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Evolucion del Estado

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Las trece ciudades-estado conocidas como Sumer se desarrollaron hace unos 5.500 años en los fértiles valles del Eúfrates y el Tigris (Mesopotamia, actual Irak). Era una nueva forma de organización política: de las relaciones de parentesco a la aparición de una burocracia administrativa permanente. La clase dirigente acumulaba el excedente agrícola y movilizaba la mano de obra necesaria para obras de irrigación a gran escala y la creación de una arquitectura monumental. Ciudades como Uruk y Ur tenían más de 40.000 ciudadanos. Una casta sacerdotal profesional presidía una compleja religión basada en los templos. Artesanos especializados manufacturaban objetos preciosos que enlazarían extensas regiones entre sí a través de redes comerciales. El “estado” había nacido.

Se puede hablar ya de una revolución del estado: un nuevo tipo de sociedad que producirá las grandes naciones-estado del mundo moderno. Adaptaciones similares que producen estructuras políticas similares se dan también en Egipto, el valle del Indo (India) y en el valle del Río Amarillo (norte de China) en Mesoamérica y en Perú.

Estos seis estados prístinos o primarios aparecen con diferencias de cientos o miles de años, cada uno con un origen totalmente independiente de los demás. Se desarrollan aisladamente, sin la influencia de otros.

Por tanto, si el estado evolucionó autónomamente no una sino seis veces, podemos intentar descubrir los procesos fundamentales comunes a todos ellos.

Los rudimentos de la evolución social humana pueden hallarse entre nuestros parientes más próximos, los grandes primates. En algunos se dan estructuras sociales muy complejas. Pueden transmitir capacidades adquiridas de una generación a otra y desarrollar una cooperación considerable en la educación de los jóvenes, defensa colectiva, apareamiento y comportamiento sexual. Pero sólo el género Homo ha podido ampliar estas adaptaciones básicas por medio de la cultura:
  • a través del simbolismo el hombre se comunica y embellece el pensamiento individual y colectivo.
  • la reciprocidad está en la base de la división del trabajo, crea el potencial para la organización social y une grupos de parentesco por medio del intercambio de mujeres.
El hombre ha pasado el 99% de su existencia (2-3.000.000) en pequeñas bandas: grupos flexibles, igualitarios y nómadas constituidos por varias familias diseminadas.

Si pervivió por tanto tiempo es porque se trataba de una línea evolutiva agotada, sin salida. La adaptación de los cazadores-recolectores (como pigmeos o esquimales) necesita de un equilibrio ecológico casi perfecto, es decir, de unos índices demográficos inferiores al nivel de recursos disponibles. De esta forma, apenas habría existido presión selectiva para el cambio.

Lo que se debe explicar no es la larga duración de esta forma de adaptación, sino por qué unos pocos grupos la abandonaron por formas más complejas de subsistencia y de sociedad.

El sedentarismo y las densidades de población más altas (posibles por la domesticación de animales y plantas) hicieron posible la aparición de nuevos tipos de estructura social. Esto no fue repentino ni condujo inmediatamente a la formación del estado. La domesticación agrícola y animal se desarrolló de forma independiente en distintas zonas de nuestro planeta, pero tan sólo unas pocas llegaron a evolucionar y a convertirse en estados. En el valle de Tehuacán (México), se tardó más de 7.000 años en pasar de bandas cazadoras-recolectoras a estados de base agrícola. En otras áreas, la agricultura sedentaria, los asentamientos permanentes e incluso las obras intensivas de irrigación precedieron a la centralización política.

Los antropólogos americanos y holandeses han sido quienes más se han ocupado del origen del estado (más que británicos y franceses). Hasta hace poco se diferenciaba los seis estados prístinos de los estados secundarios (los que evolucionaron a partir de estados ya existentes o por el contacto con ellos). Pero actualmente en esta tipología se incluyen también estados recientes (Ankole de Uganda), siempre que sean prístinos.

