Vattimo ve en Nietzsche y en Heidegger los precursores del significado del pos- en el concepto de la posmodernidad. Los motivos principales por los cuales Nietzsche y Heidegger podrían ser considerados como precursores de la posmodernidad serían los siguientes:
El pensamiento débil se sitúa dentro de la idea más general de posmodernidad. Ésta se contrapone, en general, al pensamiento metafísico. Según esto, la posmodernidad habría que verla como contrapuesta al pensamiento metafísico. Éste se caracteriza por ser un pensamiento de fundamentos absolutos. Desde ellos se pueden dar visiones globales acerca de la realidad o de la historia. La ausencia de tales fundamentos o de realidades superiores estables es uno de los rasgos fundamentales de la posmodernidad.
Para Nietzsche y Heidegger la modernidad se puede caracterizar como un fenómeno dominado por la idea de historia. La modernidad es la época de la historia; historia del pensamiento como una progresiva iluminación que se desarrolla en un proceso cada vez más pleno.
La posmodernidad se caracteriza por señalar el fin de la historia como proceso unitario. La idea de proceso unitario, o simplemente de historia, va unida a la idea de realización progresiva de una humanidad auténtica. Esta visión de la historia implicaba la existencia de un centro, alrededor del cual se reunieran y ordenaran los acontecimientos.
La historia como proceso unitario ha sido entendida también como historia de progreso ordenada a un fin.
Además, las ideas de unidad de la historia, de progreso y de fin estaban estrechamente relacionadas con el ideal del hombre europeo, sobre todo en la modernidad. El despertar de los llamados pueblos primitivos y la reclamación de los derechos de sus respectivas culturas han contribuido en gran parte a romper esas ideas de unidad y progreso. Hoy día se aceptan múltiples versiones del mundo y una diversidad de racionalidades.
Otras características de la posmodernidad, que muestran nuevos caminos de la misma serían:
Desde el punto de vista de la ontología, el pensamiento débil se caracteriza por una debilitación del ser; por una liberación del ser del carácter de estabilidad y presencia, de la sustancia. Estos caracteres eran propios del ser de la metafísica. El ser debilitado, en cambio, es evento, es acaecer. El ser debilitado es darse explícito de su esencia temporal, es efímero, nacimiento-muerte, transmisión que ha perdido su aspecto original.
El pensamiento débil se caracteriza sobre todo por la ausencia de fundamento, propio de la metafísica de cualquier tipo. El nihilismo nietzscheano y heideggeriano estaría ligado sobre todo a la negación de realidades absolutas y de fundamento. Vattimo ve la hermenéutica heideggeriana como un nihilismo, ya que en ella el fundamento se ha convertido en abismo.
La ontología débil u ontología del declinar no tiene nada que ver con una sensibilidad pesimista o decadente, ni con un ocaso de occidente o con cosas semejantes. Es un discurso que concierne al modo de darse del ser en nuestra experiencia.
La ontología del declinar alude, más que describirla, a una concepción del ser que se modela no sobre la objetividad inmóvil de los objetos de la ciencia [...], sino sobre la vida, que es juego de interpretación, crecimiento y moralidad histórica (sin ninguna confusión con dogmatismo historicistas). Tal concepción del ser, viviente-declinante (es decir, mortal) es más adecuada, además, para captar el significado de la experiencia en un mundo que, como el nuestro, no ofrece ya [...] el contraste entre el aparecer y el ser, sino sólo el juego de las apariencias, entidades que no tienen ya nada de la substancialidad de la metafísica tradicional [...] El ser pensado así nos libera, nos deja libres de la imposición de las evidencias y de los valores, de todas las plenitudes soñadas por la metafísica tradicional que siempre han cubierto y justificado autoritarismo de todo tipo (Mas allá del sujeto, p. 22)
A pesar de todo, la concepción débil del ser puede ayudarnos a pensar de manera no sólo negativa, no sólo de devastación de lo humano [...] la experiencia de la civilización de masas.
