circunstancias culturales, sociológicas, psicológicas, etc., el que se reconozcan unos y no otros. Los valores serán relativos y cambiantes porque dependen de que sean reconocidos.
- Objetivismo axiológico, que predica que los valores son objetivos y existen independientemente del sujeto que valora. Así, los valores no crean, se descubren, están ahí. Son cualidades absolutas, ideales independientes de las cosas o del acto de valorar. No se confunden con el sujeto valorante, ni con las cualidades físicas de los objetos.
Ahora bien, más que de subjetividad u objetividad de los valores, resulta adecuado hablar del carácter relacional de los valores. Los valores surgen, sin duda, de la relación dinámica del sujeto y del objeto, del ser y del deber ser, de las preferencias y de la dignidad de los valores que nos atraen y que responden a nuestras necesidades. “El valor surge de la relación entre las necesidades del sujeto, individual o colectivo, y los bienes que pueden satisfacerlas, por lo que no es puramente subjetivo ni reside en la pura objetividad. Entendemos su dinámica, su multiplicidad y movilidad en esa relación dual” (Marín Ibáñez).
LA JERARQUIA DE LOS VALORES
Los valores son ilimitadamente variados, ahora debemos ser conscientes de que todos no valen lo mismo. Serán más valiosos en la medida en que perfeccionen en mayor grado al ser humano. El orden preferencial es consustancial a éstos. Por ello es necesario establecer jerarquías entre ellos, ordenarlos de acuerdo a nuestras preferencias, ideales…, gracias a la cual descubriremos cuál es el papel que jugará cada uno de ellos en la estructura de nuestra propia vida, clave para la coherencia de su comportamiento.Aunque encontramos muchas propuestas de clasificación de valores, la siguiente puede servirnos como modelo para comprender este tema, partiendo de las dimensiones básicas propias de todo ser humano:
Dimensión humana | Valores | Actitudes | |
De supervivencia | Técnicos | Economía de medios Eficacia en el trabajo Perfeccionamiento de destrezas |
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Vitales | Respeto a la vida Desarrollo de facultades físicas Equilibrio psicofísico |
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Cultural | Estéticos | Contemplación de la naturaleza Goce ante las creaciones humanas Búsqueda de perfección en toda obra |
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Intelectuales | Compromiso con la verdad Sentido crítico Desarrollo de destrezas intelectuales |
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Eticos | Individual | Sentido del deber Conquista de la libertad Proyecto de vida Responsabilidad |
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Social | Diálogo Respeto Amistad Generosidad Justicia |
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Trascendental | Cosmovisión | Integración unitaria del contorno Coherencia de vida Flexibilidad |
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Religión | Sentido espiritual de la vida |
Aunque reconozcamos lo deseable de la existencia de una escala ideal de valores para el ser humano, de acuerdo con la propia estructura de la persona y de las necesidades que debe satisfacer, no existe, lógicamente, una escala única válida para todos y en todos los tiempos. Cada cultura, cada pueblo, cada persona debe ir elaborando la suya propia.
A través de los valores y, en concreto, de la jerarquía que haya determinado, podemos entender a cada individuo, a cada generación, a cada pueblo, a cada momento histórico… Analizando los valores que imperan en una sociedad, podemos comprobar a qué se da más importancia, qué necesidades se están cubriendo y cuáles se dejan en un segundo plano, o se ignoran, con las consecuencias que todo esto conlleva.
EL APRENDIZAJE DE VALORES
Todo diseño educativo potencia y desarrolla una serie axiológica determinada, para llegar así al ideal de persona que se quiere formar. Pero no sólo se le ayuda a descubrir valores, sino también a establecer la necesaria jerarquización, ya que lo realmente importante no es poseer tal o cual valor, sino la disposición jerárquica de éstos.Es imprescindible tener claro que los valores no se imponen, se deben presentar en un clima de libertad, pues, en definitiva estamos ante una tarea que cada uno debe realizar por sí mismo. A la vez ser conscientes de que el entorno y el ambiente son condicionantes a la hora de establecer la propia jerarquía, ya que cada cultura posee y transmite unos valores determinados. Sin embargo esto no quita que cada uno deba realizar el esfuerzo de aceptarlos o rechazarlos.
