La actividad agraria
Desde que el hombre aprende a obtener alimentos de manera artificial mediante la agricultura y la ganadería en el Neolí-tico, la agricultura ha sido una actividad fundamental de las civilizaciones y un instrumento de poder. Durante cientos de años la preocupación fundamental fue producir alimentos para asegurar la supervivencia y muchos de los cambios sociales, económicos y políticos que se produjeron en el pasado estuvieron asociados a innovaciones técnicas que permitieron aumentar la producción agrícola. La introducción del arado romano en la antigüedad y la incorporación del arado de vertedera en la Edad Media posibilitaron la conquista de nuevas tierras para la agricultura, el desarrollo de sociedades cada vez más complejas y urbanizadas y la formación de Estados capaces de extender su poder por grandes espacios geográficos.
La revolución agraria, que comenzó a finales del XVIII en Inglaterra y se propagó posteriormente por el continente europeo, impulsó la revolución demográfica y sirvió de base a los trascendentales cambios sociales y políticos que se produjeron a partir de entonces, coincidiendo con la revolución industrial. La agricultura y la ganadería han hecho posible la alimentación de una humanidad que ha pasado de 728 millones en 1.750 a 6.500 millones a principios del siglo XXI.
La mecanización del campo, el desarrollo de nuevas técnicas de cultivo y el empleo masivo de fertilizantes químicos permitieron gracias a la revolución industrial una utilización más intensiva del suelo que en el pasado. Los campos de cultivo aumentaron en Europa y se pusieron en explotación inmensas ex-tensiones de terreno en las zonas templadas del continente americano y en Australia. Los paisajes agrarios tradicionales, basados en agriculturas de subsistencias, fueron sustituidos por paisajes agrarios nuevos, asociados a una agricultura co-mercial y a una ganadería especializada en la producción de carne y leche para el abastecimiento de los mercados urbanos en expansión.
La desamortización de las tierras, que acompañó en todas partes el tránsito del antiguo al nuevo régimen, facilitó la transformación de la propiedad y el cambio en las formas de ex-plotación de los campos. La desvinculación de bienes de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos facilitó en toda Europa el interés de la burguesía por la tierra y el nacimiento de nuevos propietarios dispuestos a rentabilizar la explotación de los campos.
La revolución agraria produjo abundantes excedentes de mano de obra en el campo, motivó el éxodo rural hacia las ciudades y proporcionó trabajadores para la industria moderna. De ese modo nacía el proletariado como una nueva clase social en el siglo XIX.
En los países con estructuras sociales y económicas menos evolucionadas los problemas del campo propiciaron grandes reformas agrarias que, en casos como Rusia y China, fueron unidas a procesos de cambio político a través de revoluciones marxistas. En otros países, como en la mayoría de los de Iberoamérica y en muchos de Asia, las reformas agrarias se limitaron a in-tentar mejorar la situación social de los campesinos, a corregir desequilibrios en la distribución de la propiedad y a aumentar la producción agraria.
Hoy día, las nuevas tecnologías, los cambios recientes del sistema productivo y la globalización de la economía impulsan la especialización agraria mundial en función de la capacidad productiva del suelo. En la actualidad, los usos del suelo específicamente agrarios y ganaderos pierden terreno frente a fábricas, urbanizaciones de primera y segunda residencia, grandes superficies comerciales, equipamientos de esparcimiento y ocio e infraestructuras de transporte y aprovisionamiento de las ciudades. Este proceso provoca la sustitución de los paisa-jes tradicionales del campo por otros muy urbanizados: el espacio agrario se transforma en espacio rural.
Elementos y factores del espacio agrario
El aprovechamiento del campo por la agricultura y la ganadería modelan la morfología agraria originando paisajes bien diferenciados según elementos y factores que cambian a escala local, regional y planetaria. Los elementos del paisaje agrario y el hábitat o forma de agrupamiento de la población determinan lo que se denomina la estructura agraria. Dentro de estos ele-mentos se encuentran unos que son fácilmente visibles e identificables en el paisaje: cultivos, parcelas, pastos y ca-minos, y otros que resultan más difíciles de identificar a simple vista pero que también dejan su huella en la morfología agraria, como las formas de propiedad, los sistemas de explota-ción de la tierra, los tipos de cultivo y el nivel tecnológico alcanzado.
La estructura económica y la organización política condicionan la propiedad de la tierra. Durante siglos dominaron formas de propiedad vinculadas a grandes linajes y a institu-ciones. Los procesos de desamortización de la tierra que acompañaron la revolución liberal del XIX supusieron el trasva-se de gran parte de la propiedad de las anteriores instituciones a pequeños particulares o grandes terratenientes, según la estructura social de los diferentes territorios. En la actualidad perviven formas contrapuestas de propiedad:
Las formas de hábitat varían ostensiblemente de unas regiones a otra. En unos casos, la población dedicada a la explotación agrícola, ganadera y forestal reside en viviendas aisladas, en medio de los campos (hábitat disperso); en otros, se agrupa en localidades desde las que se cultivan las tierras (hábitat concentrado), y en otros, ambas formas de ocupación del territorio se mezclan (hábitat intercalar). Para analizar la naturaleza del hábitat, o sea, la el grado de concentración y dispersión de la población, se utilizan diferentes índices, siendo el más común el creado por A. Demangeon:
I= E x N
T
Donde:
I, es el valor del índice de dispersión
E, es la población total de los lugares o puntos habitados que no son el centro del municipio
N, es el número de lugares que existen dentro del término municipal
T, es la población total del municipio.
A su vez, los paisajes agrarios se hallan fuertemente con-dicionados por factores físicos y humanos. Entre los primeros se encuentran la latitud, el clima, el relieve, la altura sobre el nivel del mar, la orientación de las vertientes y la naturaleza del suelo. Entre los segundos, los factores humanos, figuran la presión demográfica, la estructura económica, la composición social, la organización política y las innovaciones tecnológicas.
Las condiciones climáticas, vinculadas a la situación en latitud, distancia a la costa, altura sobre el nivel del mar, orientación de las vertientes, permiten unos cultivos y hacen inviables y otros. Las grandes llanuras permiten aprovechamien-tos agrícolas y ganaderos de intensidad variable y características diferentes en función del clima, la densidad demográfica, la antigüedad del poblamiento y la orientación económica de la actividad agraria. Las montañas obligan al cul-tivo de las laderas en terrazas, hacen posible el aprovechamiento del bosque y propician la cría del ganado en los pastos de altura. Las altas densidades de población de las llanuras mediterráneas o de los grandes deltas del Sudeste asiático han originado agriculturas muy especializadas e inten-sivas desde la antigüedad. En todos los casos, la presión demográfica es la responsable principal de la expansión del "ager" (tierras cultivadas) frente al "saltus" (tierras no aprovechadas por la agricultura y la ganadería).
El aumento de población ha impulsado siempre la mejora de las técnicas de cultivo, la introducción de innovaciones capa-ces de hacer más productivos los campos y muy a menudo la fragmentación por herencia de las explotaciones para hacer frente a las necesidades familiares de autoconsumo. Por el con-trario, el descenso de efectivos demográficos siempre que se ha producido ha ocasionado abandono de tierras marginales, reagru-pamiento de las explotaciones y alteraciones en los sistemas y tipos de cultivos.
Los conflictos sociales motivados por desigualdades en el reparto de la propiedad han originado la introducción de nuevos sistemas de explotación, procesos de redistribución de las tierras y nuevas formas de relaciones laborales, con sus consiguientes impactos sobre la morfología de los paisajes agrarios.
Los modelos económicos dominantes, los ciclos y las coyunturas de la economía en un mundo cada vez más interconectado actúan de manera importante sobre la estructura agraria y la configuración de sus paisajes. La subida de precios de cualquier producto por aumento de la demanda motiva la expansión de la superficie de cultivo dedicada a este producto y el incre-mento de los rendimientos.
Los procesos de convergencia espacio-tiempo desencadenados por la mejora de los transportes y por la reducción de precios en los desplazamientos de las personas y las mercancías a larga distancia han hecho posible una especialización a escala plane-taria de la agricultura y la ganadería en grandes regiones. En la actualidad la distancia no es un obstáculo para la comercia-lización de productos agrarios, que pueden llegar en pocas horas a cualquier lugar del planeta, dependiendo sólo de la rentabilidad de la producción y del volumen de la demanda.
El poder político actúa sobre la estructura agraria como un factor de transformación o de freno de los cambios motivados por la presión social, la evolución demográfica y las tenden-cias económicas. Entre sus formas de intervención se encuentran las reformas agrarias, las políticas de colonización de tierras, los planes de regadío, las leyes agrarias, etc.
Las innovaciones tecnológicas impulsaron la revolución agraria desde finales del siglo XVIII y principios del XIX con el corolario de consecuencias económicas, sociales y políticas que acompañaron el paso del antiguo al nuevo régimen. La intro-ducción de plantas forrajeras en los campos de la Europa atlántica en el siglo XIX impulsó la ganadería e hizo posible la sustitución del barbecho por sistemas de rotación continua de los cultivos. La mecanización redujo la mano de obra en el campo, produciendo excedentes laborales absorbidos por la in-dustria. La agricultura tradicional fue reemplazada por una agricultura comercial que motivó la remodelación de gran parte de los paisajes agrarios heredados del pasado.
En el levante español, el uso de mano de obra abundante y el empleo de formas avanzadas de agricultura explican una productividad muy elevada y unos rendimientos por hora muy altos. Así, surgen paisajes agrarios muy humanizados donde la pobla-ción vive dispersa en el campo en formas tradicionales de hábitat y en pueblos próximos a las tierras de cultivo. Las bajas densidades de población, la fertilidad de los suelos y la orientación comercial de la actividad agraria en las tierras llanas de países nuevos como Estados Unidos y Argentina favore-cieron la temprana práctica de una agricultura y una ganadería extensivas. Aquí la rentabilidad de la tierra es el resultado de la producción masiva de cereales y otros cultivos pero los rendimientos por unidad de superficie son muy bajos, a diferen-cia de lo que ocurre en la agricultura intensiva. Pronto surgieron grandes regiones o cinturones especializados especia-lizadas en distintas producciones: fue el resultado de la adaptación de su agricultura y ganadería a las exigencias del mercado y a las distintas condiciones de clima y relieve de ese inmenso territorio.
En muchas zonas del Tercer Mundo, la revolución verde ha incrementado espectacularmente los rendimientos de sus cultivos y ha provocado profundos cambios en su morfología agraria. La producción de alimentos aumenta por encima del crecimiento de la población mundial, excepto en el Africa subsahariana, pero sin embargo la producción alimentaria por persona no mejora a escala mundial y su incremento sigue siendo un gran desafío pa-ra los habitantes de muchos países.
Paisajes agrarios heredados
La importancia de la agricultura y la ganadería en el pa-sado y la inercia de las formas tradicionales de aprovechamiento del campo determinan la existencia de paisajes agrarios heredados, incluso en los países más evolucionados. Muchos de estos paisajes constituyen reliquias de estructuras agrarias de otras épocas y la mayoría se encuentran en fase de desaparición o sustitución por formas nuevas de utilización del suelo.
La diversidad de paisajes naturales, con unidades geomor-fológicas bien diferenciadas y distintas influencias culturales crean condiciones propicias para que los paisajes agrarios sean también muy variados, tanto los heredados como los nuevos.
Campos cerrados (Bocage)
En zonas de montaña, de suelo granítico y clima húmedo, como Galicia en España o La Bretaña en Francia, es frecuente el cercado de los campos con setos de arbustos, árboles, alambra-das y tapias de piedra que protegen los cultivos del paso del ganado. La fragmentación de la propiedad y el hábitat disperso potencian un paisaje de pequeños campos en damero. Las tierras se cultivan desde viviendas situadas en el centro de la explo-tación y la ganadería constituye un elemento esencial de la actividad agraria. En general, se trata de una agricultura de subsistencia, con pocos excedentes para su venta en los merca-dos locales.
La evolución de las prácticas agrícolas y ganaderas ha provocado el abandono de los caseríos aislados y de las aldeas más pequeñas. La población agrícola desaparece y se concentra en poblaciones de mayor tamaño que actúan como centros comarca-les de servicios.
Campos abiertos (Openfield)
Constituyen otro de los paisajes agrarios más tradiciona-les heredados del pasado. Su origen está en una agricultura de base cerealista y en prácticas de cultivo de organización co-lectiva. Las tierras próximas al pueblo se dividían en tres hojas (trigo, cebada y barbecho). Los campesinos poseían pro-piedades en cada una de ellas y las tareas del campo se ajustaban al ritmo marcado por las estaciones: labrado, siembra y recogida de la cosecha. Esta agricultura se completaba con una ganadería ovina que pastaba sobre la hoja en barbecho y las tierras cultivadas una vez levantada la cosecha. En las inme-diaciones del pueblo existían pequeñas parcelas de explotación individual y más allá del terrazgo cerealístico había pastos y montes de utilización comunal. En cualquier caso, el trabajo en común y el aprovechamiento colectivo de los pastos impedía el cercado de los campos. Los páramos cerealísticos de Castilla y los olivares de la campiña andaluza son ejemplos significativos en España.
Las huertas mediterráneas
El origen de los paisajes mediterráneos de huerta se halla en unas condiciones excepcionales medioambientales relacionadas con la naturaleza de los suelos y las características del cli-ma, en prácticas y técnicas de cultivo heredadas desde la antigüedad romana y en unas densidades muy elevadas de pobla-ción.
En las estrechas llanuras mediterráneas las parcelas son pequeñas, ya que la propiedad está muy repartida. Los cultivos se suceden en una rotación continua a lo largo del año y los rendimientos por hectárea son elevados. Antes, la población vi-vía en pueblos y en casas aisladas, como la barraca, construcción tradicional de cañas y barro de la Albufera de Va-lencia, y las alquerías, grandes casas de planta rectangular y patio interior.
El sistema tradicional de regadío se basa en la inundación de los campos con el agua procedente de numerosas acequias, al-gunas de origen romano, otras de época árabe y muchas de tiempos más recientes.
