REFLEXIONES SOBRE LOS NUEVOS OBJETOS DE ESTUDIO EN LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL ESPAÑOLA
JOAN PRAT i CAROS
Introducción
A medida que los diversos colectivos de antropólogos se iban asentando en las comunidades autonómicas se generaba una nueva necesidad: la de buscar las propias raíces históricas en una tradición distinta a la del modelo clásico. De esta forma, los antropólogos y los folkloristas decimonónicos pasaron a ocupar el papel de ancestros y precursores y comenzaron a ser percibidos como legitimadores históricos de la propia práctica profesional, en los contextos autonómicos respectivos influidos por motivaciones profesionales, corporativas y políticas.
La norma habitual fue la búsqueda de objetos de estudio en el seno de la propia sociedad y de ahí el interés por el campesinado de los primeros grupos de antropólogos periféricos (y no en las sociedades “exóticas” que eran los modelos clásicos)..
Y fue en este contexto cuando se produjo el descubrimiento de la existencia de unas sólidas tradiciones folklóricas que se habían desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo XIX en las respectivas comunidades autonómicas. Así pues, la reivindicación de los folkloristas como ancestros y precursores cumplía una serie de objetivos:
A pesar de que en los primeros años ochenta existía un interés por parte de algunos grupos periféricos de aproximar, los contenidos e intenciones del folklore con los de la A social, en general, a los antropólogos les desagradaba la identificación que se hacía de una parcela de sus investigaciones con las que muchos años antes habían realizado los flokloristas clásicos. La convicción de que el antropólogo era más «científico» que el folklorista era asumida mayoritariamente, se veía la necesidad de marcar las distancias con el «amateurismo».
En este contexto irrumpe el nuevo concepto de «Cultura popular». Las razones que explicarían su éxito inicial cabe citar las siguientes:
La proliferación de centros creados por las administraciones autonómicas fue espectacular durante la última década. A su vez, este proceso generó un auténtico alud de Congresos, Jornadas, Encuentros, sobre etnografía, folklore, cultura tradicional, cultura popular, etc., que en apariencia están dominados por un interés común: el de centrarse en y sobre las propias peculiaridades y especificidades regionales y culturales.
El estudio de las fiestas, los rituales y la «religiosidad popular»
Fiestas, rituales festivos y manifestaciones religiosas eran influidos por las poderosas razones ambientales que, en opinión del autor (Joan Prat) influyeron en la emergencia de este objeto de estudio. Tras el franquismo, la fiesta era vista y percibida como sinónimo de libertad, y en este contexto de efervescencia política, los ayuntamientos, las asociaciones, los partidos políticos, y otras instituciones, desarrollaron una febril actividad de recuperación o reforzamiento de antiguas fiestas o sencillamente crearon otras nuevas.
La segunda fase del proceso consistió en la progresiva equiparación de determinadas fiestas, con los fenómenos de las identidades nacionales, regionales o locales que irrumpían con fuerza en los inicios del proceso democratizador. Por ejemplo, la Semana Santa andaluza se teñían de las esencias del andalucismo; los Carnavales de Tenerife se convertían en tinerfeñismo, las fiestas de Moros y Cristianos eran percibidas como valencianismo, la Rapa das Bestas de Galicia adquiría un halo de celtismo y galleguismo.
La conjunción de intereses antropológicos, sociales y políticos fue, en opinión del autor, lo que desencadenó la proliferación de libros, seminarios, simposios y coloquios sobre las fiestas. Asimismo, y de forma más o menos complementaria, se desarrollaba el interés hacia los fenómenos de la «religiosidad popular».
Los estudios sobre la identidad
Algunas de las estrategias que han desarrollado los diversos grupos de antropólogos españoles interesados por el tema de las identidades, son:
El interés por este tipo de cuestiones cristalizó en los primeros años de la década de los setenta. Prat piensa, que el tránsito de estos primeros estudios (que se centraba sobre todo en etnias marginadas y de signo ruralizante) a las nuevas formas de marginación urbana (estudios de la década presente) ha sido posible gracias a la obra de Teresa San Román sobre los gitanos, en la que se prefiguran con claridad orientaciones más recientes de la A aplicada y la A urbana.
Se llega así a las tres orientaciones que, según Prat resultan más significativas, y son:
En algunos de los trabajo de campo, comenzaron a aparecer a partir de 1984. Combinaciones de técnicas y orientaciones metodológicas diversas, lo que da al conjunto una notable riqueza de perspectivas que incluye: la utilización de historias de vida, el análisis de la emigración y las redes de parentesco, los procesos conflictivos de inserción social en el nuevo tejido urbano, la inserción del inmigrante en otros contextos de carácter rural, etc. Más recientemente aún, se están abordando otros aspectos como son el asociacionismo entre los grupos de inmigrados, sus formas de sociabilidad, etc.
3) A partir de 1980, comienzan a aparecer una serie de trabajos en los que se aborda la problemática planteada por otros grupos: drogodependientes, población carcelaria, homosexuales, prostitutas... y en formas de marginación, más masivas y por ello quizás menos evidentes, como son las que afectan a los ancianos y a los jóvenes.