Los valores se conocen, básicamente, a través de las vivencias propias. Se hace necesario que en todo proceso de aprendizaje de valores se atiendan los siguientes pasos básicos (González Lucini, 1993):
Y diremos que se ha aprendido en la medida en que cada sujeto es capaz de manifestarlo en acciones concretas de su conducta.
La educación en valores comprende dos funciones fundamentales: socializadora y personalizadora.
ESTRATEGIAS PARA EDUCAR EN VALORES
Queramos o no, estamos continuamente transmitiendo valores, ya que, de una forma u otra, estamos mostrando nuestra propia forma de ser y actuar. En este sentido, la primera estrategia de formación en valores es el ejemplo. Existen múltiples propuestas de estrategias adecuadas a cada edad y a los diverso entornos educativos y, entre otras destacamos, como ejemplo, las siguientes (Ortega; Mínguez; Gil, 1996):Clarificación de valores
Objetivos | Modalidades |
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Discusión de dilemas morales
Objetivos | Modalidades |
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Estudio de casos
Objetivos | Modalidades |
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Análisis de valores
Objetivos | Modalidades |
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Comentario crítico de textos
Objetivos | Modalidades |
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Autorregulación de conductas
Objetivos | Modalidades |
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LA EVALUACION DE VALORES
La importancia de la evaluación en la transmisión de valores es decisiva, ya que lo que no se evalúa, deja de tener importancia, se va difuminando y dejándose al azar. Lógicamente la evaluación en este ámbito debe servir de instrumento para orientar acerca del modo más adecuado para aprender valores, para reforzar los aspectos que se han de tener en cuenta, o detectar aquellos elementos negativos o insuficientes que se desprende de todo proceso educativo. Pero para poder evaluar debemos saber cual es el contenido, tipo de aprendizaje y criterios de evaluación de éstos. Siguiendo a Bolivar (1995), proponemos el siguiente cuadro:Contenido | Tipo de aprendizaje | Criterios de evaluación |
Actitudinal. |
Componente afectivo, cognitivo y comportamental. | Valorar. |
Valores, actitudes, normas | Predisposición a actuar de forma estable y determinada. | Observación sistemática en sus diversas variantes y situaciones. |
¿Cómo llevar a cabo este tipo de evaluación? Fundamentalmente a través de la observación (pautas de observación, escalas,...), cuestionarios, entrevistas, análisis de trabajos escritos, creativos... Ahora bien, dado el carácter esencialmente subjetivo de este tipo de contenidos, es fundamental llevar a cabo esta evaluación contrastando los datos obtenidos con otros educadores, de modo que pueda analizarse el comportamiento en diferentes ámbitos de convivencia.
LA ESCUELA Y EL PROBLEMA DE LA FORMACION EN VALORES
Es una realidad que la escuela no tiene la exclusiva en la formación de valores, pero sí tiene una grave responsabilidad que debe asumir. La educación debe emprender y cooperar con otros ámbitos de la sociedad en una auténtica formación en valores, debe garantizar la dimensión moral de la educación.En el primer artículo de la LOGSE (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo, 1990) se recoge el concepto de que la verdadera raíz de la calidad de la educación es “el pleno desarrollo de la personalidad de cada alumno, integrándole de forma activa en la sociedad en la que vive”. Y al analizar este punto comprobamos, sin duda alguna, que estamos hablando de la educación moral de la persona.
Evidentemente cada uno de los valores son muy difíciles de definir, y más intentar delimitarlos o encajarlos dentro de unos conceptos cerrados. Estamos ante una realidad rica y posibilista, una realidad que hay que vivir, y, por ser vida, los valores son vitales, dinámicos.
Cada centro educativo, dentro del carácter pluralista y democrático que le sustenta, debe clarificar su propia jerarquía de valores. Ahora bien, también podemos afirmar la existencia de unos valores mínimos para todos. Valores que sustentan y posibilitan toda convivencia: libertad, respeto, igualdad, solidaridad, justicia... Y es tarea ineludible de la escuela, en primer lugar, y de todo educador en cualquier ámbito de convivencia, colaborar en la formación de estos valores: educar para una auténtica ciudadanía.