Teorías del conflicto interno

En la obra de Engels The Origin of the Family, Private Property and the State (1892) se desarrolla plenamente la teoría de que el estado evolucionó por medio de la lucha de clases, sólo implícita en los escritos de Marx. Engels se inspiró en el evolucionista Morgan para afirmar que la forma más primitiva de organización social era la comunista: los recursos se repartían equitativamente entre todos y no existía un concepto claro de propiedad personal. La innovación tecnológica creó excedentes, que posibilitaron el desarrollo de una clase no productora. La propiedad privada, relacionada con la producción de bienes de consumo, inicia una cadena de causa-efecto que acaba creando una clase empresarial. Esto determina a su vez un acceso diferencial a los recursos (desigualdades entre ricos y pobres). La élite, para proteger sus intereses de clase, tiene que estructurar una fuerza centralizada permanente.

Aquí hallamos ya la idea de la reciprocidad como forma elemental primaria de intercambio económico en las bandas y en las sociedades tribales, y la visión de que los sistemas más complejos implican concentración de riqueza y de distribución a través de un agente central (jefe, rey o burocracia). Engels aplica el materialismo marxista a la evolución social humana desde una perspectiva histórica: las causas básicas del cambio serían la tecnología y la economía, no las ideas. También se identifica la estratificación social como uno de los elementos definitorios del estado.

Sin embargo, recuerda Lewellen, los conceptos de “comunismo” y “capitalismo” no se pueden aplicar a bandas o jefaturas, que son muy diferentes de los estados industriales modernos.

Morton Fried basa su tipología evolutiva de sistemas políticos en el grado de acceso individual a los recursos y cargos de prestigio, y presenta una variante de la teoría del conflicto de clases: desde que aparece una verdadera estratificación está implícito el estado, porque la existencia de un sistema de clases necesita un poder concentrado en manos de una élite, y ello genera conflicto en el seno de la sociedad. El acceso diferencial a los recursos y la explotación del trabajo humano crean tensiones. El conflicto que nace de la estratificación social no es la causa de la formación del estado, sino una pre-condición para su desarrollo. Una estratificación social incipiente es inestable, y la sociedad en esa fase o bien se desintegra y pasa a un nivel inferior de organización, o continúa avanzando en la centralización del poder político. Es decir, cuando las clases comienzan a distanciarse de las jerarquías individuales o de parentesco, la élite privilegiada debe asumir rápidamente el poder si ha llegado el momento adecuado para la aparición del verdadero estado.

Teorías del conflicto externo

La idea de que los estados nacen de las guerras tuvo su gran momento con desarrollo del darwinismo social (S. XIX). Herbert Spencer, radical interpretador de la teoría evolucionista, aplicó la idea de la “supervivencia del más fuerte” a personas, pero enseguida se aplicó a las sociedades: las más fuertes y belicosas prevalecerían inevitablemente sobre grupos más débiles, unificándolos bajo un gobierno centralizado con el monopolio del uso de la fuerza. El militarismo por sí mismo sería suficiente incluso sin conflictos armados: la sola existencia de un peligro externo que exigiera un gran ejército permanente podría empujar a una sociedad poco cohesionada hacia un fuerte liderazgo centralizado.

En este tipo de teorías el gobierno de un estado se configura de acuerdo con el modelo militar en su estructura jerárquica y en el control centralizado de la fuerza física. La teoría de Darwin del mecanismo de la evolución basado en la reproducción diferencial se transformó en una “ley de la jungla”. Aplicada a la sociedad, proporcionó la justificación filosófica del colonialismo, del imperialismo, del capitalismo monopolista y de cualquier otra forma de explotación.