La utilización del agua exige una buena organización. En la huerta valenciana los campesinos de cada acequia forman una comunidad de regantes que elige a un síndico encargado de regu-lar el uso de agua y actuar como juez. El riego se efectúa por riguroso turno, según prácticas y normas que proceden de los musulmanes.
Desde el año 960, el Tribunal de las Aguas regula el uso del agua y resuelve los conflictos por su utilización. El Tri-bunal está compuesto por un representante de cada una de las 7 acequias que riegan la huerta, siendo sus decisiones de cumpli-miento obligatorio.
Policultivo de montaña en la Alpujarra y cultivos tropicales en la Costa del Sol
El aprovechamiento intensivo de las laderas meridionales de Sierra Nevada es otro de los paisajes españoles agrarios he-redados. Las tierras se cultivan en terrazas, aquí denominadas "albalates" o "paratas" y la población se distribuye por peque-ños pueblos blancos escalonados en la montaña.
El éxodo rural de la segunda mitad del siglo XX ha contri-buido al vaciamiento de los pueblos y al abandono de la actividad agraria de muchos campos aunque las formas del pasado perviven aún, a veces de manera fosilizada, en el paisaje de una montaña históricamente muy humanizada.
Más al sur, las hoyas litorales de las provincias de Mála-ga y Granada acogen plantas tropicales: antes la caña de azúcar y ahora el chirimoyo, el aguacate y el kaki. Estos cultivos son posibles gracias a las privilegiadas condiciones medioambienta-les de estas tierras que resultan de su latitud meridional y de la protección que ofrecen las altas vertientes montañosas de la cordillera penibética, impidiendo la entrada en la costa de los vientos fríos del interior de la península durante los meses de invierno.
Aprovechamiento ganadero y caza en los Montes de Toledo
Las afloraciones de granito y cuarcitas en los Montes Isla y alineaciones principales de los Montes de Toledo, las superfi-cies terrañas en los pie de monte y los depósitos de arcilla en las depresiones originan paisajes muy variados y permiten nue-vas formas de aprovechamiento.
En la actualidad, muchas de las grandes fincas de los Montes de Toledo constituyen explotaciones modernas, con un im-portante aprovechamiento ganadero especializado en la producción de carne y a veces en la cría de reses bravas mien-tras los suelos más ricos se aprovechan para la producción de cereales, forrajes y plantas industriales.
En muchos casos las tierras se cultivan con la finalidad esencial de sustentar una caza que en sus diversas formas, caza menor y mayor, es otra de las riquezas de la zona. La facilidad de transporte y el aumento del nivel de vida hacen de los cotos de caza una de las principales fuentes de riqueza de los Montes de Toledo. Cazadores de las aglomeraciones urbanas del país y del entorno europeo acuden a estas fincas en busca de esparci-miento y ocio.
Paisajes agrarios nuevos
La transformación de secanos en regadíos y la introducción de recientes técnicas de cultivo han originado muchos paisajes agrarios nuevos.
Nuevos regadíos
La expansión del regadío allí donde es posible permite un aprovechamiento más intensivo del suelo con la sustitución del barbecho por la rotación continua de cultivos. Los canales de derivación de los afluentes del Duero y de la ribera del Ebro han multiplicado la productividad de los cereales y han facilitado la expansión de la remolacha, las hortalizas, los frutales y las plantas forrajeras en tierras de ambas cuencas fluviales.
La captación masiva de aguas subterráneas en La Mancha y la utilización de nuevas formas de regadío, por aspersión y go-teo, han transformado amplios sectores de una de las zonas más secas del interior peninsular en un paisaje verde.
El Plan Badajoz, iniciado en los años 50, supuso uno de los programas más ambiciosos de puesta en regadío de tierras de secano. El trasvase Tajo-Segura ha permitido doblar el agua disponible en las tierras murcianas del Bajo Segura y ha dado lugar a una expansión espectacular del regadío.
Pero sin embargo las consecuencias medioambientales de es-ta transformación del paisaje son graves: el nivel freático de los acuíferos ha descendido alarmantemente y algunos humedales como los Ojos del Guadiana y las Tablas de Daimiel han perdido la importancia que tenían en el pasado.
Nueva agricultura en el litoral onubense
El paisaje del literal comprendido entre las desembocadu-ras del Guadalquivir y el Guadiana ha experimentado una profunda transformación a partir de 1970. Suelos ocupados por matorrales, pinos y cultivos mediterráneos tradicionales han sido convertidos en huertos especializados en la producción de fresas, agrios y frutales. Los agentes de esta transformación han sido el cultivo de la fresa en túneles de plástico, la existencia de agua subterránea a poca profundidad y el regadío por aspersión y gota a gota.
Vergeles en el desierto de Almería
Antes de los 70 El Ejido era casi un desierto. Las únicas actividades agrarias eran el pastoreo y algunos campos de ce-bada. Hoy, las tierras entre la Sierra de Gador y el mar son uno de los huertos más ricos del Mediterráneo. Los campesinos han revolucionado la agricultura y modificado el paisaje gra-cias a la técnica del enarenado y a los cultivos bajo plástico. Los invernaderos crean una atmósfera artificial sobre un suelo también artificial, el de los enarenados, que permite acortar el ciclo de crecimiento de las plantas y con ello incrementar el número de cosechas.
La elevada temperatura media anual y el cuidadoso aprove-chamiento de las aguas subterráneas mediante goteo facilitan el incremento de los rendimientos y el adelantamiento de las cose-chas.
En El Ejido, la emigración de los campesinos ha cesado y sus productos se comercializan en los principales mercados ur-banos del continente.
Desafíos agrícolas
La agricultura y la ganadería continúan siendo las activi-dades principales para más de mil millones de activos que trabajan la tierra, frente a ochocientos millones de activos empleados en los servicios y cuatrocientos ochenta en la indus-tria. Esta inmensa masa de campesinos plantea graves problemas de acceso a la tierra y pone de relieve la pervivencia de enor-mes desigualdades sociales dentro de este sector de la economía. Las reformas agrarias y las políticas de desarrollo rural son aún temas prioritarios para muchos Estados en vías de desarrollo.
La producción de alimentos es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo para una población mundial que aumenta cons-tantemente. Las respuestas a esta necesidad han sido la modernización constante de las agriculturas industriales de Eu-ropa Occidental y América del Norte, las denominadas revoluciones verdes en Asia y Africa y la expansión de la agroindustria. Todo ello ha supuesto la mejora de las semillas y de las técnicas de cultivo, el aumento del uso de abonos y fertilizantes, la utilización masiva de pesticidas y la expan-sión del regadío.
Entre las contrapartidas de las modernizaciones agrícolas experimentadas a escala planetaria figuran el deterioro de las relaciones de equilibrio entre la agricultura y el medio físico que existían en el pasado. La contaminación de las aguas, la erosión de los suelos y la sobreexplotación de los recursos acuíferos afectan de manera generalizada a numerosas regiones del planeta.
En la práctica, las respuestas dadas a los desafíos plan-teados por las actividades agrarias son desiguales en los diferentes continentes, e incluso dentro de los mismos países, sobre todo cuando son de grandes dimensiones como la India, China o Brasil. En los países ricos los agricultores han segui-do abandonando sus tierras, y en los países pobres la agricultura y la ganadería son incapaces de proporcionar medios de vida a todas las personas que viven en el campo.
A escala planetaria, las mayores modificaciones de las es-tructuras del campo han correspondido a las zonas económicamente más evolucionadas y desarrolladas. En su inter-ior, los usos agrícolas y ganaderos pierden terreno frente a las fábricas, la expansión de las áreas residenciales, la irrupción de grandes superficies comerciales y la proliferación de equipamientos de ocio e infraestructuras de transportes y aprovisionamiento. En todos estos países, los espacios agrarios se convierten progresivamente en espacios rurales.
GLOSARIO
Agricultura de regadío
El riego hace posible la intensificación de los cultivos y crea paisajes agrarios. Durante generaciones ha sido el mejor método para aumentar la productividad de la tierra y hacer frente a las necesidades de alimentación de una población en constante crecimiento. Por eso el regadío aparece siempre aso-ciado a altas densidades demográficas.
El riego explica la existencia de altas densidades agrarias en las regiones más secas de la zona tropical y en la cuenca mediterránea. La utilización del agua permite ampliar el periodo vegetativo cuando la estación seca interrumpe el ciclo normal de crecimiento de las plantas (cereales, legumbres o frutales).
Los arrozales del sudeste de la huerta de Valencia, de la Albufera y de la Ribera Baja constituyen un buen ejemplo de la agricultura de regadío. La extensión ocupada en esta zona por el arroz es la mayor de España y sus rendimientos los más al-tos del mundo.
Agricultura itinerante de rozas por fuego
Es una de las formas más primitivas de agricultura y de ca-rácter más extensivo; se asocia a la caza, la pesca y la recolección. Apareció en el Neolítico y subsiste en medios tro-picales, en zonas de sabana con una estación seca larga y en zonas de bosque denso, de clima cálido y lluvioso. Se practica sobre suelos poco fértiles, debido a la existencia de costras lateríticas(zonas de sabana) o a la excesiva lexiviación provo-cada por las abundantes lluvias (zonas tropicales de bosque lluvioso).
Los cultivos se sitúan en claros abiertos en la sabana o en el bosque, de manera concéntrica alrededor de los minúsculos asentamientos de población. Durante la estación seca se cortan los árboles, los matorrales y las hierbas; poco antes de las lluvias se les prende fuego, las cenizas de la vegetación que-mada aportan nutrientes y sustancias fertilizantes al suelo. Sin más preparación y mediante herramientas rudimentarias, aza-da o palo de cavar, se plantan diferentes cultivos, siempre antes de las lluvias. Tras dos años de aprovechamiento, las tierras son abandonadas y recuperadas por el bosque o la saba-na.
La propiedad es colectiva (de la tribu, del pueblo, del clan o de la familia)y los trabajos agrícolas se realizan en común y de modo pautado a lo largo del año en función de las lluvias: los campos se preparan en la estación seca, los cultivos se plantan con las primeras lluvias y la cosecha se recoge al fi-nal de la estación lluviosa. El jefe del grupo determina el orden de curvo de las tierras.
Los rendimientos por hectárea son muy bajos y la porción del territorio explotada es mínima.
Barbecho
Es un sistema característico de las tierras de secano que en el pasado se asociaba a los cultivos de cereales y a los paisa-jes agrarios de campos abiertos. Se basa en la alternancia del cultivo y del reposo de la tierra para facilitar la recupera-ción de la fertilidad y la captación de humedad durante las estaciones de lluvias. Según que el periodo de descanso sea de uno, dos o tres años, se habla de sistema de barbecho anual o de año y vez, de sistema bienal o trienal
Durante el Antiguo Régimen era frecuente que todas las tierras de cultivo del término municipal se dividieran en tres grandes zonas, dedicándose dos a un cereal distinto (trigo y cebada) y la tercera a barbecho. Los campesinos disponían de tierras en cada una de esas hojas y estaban obligados a respetar el orden establecido por la comunidad.
Campos abiertos
Sus orígenes se remontan a los primeros tiempos de la agri-cultura y se caracterizan por la ausencia de barreras físicas entre las propiedades, siendo los caminos y los canales de rie-go los que marcan sus límites. Las parcelas tienen formas geométricas, lo que da un aspecto regular y ordenado al campo. En las tierras llanas del interior de España, en el Norte de Francia, en Bélgica y en Alemania, los campos abiertos han sido los paisajes agrarios más característicos a lo largo de genera-ciones.
El sistema de cultivo utilizado tradicionalmente era el de rotación trienal. Las tierras que rodeaban los pueblos eran di-vididas en tres partes: en la primera se sembraba trigo; en la segunda, un cereal de primavera, y la tercera se dejaba en bar-becho. Al año siguiente, las hojas de cultivos cambiaban; las principales labores (siembra y cosecha) solían practicarse de manera colectiva.
La ganadería era un complemento económico asociado a los cul-tivos. Después de las cosechas, los ganados entraban en las tierras dejadas en barbecho y se alimentaban de los rastrojos.
Campos cerrados
En la Europa de clima atlántico y suelos impermeables predo-mina el paisaje agrario de campos cerrados, donde las tierras de cultivo están formadas por pequeñas parcelas separadas por cercas de piedra, setos de arbustos o árboles alineados. La ma-yoría de las parcelas son irregulares, su trazado responde a la naturaleza del relieve, a los meandros de los ríos o a las cur-vas de nivel. Las únicas parcelas geométricas son las que derivan de particiones de otras más antiguas por herencia.
La ganadería es el uso predominante, los animales se alimen-tan de pastos naturales dentro de cada parcela. Las tierras de cultivo se dedican sobre todo a cereales (centeno, cebada o avena) que a menudo sirven también como alimento del ganado.
El hábitat es generalmente disperso. La mayor parte de la po-blación de los municipios reside en pequeños núcleos que carecen de organismo administrativo y religioso.
Concentración parcelaria
La expansión demográfica y la práctica sucesoria de dividir de manera igualitaria las tierras entre los hijos originaron la excesiva fragmentación del parcelario en la mayor parte de Eu-ropa. Cada empresario poseía parcelas en lugares diferentes, separadas entre sí, lo que reducía la productividad de la ex-plotación y dificultaba su modernización.
La concentración de las parcelas y el agrupamiento de la pro-piedad fueron durante mucho tiempo imprescindibles en Europa para desarrollar una agricultura comercial moderna, capaz de competir con los cereales que llegaban de los denominados paí-ses nuevos (Canadá, Estados Unidos, Argentina y Australia), donde las explotaciones y las parcelas eran mucho más grandes. Por eso en todos los países de Europa, más pronto o más tarde, en algunos casos desde el siglo XIX, se acometieron procedi-mientos de concentración parcelaria, a pesar de lo complicado de estas operaciones.