JOAN PRAT i CAROS
Introducción
- En 1977, tras el primer Congreso unitario de antropólogos españoles, celebrado en Barcelona, se integraban bajo la órbita de la A (antropología) cultural, prehistoriadores, arqueólogos, antropólogos físicos y biológicos, etnohistoriadores, etc.
- En los primeros años de los 70, se produjo una fuerte implantación de la A en las Universidades.
- Aparece un movimiento corporativo que cristaliza en la fundación de asociaciones de A regionales, con un alto grado de conciencia profesional y corporativa, con deseos de impulsar la disciplina.
- Durante el período 65-78, destacan 3 grandes temas de estudio:Los estudios de comunidad en su concepción clásica
- Las investigaciones centradas en la problemática del campesinado
- Las investigaciones sobre etnias o pueblos marginados del Estado.
- Entre el 78-80, tanto los objetos de estudio como los marcos de la investigación, son puestos en entredicho
- El contexto político de la transición y la aparición de nuevas elites políticas autonómicas, implicó un intento de “folklorización” de la A.
A medida que los diversos colectivos de antropólogos se iban asentando en las comunidades autonómicas se generaba una nueva necesidad: la de buscar las propias raíces históricas en una tradición distinta a la del modelo clásico. De esta forma, los antropólogos y los folkloristas decimonónicos pasaron a ocupar el papel de ancestros y precursores y comenzaron a ser percibidos como legitimadores históricos de la propia práctica profesional, en los contextos autonómicos respectivos influidos por motivaciones profesionales, corporativas y políticas.
La norma habitual fue la búsqueda de objetos de estudio en el seno de la propia sociedad y de ahí el interés por el campesinado de los primeros grupos de antropólogos periféricos (y no en las sociedades “exóticas” que eran los modelos clásicos)..
Y fue en este contexto cuando se produjo el descubrimiento de la existencia de unas sólidas tradiciones folklóricas que se habían desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo XIX en las respectivas comunidades autonómicas. Así pues, la reivindicación de los folkloristas como ancestros y precursores cumplía una serie de objetivos:
- Posibilitar y favorecer el cambio de orientación del modelo exotista al de la A de la propia sociedad,
- penetrar con más fuerza en el tejido social;
- posibilitar el acercamiento a las nuevas instancias del poder autonómico que estaban interesados, en los discursos particularistas sobre la propia identidad, característicos del folklore.
A pesar de que en los primeros años ochenta existía un interés por parte de algunos grupos periféricos de aproximar, los contenidos e intenciones del folklore con los de la A social, en general, a los antropólogos les desagradaba la identificación que se hacía de una parcela de sus investigaciones con las que muchos años antes habían realizado los flokloristas clásicos. La convicción de que el antropólogo era más «científico» que el folklorista era asumida mayoritariamente, se veía la necesidad de marcar las distancias con el «amateurismo».
En este contexto irrumpe el nuevo concepto de «Cultura popular». Las razones que explicarían su éxito inicial cabe citar las siguientes:
- La neutralidad del concepto, menos manipulado y menos añejo que folklore.
- La «cultura popular», a diferencia del folklore, no estaba estigmatizada a nivel académico.
- Además había también otros grupos de especialistas interesados en los estudios de cultura popular: museógrafos etnográficos, estudiosos del arte popular, de la literatura de tradición oral, sociólogos, pedagogos, folkloristas de nuevo cuño, etc. La buena predisposición que manifestaban a trabajar conjuntamente con los antropólogos, alentó la ilusión del trabajo interdisciplinar, aunque los resultados prácticos fueron escasos.
La proliferación de centros creados por las administraciones autonómicas fue espectacular durante la última década. A su vez, este proceso generó un auténtico alud de Congresos, Jornadas, Encuentros, sobre etnografía, folklore, cultura tradicional, cultura popular, etc., que en apariencia están dominados por un interés común: el de centrarse en y sobre las propias peculiaridades y especificidades regionales y culturales.
El estudio de las fiestas, los rituales y la «religiosidad popular»
Fiestas, rituales festivos y manifestaciones religiosas eran influidos por las poderosas razones ambientales que, en opinión del autor (Joan Prat) influyeron en la emergencia de este objeto de estudio. Tras el franquismo, la fiesta era vista y percibida como sinónimo de libertad, y en este contexto de efervescencia política, los ayuntamientos, las asociaciones, los partidos políticos, y otras instituciones, desarrollaron una febril actividad de recuperación o reforzamiento de antiguas fiestas o sencillamente crearon otras nuevas.
La segunda fase del proceso consistió en la progresiva equiparación de determinadas fiestas, con los fenómenos de las identidades nacionales, regionales o locales que irrumpían con fuerza en los inicios del proceso democratizador. Por ejemplo, la Semana Santa andaluza se teñían de las esencias del andalucismo; los Carnavales de Tenerife se convertían en tinerfeñismo, las fiestas de Moros y Cristianos eran percibidas como valencianismo, la Rapa das Bestas de Galicia adquiría un halo de celtismo y galleguismo.