La investigación intercultural sí confirma la hipótesis de que la guerra y la conquista son factores importantes en el desarrollo de algunos estados, pero pueden hacerse dos objeciones a la teoría de la guerra como causa primaria:
  1. una sociedad puede adiestrar y movilizar fuerzas sólo si posee los niveles adecuados de población y de organización: así, la guerra debería considerarse como función y no como causa de un determinado nivel de integración social.
  2. en tribus y jefaturas, la guerra puede ser más un obstáculo que la causa de la formación del estado: los grupos se dispersarán si se saben amenazados por una fuerza más poderosa que ellos mismos.
Esto último es objeto de atención en la teoría de la circunscripción ambiental de Robert Carniero. Puesto que la guerra es prácticamente universal y suele tender a dispersar más que a aglutinar a la gente, el conflicto sólo podría propiciar la centralización en algunas situaciones. Carniero observa que los estados prístinos se han desarrollado en tierras de cultivo acotadas (rodeadas y limitadas por montañas, mar o desierto). Sin esa limitación, las presiones demográficas pueden desbordar el medio y las poblaciones vecinas vencidas en la guerra pueden trasladar su asentamiento a una nueva zona. Pero esto es imposible cuando la única tierra cultivable está rodeada de tierra improductiva: la presión demográfica se canalizará por vía de la unificación y de una mayor capacidad productiva (ambas características del estado).

En áreas limitadas por mar, desierto o montañas, como en el litoral peruano, los pequeños y dispersos poblados neolíticos crecían y se fragmentaban, y la densidad demográfica de los estrechos valles era cada vez mayor. La intensificación de la agricultura (con terrazas agrícolas) solucionó el problema sólo temporalmente. Las acciones de represalia se convirtieron en guerras por la posesión de la tierra, con un grupo intentando aumentar su capacidad productiva a expensas de los demás. Para el bando más débil no había refugio posible que pudiera proporcionar ni siquiera un nivel mínimo de subsistencia; la única estrategia viable de supervivencia era la sumisión a una fuerza dominante. De esta forma varias jefaturas independientes quedaron unificadas bajo un solo gobierno militar jerárquicamente estructurado.

La circunscripción también puede ser social, y no sólo estrictamente física. Para los yanomamo de la jungla venezolana no existe aislamiento físico, pero la expansión hacia territorio virgen resulta más fácil para los de la periferia del grupo tribal que para los próximos al centro. Los poblados centrales rodeados de otros poblados guerreros son mayores y tienen cabecillas más poderosos que los periféricos. Los yanomamo están lejos de la integración cultural propia del estado, pero los poblados socialmente acotados presentan una tendencia más clara hacia la centralización.

Carniero incluye estos procesos dentro del “principio de la exclusión competitiva” derivado de la biología evolucionista: dos especies que ocupen y exploten la misma porción de hábitat no pueden coexistir indefinidamente, pues una eliminará a la otra. Carniero observa que a lo largo de la historia las jefaturas se han unido entre sí para formar estados, provocando la guerra para crear estados más extensos. La rivalidad y la selección fomentan la creación de unidades cada vez mayores. El número de unidades políticas autónomas en el mundo se ha reducido desde el 1000 a.C., y Carniero predice la unificación de todo el planeta para el año 2300.

La civilización hidráulica

Marx y Engels constataron que había una diferencia fundamental entre las pequeñas comunidades agrícolas y las sociedades con estado: las últimas necesitaban el apoyo de sistemas extensivos de riego. Para Julian Steward, el mecanismo fundamental del desarrollo del estado fue la irrigación; sólo el control del agua posibilitaba una agricultura suficientemente intensiva para obtener grandes densidades demográficas; la construcción de grandes sistemas hidráulicos sólo era posible con nuevos niveles de organización social, poder y coordinación del trabajo.