Lo más frecuente era que la administración asumía la dirección y control de la concentración parcelaria, dada la complejidad del proceso y las diferencias de intereses entre los afectados. En la mayoría de las ocasiones las operaciones de concentración parcelaria terminaban con la completa trans-formación del plano catastral y de la red de caminos rurales.
Condicionantes climáticos de los paisajes agrarios
Tradicionalmente, el clima, el relieve y el suelo han consti-tuido los principales condicionantes del espacio agrario.
El desarrollo de unas u otras plantas de cultivo depende en primer lugar de las temperaturas, del grado de humedad y de la abundancia de agua. En condiciones de extrema aridez o de frío, se hace imposible la vida de las plantas y por tanto la agri-cultura.
Las relaciones de dependencia entre los cultivos y el clima son estrechas. Las diferentes plantas tienen unos umbrales de temperatura y humedad que no pueden ser rebasados y la duración de la estación vegetativa es diferente para los distintos tipos de cultivo.
Las plantas también tienen exigencias concretas de agua en estrecha relación de dependencia con las temperaturas y el pe-riodo en que se producen.
El viento también influye sobre las plantas. Los vientos sua-ves favorecen la transpiración de las plantas con temperaturas moderadas, evitan las heladas nocturnas por irradiación, elimi-nan las nieblas y transportan los pólenes. Los vientos violentos y persistentes arrancan las hojas, las flores y las frutas, y si son cálidos y secos, desecan las plantas, impiden madurarlos cultivos y endurecen los suelos.
Condicionantes del relieve sobre los paisajes agrarios
El relieve actúa sobre el espacio agrario a través de las consecuencias climáticas que origina. La altura sobre el nivel del mar modifica las temperaturas y consecuentemente la natura-leza de los cultivos hasta un límite imposible de rebasar. La temperatura media disminuye aproximadamente un grado cada 180 m. de altitud, por lo que la vegetación natural y los cultivos se disponen en pisos térmicos en las montañas.
La exposición de las vertientes respecto al sol (umbrías y solanas) y al soplo de los vientos (a barlovento o sotavento) provoca considerables diferencias térmicas y de precipitacio-nes.
El relieve también condiciona la agricultura a través de la pendiente y los suelos. En las laderas de fuertes pendientes, la intensidad de la erosión obliga a la práctica de sistemas de abancalamiento para permitir el crecimiento de las plantas. En las zonas frías y húmedas, de poca pendiente, la falta de esco-rrentía y el encharcamiento provocan el empobrecimiento de los suelos.
Los afloramientos rocosos en las vertientes dificultan el em-pleo de maquinaria e influyen sobre la composición de los suelos. Los campos de loes, extraordinariamente aptos para los cultivos, se deben a la acumulación al pie de las vertientes de masas de detritus provocadas por la erosión en etapas de cam-bios climáticos.
En las zonas de climas templados, los fondos de los valles son las mejores tierras para la agricultura ya que los materiales sedimentarios se acumulan en ellos después de haber sido arrastrados por la erosión desde las zonas más altas.
Los tipos de relieve en relación con la naturaleza de la roca (calizas, arcillas, granitos, cuarcitas...) condicionan también la distribución de los suelos agrícolas.
Condicionantes del suelo sobre los paisajes agrarios
La estructura física de los suelos determina las posibilida-des de cultivo y las formas de aprovechamiento agrario. Los suelos de grano demasiado pequeño (arcillosos) carecen de aire y se vuelven pastosos con las lluvias, en los periodos de se-quía se secan rápidamente y forman terrones que dificultan el crecimiento de las plantas. Los suelos de grano demasiado grue-so (graníticos) no retienen el agua, por lo que son muy sensibles a las sequías. Los suelos más aptos para la agricul-tura son los de granos de dimensiones intermedias (limos), que retienen mucho el agua y acogen bien el abono.
La naturaleza química de los suelos es otro de los condicio-nantes físicos de los cultivos, pero también uno de los que mejor pueden ser modificados por los agricultores. Las mate-rias fertilizantes asimilables que contienen los suelos determinan tipos y sistemas de cultivo. La composición ácida o básica de los suelos favorece unos u otros cultivos o los hace imposibles. La acidez neutra de los suelos es un pH 7, por en-cima se consideran suelos básicos y por debajo, suelos ácidos. Los suelos excesivamente ácidos o demasiado básicos resultan tóxicos para las plantas, a no ser que no su acidez sea corre-gida por los agricultores.
La proximidad de los mantos freáticos a la superficie de los suelos favorece los cultivos. En la Europa atlántica, el óptimo para la mayoría de las plantas está cerca de la superficie, a unos 30 cm. , sin embargo para el trigo es preferible que el agua se localice a mayor profundidad, a alrededor de 1 m.
Condicionantes humanos del espacio agrario
E1 hombre organiza el espacio agrario en beneficio propio y de acuerdo con ciertos factores entre los que figuran la impor-tancia numérica del grupo humano, su organización económica y social, las decisiones políticas, las innovaciones tecnológicas y el grado de desarrollo científico.
Desde la más remota antigüedad, los agricultores aumentan la fertilidad de las tierras, mejoren la composición de los sue-los, rectifican las pendientes, desecan las zonas pantanosas y conquistan terrenos al mar mediante diques y obras de ingenie-ría.
Cultivos promiscuos
Son los que combinan varias plantas dentro de un mismo campo; constituyen una de las formas más características de la agri-cultura de los países mediterráneos; existen desde épocas muy antiguas para aumentar la productividad y garantizar la alimen-tación de una población numerosa. Se practica tanto en tierras de regadío como de secano, pero requiere que la estación seca no sea demasiado larga y que las condiciones de humedad del subsuelo y del suelo sean relativamente altas.
En muchas regiones españolas de la costa mediterránea y del interior, los cereales se combinan o alternan con los viñedos, los olivos y las encinas.
Dehesas
La mayoría de las tierras españolas ocupadas por encinas han sido explotadas mediante dehesas, un sistema que combinaba los aprovechamientos agrícola, pastoril y forestal. Cada 5, 10 ó 15 años parte del suelo se dedicaba al cultivo de cereales. Los animales (cerdos, corderos, cabras y bovinos) se alimentaban en los pastos naturales, en los barbechos y con bellotas.
Las dehesas sustentaron a una población numerosa sobre suelos pobres. Durante mucho tiempo las dehesas fueron consideradas como una manifestación de arcaísmo agrario, sin embargo, en la práctica, las dehesas constituyeron un sistema integral de aprovechamiento del medio en suelos pobres, capaz de sostener a un campesinado numeroso. Actualmente, las dehesas se gestionan como empresas ganaderas que persiguen la máxima rentabilidad. Las fincas han sido cercadas y en su interior, parcelado me-diante alambradas, se han construido charcas, majadas sanitarias y almacenes para henos y piensos. Las encinas son cuidadas como si fueran árboles frutales.
Espacio agrario
E1 espacio agrario constituye un sistema donde se relacionan de manera dinámica elementos naturales y humanos para producir alimentos. En el pasado, estos alimentos debían ser capaces de cubrir las necesidades de quienes trabajaban la tierra y de producir, en el mejor de los casos, excedentes para la venta o el intercambio. En la actualidad, los elementos producidos se destinan preferentemente al comercio.
Las condiciones del medio físico y la estructura social, cam-biante en el espacio y en el tiempo, determinan en primer lugar las relaciones entre los elementos naturales y humanos que ori-ginan los diferentes sistemas agrarios que se pueden reconocer en el planeta.
? Los factores físicos (el clima, la topografía, la orientación de las vertientes, la composición y estructura de los suelos) propician formas distintas de aprovechamiento agrario según disposiciones que van de lo local y lo co-marcal a lo regional y zonal
? Los factores humanos (el volumen demográfico, las estructuras sociales y políticas, el grado de desarrollo económico, los regímenes de tenencia de la tierra, las in-novaciones tecnológicas)determinan la organización del espacio agrario y se hacen visibles a través de los dife-rentes paisajes agrarios.
Estructura agraria
Por estructura agraria se entiende el conjunto de condiciones jurídicas, fiduciarias y agrícolas que contribuyen a configurar los paisajes agrarios.
Se materializa en el paisaje a través de variables como la forma dominante de los campos, la superficie media de las ex-plotaciones, el modo en que se agrupan las parcelas, el predominio de campos abiertos o cerrados…Las formas de propie-dad, los regímenes de tenencia de la tierra y la distribución del hábitat determinan también la estructura agraria.
Factores de concentración y dispersión del hábitat rural
Factores físicos
Los geógrafos alemanes y franceses de la primera mitad del siglo XX dedicaron gran atención a la descripción de tipos de hábitat rural que van desde:
Dentro del hábitat disperso se distingue entre:
Forma de los pueblos:
La disposición de las casas sobre el territorio y las rela-ciones de proximidad de unas con otras determinan la estructura de los pueblos:
Desde su aparición en el Neolítico, ha sido una de las acti-vidades económicas más importantes del campo en muchas sociedades. La intervención de la ganadería en el sistema agra-rio se realiza a través de lo que consume y de lo que aporta, a través de las posibilidades que ofrecen el medio natural, el grado de desarrollo económico y social de los diferentes ámbi-tos geográficos, los modos y tipos de producción.
Durante cientos de años el ganado fue un elemento indispensa-ble de las explotaciones agrarias. Los animales eran imprescindibles par las labores del campo y un complemento im-portante de la economía familiar.
En los sistemas agrarios evolucionados, el ganado se destina preferentemente a la producción de carne o leche para su venta.
Ganadería trashumante
Es una forma tradicional de actividad ganadera basada en el desplazamiento de los ganados según el ciclo natural de los pastos, determinado a su vez por las estaciones. En la tras-humancia, parte de la población se trasladaba con los rebaños en busca de pastos y la mayoría de la comunidad permanecía en el lugar de origen cultivando la tierra. La cuenca mediterránea ha sido el ámbito natural por excelencia de esta forma de ganadería, que en la actualidad está prácticamente extinguida.
Hábitat rural
Hace referencia a la disposición de los espacios habitados, a las formas en que se distribuyen espacialmente las casas y sus dependencias dentro de los pueblos. El análisis del hábitat ru-ral abarca la distribución de las casas rurales, su grado de concentración o dispersión por el término municipal, la forma de las aglomeraciones rurales y la estructura de las casas ru-rales.
La creciente importancia de los procesos de suburbanización y desurbanización conduce a la necesidad de diferenciar con niti-dez dentro del hábitat rural las casas propiamente rurales, aquellas que están ocupadas por agricultores y cuyas estructu-ras internas están condicionadas por la naturaleza de las actividades agrarias, y las casas no rurales, que se localizan también en el campo o en los pueblos pero no están ocupadas por personas que trabajan la tierra como actividad principal.
Las tipologías de las viviendas rurales tradicionalmente mos-traban una perfecta adaptación a las condiciones climatológicas del territorio en que se localizaban.
Huertas mediterráneas
Condiciones favorables de clima y suelo hacen posible las ri-cas huertas del litoral mediterráneo. Las llanuras de Valencia y Murcia constituyen la huerta más extensa y rica de España. Las tierras de cultivo se fueron ampliando desde el siglo XIII con la construcción de presas y acequias, y más recientemente con las posibilidades de utilizar mucha más agua procedente del trasvase Tajo-Segura y de grandes embalses como los de Contre-ras y Alarcón. Los sistemas modernos de regadío por goteo permiten un mejor y más inteligente aprovechamiento del agua y en muchas ocasiones una ampliación del regadío.
La expansión del regadío origina paisajes siempre verdes don-de los cultivos se suceden unos a otros y de forma continua lo largo del año. En estas tierras, la propiedad se halla muy re-partida y las explotaciones son muy pequeñas. Muchos campesinos trabajan a tiempo parcial, y cada vez más, cooperativas y gran-des empresas, multinacionales entre ellas, se encargan de recoger los frutos, acondicionarlos para el consumo a través de industrias agroalimentarias, y comercializarlos hacia los mer-cados urbanos de la Unión Europea.
La riqueza agrícola de las huertas de Valencia y Murcia jus-tifica las altas densidades rurales de estas zonas, aunque en nuestros días la industria, el turismo y los servicios que acompañan al crecimiento de las ciudades, elevan las densidades residenciales y aceleran la transformación de los paisajes agrarios tradicionales de las huertas, en muchos casos provo-cando su ruina o desaparición.
Latifundio
De manera tradicional, por latifundio se entendía una «gran finca explotada extensiva y deficientemente». El latifundio era identificado con la gran propiedad, generalmente por encima de las 250 Ha., que en España predominaba en la mayor parte de las tierras al sur del Tajo y de manera especial en Andalucía.
Actualmente, para que una explotación reciba el calificativo de latifundio no basta con que su tamaño sea muy grande sino que además es necesario que el aprovechamiento agrario tenga un carácter extensivo y rudimentario en cuanto a las técnicas uti-lizadas. La capitalización ha de ser escasa, el empleo de mano de obra asalariada abundante, y el propietario debe ser un ab-sentista que delega la gestión de la empresa agraria en un capataz.
Minifundio
Por minifundio se entiende una propiedad de escasas dimensio-nes, por debajo de las 5 Ha.
E1 minifundismo y la dispersión de las parcelas que pertenecían a un mismo propietario y a una misma explotación han sido una de las principales causas del fuerte éxodo rural desde el siglo XIX y del freno al desarrollo agrícola, sobre todo en Galicia y la cornisa cantábrica, donde la presión demográfica era muy elevada y las tierras eran poco productivas por la mala calidad de los suelos y el exceso de humedad.
Paisaje agrario
Es el resultado de la ordenación y puesta en explotación de una parte de la superficie terrestre por el hombre. Los paisa-jes agrarios vienen determinados por las características del hábitat rural, por las variables que integran la estructura agraria, y por las interrelaciones funcionales que se originan entre las actividades de los campesinos y el medio natural. La forma y dimensión de las parcelas, los relieves creados por la ordenación agraria y la disposición de los grandes conjuntos cultivados contribuyen a diferenciar unos paisajes de otros.
