Métodos Lingüísticos y Semiótica Musical. Partiendo de los postulados de la lingüística estructural, se hace una analogía entre lenguaje y música, aplicando la lingüística a la música.
Las músicas son desde luego, al igual que las lenguas habladas, sistemas naturales configurados con una organización interna y referencial con respecto al exterior. De aquí, la difícil cuestión de que la música sea una práctica universal pero no un 'lenguaje universal'. De hecho, los 'lenguajes' musicales pueden ser mutuamente tan ininteligibles como el inglés y el japonés.
La relación de la música con el lenguaje oral es uno de los temas más interesantes. Es indudable que las lenguas influyen en la forma y la orientación de la melodía, de la polifonía y del ritmo[1].
Estudio Descriptivo de una Cultura. Este enfoque metodológico nos indica que por una parte se encuentra la orientación musicológica y por otra la antropológica; sin embargo también existen momentos en que la música y la antropología están unidas equilibradamente.
Alan Merriam, inclinó la balanza a favor de la antropología en su obra, ya clásica, The Anthropology of Music (Merriam, 1964). Merriam fue infatigable en su empeño de convertir la música (en tanto que sistema sonoro, producto cultural, proceso social y experiencia humana) en objeto de estudio y teorización antropológicos tan digno y necesario como cualquier otra forma de acción social. Este empeño chocó con una resistencia tenaz por parte de los etnomusicólogos y antropólogos de la época, pues unos y otros creían que el estudio de cualquier tipo de música era una cuestión de especialización técnica que correspondía a las escuelas de música, y que los antropólogos estaban ampliando injustificadamente sus propios intereses extramusicales a costa de los musicólogos.
El Método Comparativo Transcultural. Esta teoría está representada por el cantométrico de Alan Lomax, de su libro Folk Song Style and Culture de 1968. Lomax plantea que a través del canto (que se da en todas las sociedades) se pueden identificar otras partes de la cultura: relación entre los sexos, niveles de comportamiento, la posición de la mujer; es decir, la música simboliza y refleja ciertos rasgos socio-culturales. Esta obra se ha convertido, después de decenios de éxito, en un clásico, aun cuando sus premisas se han quedado bastante obsoletas.
La antropología interpretativa, cuyo enfoque rehuía la investigación causal de la antropología positivista en favor de una búsqueda interpretativa de significado en la sensibilidad cultural y su resultado práctico. El enfoque interpretativo reconocía que la música podía ser un medio de negociar, discutir, y transformar las disposiciones sociales o también de reforzarlas[2]. Las complejidades de categoría y posición social en relación con la selección de signos musicales de estilo cultural siguen siendo objeto de investigaciones muy útiles para el estudio de la cuestión.
Antropología ejecucionista. Ésta, entendida como opuesta a la meramente informativa, se basa en el reconocimiento de que muchos conocimientos culturales prácticos, sólo se pueden adquirir por medio de la ejecución y representación. El contenido de la ejecución no es algo que se sabe sino algo que se hace. Además, los juicios que los músicos y oyentes hacen sobre lo que se debe tocar y cómo tocarlo mejor en un momento dado, se pueden considerar también importantes.
Marco Conceptual Émico. El marco conceptual émico de la antropología cognoscitiva fue tomada por algunos etnomusicólogos para analizar la música y el quehacer musical desde los protagonistas de la cultura, desde cómo la gente percibe su mundo musical.
[1] En la música clásica de la India hindú, por ejemplo, los elementos sonoros tienen referentes semánticos, ideacionales y emotivos explícitos. La mutua constitución del proceso musical y el proceso literario es todavía más característica de las canciones compuestas en las lenguas africanas subsaharianas, con su dependencia semántica del tono silábico, sus paralelismos, aliteraciones y asonancias, ideófonos (imágenes e ideas en sonido) y vocalizaciones rítmicas y reduplicativas.
[2] Por ejemplo, en Johanesburgo los sudafricanos negros han recurrido siempre a la música y la danza como medios activos de urbanizar, de mejorar su condición por medio de la adquisición de signos de identidad de clase superior, o para protestar por la represión y por su clasificación social inferior, así como para transformar su ser social junto con su conciencia social.