Karl Wittfogel elaboraría la teoría hidráulica: los agricultores neolíticos de las zonas donde se desarrollaron estados prístinos, como Egipto o los valles litorales de Perú, dependían para regar de las inundaciones anuales; sus campos se regaban una vez al año y las inundaciones depositaban nuevas tierras de aluvión, sistema muy variable que sólo proporciona una cosecha al año. Los agricultores empezaron a controlar las inundaciones por medio de diques y embalses y un sistema de canales. Los primeros eran pequeños y primitivos, ejecutados por unas pocas unidades agrícolas; pero según aumentaba la capacidad productiva de la tierra y crecía la población, las obras de irrigación crecieron en tamaño y complejidad. Apareció un grupo de especialistas para planificar y coordinar la construcción y controlar el caudal del agua. De ellos dependía literalmente la vida de la comunidad, y se convirtieron en una élite administrativa que dominó estados centralizados y despóticos.

Esta teoría ha sido bien aceptada, puesto que la irrigación parece haber sido importante en todos los estados prístinos. A pesar de todo es preferible no aplicarla rígidamente: en algunas áreas, complejos sistemas de irrigación precedieron con mucho al desarrollo del estado; en otras (Mesopotamia), los sistemas de control del agua a gran escala sólo se llevaron a cabo después de las fases iniciales del estado; y en el suroeste americano existieron grandes sistemas hidráulicos durante siglos sin centralización política. Para terminar, la teoría es aplicable sólo con reparos a los estados secundarios, muchos de los cuales tuvieron sólo sistemas de irrigación muy rudimentarios.

Estas objeciones no descalifican la teoría de Wittfogel; ésta no concierne en realidad al origen del estado en sí, sino al desarrollo de ciertos tipos de sistemas empresariales: no niega la importancia de la densidad de población, el comercio, la guerra, la circunscripción ambiental o de otros factores claves en la creciente integración de la sociedad.

Presión demográfica

Entre los años 23.000 a.C. y 2000 d.C. la población mundial ha pasado de unos 3 millones y medio a 6,5 mil millones y de una densidad de 0,2 a 50, acompañado este aumento de población de la aparición del estado. Robert Carniero trazó la relación entre densidad de población y complejidad social en 46 sociedades y encontró una correlación estadística significativa entre ambas variables. Carneiro se refería a la “densidad aritmética” (media de gente por km2 en todo un territorio), pero la relación es más evidente considerando la “densidad económica”, es decir, la relación entre población y medios de producción (en Egipto la población se concentra a lo largo de una estrecha franja de tierra cultivable a ambos lados del Nilo).

Según Malthus, si la población sobrepasa el nivel de recursos alimentarios, la tendencia se nivela por la enfermedad, el hambre y la guerra. Pero si sólo funcionara este principio, el aumento demográfico se hubiera estabilizado a un nivel mucho más bajo que el actual. Y es que es posible otra respuesta a la presión demográfica sobre los recursos alimentarios: los alimentos pueden ser incrementados con la intensificación de la producción a través del desarrollo de una nueva tecnología o el perfeccionamiento de la ya existente: irrigación, cultivos en terraza, fertilización, uso de la tracción animal, diversificación de los tipos de cultivo o explotación de tierras baldías.

Los aumentos de densidad de población necesitaron formas más complejas de organización social y política. La correlación entre población y evolución social fue estudiada por Ester Boserup. Matizando su teoría, Michael Harner postula que la presión demográfica no sólo es directamente responsable de la intensificación de la producción alimentaria, sino que además conduce a un acceso desigual a los recursos y, por consiguiente, a una acentuación de la estratificación social.

Marvin Harris incorpora estas ideas a su argumentación, un complicado “determinismo tecno-ecológico” (dice Lewellen): la organización social y la ideología serían el resultado de la adaptación tecnológica de una determinada sociedad a su hábitat. Harris afirma que la densidad poblacional tiende a estabilizarse por debajo de la capacidad productiva de la tierra.