Con esta noción de ser se quiere proponer una lectura ontológica, y no sólo sociológica, psicológica, histórico-cultural de la existencia humana en la condición tardomoderna, posmoderna, tecnológica (ibid., pp. 9-10)
Vattimo presenta también el pensamiento débil como prácticas, juegos o técnicas localmente válidas; como diferentes lenguajes de la razón. La verdad se alcanza a través de modos de proceder, la verdad tiene este modo de acaecer.
Según Vattimo
No tiene sentido [...] negar pura y simplemente la “realidad unitaria” del mundo si con ello se quisiera reproponer cualquier forma ingenua de idealismo empírico.
Pero sí tendría sentido
Reconocer que eso que llamamos “la realidad del mundo” es algo que se constituye como “contexto” de las múltiples fabulaciones (La sociedad transparente, pp. 107-108)
El autor quisiera de esta manera liquidar el mito de la transparencia. Pero
No ya a favor de un escepticismo totalmente relativista, sino a favor de una disposición menos ideológica de cara a la experiencia del mundo, el cual, más que objeto de saberes tendencialmente [...] “objetivos”, es el lugar de producción de sistemas simbólicos, que se distinguen de los mitos precisamente porque son “históricos”, esto es, narraciones que se sitúan a distancia crítica, se ubican en sistemas de coordenadas y se saber y presentan explícitamente como “transformaciones”, no pretendiendo nunca ser “naturaleza” (ibid, p. 109)
La verdad se va consolidando en varios lenguajes; no se impone mediante un fundamento ontológico de estos lenguajes, ni en nombre de la posibilidad de reconducir tales modos de proceder a una estructura normativa de base. Las reglas de los juegos no se imponen ni en nombre de una demostrada funcionalidad de las mismas, ni porque se funden en alguna meta-regla de tipo trascendental, que sea el “funcionamiento natural” de la razón. Se imponen únicamente en nombre de un respecto irreducible por los monumentos. Este respeto es una pietas, o varias pietates históricamente diferentes. Precisamente este respeto es apertura y diálogo con estos modos de proceder. En este diálogo respetuoso se van consolidando la verdad en los diferentes lenguajes.
La filosofía es recuerdo y es diálogo con el pasado: con la historia, con la tradición, con el lenguaje, como cristalización de actos de palabra y de modos de experiencia. El lenguaje es, en el fondo,
La fuente de las pocas reglas que nos pueden ayudar a movernos de modo no caótico y desordenado en la existencia, aun sabiendo que no nos dirigimos a ninguna parte. Las experiencias nuevas que hacemos tienen sentido sólo en cuanto prosiguen el diálogo con cuanto el cofre de la muerte –la historia, la tradición, el lenguaje– nos ha transmitido (Más allá del sujeto, p. 12)
Al pensamiento débil se le plantea el problema de la praxis social y política. Vattimo dice a este respecto que el pensamiento
No podrá seguir reivindicando la postura de soberanía que le ha atribuido la metafísica [...], en relación con la política y con la praxis social. Un pensamiento débil, que es tal ante todo y principalmente a causa de sus contenidos ontológicos, de su modo de concebir el ser y la verdad, es también un pensamiento que, por consiguiente, no tiene ya razones para reivindicar la soberanía que reivindicaba el pensamiento metafísico, en relación con la praxis (El pensamiento débil)
El volverse al pasado sin poder llegara establecer un fundamento implicaría que tampoco se puede fundamentar una transformación práctica.
- En ambos desaparece la idea de fundamento, que ha sido esencial en la tradición filosófica occidental. No sólo desaparecen los fundamentos indicados tradicionalmente, sino que se elimina todo fundamento.
- Ambos se mueven en el horizonte del nihilismo, relacionado sobre todo con la ausencia de fundamento.
- Ambos rechazan la idea de subjetividad, esencial en la historia de la metafísica, sobre todo moderna.
- En uno y otro se disuelve la idea de una historia como proceso unitario. De esta manera Nietzsche y Heidegger echaron las bases para construir una imagen de la existencia en las condiciones de la posmodernidad.