Los paisajes agrarios tienden a permanecer invariables a tra-vés del tiempo por la dificultad de alterar las condiciones del medio natural y por la lentitud de los cambios que afectan a las estructuras económicas y sociales que los dieron origen.
En la mayoría de los casos, los cambios de paisaje que en mu-chos lugares se pueden reconocer son resultado de acciones políticas y de procesos de transformación social que en su mo-mento convulsionaron las estructuras agrarias. Los procesos desamortizadores que en toda Europa acompañaron en el siglo XIX el tránsito del antiguo al nuevo régimen hicieron posible el trasvase de las propiedades de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos, a la burguesía, y con ello, la transforma-ción de los paisajes agrarios.
En tiempo más recientes, a lo largo del siglo XX, los proce-sos de concentración parcelaria, las reformas agrarias de diferentes signo político (liberales y socialistas), las opera-ciones de colonización, las revoluciones y las innovaciones tecnológicas asociadas a la globalización, han contribuido nue-vamente a la transformación de los paisajes y a la modificación de las estructuras agrarias.
Parcela
Es un lote de tierras delimitado por unas lindes que pertenece a un propietario, se localiza en un lugar concreto y se dedica a un cultivo determinado. Las parcelas constituyen uno de los elementos que más contribuyen a configurar los paisajes agrarios a través de sus formas y dimensiones.
Cada tipo de colonización, de aprovechamiento y de práctica agrícola, determina unos tamaños, unas formas y unos lindes de las parcelas. Así, las colonizaciones programadas de Estados Unidos o Argentina, originaron parcelas regulares y de tamaño semejante. Por el contrario, cuando los procesos de coloniza-ción tienen un carácter espontáneo, las parcelas son irregulares en la forma y el tamaño.
Dentro del término parcela hay que tener en cuenta la distin-ción entre:
Agricultura especulativa que aprovecha las condiciones espe-cíficas de clima y suelo de los ámbitos tropicales para producir en masa materias y productos destinados al consumo del mundo industrializado, con alto nivel de vida. Las plantaciones tropicales están controladas en su mayor parte por empresas ra-dicadas en Europa y Estados Unidos. La distribución y transformación se realiza desde los países desarrollados, y las redes de transporte, marítimos o aéreos, tienen una gran impor-tancia, ya que sus productos han de recorrer enormes distancias hasta sus lugares de consumo.
Los orígenes de las plantaciones se remontan al siglo XVI, cuando los europeos empezaron a introducir la caña de azúcar, el cafeto y el algodón en América tropical. La demanda de mate-rias primas agrícolas suscitada por la revolución industrial y por el crecimiento demográfico extendieron a partir del siglo XIX las grandes plantaciones por todas las zonas tropicales.
Actualmente, en los países en vías de desarrollo, conviven las grandes plantaciones controladas directamente por empresas multinacionales con plantaciones vinculadas a capitales loca-les, procedentes de campesinos ricos, cooperativas y empresas estatales.
Los rendimientos de la agricultura de plantación, completamente integrada en el sistema agrícola industrial, son elevados, pero la mayor parte de sus beneficios salen fuera de los países tropicales y se reinvierten en el exterior.
Propiedad de la tierra
La propiedad de la tierra hace referencia a la relación ju-rídica del agricultor con los campos de cultivo que explota. Las formas de propiedad dependen de las estructuras existentes de organización social, económica y política que varían espa-cialmente y a través del tiempo.
La colectivización de las tierras en estos países provocó una profunda transformación de sus paisajes agrarios: los campos se dividieron en enormes parcelas cuadradas o rec-tangulares donde las grandes máquinas operaban con facilidad. El hábitat rural también fue modificado al fa-vorecerse la concentración de las personas en agrociudades.
Reformas agrarias
Los problemas económicos y sociales provocados por la escasa productividad de muchos sistemas agrarios y los desajustes en-tre las estructuras de la propiedad y los rendimientos del campo han actuado como principales factores desencadenantes de reformas agrarias a lo largo de la historia. Todas las reformas se justifican ante sí mismas y ante la colectividad por razones de justicia social y de mejora agrícola que pasan por la trans-formación de las estructuras de propiedad mediante operaciones de redistribución o de colectivización de las tierras.
Las circunstancias específicas en el tiempo y en el lugar que han determinado las distintas reformas agrarias que ha habido a lo largo del siglo XX hacen que las diferencias entre ellas se-an considerables. Desde el punto de vista del ámbito geográfico de aplicación y de la intensidad del proceso de cambio del or-den establecido son:
En la mayoría de los países, sobre todo del Tercer Mundo, las reformas agrarias fueron planteadas inicialmente como respues-tas a situaciones flagrantes de injusticia social, pero a medida que fue pasando el tiempo, acabaron siendo concebidas como instrumentos técnicos de desarrollo económico y de plani-ficación del territorio.
Las reformas agrarias han exigido siempre un fuerte compromi-so de los gobiernos implicados. Sólo ellos tienen autoridad y capacidad suficiente para efectuar los repartos del suelo, fi-nanciar las operaciones de expropiación y regular la ordenación de las tierras transferidas.
Pero a pesar de los esfuerzos realizados, la eficacia de las reformas agrarias se ha visto limitada en el Tercer Mundo por el espectacular crecimiento de su población. En el tercer mile-nio, la falta de tierras ligada a la sobrecarga de las zonas rurales sigue siendo una asignatura pendiente, no resuelta ni por las reformas agrarias ni por la expansión de las superfi-cies de cultivo.
Relieves agrarios
La actividad agraria origina formas pequeñas de relieve que contribuyen a configurar el paisaje de los campos. Dentro de estos relieves se encuentran los siguientes:
Proceso de transformación de la producción agraria y de las estructuras del campo que se inició a finales del siglo XVIII en Inglaterra y se propagó por Europa occidental a principios del siglo XIX, permitiendo alimentar a una población por en-tonces en fuete expansión (revolución demográfica).
La principal innovación técnica de la revolución agraria fue la supresión del barbecho, que cubría la tercera parte o la mitad de las tierras dedicadas a cultivos. La introducción de plantas forrajeras, remolacha azucarera, patata y leguminosas en alternancia con los cereales permitió aumentar la produc-tividad mediante la supresión o la reducción del barbecho.
La introducción de plantas nuevas con gran capacidad alimen-ticia elevó la producción agraria, salvo del hambre a parte importante de la población y facilitó la ampliación de la su-perficie ocupada por los cereales ricos tradicionales (trigo) o importados (maíz). La generalización de los abonos químicos también incrementó espectacularmente la productividad de la tierra, al tiempo que la utilización de maquinaria para reali-zar las tareas agrícolas redujo la proporción de trabajadores en el campo.
La transformación de la propiedad fue otro de los motores de la revolución agrícola. La desamortización de los bienes de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos sacó al mercado ingentes cantidades de tierra y facilitó el trasvase de la pro-piedad a grandes, medianos y pequeños propietarios.
Desde finales del XIX el policultivo europeo, predominante hasta entonces como sistema agrario, empezó a ser sustituido por una agricultura muy especializada. Los cultivos de subsis-tencia fueron prácticamente abandonados, se intensificó la producción con una orientación netamente comercial y se impulsó la ganadería, en parte para el consumo familiar y en parte para la venta.
Revolución verde
Designa las políticas de mejora técnica de las agricultoras del Tercer Mundo fundadas sobre la expansión del regadío, el uso de variedades de cereales de alto rendimiento y el empleo masivo de abonos y pesticidas.
La revolución verde empezó en la India y China en los años sesenta ante la alarmante situación planteada por el crecimien-to demográfico y el consiguiente aumento de las necesidades de alimentación. La agricultura tradicional era incapaz de hacer frente a esas necesidades y ante esa situación no había más al-ternativas que intensificar las importaciones de alimentos, lo que resultaba económicamente gravoso, o proceder a una siste-mática modernización de la agricultura.
La revolución verde no sólo ha evitado las hambrunas que se vaticinaban para muchos países en los años sesenta sino que ha hecho posible el aumento de la superficie dedicada a cultivos de exportación. Sin embargo, desde principios de los noventa los avances de la revolución verde parecen estancados. Las ren-tas de los campesinos no aumentan ya que la modernización se preocupó fundamentalmente por intensificar la producción pero no por mejorar una productividad del trabajo que sigue siendo muy baja.
Sistemas de cultivo
E1 conjunto de cultivos interrelacionados entre sí que se practican en una misma explotación y guardan relaciones de de-pendencia con el medio natural forman lo que se denomina sistema de cultivo. Los vínculos existentes entre los diferentes cultivos pueden ser:
Expresa la relación existente entre la persona que trabaja la tierra y el propietario o titular de la misma. La tierra puede ser explotada directamente por el propio propietario (régimen de explotación directo) o indirectamente (régimen de explotación indirecto), cuando no coinciden la persona que la explota y la que detenta la propiedad. En este caso, la persona que cultiva la tierra paga al propietario una renta por su utiliza-ción.
Los sistemas más comunes de explotación indirecta de la tie-rra son:
Se denomina tipo de cultivo a su destino económico. Así, existen cultivos de:
Dentro de los cultivos comerciales, la producción se rige por la demanda del mercado, por planteamientos especulativos que llevan a retener la comercialización hasta que el mercado al-canza los precios más altos, por subvenciones a la producción, por criterios y razones de tipo económico y social, o por una planificación indicativa o imperativa.
Desde que el hombre aprende a obtener alimentos de manera artificial mediante la agricultura y la ganadería en el Neolí-tico, la agricultura ha sido una actividad fundamental de las civilizaciones y un instrumento de poder. Durante cientos de años la preocupación fundamental fue producir alimentos para asegurar la supervivencia y muchos de los cambios sociales, económicos y políticos que se produjeron en el pasado estuvieron asociados a innovaciones técnicas que permitieron aumentar la producción agrícola. La introducción del arado romano en la antigüedad y la incorporación del arado de vertedera en la Edad Media posibilitaron la conquista de nuevas tierras para la agricultura, el desarrollo de sociedades cada vez más complejas y urbanizadas y la formación de Estados capaces de extender su poder por grandes espacios geográficos.
La revolución agraria, que comenzó a finales del XVIII en Inglaterra y se propagó posteriormente por el continente europeo, impulsó la revolución demográfica y sirvió de base a los trascendentales cambios sociales y políticos que se produjeron a partir de entonces, coincidiendo con la revolución industrial. La agricultura y la ganadería han hecho posible la alimentación de una humanidad que ha pasado de 728 millones en 1.750 a 6.500 millones a principios del siglo XXI.
La mecanización del campo, el desarrollo de nuevas técnicas de cultivo y el empleo masivo de fertilizantes químicos permitieron gracias a la revolución industrial una utilización más intensiva del suelo que en el pasado. Los campos de cultivo aumentaron en Europa y se pusieron en explotación inmensas ex-tensiones de terreno en las zonas templadas del continente americano y en Australia. Los paisajes agrarios tradicionales, basados en agriculturas de subsistencias, fueron sustituidos por paisajes agrarios nuevos, asociados a una agricultura co-mercial y a una ganadería especializada en la producción de carne y leche para el abastecimiento de los mercados urbanos en expansión.
La desamortización de las tierras, que acompañó en todas partes el tránsito del antiguo al nuevo régimen, facilitó la transformación de la propiedad y el cambio en las formas de ex-plotación de los campos. La desvinculación de bienes de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos facilitó en toda Europa el interés de la burguesía por la tierra y el nacimiento de nuevos propietarios dispuestos a rentabilizar la explotación de los campos.
La revolución agraria produjo abundantes excedentes de mano de obra en el campo, motivó el éxodo rural hacia las ciudades y proporcionó trabajadores para la industria moderna. De ese modo nacía el proletariado como una nueva clase social en el siglo XIX.
En los países con estructuras sociales y económicas menos evolucionadas los problemas del campo propiciaron grandes reformas agrarias que, en casos como Rusia y China, fueron unidas a procesos de cambio político a través de revoluciones marxistas. En otros países, como en la mayoría de los de Iberoamérica y en muchos de Asia, las reformas agrarias se limitaron a in-tentar mejorar la situación social de los campesinos, a corregir desequilibrios en la distribución de la propiedad y a aumentar la producción agraria.
Hoy día, las nuevas tecnologías, los cambios recientes del sistema productivo y la globalización de la economía impulsan la especialización agraria mundial en función de la capacidad productiva del suelo. En la actualidad, los usos del suelo específicamente agrarios y ganaderos pierden terreno frente a fábricas, urbanizaciones de primera y segunda residencia, grandes superficies comerciales, equipamientos de esparcimiento y ocio e infraestructuras de transporte y aprovisionamiento de las ciudades. Este proceso provoca la sustitución de los paisa-jes tradicionales del campo por otros muy urbanizados: el espacio agrario se transforma en espacio rural.
Elementos y factores del espacio agrario
El aprovechamiento del campo por la agricultura y la ganadería modelan la morfología agraria originando paisajes bien diferenciados según elementos y factores que cambian a escala local, regional y planetaria. Los elementos del paisaje agrario y el hábitat o forma de agrupamiento de la población determinan lo que se denomina la estructura agraria. Dentro de estos ele-mentos se encuentran unos que son fácilmente visibles e identificables en el paisaje: cultivos, parcelas, pastos y ca-minos, y otros que resultan más difíciles de identificar a simple vista pero que también dejan su huella en la morfología agraria, como las formas de propiedad, los sistemas de explota-ción de la tierra, los tipos de cultivo y el nivel tecnológico alcanzado.
La estructura económica y la organización política condicionan la propiedad de la tierra. Durante siglos dominaron formas de propiedad vinculadas a grandes linajes y a institu-ciones. Los procesos de desamortización de la tierra que acompañaron la revolución liberal del XIX supusieron el trasva-se de gran parte de la propiedad de las anteriores instituciones a pequeños particulares o grandes terratenientes, según la estructura social de los diferentes territorios. En la actualidad perviven formas contrapuestas de propiedad:
- Grandes, que en España se identifican con el latifundio.
- de excesiva fragmentación, que se califican de minifundios.