Y es cierto que todas las sociedades tienen medios culturales para llevar a cabo un control demográfico. El equilibrio entre población y recursos en todas las sociedades preindustriales se mantiene con prácticas como el infanticidio femenino, los tabúes contra las relaciones sexuales con la mujer que ha tenido un hijo y una lactación prolongada que retrasa la ovulación. Sólo en tiempos modernos se ha dejado crecer a la población sin control alguno. El equilibrio demográfico era la norma en casi todas las sociedades premodernas, y la pregunta es por qué la población aumentó hasta el punto de forzar formas más complejas de organización social.

Harris lo explica así: durante el Pleistoceno (10.000-15.000 a.C.) las bandas cazadoras disponían de una abundante caza mayor, y las poblaciones se habían estabilizado a los niveles que permitían esos recursos. Al final del Pleistoceno, cientos de aquellas grandes especies se extinguieron, lo que obligó a que pasaran a depender gradualmente de recursos alimentario alternativos. Siempre habían existido plantas silvestres domesticables, pero se habían rechazado por razones de rentabilidad (sin presión demográfica la caza y la recolección eran actividades más idóneas para gastar un mínimo de calorías).

En esta situación, la domesticación de las plantas silvestres aumentaba la capacidad productiva de la tierra y posibilitaba el aumento demográfico. La población se estabilizaría nuevamente, pero con el tiempo se iniciaría una disminución inevitable de la productividad de la tierra. Es decir, la presión demográfica tiene su origen tanto en el aumento demográfico como en una caída natural de la productividad de la tierra.

Según Harris, en las sociedades tribales se solía controlar el equilibrio demográfico por medio de un “complejo de supremacía masculina”, resultado de un estado de guerra constante. El mayor valor otorgado a la gallardía masculina minimiza, en la misma medida, el valor de la mujer, por lo que el infanticidio femenino (uno de los medios más eficaces de control demográfico) se convertía prácticamente en norma. Por su parte, los agricultores tenían otra opción: en lugar de reducir la población, podían trabajar más horas o recurrir a técnicas más productivas. Esto producía excedentes agrícolas, que eran almacenados y redistribuidos por los “grandes hombres” que aprovechaban esta función para mejorar su status y su poder. Estos jefes redistribuidores (que solían ser también jefes guerreros) representaban una fuerza coercitiva centralizada. Aquí Harris aprovecha la teoría de la circunscripción ambiental de Carniero y la teoría hidráulica de Wittfogel para apuntar las conclusiones necesarias para que el proceso de centralización continúe hasta la formación del estado.

Para Harris, el elemento desencadenante de todo este proceso es la población, pero a diferencia de Boserup, Harris ve una población relativamente estable adaptándose a una disminución de recursos alimentarios. Un elemento central de la teoría (no muy optimista para nuestro el futuro) es que cualquier forma de productividad conducirá gradualmente al agotamiento de las materias primas, y todas las sociedades tendrán que enfrentarse tarde o temprano a la alternativa entre el colapso definitivo o el paso a una nueva intensificación de la producción. Cuando la domesticación de animales y plantas se convierte en base de subsistencia, la estabilización a largo plazo es imposible.

La teoría de Harris no deja de ser polémica, porque estos procesos no parecen ser universales. Por ejemplo, no en todas las áreas se puede relacionar la presión demográfica sobre los recursos con la caída de la productividad. Además, Boserup puede tener razón cuando pone el acento en el aumento demográfico y no en el agotamiento de los recursos. Los recursos alimentarios son muy elásticos, y pueden verse afectados tanto por una redefinición de los recursos alimentarios disponibles como por ligeros cambios tecnológicos, y cambios relativamente inapreciables en la nutrición pueden alterar radicalmente el tamaño de la población.