La conjunción de intereses antropológicos, sociales y políticos fue, en opinión del autor, lo que desencadenó la proliferación de libros, seminarios, simposios y coloquios sobre las fiestas. Asimismo, y de forma más o menos complementaria, se desarrollaba el interés hacia los fenómenos de la «religiosidad popular».
Los estudios sobre la identidad
Algunas de las estrategias que han desarrollado los diversos grupos de antropólogos españoles interesados por el tema de las identidades, son:
- El primer y más antiguo de los grupos se constituyó en 1978 en Madrid. La identidad es enfocada como un fenómeno cultural que se refleja en una serie de niveles de integración y en ámbitos de interacción que, a su vez, se caracterizan por la existencia de rituales específicos que refuerzan los sentimientos colectivos. De esta forma las fiestas y romerías, los comportamientos y símbolos de identificación grupales, enfocados desde perspectivas eminentemente émic, constituyen algunos de los rasgos más sobresalientes de este modelo teórico para el análisis de la identidad.
- Un segundo grupo es el que estudia la identidad andaluza surgido en Sevilla, que aparte de mirar por la propia historia cultural, sus fiestas y rituales religiosos como integradores de las identidades grupales, realizan análisis del asociacionismo, o de la identidad andaluza en grupos de inmigrados.
- Nuevamente en Madrid, a partir de 1980, comienzan a publicarse los primeros artículos sobre las identidades locales. En este nuevo enfoque, los sentimientos y concepciones colectivas de pertenencia local y comunitaria, son analizados a través de las manifestaciones sociocéntricas contenidas en los corpus de la literatura oral y popular, de los síndromes festivos, y del papel del territorio en la conceptualización de la identidad.
- El cuarto grupo es el catalán. A partir de 1977/1978 se desarrollaron algunos intentos de enfocar el tema de la identidad a través del análisis de la historia del folklore, de las fiestas y de la «cultura popular» hasta que, en 1980, un nuevo grupo empezó a estudiar la temática de la etnicidad y el nacionalismo.
- El quinto grupo es el de la Universidad de la Laguna, centrado en el análisis del «hecho diferencial canario», y como estas peculiaridades son percibidas por los propios habitantes del archipiélago. Sin embargo, a partir de los ochenta, los trabajos se fueron concretando en dos ejes:
- el estudio de las fiestas, como mecanismos generadores de identidad y
- el análisis del discurso antropológico y folklórico canario de los siglos XVIII y XIX, en el que se perfilan las primeras reivindicaciones históricas y por consiguiente, también, los fundamentos de la conciencia diferencial colectiva canaria.
- En Euskadi, volvemos a encontrar discursos ideológico-folklóricos sobre las «esencias» peculiares y diferenciales de cada pueblo y la estrategia del estudio de las fiestas como expresiones privilegiadas de la identidad.
El interés por este tipo de cuestiones cristalizó en los primeros años de la década de los setenta. Prat piensa, que el tránsito de estos primeros estudios (que se centraba sobre todo en etnias marginadas y de signo ruralizante) a las nuevas formas de marginación urbana (estudios de la década presente) ha sido posible gracias a la obra de Teresa San Román sobre los gitanos, en la que se prefiguran con claridad orientaciones más recientes de la A aplicada y la A urbana.
Se llega así a las tres orientaciones que, según Prat resultan más significativas, y son:
- Los estudios sobre minorías étnicas marginadas.
- Los estudios sobre inmigración y suburbialización en algunas grandes ciudades.
- Los estudios sobre segmentos de la población marginados —ancianos y jóvenes— y también sobre las denominadas subculturas de «alto riesgo» (drogodependientes, presos, guetos de homosexuales y víctimas del Sida).
- Sus intereses pioneros por la A aplicada y el trabajo social.
- El haber llevado a la práctica el trabajo interdisciplinar con numerosos profesionales de diversas especialidades.
- La capacidad de la autora de reflexionar teóricamente sobre sus experiencias de campo, lo que ha dado origen a artículos y ensayos que pueden ser considerados como paradigmáticos.
En algunos de los trabajo de campo, comenzaron a aparecer a partir de 1984. Combinaciones de técnicas y orientaciones metodológicas diversas, lo que da al conjunto una notable riqueza de perspectivas que incluye: la utilización de historias de vida, el análisis de la emigración y las redes de parentesco, los procesos conflictivos de inserción social en el nuevo tejido urbano, la inserción del inmigrante en otros contextos de carácter rural, etc. Más recientemente aún, se están abordando otros aspectos como son el asociacionismo entre los grupos de inmigrados, sus formas de sociabilidad, etc.
3) A partir de 1980, comienzan a aparecer una serie de trabajos en los que se aborda la problemática planteada por otros grupos: drogodependientes, población carcelaria, homosexuales, prostitutas... y en formas de marginación, más masivas y por ello quizás menos evidentes, como son las que afectan a los ancianos y a los jóvenes.
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