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Los Estados De La Europa Oriental

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Como en la mayor parte de Europa, la atmósfera del siglo XVII se manifestó también muy agitada en dos grandes estados, uno al borde sus fronteras y otro en el Extremo Oriente. De notable extensión y duración fueron los trastornos de los que fue teatro la zona ruso-polaca. Condiciones favorables a la inestabilidad interna eran tanto el vagabundeo de los campesinos como de su resentimiento contra los gravámenes feudales de los boyardos o de los más recientes señores rusos y polacos. A esto se añadía la presencia de los cosacos, etnia seminómada establecida en las estepas de Ucrania meridional, a las dos orillas del Dniéper, que vivían de la caza, de la pesca, de la crianza del ganado o de las rapiñas que llevaban a cabo tanto a expensas de los rusos como de los tártaros. La expansión polaca en la zona les proporcionó caballos y municiones para luchar contra los tártaros, pero muy pronto los cosacos se volvieron contra los propios polacos, a los que los oponía también el antagonismo confesional. Seguidores de la religión ortodoxa, soportaban mal el proselitismo católico de los polacos y consiguieron atraer contra ellos a los campesinos, también ortodoxo, de Ucrania.
En este cambio de frente se distinguió, en la revuelta de 1648, el teman (jefe de tribu) Bogdan Chmielnicki, quien no dudó en aliarse además con los tártaros y con ésta ayuda logró una serie de victorias y en la batalla de Zborovo estuvo a punto de hacer prisionero al rey polaco Juan Casimiro. Las hostilidades siguieron por el interés de los magnates polacos en la zona. El esfuerzo militar hecho por ellos les llevó, por el momento, a resultados favorables, con el tratado de Belaia Tcherkov (1651). En este punto, los cosacos decidieron unirse a los rusos. Con el tratado de Pereiaslav, le pueblo cosaco pasó a formar parte del estado moscovita. Tras la unión, el zar Alejo Romanov y Chmielnicki consiguieron sucesivos éxitos sobre los polacos que perdieron los importantes centros de Esmolensko, Vilna y Grodno. Los cosacos, con todo, siguieron siendo un fuerte elemento de inestabilidad en las fronteras rusas.
La agitación empeoró cuando la potencia polaca llegó a chocar no sólo con Rusia sino también con el imperio turco y con Suecia. Su política expansionista se había dirigido incluso hacia Moldavia y Valaquia, por tanto hacia el área otomana. En el frente opuesto, Polonia se encontró en conflicto con los suecos, aunque más nefasta fue la invasión sueca de 1655 que llegó a amenazar la existencia del propio estado polaco y se vio la posibilidad de repartir su territorio entre sus enemigos y resultando peligrosa la actitud de los magnates que reconocieron la soberanía del rey sueco Carlos X Gustavo, quien recién ascendido al trono no tardó en entrar en guerra contra Polonia y ocupar Varsovia y Cracovia. Unidos por un impulso patriótico, campesinos, burgueses y pequeños nobles fueron al combate haciendo retroceder al invasor (1656). A continuación, Dinamarca, Brandeburgo y Austria decidieron enfrentarse a los suecos y el ejército austopolaco invadió Pomerania y puso sitio a la ciudad de Stettin. Carlos X Gustavo consintió negociar, exhortado por Francia que hizo de mediadora, se firmó la paz en la abadía de Oliva el 3 de mayo de 1660. Polonia reconoció al Elector de Brandeburgo la soberanía sobre el ducado de Prusia y que llevó a la fundación del estado Prusiano en 1701.
Mientras se producía el ascenso del país moscovita y ortodoxo. El zar Alejo (1645-1676) consolidó su propio poder en el ámbito interno a expensas del clero, no vacilando en internar en un convento al patriarca ruso Nikón (1667). Inició además una reforma de la administración estatal y una reordenación del ejército, además de promover la primera codificación escrita. Durante su reinado se la penetración rusa se extendió cada vez más en Asia que desde 1650 alcanzó los confines de China. En la segunda mitad del siglo XVII se produjo una peligrosa revuelta de los cosacos cuyo jefe Stepan Razjn organizó una banda armada que recorrió el interior de Rusia sublevando a su paso a los campesinos y a la plebe de las ciudades, en particular de la cuenca del Volga. Fue detenido a fines de 1670, gracias al empleo de tropas más modernamente adiestradas y armadas. También la gravísma carestía de 1670-1671 contribuyó a hundir el movimiento insurrecto: Razjn fue hecho prisionero y ajusticiado en Moscú el 24 de septiembre de 1671.