Las formas de hábitat varían ostensiblemente de unas regiones a otra. En unos casos, la población dedicada a la explotación agrícola, ganadera y forestal reside en viviendas aisladas, en medio de los campos (hábitat disperso); en otros, se agrupa en localidades desde las que se cultivan las tierras (hábitat concentrado), y en otros, ambas formas de ocupación del territorio se mezclan (hábitat intercalar). Para analizar la naturaleza del hábitat, o sea, la el grado de concentración y dispersión de la población, se utilizan diferentes índices, siendo el más común el creado por A. Demangeon:
I= E x N
T
Donde:
I, es el valor del índice de dispersión
E, es la población total de los lugares o puntos habitados que no son el centro del municipio
N, es el número de lugares que existen dentro del término municipal
T, es la población total del municipio.
A su vez, los paisajes agrarios se hallan fuertemente con-dicionados por factores físicos y humanos. Entre los primeros se encuentran la latitud, el clima, el relieve, la altura sobre el nivel del mar, la orientación de las vertientes y la naturaleza del suelo. Entre los segundos, los factores humanos, figuran la presión demográfica, la estructura económica, la composición social, la organización política y las innovaciones tecnológicas.
Las condiciones climáticas, vinculadas a la situación en latitud, distancia a la costa, altura sobre el nivel del mar, orientación de las vertientes, permiten unos cultivos y hacen inviables y otros. Las grandes llanuras permiten aprovechamien-tos agrícolas y ganaderos de intensidad variable y características diferentes en función del clima, la densidad demográfica, la antigüedad del poblamiento y la orientación económica de la actividad agraria. Las montañas obligan al cul-tivo de las laderas en terrazas, hacen posible el aprovechamiento del bosque y propician la cría del ganado en los pastos de altura. Las altas densidades de población de las llanuras mediterráneas o de los grandes deltas del Sudeste asiático han originado agriculturas muy especializadas e inten-sivas desde la antigüedad. En todos los casos, la presión demográfica es la responsable principal de la expansión del "ager" (tierras cultivadas) frente al "saltus" (tierras no aprovechadas por la agricultura y la ganadería).
El aumento de población ha impulsado siempre la mejora de las técnicas de cultivo, la introducción de innovaciones capa-ces de hacer más productivos los campos y muy a menudo la fragmentación por herencia de las explotaciones para hacer frente a las necesidades familiares de autoconsumo. Por el con-trario, el descenso de efectivos demográficos siempre que se ha producido ha ocasionado abandono de tierras marginales, reagru-pamiento de las explotaciones y alteraciones en los sistemas y tipos de cultivos.
Los conflictos sociales motivados por desigualdades en el reparto de la propiedad han originado la introducción de nuevos sistemas de explotación, procesos de redistribución de las tierras y nuevas formas de relaciones laborales, con sus consiguientes impactos sobre la morfología de los paisajes agrarios.
Los modelos económicos dominantes, los ciclos y las coyunturas de la economía en un mundo cada vez más interconectado actúan de manera importante sobre la estructura agraria y la configuración de sus paisajes. La subida de precios de cualquier producto por aumento de la demanda motiva la expansión de la superficie de cultivo dedicada a este producto y el incre-mento de los rendimientos.
Los procesos de convergencia espacio-tiempo desencadenados por la mejora de los transportes y por la reducción de precios en los desplazamientos de las personas y las mercancías a larga distancia han hecho posible una especialización a escala plane-taria de la agricultura y la ganadería en grandes regiones. En la actualidad la distancia no es un obstáculo para la comercia-lización de productos agrarios, que pueden llegar en pocas horas a cualquier lugar del planeta, dependiendo sólo de la rentabilidad de la producción y del volumen de la demanda.
El poder político actúa sobre la estructura agraria como un factor de transformación o de freno de los cambios motivados por la presión social, la evolución demográfica y las tenden-cias económicas. Entre sus formas de intervención se encuentran las reformas agrarias, las políticas de colonización de tierras, los planes de regadío, las leyes agrarias, etc.
Las innovaciones tecnológicas impulsaron la revolución agraria desde finales del siglo XVIII y principios del XIX con el corolario de consecuencias económicas, sociales y políticas que acompañaron el paso del antiguo al nuevo régimen. La intro-ducción de plantas forrajeras en los campos de la Europa atlántica en el siglo XIX impulsó la ganadería e hizo posible la sustitución del barbecho por sistemas de rotación continua de los cultivos. La mecanización redujo la mano de obra en el campo, produciendo excedentes laborales absorbidos por la in-dustria. La agricultura tradicional fue reemplazada por una agricultura comercial que motivó la remodelación de gran parte de los paisajes agrarios heredados del pasado.
En el levante español, el uso de mano de obra abundante y el empleo de formas avanzadas de agricultura explican una productividad muy elevada y unos rendimientos por hora muy altos. Así, surgen paisajes agrarios muy humanizados donde la pobla-ción vive dispersa en el campo en formas tradicionales de hábitat y en pueblos próximos a las tierras de cultivo. Las bajas densidades de población, la fertilidad de los suelos y la orientación comercial de la actividad agraria en las tierras llanas de países nuevos como Estados Unidos y Argentina favore-cieron la temprana práctica de una agricultura y una ganadería extensivas. Aquí la rentabilidad de la tierra es el resultado de la producción masiva de cereales y otros cultivos pero los rendimientos por unidad de superficie son muy bajos, a diferen-cia de lo que ocurre en la agricultura intensiva. Pronto surgieron grandes regiones o cinturones especializados especia-lizadas en distintas producciones: fue el resultado de la adaptación de su agricultura y ganadería a las exigencias del mercado y a las distintas condiciones de clima y relieve de ese inmenso territorio.
En muchas zonas del Tercer Mundo, la revolución verde ha incrementado espectacularmente los rendimientos de sus cultivos y ha provocado profundos cambios en su morfología agraria. La producción de alimentos aumenta por encima del crecimiento de la población mundial, excepto en el Africa subsahariana, pero sin embargo la producción alimentaria por persona no mejora a escala mundial y su incremento sigue siendo un gran desafío pa-ra los habitantes de muchos países.
Paisajes agrarios heredados
La importancia de la agricultura y la ganadería en el pa-sado y la inercia de las formas tradicionales de aprovechamiento del campo determinan la existencia de paisajes agrarios heredados, incluso en los países más evolucionados. Muchos de estos paisajes constituyen reliquias de estructuras agrarias de otras épocas y la mayoría se encuentran en fase de desaparición o sustitución por formas nuevas de utilización del suelo.
La diversidad de paisajes naturales, con unidades geomor-fológicas bien diferenciadas y distintas influencias culturales crean condiciones propicias para que los paisajes agrarios sean también muy variados, tanto los heredados como los nuevos.
Campos cerrados (Bocage)
En zonas de montaña, de suelo granítico y clima húmedo, como Galicia en España o La Bretaña en Francia, es frecuente el cercado de los campos con setos de arbustos, árboles, alambra-das y tapias de piedra que protegen los cultivos del paso del ganado. La fragmentación de la propiedad y el hábitat disperso potencian un paisaje de pequeños campos en damero. Las tierras se cultivan desde viviendas situadas en el centro de la explo-tación y la ganadería constituye un elemento esencial de la actividad agraria. En general, se trata de una agricultura de subsistencia, con pocos excedentes para su venta en los merca-dos locales.
La evolución de las prácticas agrícolas y ganaderas ha provocado el abandono de los caseríos aislados y de las aldeas más pequeñas. La población agrícola desaparece y se concentra en poblaciones de mayor tamaño que actúan como centros comarca-les de servicios.
Campos abiertos (Openfield)
Constituyen otro de los paisajes agrarios más tradiciona-les heredados del pasado. Su origen está en una agricultura de base cerealista y en prácticas de cultivo de organización co-lectiva. Las tierras próximas al pueblo se dividían en tres hojas (trigo, cebada y barbecho). Los campesinos poseían pro-piedades en cada una de ellas y las tareas del campo se ajustaban al ritmo marcado por las estaciones: labrado, siembra y recogida de la cosecha. Esta agricultura se completaba con una ganadería ovina que pastaba sobre la hoja en barbecho y las tierras cultivadas una vez levantada la cosecha. En las inme-diaciones del pueblo existían pequeñas parcelas de explotación individual y más allá del terrazgo cerealístico había pastos y montes de utilización comunal. En cualquier caso, el trabajo en común y el aprovechamiento colectivo de los pastos impedía el cercado de los campos. Los páramos cerealísticos de Castilla y los olivares de la campiña andaluza son ejemplos significativos en España.
Las huertas mediterráneas
El origen de los paisajes mediterráneos de huerta se halla en unas condiciones excepcionales medioambientales relacionadas con la naturaleza de los suelos y las características del cli-ma, en prácticas y técnicas de cultivo heredadas desde la antigüedad romana y en unas densidades muy elevadas de pobla-ción.
En las estrechas llanuras mediterráneas las parcelas son pequeñas, ya que la propiedad está muy repartida. Los cultivos se suceden en una rotación continua a lo largo del año y los rendimientos por hectárea son elevados. Antes, la población vi-vía en pueblos y en casas aisladas, como la barraca, construcción tradicional de cañas y barro de la Albufera de Va-lencia, y las alquerías, grandes casas de planta rectangular y patio interior.
El sistema tradicional de regadío se basa en la inundación de los campos con el agua procedente de numerosas acequias, al-gunas de origen romano, otras de época árabe y muchas de tiempos más recientes.
La utilización del agua exige una buena organización. En la huerta valenciana los campesinos de cada acequia forman una comunidad de regantes que elige a un síndico encargado de regu-lar el uso de agua y actuar como juez. El riego se efectúa por riguroso turno, según prácticas y normas que proceden de los musulmanes.
Desde el año 960, el Tribunal de las Aguas regula el uso del agua y resuelve los conflictos por su utilización. El Tri-bunal está compuesto por un representante de cada una de las 7 acequias que riegan la huerta, siendo sus decisiones de cumpli-miento obligatorio.
Policultivo de montaña en la Alpujarra y cultivos tropicales en la Costa del Sol
El aprovechamiento intensivo de las laderas meridionales de Sierra Nevada es otro de los paisajes españoles agrarios he-redados. Las tierras se cultivan en terrazas, aquí denominadas "albalates" o "paratas" y la población se distribuye por peque-ños pueblos blancos escalonados en la montaña.
El éxodo rural de la segunda mitad del siglo XX ha contri-buido al vaciamiento de los pueblos y al abandono de la actividad agraria de muchos campos aunque las formas del pasado perviven aún, a veces de manera fosilizada, en el paisaje de una montaña históricamente muy humanizada.
Más al sur, las hoyas litorales de las provincias de Mála-ga y Granada acogen plantas tropicales: antes la caña de azúcar y ahora el chirimoyo, el aguacate y el kaki. Estos cultivos son posibles gracias a las privilegiadas condiciones medioambienta-les de estas tierras que resultan de su latitud meridional y de la protección que ofrecen las altas vertientes montañosas de la cordillera penibética, impidiendo la entrada en la costa de los vientos fríos del interior de la península durante los meses de invierno.
Aprovechamiento ganadero y caza en los Montes de Toledo
Las afloraciones de granito y cuarcitas en los Montes Isla y alineaciones principales de los Montes de Toledo, las superfi-cies terrañas en los pie de monte y los depósitos de arcilla en las depresiones originan paisajes muy variados y permiten nue-vas formas de aprovechamiento.
En la actualidad, muchas de las grandes fincas de los Montes de Toledo constituyen explotaciones modernas, con un im-portante aprovechamiento ganadero especializado en la producción de carne y a veces en la cría de reses bravas mien-tras los suelos más ricos se aprovechan para la producción de cereales, forrajes y plantas industriales.
En muchos casos las tierras se cultivan con la finalidad esencial de sustentar una caza que en sus diversas formas, caza menor y mayor, es otra de las riquezas de la zona. La facilidad de transporte y el aumento del nivel de vida hacen de los cotos de caza una de las principales fuentes de riqueza de los Montes de Toledo. Cazadores de las aglomeraciones urbanas del país y del entorno europeo acuden a estas fincas en busca de esparci-miento y ocio.
Paisajes agrarios nuevos
La transformación de secanos en regadíos y la introducción de recientes técnicas de cultivo han originado muchos paisajes agrarios nuevos.
Nuevos regadíos
La expansión del regadío allí donde es posible permite un aprovechamiento más intensivo del suelo con la sustitución del barbecho por la rotación continua de cultivos. Los canales de derivación de los afluentes del Duero y de la ribera del Ebro han multiplicado la productividad de los cereales y han facilitado la expansión de la remolacha, las hortalizas, los frutales y las plantas forrajeras en tierras de ambas cuencas fluviales.
La captación masiva de aguas subterráneas en La Mancha y la utilización de nuevas formas de regadío, por aspersión y go-teo, han transformado amplios sectores de una de las zonas más secas del interior peninsular en un paisaje verde.
El Plan Badajoz, iniciado en los años 50, supuso uno de los programas más ambiciosos de puesta en regadío de tierras de secano. El trasvase Tajo-Segura ha permitido doblar el agua disponible en las tierras murcianas del Bajo Segura y ha dado lugar a una expansión espectacular del regadío.
Pero sin embargo las consecuencias medioambientales de es-ta transformación del paisaje son graves: el nivel freático de los acuíferos ha descendido alarmantemente y algunos humedales como los Ojos del Guadiana y las Tablas de Daimiel han perdido la importancia que tenían en el pasado.
Nueva agricultura en el litoral onubense
El paisaje del literal comprendido entre las desembocadu-ras del Guadalquivir y el Guadiana ha experimentado una profunda transformación a partir de 1970. Suelos ocupados por matorrales, pinos y cultivos mediterráneos tradicionales han sido convertidos en huertos especializados en la producción de fresas, agrios y frutales. Los agentes de esta transformación han sido el cultivo de la fresa en túneles de plástico, la existencia de agua subterránea a poca profundidad y el regadío por aspersión y gota a gota.