El pensamiento débil se sitúa dentro de la idea más general de posmodernidad. Ésta se contrapone, en general, al pensamiento metafísico. Según esto, la posmodernidad habría que verla como contrapuesta al pensamiento metafísico. Éste se caracteriza por ser un pensamiento de fundamentos absolutos. Desde ellos se pueden dar visiones globales acerca de la realidad o de la historia. La ausencia de tales fundamentos o de realidades superiores estables es uno de los rasgos fundamentales de la posmodernidad.
Para Nietzsche y Heidegger la modernidad se puede caracterizar como un fenómeno dominado por la idea de historia. La modernidad es la época de la historia; historia del pensamiento como una progresiva iluminación que se desarrolla en un proceso cada vez más pleno.
La posmodernidad se caracteriza por señalar el fin de la historia como proceso unitario. La idea de proceso unitario, o simplemente de historia, va unida a la idea de realización progresiva de una humanidad auténtica. Esta visión de la historia implicaba la existencia de un centro, alrededor del cual se reunieran y ordenaran los acontecimientos.
La historia como proceso unitario ha sido entendida también como historia de progreso ordenada a un fin.
Además, las ideas de unidad de la historia, de progreso y de fin estaban estrechamente relacionadas con el ideal del hombre europeo, sobre todo en la modernidad. El despertar de los llamados pueblos primitivos y la reclamación de los derechos de sus respectivas culturas han contribuido en gran parte a romper esas ideas de unidad y progreso. Hoy día se aceptan múltiples versiones del mundo y una diversidad de racionalidades.
Otras características de la posmodernidad, que muestran nuevos caminos de la misma serían:
- Vuelta al pasado y recuperación de los transmitido, inspirada en la idea heideggeriana de recuerdo o recuperación de la tradición.
- Aplicar la hermenéutica al saber contemporáneo, desde la ciencia y la técnica a las artes y al “saber” que se expresa en los mass-media, para reproducirlos de nuevo en una unidad. Ésta no tendría nada que ver con la unidad de un sistema dogmático, ni con los caracteres fuertes del pensamiento metafísico.
- Hay que ver las posibilidades u oportunidades ultrametafísicas o posmetafísicas de la tecnología mundial. Esto sería una especie de ontología débil, como único camino para salir de la metafísica y llegar a un comienzo nuevo.
- Tomar en serio la idea nietzscheana y tal vez marxiana del nexo entre evidencia metafísica y relaciones de dominio dentro y fuera del sujeto.
- Echar una mirada amiga y sin angustias metafísicas al mundo de las apariencias, de los procedimientos discursivos y de las formas simbólicas, viéndolos como el lugar de una posible experiencia del ser.
- Entender la identificación de ser y lenguaje, que la hermenéutica toma de Heidegger, no como un modo de reencontrar el ser originario y verdadero de la metafísica, sino como vía para encontrar de nuevo el ser como huella, recuerdo o ser debilitado.
Desde el punto de vista de la ontología, el pensamiento débil se caracteriza por una debilitación del ser; por una liberación del ser del carácter de estabilidad y presencia, de la sustancia. Estos caracteres eran propios del ser de la metafísica. El ser debilitado, en cambio, es evento, es acaecer. El ser debilitado es darse explícito de su esencia temporal, es efímero, nacimiento-muerte, transmisión que ha perdido su aspecto original.
El pensamiento débil se caracteriza sobre todo por la ausencia de fundamento, propio de la metafísica de cualquier tipo. El nihilismo nietzscheano y heideggeriano estaría ligado sobre todo a la negación de realidades absolutas y de fundamento. Vattimo ve la hermenéutica heideggeriana como un nihilismo, ya que en ella el fundamento se ha convertido en abismo.
La ontología débil u ontología del declinar no tiene nada que ver con una sensibilidad pesimista o decadente, ni con un ocaso de occidente o con cosas semejantes. Es un discurso que concierne al modo de darse del ser en nuestra experiencia.