El zar Feodor (1676-1682), se sirvió de tesis como las del serbio Križhanié de trasladar la lucha del eje polaco al otomano. Tras la muerte del zar se produjo un periodo de instablidad por la ambición de su hija, Sofía hasta que en 1689 su hermanastro Pedro la derrocó y se proclamó zar. Su personalidad dominaría el país y daría un importante giro a la historia rusa.
La figura de Pedro I el Grande (1689-1725) es la vez la de un monarca absoluto y la de un soberano iluminado, sus métodos fueron enérgicos y, a veces, brutales, siempre autoritarios aunque encaminados a la modernización y a la puesta al día de la tradicional sociedad rusa, muy cerrada y replegada en sí misma que no dudó en proceder radicalmente en sentido contrario. Instituyó embajadas permanentes en varias capitales extranjeras, que no había tenido hasta ahora y él mismo realizó una estancia de instrucción en el extranjero: Holanda e Inglaterra. A su regreso a Rusia en 1698 empezó a gobernar de modo autocrático. Después de iniciar si gobierno personal, se lanzó a una serie de iniciativas innovadoras, que tendían al objetivo de organizar y hacer funcionar más racionalmente el vasto cuerpo cuyo jefe era él. Prohibió el uso de los largos vestidos de moda asiática, mandó a muchos jóvenes a formarse al extranjero, en 1701 abrió en Moscú una escuela de navegación que en 1705 fue transferida a San Petesburgo como Academia Naval. Fueron fundadas las Academias de Artillería y de Ingeniería y de preocupó por los problemas de la instrucción instituyendo en las provincias un gran número de escuelas elementales, valiéndose de la colaboración de los eclesiásticos.
Queriendo llevar a su país a primer rango mundial realizó numerosas reformas en todos los estamentos. Impuso un alistamiento más impersonal proporcional al número de habitantes, además de exigir que los reclutas se pusieran uniformes de estilo occidental, los impuestos extendidos a todas las clases sociales. Las exigencias de los diversos conflictos en que tomó parte el zar hicieran que cerca del 80 % del balance ruso fuese durante varios años absorbido por los costes militares, para obviar este déficit, además del monopolio de la sal y del tabaco, fue instituido un impuesto personal sobre cada campesino (realizando un censo con este propósito). No descuidó la formación de la flota que, a su muerte, la escuadra del Báltico, podía alinear unos cincuenta navíos de líneas regulares.
Notable fue también su actuación en la economía y administración interna, adoptó los criterios mercantiles difundidos en el siglo XVII: los aranceles de importación fueron aumentados, se concedieron privilegios a los propietarios de oficinas y fabricantes. Se desarrolló la metalurgia y la industria de armamento y la textil. Los comercios se fomentaron con fuerza. En el plano administrativo el territorio ruso fue dividido en ocho circunscripciones y más tarde en diez y cada una subdivididas en zonas con un número determinado de contribuyentes y que llevó en 1719 a la institución de cincuenta provincias. Operaba en ellas una densa masa de funcionarios organizados en catorce grados: quienes alcanzaban el nivel de oficial superior ascendían a los derechos de la nobleza. En el vértice de esa jerarquía, Pedro I creó un Senado. También procedió a una reforma eclesiástica (1721): el patriarcado fue suprimido y sustituido por el Santo Sínodo, un donde, al lado de los obispos, un procurador representaba el poder imperial. Con una ley del 5 de febrero de 1722 quiso regular la sucesión al trono y atribuirse el derecho a nombrar al nuevo zar, tenía relaciones tensas con su hijo Alejo, murió sin haberlo designado.
En el plano internacional participó cada vez más y enderezó sus intereses hacia las dos desembocaduras marítimas que entonces apenas lamían los dominios rusos: el mar Negro y el Báltico. Suecia fue le principal adversario con el que tuvo que medir sus fuerzas. En la primera fase de la guerra iniciada en 1708, Carlos XII se adentró tanto en territorio ruso que llegó hasta el Dniéper. El zar detuvo la ofensiva en agosto del mismo año y al año siguiente derrotó a los suecos en Poltava que le permitió ocupar Livonia y Estonia además de los principales centros de Carelia. En la segunda fase, a partir de 1712, avanzó hasta Pomerania y Finlandia, antes de que su escuadra naval derrotase a la flota sueca (julio de 1714), pero sus aliados daneses, polacos y sajones no le secundaron en su intento de desembarcar en Suecia y tuvo que consentir en firmar la paz en Instad el 30 de agosto de 1721. en el frente meridional logró extender sus posesiones hasta las orillas occidentales del mar Caspio, conquistando Derbent y Bakú a expensas de Persia (1723).
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