Institucionalización del liderazgo

Elman Service propone una teoría “integradora”. Rechaza todas las teorías basadas en el conflicto (la guerra y la conquista son experiencias demasiado universales para que sean las causas de una forma determinada de organización social) y las teorías basadas en la irrigación o en otras formas de intensificación, que tienen demasiadas excepciones (en Perú la intensificación agrícola con irrigación se alcanzó 1.500 años antes de la aparición de un estado urbano). También rechaza parcialmente la idea de que la presión demográfica crea conflictos cuya solución depende sólo de un gobierno centralizado, porque esa misma presión demográfica puede igualmente propiciar la descentralización del poder. Service rechaza específicamente la teoría del conflicto, pero lo que niega implícitamente es la validez del materialismo cultural.

Service establece un desarrollo lógico entre la desigualdad básica inicial en la sociedad humana y la posterior desigualdad formalizada y centralizada: en todas las sociedades, incluso en las bandas y tribus más igualitarias, ciertos individuos destacan por su talante, inteligencia, fuerza o belleza excepcionales, y es muy natural que esas personas adquieran status por ello, pero las desigualdades resultantes son individuales, no de clase, y no implican ni privilegios ni riqueza.

Algunas circunstancias tienden a favorecer la concentración del trabajo (por ejemplo, cuando la diversidad de nichos ecológicos locales impone una producción más especializada y un comercio que atienda a esa especialización, o cuando el trabajo colectivo para obras públicas requiere una división del trabajo). Tales circunstancias favorecen también una redistribución centralizada, que evidentemente estará en manos de los personajes más carismáticos. Dado que la centralización presenta ventajas y beneficios evidentes, tendrá un efecto acumulativo que desembocará en una concentración administrativa aún mayor. Esta revalorización del liderazgo es económica, pero no se basa en la propiedad; es más bien el resultado de una forma de dependencia derivada de la generosidad y de los favores otorgados.

Este tipo de liderazgo es inestable porque se basa en un solo individuo, y cuando éste enferma, muere o le abandona la suerte, no existe un método formal de sucesión. Cuando los líderes carismáticos temporales se transforman en jerarquía permanente, tenemos una jefatura, la primera institucionalización del poder. Y es también una institucionalización de la desigualdad: según crece el centro de poder, para la nueva clase dirigente necesita proteger más sus privilegios. Esto se consigue con el uso de la fuerza y con la legitimación de la élite en el poder asociándola con lo sobrenatural, es decir, divinizándola. El uso de la fuerza no crea por sí sola el estado, sino que representa un fracaso temporal en el funcionamiento del estado responsable de asegurar la protección, la redistribución y la coordinación del comercio.

La teoría de Service no es un simple cambio de énfasis con respecto a algunos factores, sino de un cambio en la clase de teoría: el fondo de la cuestión ya no es el medio, sino el nivel cognitivo, es decir, la percepción por la gente de un bienestar creciente; además, Service utiliza modelos basados en la cooperación y en la integración, mientras que para la mayoría de las demás teorías el conflicto y la inestabilidad han sido las condiciones fundamentales para la aparición del estado.

El punto de vista de Service es innovador, pero conflicto e integración no tienen por qué ser excluyentes; todas las sociedades incluyen ambos aspectos, alternativa y simultáneamente, al igual que las sociedades son “materialistas” y “cognitivas” al mismo tiempo.

Teorías de sistemas

La evolución de los estados ya no se explica a partir de un modelo unicausal, aunque las teorías llamadas unicausales (Carniero, Wittfogel, Boserup) son monofocales sólo en el énfasis, y todas incluyen interacciones entre distintos elementos (población, hábitat, tecnología e irrigación). Los modelos sintéticos, como el de Harris, hacen más explícitas estas interrelaciones. Pero todos se basan en que, con ciertas condiciones, causas concretas generan efectos concretos, de forma más o menos secuencial.

El modelo de sistemas se basa en un conjunto de principios derivados de la física y de la biología, que incluyen los mecanismos de feedback negativo y positivo, el elemento desencadenante, los sistemas de autoconservación y autodesarrollo.