La ontología del declinar alude, más que describirla, a una concepción del ser que se modela no sobre la objetividad inmóvil de los objetos de la ciencia [...], sino sobre la vida, que es juego de interpretación, crecimiento y moralidad histórica (sin ninguna confusión con dogmatismo historicistas). Tal concepción del ser, viviente-declinante (es decir, mortal) es más adecuada, además, para captar el significado de la experiencia en un mundo que, como el nuestro, no ofrece ya [...] el contraste entre el aparecer y el ser, sino sólo el juego de las apariencias, entidades que no tienen ya nada de la substancialidad de la metafísica tradicional [...] El ser pensado así nos libera, nos deja libres de la imposición de las evidencias y de los valores, de todas las plenitudes soñadas por la metafísica tradicional que siempre han cubierto y justificado autoritarismo de todo tipo (Mas allá del sujeto, p. 22)
A pesar de todo, la concepción débil del ser puede ayudarnos a pensar de manera no sólo negativa, no sólo de devastación de lo humano [...] la experiencia de la civilización de masas.
Con esta noción de ser se quiere proponer una lectura ontológica, y no sólo sociológica, psicológica, histórico-cultural de la existencia humana en la condición tardomoderna, posmoderna, tecnológica (ibid., pp. 9-10)
Vattimo presenta también el pensamiento débil como prácticas, juegos o técnicas localmente válidas; como diferentes lenguajes de la razón. La verdad se alcanza a través de modos de proceder, la verdad tiene este modo de acaecer.
Según Vattimo
No tiene sentido [...] negar pura y simplemente la “realidad unitaria” del mundo si con ello se quisiera reproponer cualquier forma ingenua de idealismo empírico.
Pero sí tendría sentido
Reconocer que eso que llamamos “la realidad del mundo” es algo que se constituye como “contexto” de las múltiples fabulaciones (La sociedad transparente, pp. 107-108)
El autor quisiera de esta manera liquidar el mito de la transparencia. Pero
No ya a favor de un escepticismo totalmente relativista, sino a favor de una disposición menos ideológica de cara a la experiencia del mundo, el cual, más que objeto de saberes tendencialmente [...] “objetivos”, es el lugar de producción de sistemas simbólicos, que se distinguen de los mitos precisamente porque son “históricos”, esto es, narraciones que se sitúan a distancia crítica, se ubican en sistemas de coordenadas y se saber y presentan explícitamente como “transformaciones”, no pretendiendo nunca ser “naturaleza” (ibid, p. 109)
La verdad se va consolidando en varios lenguajes; no se impone mediante un fundamento ontológico de estos lenguajes, ni en nombre de la posibilidad de reconducir tales modos de proceder a una estructura normativa de base. Las reglas de los juegos no se imponen ni en nombre de una demostrada funcionalidad de las mismas, ni porque se funden en alguna meta-regla de tipo trascendental, que sea el “funcionamiento natural” de la razón. Se imponen únicamente en nombre de un respecto irreducible por los monumentos. Este respeto es una pietas, o varias pietates históricamente diferentes. Precisamente este respeto es apertura y diálogo con estos modos de proceder. En este diálogo respetuoso se van consolidando la verdad en los diferentes lenguajes.
La filosofía es recuerdo y es diálogo con el pasado: con la historia, con la tradición, con el lenguaje, como cristalización de actos de palabra y de modos de experiencia. El lenguaje es, en el fondo,
La fuente de las pocas reglas que nos pueden ayudar a movernos de modo no caótico y desordenado en la existencia, aun sabiendo que no nos dirigimos a ninguna parte. Las experiencias nuevas que hacemos tienen sentido sólo en cuanto prosiguen el diálogo con cuanto el cofre de la muerte –la historia, la tradición, el lenguaje– nos ha transmitido (Más allá del sujeto, p. 12)
Al pensamiento débil se le plantea el problema de la praxis social y política. Vattimo dice a este respecto que el pensamiento
No podrá seguir reivindicando la postura de soberanía que le ha atribuido la metafísica [...], en relación con la política y con la praxis social. Un pensamiento débil, que es tal ante todo y principalmente a causa de sus contenidos ontológicos, de su modo de concebir el ser y la verdad, es también un pensamiento que, por consiguiente, no tiene ya razones para reivindicar la soberanía que reivindicaba el pensamiento metafísico, en relación con la praxis (El pensamiento débil)
El volverse al pasado sin poder llegara establecer un fundamento implicaría que tampoco se puede fundamentar una transformación práctica.
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