Las músicas son desde luego, al igual que las lenguas habladas, sistemas naturales configurados con una organización interna y referencial con respecto al exterior. De aquí, la difícil cuestión de que la música sea una práctica universal pero no un 'lenguaje universal'. De hecho, los 'lenguajes' musicales pueden ser mutuamente tan ininteligibles como el inglés y el japonés.
La relación de la música con el lenguaje oral es uno de los temas más interesantes. Es indudable que las lenguas influyen en la forma y la orientación de la melodía, de la polifonía y del ritmo[1].
Estudio Descriptivo de una Cultura. Este enfoque metodológico nos indica que por una parte se encuentra la orientación musicológica y por otra la antropológica; sin embargo también existen momentos en que la música y la antropología están unidas equilibradamente.
Alan Merriam, inclinó la balanza a favor de la antropología en su obra, ya clásica, The Anthropology of Music (Merriam, 1964). Merriam fue infatigable en su empeño de convertir la música (en tanto que sistema sonoro, producto cultural, proceso social y experiencia humana) en objeto de estudio y teorización antropológicos tan digno y necesario como cualquier otra forma de acción social. Este empeño chocó con una resistencia tenaz por parte de los etnomusicólogos y antropólogos de la época, pues unos y otros creían que el estudio de cualquier tipo de música era una cuestión de especialización técnica que correspondía a las escuelas de música, y que los antropólogos estaban ampliando injustificadamente sus propios intereses extramusicales a costa de los musicólogos.
El Método Comparativo Transcultural. Esta teoría está representada por el cantométrico de Alan Lomax, de su libro Folk Song Style and Culture de 1968. Lomax plantea que a través del canto (que se da en todas las sociedades) se pueden identificar otras partes de la cultura: relación entre los sexos, niveles de comportamiento, la posición de la mujer; es decir, la música simboliza y refleja ciertos rasgos socio-culturales. Esta obra se ha convertido, después de decenios de éxito, en un clásico, aun cuando sus premisas se han quedado bastante obsoletas.
La antropología interpretativa, cuyo enfoque rehuía la investigación causal de la antropología positivista en favor de una búsqueda interpretativa de significado en la sensibilidad cultural y su resultado práctico. El enfoque interpretativo reconocía que la música podía ser un medio de negociar, discutir, y transformar las disposiciones sociales o también de reforzarlas[2]. Las complejidades de categoría y posición social en relación con la selección de signos musicales de estilo cultural siguen siendo objeto de investigaciones muy útiles para el estudio de la cuestión.
Antropología ejecucionista. Ésta, entendida como opuesta a la meramente informativa, se basa en el reconocimiento de que muchos conocimientos culturales prácticos, sólo se pueden adquirir por medio de la ejecución y representación. El contenido de la ejecución no es algo que se sabe sino algo que se hace. Además, los juicios que los músicos y oyentes hacen sobre lo que se debe tocar y cómo tocarlo mejor en un momento dado, se pueden considerar también importantes.
Marco Conceptual Émico. El marco conceptual émico de la antropología cognoscitiva fue tomada por algunos etnomusicólogos para analizar la música y el quehacer musical desde los protagonistas de la cultura, desde cómo la gente percibe su mundo musical.
[1] En la música clásica de la India hindú, por ejemplo, los elementos sonoros tienen referentes semánticos, ideacionales y emotivos explícitos. La mutua constitución del proceso musical y el proceso literario es todavía más característica de las canciones compuestas en las lenguas africanas subsaharianas, con su dependencia semántica del tono silábico, sus paralelismos, aliteraciones y asonancias, ideófonos (imágenes e ideas en sonido) y vocalizaciones rítmicas y reduplicativas.
[2] Por ejemplo, en Johanesburgo los sudafricanos negros han recurrido siempre a la música y la danza como medios activos de urbanizar, de mejorar su condición por medio de la adquisición de signos de identidad de clase superior, o para protestar por la represión y por su clasificación social inferior, así como para transformar su ser social junto con su conciencia social.
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