El mecanismo de feedback negativo es el proceso mediante el cual un sistema estable minimiza toda alteración de equilibrio: el aumento de la natalidad entre cazadores-recolectores se reequilibra con tasas de mortalidad infantil más altas, siempre que haya peligro de que la población exceda los recursos alimentarios.

El mecanismo de feedback positivo o autorregulación es lo contrario: una pequeña variación puede poner en marcha un proceso de cambio creciente. Si al aumento demográfico se responde con la agricultura intensiva, el resultado será un mayor aumento demográfico, que a su vez generará mayor intensificación, y la espiral seguirá hasta alcanzar un determinado límite.

El impulso desencadenante que propicia el paso de un sistema de feedback negativo a otro positivo puede ser insignificante. Según Kent Flannery, en el valle de Tehuacan, México, los procesos civilizatorios se desencadenaron cuando las bandas nómadas empezaron a cultivar unas pocas plantas silvestres comestibles. Durante generaciones, esto determinó una mayor dependencia de estos alimentos, un estilo de vida más sedentario y aumento demográfico, lo que de nuevo aumentaba la dependencia de las plantas domesticadas. Todo ello acabó obligando a la gente a asentarse en aldeas agrícolas permanentes.

Las sociedades estables se automantienen mediante pequeños ajustes constantes frente a los medios del cambio físico y social. Una vez los procesos de feedback positivo se ponen en marcha, una sociedad llega a autodesarrollarse en la medida en que el aumento demográfico, la intensificación agrícola, la urbanización y la centralización política se nutren entre sí por un proceso constante de causalidad circular.

Con un feedback positivo el más mínimo elemento desencadenante puede a largo plazo provocar un cambio radical a largo plazo. Ya no es necesario que para explicar el estado tengamos que recurrir a una causa de igual gravedad o trascendencia.

Han aparecido diferentes teorías de sistemas en relación con la evolución política. Algunas se centran en el hábitat y en la tecnología y otras en la toma de decisiones. Pero todas tienen en común la idea de que las sociedades responden a la diversidad de circunstancias con la adaptación. La explicación tiende, no a identificar uno o dos motores del cambio que se apliquen a todos los casos, sino a especificar los procesos por los que los sistemas sociales alteran sus estructuras internas como respuesta a las presiones selectivas. “La formación de un estado es una progresión convergente de interacciones, en las que diferentes sistemas preestatales, en respuesta a diferentes determinantes del cambio, se ven obligados, por conflictos que no ofrecen otra salida, a optar por niveles de jerarquización política más complejos” (Ronald Cohen). Un modelo sistémico puede integrar simultáneamente distintas perspectivas que ya no son opuestas: la teoría de la fuerza y la del provecho, el materialismo y lo cognitivo, y el modelo del conflicto y el de la integración.

Éste es el enfoque seguido por Clifford Jolly y Fred Plog en el valle de México; allí el estímulo inicial había sido el aumento demográfico, pero otra presión sobre el sistema de equilibrio hubiera originado cambios significativos. Con esa presión, había varias opciones: reducir la población por medio del infanticidio o de otro medio cultural, dispersar los asentamientos más amplios, migrar hacia nuevas tierras o intensificar la producción agrícola. De todas estas alternativas, sólo la última habría conducido a la formación del estado.

Se puede optar por la intensificación por varias razones: las tierras cultivables pueden estar acotadas y no hay lugar para la dispersión; los agricultores pueden llegar, sin darse cuenta, a la intensificación a través de pequeños avances tecnológicos, como pequeños canales de regadío; la obligación a pagar tributo a un grupo conquistador exigirá aumentar la producción.