Vergeles en el desierto de Almería
Antes de los 70 El Ejido era casi un desierto. Las únicas actividades agrarias eran el pastoreo y algunos campos de ce-bada. Hoy, las tierras entre la Sierra de Gador y el mar son uno de los huertos más ricos del Mediterráneo. Los campesinos han revolucionado la agricultura y modificado el paisaje gra-cias a la técnica del enarenado y a los cultivos bajo plástico. Los invernaderos crean una atmósfera artificial sobre un suelo también artificial, el de los enarenados, que permite acortar el ciclo de crecimiento de las plantas y con ello incrementar el número de cosechas.
La elevada temperatura media anual y el cuidadoso aprove-chamiento de las aguas subterráneas mediante goteo facilitan el incremento de los rendimientos y el adelantamiento de las cose-chas.
En El Ejido, la emigración de los campesinos ha cesado y sus productos se comercializan en los principales mercados ur-banos del continente.
Desafíos agrícolas
La agricultura y la ganadería continúan siendo las activi-dades principales para más de mil millones de activos que trabajan la tierra, frente a ochocientos millones de activos empleados en los servicios y cuatrocientos ochenta en la indus-tria. Esta inmensa masa de campesinos plantea graves problemas de acceso a la tierra y pone de relieve la pervivencia de enor-mes desigualdades sociales dentro de este sector de la economía. Las reformas agrarias y las políticas de desarrollo rural son aún temas prioritarios para muchos Estados en vías de desarrollo.
La producción de alimentos es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo para una población mundial que aumenta cons-tantemente. Las respuestas a esta necesidad han sido la modernización constante de las agriculturas industriales de Eu-ropa Occidental y América del Norte, las denominadas revoluciones verdes en Asia y Africa y la expansión de la agroindustria. Todo ello ha supuesto la mejora de las semillas y de las técnicas de cultivo, el aumento del uso de abonos y fertilizantes, la utilización masiva de pesticidas y la expan-sión del regadío.
Entre las contrapartidas de las modernizaciones agrícolas experimentadas a escala planetaria figuran el deterioro de las relaciones de equilibrio entre la agricultura y el medio físico que existían en el pasado. La contaminación de las aguas, la erosión de los suelos y la sobreexplotación de los recursos acuíferos afectan de manera generalizada a numerosas regiones del planeta.
En la práctica, las respuestas dadas a los desafíos plan-teados por las actividades agrarias son desiguales en los diferentes continentes, e incluso dentro de los mismos países, sobre todo cuando son de grandes dimensiones como la India, China o Brasil. En los países ricos los agricultores han segui-do abandonando sus tierras, y en los países pobres la agricultura y la ganadería son incapaces de proporcionar medios de vida a todas las personas que viven en el campo.
A escala planetaria, las mayores modificaciones de las es-tructuras del campo han correspondido a las zonas económicamente más evolucionadas y desarrolladas. En su inter-ior, los usos agrícolas y ganaderos pierden terreno frente a las fábricas, la expansión de las áreas residenciales, la irrupción de grandes superficies comerciales y la proliferación de equipamientos de ocio e infraestructuras de transportes y aprovisionamiento. En todos estos países, los espacios agrarios se convierten progresivamente en espacios rurales.
GLOSARIO
Agricultura de regadío
El riego hace posible la intensificación de los cultivos y crea paisajes agrarios. Durante generaciones ha sido el mejor método para aumentar la productividad de la tierra y hacer frente a las necesidades de alimentación de una población en constante crecimiento. Por eso el regadío aparece siempre aso-ciado a altas densidades demográficas.
El riego explica la existencia de altas densidades agrarias en las regiones más secas de la zona tropical y en la cuenca mediterránea. La utilización del agua permite ampliar el periodo vegetativo cuando la estación seca interrumpe el ciclo normal de crecimiento de las plantas (cereales, legumbres o frutales).
Los arrozales del sudeste de la huerta de Valencia, de la Albufera y de la Ribera Baja constituyen un buen ejemplo de la agricultura de regadío. La extensión ocupada en esta zona por el arroz es la mayor de España y sus rendimientos los más al-tos del mundo.
Agricultura itinerante de rozas por fuego
Es una de las formas más primitivas de agricultura y de ca-rácter más extensivo; se asocia a la caza, la pesca y la recolección. Apareció en el Neolítico y subsiste en medios tro-picales, en zonas de sabana con una estación seca larga y en zonas de bosque denso, de clima cálido y lluvioso. Se practica sobre suelos poco fértiles, debido a la existencia de costras lateríticas(zonas de sabana) o a la excesiva lexiviación provo-cada por las abundantes lluvias (zonas tropicales de bosque lluvioso).
Los cultivos se sitúan en claros abiertos en la sabana o en el bosque, de manera concéntrica alrededor de los minúsculos asentamientos de población. Durante la estación seca se cortan los árboles, los matorrales y las hierbas; poco antes de las lluvias se les prende fuego, las cenizas de la vegetación que-mada aportan nutrientes y sustancias fertilizantes al suelo. Sin más preparación y mediante herramientas rudimentarias, aza-da o palo de cavar, se plantan diferentes cultivos, siempre antes de las lluvias. Tras dos años de aprovechamiento, las tierras son abandonadas y recuperadas por el bosque o la saba-na.
La propiedad es colectiva (de la tribu, del pueblo, del clan o de la familia)y los trabajos agrícolas se realizan en común y de modo pautado a lo largo del año en función de las lluvias: los campos se preparan en la estación seca, los cultivos se plantan con las primeras lluvias y la cosecha se recoge al fi-nal de la estación lluviosa. El jefe del grupo determina el orden de curvo de las tierras.
Los rendimientos por hectárea son muy bajos y la porción del territorio explotada es mínima.
Barbecho
Es un sistema característico de las tierras de secano que en el pasado se asociaba a los cultivos de cereales y a los paisa-jes agrarios de campos abiertos. Se basa en la alternancia del cultivo y del reposo de la tierra para facilitar la recupera-ción de la fertilidad y la captación de humedad durante las estaciones de lluvias. Según que el periodo de descanso sea de uno, dos o tres años, se habla de sistema de barbecho anual o de año y vez, de sistema bienal o trienal
Durante el Antiguo Régimen era frecuente que todas las tierras de cultivo del término municipal se dividieran en tres grandes zonas, dedicándose dos a un cereal distinto (trigo y cebada) y la tercera a barbecho. Los campesinos disponían de tierras en cada una de esas hojas y estaban obligados a respetar el orden establecido por la comunidad.
Campos abiertos
Sus orígenes se remontan a los primeros tiempos de la agri-cultura y se caracterizan por la ausencia de barreras físicas entre las propiedades, siendo los caminos y los canales de rie-go los que marcan sus límites. Las parcelas tienen formas geométricas, lo que da un aspecto regular y ordenado al campo. En las tierras llanas del interior de España, en el Norte de Francia, en Bélgica y en Alemania, los campos abiertos han sido los paisajes agrarios más característicos a lo largo de genera-ciones.
El sistema de cultivo utilizado tradicionalmente era el de rotación trienal. Las tierras que rodeaban los pueblos eran di-vididas en tres partes: en la primera se sembraba trigo; en la segunda, un cereal de primavera, y la tercera se dejaba en bar-becho. Al año siguiente, las hojas de cultivos cambiaban; las principales labores (siembra y cosecha) solían practicarse de manera colectiva.
La ganadería era un complemento económico asociado a los cul-tivos. Después de las cosechas, los ganados entraban en las tierras dejadas en barbecho y se alimentaban de los rastrojos.
Campos cerrados
En la Europa de clima atlántico y suelos impermeables predo-mina el paisaje agrario de campos cerrados, donde las tierras de cultivo están formadas por pequeñas parcelas separadas por cercas de piedra, setos de arbustos o árboles alineados. La ma-yoría de las parcelas son irregulares, su trazado responde a la naturaleza del relieve, a los meandros de los ríos o a las cur-vas de nivel. Las únicas parcelas geométricas son las que derivan de particiones de otras más antiguas por herencia.
La ganadería es el uso predominante, los animales se alimen-tan de pastos naturales dentro de cada parcela. Las tierras de cultivo se dedican sobre todo a cereales (centeno, cebada o avena) que a menudo sirven también como alimento del ganado.
El hábitat es generalmente disperso. La mayor parte de la po-blación de los municipios reside en pequeños núcleos que carecen de organismo administrativo y religioso.
Concentración parcelaria
La expansión demográfica y la práctica sucesoria de dividir de manera igualitaria las tierras entre los hijos originaron la excesiva fragmentación del parcelario en la mayor parte de Eu-ropa. Cada empresario poseía parcelas en lugares diferentes, separadas entre sí, lo que reducía la productividad de la ex-plotación y dificultaba su modernización.
La concentración de las parcelas y el agrupamiento de la pro-piedad fueron durante mucho tiempo imprescindibles en Europa para desarrollar una agricultura comercial moderna, capaz de competir con los cereales que llegaban de los denominados paí-ses nuevos (Canadá, Estados Unidos, Argentina y Australia), donde las explotaciones y las parcelas eran mucho más grandes. Por eso en todos los países de Europa, más pronto o más tarde, en algunos casos desde el siglo XIX, se acometieron procedi-mientos de concentración parcelaria, a pesar de lo complicado de estas operaciones.
Lo más frecuente era que la administración asumía la dirección y control de la concentración parcelaria, dada la complejidad del proceso y las diferencias de intereses entre los afectados. En la mayoría de las ocasiones las operaciones de concentración parcelaria terminaban con la completa trans-formación del plano catastral y de la red de caminos rurales.
Condicionantes climáticos de los paisajes agrarios
Tradicionalmente, el clima, el relieve y el suelo han consti-tuido los principales condicionantes del espacio agrario.
El desarrollo de unas u otras plantas de cultivo depende en primer lugar de las temperaturas, del grado de humedad y de la abundancia de agua. En condiciones de extrema aridez o de frío, se hace imposible la vida de las plantas y por tanto la agri-cultura.
Las relaciones de dependencia entre los cultivos y el clima son estrechas. Las diferentes plantas tienen unos umbrales de temperatura y humedad que no pueden ser rebasados y la duración de la estación vegetativa es diferente para los distintos tipos de cultivo.
Las plantas también tienen exigencias concretas de agua en estrecha relación de dependencia con las temperaturas y el pe-riodo en que se producen.
El viento también influye sobre las plantas. Los vientos sua-ves favorecen la transpiración de las plantas con temperaturas moderadas, evitan las heladas nocturnas por irradiación, elimi-nan las nieblas y transportan los pólenes. Los vientos violentos y persistentes arrancan las hojas, las flores y las frutas, y si son cálidos y secos, desecan las plantas, impiden madurarlos cultivos y endurecen los suelos.
Condicionantes del relieve sobre los paisajes agrarios
El relieve actúa sobre el espacio agrario a través de las consecuencias climáticas que origina. La altura sobre el nivel del mar modifica las temperaturas y consecuentemente la natura-leza de los cultivos hasta un límite imposible de rebasar. La temperatura media disminuye aproximadamente un grado cada 180 m. de altitud, por lo que la vegetación natural y los cultivos se disponen en pisos térmicos en las montañas.
La exposición de las vertientes respecto al sol (umbrías y solanas) y al soplo de los vientos (a barlovento o sotavento) provoca considerables diferencias térmicas y de precipitacio-nes.
El relieve también condiciona la agricultura a través de la pendiente y los suelos. En las laderas de fuertes pendientes, la intensidad de la erosión obliga a la práctica de sistemas de abancalamiento para permitir el crecimiento de las plantas. En las zonas frías y húmedas, de poca pendiente, la falta de esco-rrentía y el encharcamiento provocan el empobrecimiento de los suelos.
Los afloramientos rocosos en las vertientes dificultan el em-pleo de maquinaria e influyen sobre la composición de los suelos. Los campos de loes, extraordinariamente aptos para los cultivos, se deben a la acumulación al pie de las vertientes de masas de detritus provocadas por la erosión en etapas de cam-bios climáticos.
En las zonas de climas templados, los fondos de los valles son las mejores tierras para la agricultura ya que los materiales sedimentarios se acumulan en ellos después de haber sido arrastrados por la erosión desde las zonas más altas.
Los tipos de relieve en relación con la naturaleza de la roca (calizas, arcillas, granitos, cuarcitas...) condicionan también la distribución de los suelos agrícolas.
Condicionantes del suelo sobre los paisajes agrarios
La estructura física de los suelos determina las posibilida-des de cultivo y las formas de aprovechamiento agrario. Los suelos de grano demasiado pequeño (arcillosos) carecen de aire y se vuelven pastosos con las lluvias, en los periodos de se-quía se secan rápidamente y forman terrones que dificultan el crecimiento de las plantas. Los suelos de grano demasiado grue-so (graníticos) no retienen el agua, por lo que son muy sensibles a las sequías. Los suelos más aptos para la agricul-tura son los de granos de dimensiones intermedias (limos), que retienen mucho el agua y acogen bien el abono.
La naturaleza química de los suelos es otro de los condicio-nantes físicos de los cultivos, pero también uno de los que mejor pueden ser modificados por los agricultores. Las mate-rias fertilizantes asimilables que contienen los suelos determinan tipos y sistemas de cultivo. La composición ácida o básica de los suelos favorece unos u otros cultivos o los hace imposibles. La acidez neutra de los suelos es un pH 7, por en-cima se consideran suelos básicos y por debajo, suelos ácidos. Los suelos excesivamente ácidos o demasiado básicos resultan tóxicos para las plantas, a no ser que no su acidez sea corre-gida por los agricultores.
La proximidad de los mantos freáticos a la superficie de los suelos favorece los cultivos. En la Europa atlántica, el óptimo para la mayoría de las plantas está cerca de la superficie, a unos 30 cm. , sin embargo para el trigo es preferible que el agua se localice a mayor profundidad, a alrededor de 1 m.
Condicionantes humanos del espacio agrario
E1 hombre organiza el espacio agrario en beneficio propio y de acuerdo con ciertos factores entre los que figuran la impor-tancia numérica del grupo humano, su organización económica y social, las decisiones políticas, las innovaciones tecnológicas y el grado de desarrollo científico.
Desde la más remota antigüedad, los agricultores aumentan la fertilidad de las tierras, mejoren la composición de los sue-los, rectifican las pendientes, desecan las zonas pantanosas y conquistan terrenos al mar mediante diques y obras de ingenie-ría.
Cultivos promiscuos
Son los que combinan varias plantas dentro de un mismo campo; constituyen una de las formas más características de la agri-cultura de los países mediterráneos; existen desde épocas muy antiguas para aumentar la productividad y garantizar la alimen-tación de una población numerosa. Se practica tanto en tierras de regadío como de secano, pero requiere que la estación seca no sea demasiado larga y que las condiciones de humedad del subsuelo y del suelo sean relativamente altas.
En muchas regiones españolas de la costa mediterránea y del interior, los cereales se combinan o alternan con los viñedos, los olivos y las encinas.
Dehesas
La mayoría de las tierras españolas ocupadas por encinas han sido explotadas mediante dehesas, un sistema que combinaba los aprovechamientos agrícola, pastoril y forestal. Cada 5, 10 ó 15 años parte del suelo se dedicaba al cultivo de cereales. Los animales (cerdos, corderos, cabras y bovinos) se alimentaban en los pastos naturales, en los barbechos y con bellotas.
Las dehesas sustentaron a una población numerosa sobre suelos pobres. Durante mucho tiempo las dehesas fueron consideradas como una manifestación de arcaísmo agrario, sin embargo, en la práctica, las dehesas constituyeron un sistema integral de aprovechamiento del medio en suelos pobres, capaz de sostener a un campesinado numeroso. Actualmente, las dehesas se gestionan como empresas ganaderas que persiguen la máxima rentabilidad. Las fincas han sido cercadas y en su interior, parcelado me-diante alambradas, se han construido charcas, majadas sanitarias y almacenes para henos y piensos. Las encinas son cuidadas como si fueran árboles frutales.
Espacio agrario
E1 espacio agrario constituye un sistema donde se relacionan de manera dinámica elementos naturales y humanos para producir alimentos. En el pasado, estos alimentos debían ser capaces de cubrir las necesidades de quienes trabajaban la tierra y de producir, en el mejor de los casos, excedentes para la venta o el intercambio. En la actualidad, los elementos producidos se destinan preferentemente al comercio.
Las condiciones del medio físico y la estructura social, cam-biante en el espacio y en el tiempo, determinan en primer lugar las relaciones entre los elementos naturales y humanos que ori-ginan los diferentes sistemas agrarios que se pueden reconocer en el planeta.
? Los factores físicos (el clima, la topografía, la orientación de las vertientes, la composición y estructura de los suelos) propician formas distintas de aprovechamiento agrario según disposiciones que van de lo local y lo co-marcal a lo regional y zonal
? Los factores humanos (el volumen demográfico, las estructuras sociales y políticas, el grado de desarrollo económico, los regímenes de tenencia de la tierra, las in-novaciones tecnológicas)determinan la organización del espacio agrario y se hacen visibles a través de los dife-rentes paisajes agrarios.
Estructura agraria
Por estructura agraria se entiende el conjunto de condiciones jurídicas, fiduciarias y agrícolas que contribuyen a configurar los paisajes agrarios.
Se materializa en el paisaje a través de variables como la forma dominante de los campos, la superficie media de las ex-plotaciones, el modo en que se agrupan las parcelas, el predominio de campos abiertos o cerrados…Las formas de propie-dad, los regímenes de tenencia de la tierra y la distribución del hábitat determinan también la estructura agraria.
Factores de concentración y dispersión del hábitat rural
Factores físicos
- La naturaleza de los suelos, ya que durante siglos la población y las construcciones se asentaron donde existían tierras apropiadas para el cultivo.
- Las formas de relieve, que favorecieron la concentración del hábitat en el pasado.
- La presencia de agua en puntos concretos del territorio, que propiciaba la concentración del hábitat en sus inmediaciones.
- Razones de seguridad frente al ataque de otros pueblos impulsaron a la población a concentrarse en el pasado en lugares estratégicos.
- Las normas de derecho sucesorio y los modos de propiedad han repercutido históricamente en las formas de hábitat. Donde predominaron las grandes propiedades de la iglesia, de la nobleza o de las ordenes militares, el hábitat es concentrado. Inversamente, donde siempre han tenido mayor importancia la propiedad individual y el derecho sucesorio igualitario entre los hijos, se ha impuesto el hábitat disperso, a base de pequeñas explotaciones campesinas.
- A lo largo de la historia, las formas de explotación de las tierras han dejado su huella en la concentración o dispersión del hábitat.
- La explotación comunitaria de las tierras comportó en muchas zonas la concentración del hábitat y los paisajes agrarios de campos abiertos u «openfield». El término municipal se dividía en cuatros partes:
- El pueblo, en el centro del «terroir»,
- Los huertos, próximos a la casa;
- El campo, dividido en tres hojas que se dedicaban al cultivo de cereales.
- Las tierras comunales: praderas y bosque.
- La ocupación individual de tierras por pequeños campesinos en la Edad Media o la fragmentación de la propiedad después de los procesos de desamortización que siguieron a la caída del antiguo régimen tras la revolución francesa, extendieron el hábitat disperso por muchas regiones de Europa.
- La abundancia de tierras libres y el individualismo agrario de los campesinos de los países nuevos (USA, Canadá, Australia) determinaron desde los primeros tiempos de la colonización la dispersión de su hábitat rural; las granjas se disponen aisladas entre sí en medio de inmensas propiedades. En cambio, las revoluciones socialistas del siglo XX impusieron el agrupamiento del hábitat (koljoces y sovjoces según el modelo soviético en la Europa oriental y comunas rurales en China) al obligar a la puesta en común de la propiedad.
Los geógrafos alemanes y franceses de la primera mitad del siglo XX dedicaron gran atención a la descripción de tipos de hábitat rural que van desde:
- La dispersión máxima (el hábitat está integrado por casas aisladas)
- Al agrupamiento completo (todas las casas del término municipal se concentran en único pueblo),
- Pasando por situaciones intermedias en las que la población reside en casas aisladas, aldeas y pueblos.
Dentro del hábitat disperso se distingue entre:
- Dispersión anárquica, cuando las casas rurales se distribuyen de manera aleatoria por el paisaje, según las conveniencias personales de cada propietario (Flandes, Aquitania, Pradera americana).
- Dispersión organizada, cuando las casas están separadas pero se sitúan en emplazamientos singulares por necesidades concretas (colinas en llanuras de inundación, cerca de fuentes de agua o próximas a vías de comunicaciones).
Forma de los pueblos:
La disposición de las casas sobre el territorio y las rela-ciones de proximidad de unas con otras determinan la estructura de los pueblos:
- Pueblos compactos: las casas se apiñan espontáneamente a lo largo de calles sinuosas.
- Pueblos lineales o en calle: las casas se alinean a lo largo del eje principal de comunicaciones. (pueblos del camino de Santiago)
- Pueblos redondos: las casas contiguas forman un anillo alrededor de una plaza o espacio abierto central, donde en el pasado se concentraba el ganado en caso de ataque del enemigo. (Europa central)
- Pueblos en nebulosa: Las casas se distribuyen de manera dispersa por el territorio y cada casa consta de varias construcciones alrededor de un patio abierto. (Localidades rurales de los países escandinavos).
Desde su aparición en el Neolítico, ha sido una de las acti-vidades económicas más importantes del campo en muchas sociedades. La intervención de la ganadería en el sistema agra-rio se realiza a través de lo que consume y de lo que aporta, a través de las posibilidades que ofrecen el medio natural, el grado de desarrollo económico y social de los diferentes ámbi-tos geográficos, los modos y tipos de producción.
Durante cientos de años el ganado fue un elemento indispensa-ble de las explotaciones agrarias. Los animales eran imprescindibles par las labores del campo y un complemento im-portante de la economía familiar.
En los sistemas agrarios evolucionados, el ganado se destina preferentemente a la producción de carne o leche para su venta.
Ganadería trashumante
Es una forma tradicional de actividad ganadera basada en el desplazamiento de los ganados según el ciclo natural de los pastos, determinado a su vez por las estaciones. En la tras-humancia, parte de la población se trasladaba con los rebaños en busca de pastos y la mayoría de la comunidad permanecía en el lugar de origen cultivando la tierra. La cuenca mediterránea ha sido el ámbito natural por excelencia de esta forma de ganadería, que en la actualidad está prácticamente extinguida.
Hábitat rural
Hace referencia a la disposición de los espacios habitados, a las formas en que se distribuyen espacialmente las casas y sus dependencias dentro de los pueblos. El análisis del hábitat ru-ral abarca la distribución de las casas rurales, su grado de concentración o dispersión por el término municipal, la forma de las aglomeraciones rurales y la estructura de las casas ru-rales.
La creciente importancia de los procesos de suburbanización y desurbanización conduce a la necesidad de diferenciar con niti-dez dentro del hábitat rural las casas propiamente rurales, aquellas que están ocupadas por agricultores y cuyas estructu-ras internas están condicionadas por la naturaleza de las actividades agrarias, y las casas no rurales, que se localizan también en el campo o en los pueblos pero no están ocupadas por personas que trabajan la tierra como actividad principal.
Las tipologías de las viviendas rurales tradicionalmente mos-traban una perfecta adaptación a las condiciones climatológicas del territorio en que se localizaban.
Huertas mediterráneas
Condiciones favorables de clima y suelo hacen posible las ri-cas huertas del litoral mediterráneo. Las llanuras de Valencia y Murcia constituyen la huerta más extensa y rica de España. Las tierras de cultivo se fueron ampliando desde el siglo XIII con la construcción de presas y acequias, y más recientemente con las posibilidades de utilizar mucha más agua procedente del trasvase Tajo-Segura y de grandes embalses como los de Contre-ras y Alarcón. Los sistemas modernos de regadío por goteo permiten un mejor y más inteligente aprovechamiento del agua y en muchas ocasiones una ampliación del regadío.
La expansión del regadío origina paisajes siempre verdes don-de los cultivos se suceden unos a otros y de forma continua lo largo del año. En estas tierras, la propiedad se halla muy re-partida y las explotaciones son muy pequeñas. Muchos campesinos trabajan a tiempo parcial, y cada vez más, cooperativas y gran-des empresas, multinacionales entre ellas, se encargan de recoger los frutos, acondicionarlos para el consumo a través de industrias agroalimentarias, y comercializarlos hacia los mer-cados urbanos de la Unión Europea.
La riqueza agrícola de las huertas de Valencia y Murcia jus-tifica las altas densidades rurales de estas zonas, aunque en nuestros días la industria, el turismo y los servicios que acompañan al crecimiento de las ciudades, elevan las densidades residenciales y aceleran la transformación de los paisajes agrarios tradicionales de las huertas, en muchos casos provo-cando su ruina o desaparición.
Latifundio
De manera tradicional, por latifundio se entendía una «gran finca explotada extensiva y deficientemente». El latifundio era identificado con la gran propiedad, generalmente por encima de las 250 Ha., que en España predominaba en la mayor parte de las tierras al sur del Tajo y de manera especial en Andalucía.
Actualmente, para que una explotación reciba el calificativo de latifundio no basta con que su tamaño sea muy grande sino que además es necesario que el aprovechamiento agrario tenga un carácter extensivo y rudimentario en cuanto a las técnicas uti-lizadas. La capitalización ha de ser escasa, el empleo de mano de obra asalariada abundante, y el propietario debe ser un ab-sentista que delega la gestión de la empresa agraria en un capataz.
Minifundio
Por minifundio se entiende una propiedad de escasas dimensio-nes, por debajo de las 5 Ha.
E1 minifundismo y la dispersión de las parcelas que pertenecían a un mismo propietario y a una misma explotación han sido una de las principales causas del fuerte éxodo rural desde el siglo XIX y del freno al desarrollo agrícola, sobre todo en Galicia y la cornisa cantábrica, donde la presión demográfica era muy elevada y las tierras eran poco productivas por la mala calidad de los suelos y el exceso de humedad.
Paisaje agrario
Es el resultado de la ordenación y puesta en explotación de una parte de la superficie terrestre por el hombre. Los paisa-jes agrarios vienen determinados por las características del hábitat rural, por las variables que integran la estructura agraria, y por las interrelaciones funcionales que se originan entre las actividades de los campesinos y el medio natural. La forma y dimensión de las parcelas, los relieves creados por la ordenación agraria y la disposición de los grandes conjuntos cultivados contribuyen a diferenciar unos paisajes de otros.
Los paisajes agrarios tienden a permanecer invariables a tra-vés del tiempo por la dificultad de alterar las condiciones del medio natural y por la lentitud de los cambios que afectan a las estructuras económicas y sociales que los dieron origen.
En la mayoría de los casos, los cambios de paisaje que en mu-chos lugares se pueden reconocer son resultado de acciones políticas y de procesos de transformación social que en su mo-mento convulsionaron las estructuras agrarias. Los procesos desamortizadores que en toda Europa acompañaron en el siglo XIX el tránsito del antiguo al nuevo régimen hicieron posible el trasvase de las propiedades de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos, a la burguesía, y con ello, la transforma-ción de los paisajes agrarios.
En tiempo más recientes, a lo largo del siglo XX, los proce-sos de concentración parcelaria, las reformas agrarias de diferentes signo político (liberales y socialistas), las opera-ciones de colonización, las revoluciones y las innovaciones tecnológicas asociadas a la globalización, han contribuido nue-vamente a la transformación de los paisajes y a la modificación de las estructuras agrarias.
Parcela
Es un lote de tierras delimitado por unas lindes que pertenece a un propietario, se localiza en un lugar concreto y se dedica a un cultivo determinado. Las parcelas constituyen uno de los elementos que más contribuyen a configurar los paisajes agrarios a través de sus formas y dimensiones.
Cada tipo de colonización, de aprovechamiento y de práctica agrícola, determina unos tamaños, unas formas y unos lindes de las parcelas. Así, las colonizaciones programadas de Estados Unidos o Argentina, originaron parcelas regulares y de tamaño semejante. Por el contrario, cuando los procesos de coloniza-ción tienen un carácter espontáneo, las parcelas son irregulares en la forma y el tamaño.
Dentro del término parcela hay que tener en cuenta la distin-ción entre:
- Parcela de propiedad (porción de tierra perteneciente a un solo propietario),
- Parcela de explotación (lote de tierra de un solo empresario en la que se practica un único cultivo),
- Parcela de cultivo (trozo de tierra dedicada a un solo cultivo y correspondiente a una sola explotación)
- Parcela catastral (fragmento de tierra de un solo propietario).
Agricultura especulativa que aprovecha las condiciones espe-cíficas de clima y suelo de los ámbitos tropicales para producir en masa materias y productos destinados al consumo del mundo industrializado, con alto nivel de vida. Las plantaciones tropicales están controladas en su mayor parte por empresas ra-dicadas en Europa y Estados Unidos. La distribución y transformación se realiza desde los países desarrollados, y las redes de transporte, marítimos o aéreos, tienen una gran impor-tancia, ya que sus productos han de recorrer enormes distancias hasta sus lugares de consumo.
Los orígenes de las plantaciones se remontan al siglo XVI, cuando los europeos empezaron a introducir la caña de azúcar, el cafeto y el algodón en América tropical. La demanda de mate-rias primas agrícolas suscitada por la revolución industrial y por el crecimiento demográfico extendieron a partir del siglo XIX las grandes plantaciones por todas las zonas tropicales.
Actualmente, en los países en vías de desarrollo, conviven las grandes plantaciones controladas directamente por empresas multinacionales con plantaciones vinculadas a capitales loca-les, procedentes de campesinos ricos, cooperativas y empresas estatales.
Los rendimientos de la agricultura de plantación, completamente integrada en el sistema agrícola industrial, son elevados, pero la mayor parte de sus beneficios salen fuera de los países tropicales y se reinvierten en el exterior.
Propiedad de la tierra
La propiedad de la tierra hace referencia a la relación ju-rídica del agricultor con los campos de cultivo que explota. Las formas de propiedad dependen de las estructuras existentes de organización social, económica y política que varían espa-cialmente y a través del tiempo.
- La propiedad es privada cuando la tierra pertenece a una sola persona o entidad jurídica que libremente puede disponer de su uso en el mercado. Los contrastes son grandes entre las pequeñas propiedades, divididas en parcelas de reducida superficie que se explotan directamente, que no aseguran ingresos familiares suficientes y no proporcionan pleno empleo, y las grandes propiedades, que pueden llegar a cientos y miles de hectáreas y se explotan de manera empresarial. A menudo las grandes propiedades se explotan de modo indirecto por intermediarios a través de sistemas de aparcería o de arrendamiento.
- La propiedad es colectiva cuando la tierra pertenece a un grupo o a toda la colectividad, como sucede en la agricultura itinerante de rozas por fuego o simplemente cuando se trata de bienes comunales o municipales. Los bienes comunales están constituidos en Europa por pastos, bosques, eriales y reserva de suelos cultivables que se hallan legalmente vinculados a los ayuntamientos. Otras formas de propiedad colectiva son las propiedades estatales o de entidades públicas y privadas, generalmente tierras de monte y montaña que la administración explota directamente o a través de concesiones.
La colectivización de las tierras en estos países provocó una profunda transformación de sus paisajes agrarios: los campos se dividieron en enormes parcelas cuadradas o rec-tangulares donde las grandes máquinas operaban con facilidad. El hábitat rural también fue modificado al fa-vorecerse la concentración de las personas en agrociudades.
Reformas agrarias
Los problemas económicos y sociales provocados por la escasa productividad de muchos sistemas agrarios y los desajustes en-tre las estructuras de la propiedad y los rendimientos del campo han actuado como principales factores desencadenantes de reformas agrarias a lo largo de la historia. Todas las reformas se justifican ante sí mismas y ante la colectividad por razones de justicia social y de mejora agrícola que pasan por la trans-formación de las estructuras de propiedad mediante operaciones de redistribución o de colectivización de las tierras.
Las circunstancias específicas en el tiempo y en el lugar que han determinado las distintas reformas agrarias que ha habido a lo largo del siglo XX hacen que las diferencias entre ellas se-an considerables. Desde el punto de vista del ámbito geográfico de aplicación y de la intensidad del proceso de cambio del or-den establecido son:
- Parciales, las que solamente afectan a determinadas zonas del país y exclusivamente al sector agrícola, como la de Italia en 1950;
- Totales, afectan a todo el territorio nacional y forman parte de proyectos globales de transformación de las estructuras de producción, los casos de Rusia, China o Cuba.
En la mayoría de los países, sobre todo del Tercer Mundo, las reformas agrarias fueron planteadas inicialmente como respues-tas a situaciones flagrantes de injusticia social, pero a medida que fue pasando el tiempo, acabaron siendo concebidas como instrumentos técnicos de desarrollo económico y de plani-ficación del territorio.
Las reformas agrarias han exigido siempre un fuerte compromi-so de los gobiernos implicados. Sólo ellos tienen autoridad y capacidad suficiente para efectuar los repartos del suelo, fi-nanciar las operaciones de expropiación y regular la ordenación de las tierras transferidas.
Pero a pesar de los esfuerzos realizados, la eficacia de las reformas agrarias se ha visto limitada en el Tercer Mundo por el espectacular crecimiento de su población. En el tercer mile-nio, la falta de tierras ligada a la sobrecarga de las zonas rurales sigue siendo una asignatura pendiente, no resuelta ni por las reformas agrarias ni por la expansión de las superfi-cies de cultivo.
Relieves agrarios
La actividad agraria origina formas pequeñas de relieve que contribuyen a configurar el paisaje de los campos. Dentro de estos relieves se encuentran los siguientes:
- Caballones: Son las planchas de cultivo que quedan entre los surcos grandes y profundos abiertos al arar las tierras. Los surcos y los caballones aumentan el espesor del suelo, facilitando la renovación de sus componentes físicos, la captación de humedad y el avenamiento del agua durante los periodos de lluvia.
- Crestas de labor: Son pequeñas elevaciones formadas por la acumulación de tierras que el arado deja caer cuando da la vuelta al final de cada surco. Las crestas de labor se identifican como líneas testeras sobre las que se apoyan los surcos a modo de franjas paralelas.
- Cortinas: Son lomas formadas en los límites de parcelas sobre una vertiente. El laboreo profundo del arado ocasiona pérdida de suelo en la parte alta y acumulación en la parte baja. Para impedir la erosión del suelo y el arroyamiento por las aguas, los campesinos levantan parapetos en las partes altas.
- Terrazas de cultivo: En las zonas de montaña o de fuerte pendiente, se crean terrazas o bancales mediante muros de mampostería o de piedra para disponer de suelo apropiado parara agricultura. Con frecuencia reciben denominaciones locales, en la Alpujarra reciben la denominación de «albalates» o «paratas». La ordenación de las laderas en terrazas ha hecho posible durante generaciones la práctica de una agricultura que de otro modo resultaría inviable y ha impedido la erosión de las laderas. El vaciamiento demográfico del campo a partir de los años sesenta está provocando su abandono y con ello la destrucción del suelo y el aumento de la erosión de las vertientes.
Proceso de transformación de la producción agraria y de las estructuras del campo que se inició a finales del siglo XVIII en Inglaterra y se propagó por Europa occidental a principios del siglo XIX, permitiendo alimentar a una población por en-tonces en fuete expansión (revolución demográfica).
La principal innovación técnica de la revolución agraria fue la supresión del barbecho, que cubría la tercera parte o la mitad de las tierras dedicadas a cultivos. La introducción de plantas forrajeras, remolacha azucarera, patata y leguminosas en alternancia con los cereales permitió aumentar la produc-tividad mediante la supresión o la reducción del barbecho.
La introducción de plantas nuevas con gran capacidad alimen-ticia elevó la producción agraria, salvo del hambre a parte importante de la población y facilitó la ampliación de la su-perficie ocupada por los cereales ricos tradicionales (trigo) o importados (maíz). La generalización de los abonos químicos también incrementó espectacularmente la productividad de la tierra, al tiempo que la utilización de maquinaria para reali-zar las tareas agrícolas redujo la proporción de trabajadores en el campo.
La transformación de la propiedad fue otro de los motores de la revolución agrícola. La desamortización de los bienes de la iglesia, de la nobleza y de los ayuntamientos sacó al mercado ingentes cantidades de tierra y facilitó el trasvase de la pro-piedad a grandes, medianos y pequeños propietarios.
Desde finales del XIX el policultivo europeo, predominante hasta entonces como sistema agrario, empezó a ser sustituido por una agricultura muy especializada. Los cultivos de subsis-tencia fueron prácticamente abandonados, se intensificó la producción con una orientación netamente comercial y se impulsó la ganadería, en parte para el consumo familiar y en parte para la venta.
Revolución verde
Designa las políticas de mejora técnica de las agricultoras del Tercer Mundo fundadas sobre la expansión del regadío, el uso de variedades de cereales de alto rendimiento y el empleo masivo de abonos y pesticidas.
La revolución verde empezó en la India y China en los años sesenta ante la alarmante situación planteada por el crecimien-to demográfico y el consiguiente aumento de las necesidades de alimentación. La agricultura tradicional era incapaz de hacer frente a esas necesidades y ante esa situación no había más al-ternativas que intensificar las importaciones de alimentos, lo que resultaba económicamente gravoso, o proceder a una siste-mática modernización de la agricultura.
La revolución verde no sólo ha evitado las hambrunas que se vaticinaban para muchos países en los años sesenta sino que ha hecho posible el aumento de la superficie dedicada a cultivos de exportación. Sin embargo, desde principios de los noventa los avances de la revolución verde parecen estancados. Las ren-tas de los campesinos no aumentan ya que la modernización se preocupó fundamentalmente por intensificar la producción pero no por mejorar una productividad del trabajo que sigue siendo muy baja.
Sistemas de cultivo
E1 conjunto de cultivos interrelacionados entre sí que se practican en una misma explotación y guardan relaciones de de-pendencia con el medio natural forman lo que se denomina sistema de cultivo. Los vínculos existentes entre los diferentes cultivos pueden ser:
- De coexistencia, cuando se cultivan a la vez en el mismo campo;
- De rotación, cuando se practican uno tras otro a lo largo del año y en un mismo lugar; puede ser:
- Continua, cuando la tierra permanece siempre en explotación,
- De barbecho, cuando el suelo queda libre de cultivos durante un periodo de tiempo para facilitar la recuperación de la fertilidad perdida por las prácticas agrícolas y acumularla humedad durante el periodo de lluvias. Dentro del barbecho se distingue entre:
- Barbecho puro: se remueve la tierra para favorecer la retención de aguas durante las épocas de lluvia y hacer aflorar sustancias minerales y componentes fertilizantes impidiendo el agotamiento del suelo.
- Barbecho herbáceo, la tierra descansa sin ser labrada y se siembra espontáneamente con hierbas que sirven de alimento para el ganado.
- De asociación, cuando un cultivo sirve de sustento a otro;
- De complemento, cuando las cosechas y las tareas se suceden en una misma parcela según las exigencias de cada cultivo.
- Intensivos: se utiliza gran cantidad de mano de obra, como sucede en el sudeste asiático, o abundante maquinaria por hectárea (Europa Occidental). Los rendimientos por unidad de superficie son altos y la productividad por trabajador y unidad de superficie es elevada.
- Extensivos: utilizan poca mano de obra por superficie, los rendimientos por hectárea son reducidos y el ritmo de cultivo es bajo, como sucedía en los campos cerealísticos tradicionales del interior de España. En las grandes llanuras de los países nuevos (Canadá, Estados Unidos, Argentina y Australia) los sistemas de explotación son extensivos puesto que los rendimientos por hectárea son bajos al ser las superficies cultivadas grandes, las unidades de explotación enormes y la cantidad de mano de obra movilizada escasa.
Expresa la relación existente entre la persona que trabaja la tierra y el propietario o titular de la misma. La tierra puede ser explotada directamente por el propio propietario (régimen de explotación directo) o indirectamente (régimen de explotación indirecto), cuando no coinciden la persona que la explota y la que detenta la propiedad. En este caso, la persona que cultiva la tierra paga al propietario una renta por su utiliza-ción.
Los sistemas más comunes de explotación indirecta de la tie-rra son:
- El arrendamiento: El campesino que explota una tierra ajena, paga al propietario una cantidad estipulada (renta contractual). Las formas de contrato mediante las que se fija la cantidad que se ha de pagar son muy variadas y dependen de las costumbres locales, de la calidad del suelo, de las infraestructuras existentes, del tamaño de la explotación y de su ubicación. E1 propietario proporciona la tierra y la infraestructura básica de la explotación. E1 arrendatario aporta su propio trabajo, el dinero necesario para poner en marcha la explotación, maquinaria, aperos y semillas.
- La aparcería: el propietario cede la tierra al campesino para su explotación a cambio de una parte de la producción en concepto de renta que ha sido previamente estipulada por ambos, generalmente es un porcentaje de los beneficios obtenidos. En la mayoría de los casos, el propietario de la tierra facilita el capital necesario para gestionar la explotación y el aparcero pone el trabajo.
Se denomina tipo de cultivo a su destino económico. Así, existen cultivos de:
- Autoconsumo o autosubsistencia,
- Cultivos comerciales y
- Cultivos mixtos, parte para el autoconsumo y parte para la venta.
Dentro de los cultivos comerciales, la producción se rige por la demanda del mercado, por planteamientos especulativos que llevan a retener la comercialización hasta que el mercado al-canza los precios más altos, por subvenciones a la producción, por criterios y razones de tipo económico y social, o por una planificación indicativa o imperativa.
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