Cualquier opción elegida desencadena una espiral de feedback hacia la nucleación, la estratificación, la diferencia y la centralización. La nucleación (vagamente sinónima de urbanización) se hace necesaria para trabajos cooperativos de gran envergadura. A su vez, puesto que la gente se concentra en áreas relativamente pequeñas, se agrava la presión sobre los recursos locales, lo que hace necesaria una mayor intensificación de la producción de alimentos. La estratificación económica aparece cuando técnicas agrícolas más productivas amplifican las pequeñas diferencias del medio, de forma que aquel que tenga mejor tierra cultivable se hará más rico que sus vecinos. Estas fuerzas estimulan también la centralización de la toma de decisiones, dado que la concentración es más eficaz para la planificación de proyectos a gran escala y para la organización de la mano de obra. El cultivo llega a ser más diferenciado a medida que campos enteros se reservan para el monocultivo para aumentar la eficacia de la labranza y de la irrigación. Un excedente de alimentos libera a algunos por completo del trabajo agrícola y posibilita el desarrollo de la especialización artesanal. Finalmente, cada uno de estos factores estimula a los demás.

Este modelo utiliza muchos de los elementos de la teoría unicausal y de la teoría sintética. Pero la diferencia fundamental es que Jolly y Plog son menos específicos con respecto al curso real de los acontecimientos. Los procesos con los que trabajan (nucleación, diferenciación, etc.) son abstractos y las presiones derivan de innumerables procedencias. La sociedad es vista no como una serie de fichas de dominó cayendo una tras otra según un modelo predecible, sino como un sistema flexible y adaptable con constantes ajustes internos frente a las distintas presiones. Estos ajustes modifican el hábitat, lo que a su vez obliga al sistema social a hacer nuevas adaptaciones siguiendo un proceso de autodesarrollo.

El estado primitivo: la evidencia intercultural

En The early State, trabajo colectivo editado por Henri J.M. Claessen y Peter Skalnik, se estudia minuciosamente la formación de diecinueve estados, obviando la distinción entre estado prístino y estado secundario de forma deliberada: se ha dado siempre tanta importancia al desarrollo del estado prístino que se han desestimado los testimonios de la evolución social de otros estados históricos.

Los autores trabajan sobre un amplio espectro de sistemas sociales, dentro de su definición de “el estado primitivo” como “organización sociopolítica centralizada para la normalización de las reclamaciones sociales dentro de una sociedad compleja y estratificada dividida en, por lo menos, dos estratos básicos, o clases sociales incipientes (dominantes y dominados), cuyas relaciones se caracterizan por el dominio político de los primeros y las obligaciones tributarias de los últimos, legitimado todo ello por una ideología común…”.

La definición resume muchos elementos recurrentes hallados en la muestra, y equivale a decir que la estratificación en clases es una característica primaria del estado, pero no es necesariamente su causa, puesto que el acceso diferencial a los recursos materiales puede ser muy anterior al nacimiento del estado. La estratificación social, junto con una economía capaz de producir excedentes sí se considera como prerrequisitos para el surgimiento del estado primitivo.

Cuatro elementos son directamente causales:
  1. el crecimiento demográfico y/o la presión demográfica,
  2. la guerra o el peligro de guerra,
  3. la conquista,
  4. la influencia de estados preexistentes.
Los estados más primitivos parecen haber surgido de una combinación de estos cuatro elementos, en interacción mutua y sin seguir un orden concreto. No se confirma la teoría hidráulica de Wittfogel, pues una dependencia clara de sistemas extensivos de irrigación aparece sólo en menos de la mitad de la muestra. Sin embargo, tanto el modelo de “circunscripción ambiental” de Carniero como la teoría de Boserup sobre la presión demográfica podrían aceptarse, pero sólo si son incorporadas en algún tipo de modelo sistémico donde estos factores aparezcan no como causas primarias, sino como elementos en interacción con otros muchos elementos más (véase tabla).

Las conclusiones sobre la génesis de esta forma de organización política son algo prosaicas, dice Lewellen. A medida que el alcance de la teoría se amplía de los estados prístinos a los numerosos sistemas clasificables como “estados primitivos”, debería darse un descenso en el número de generalizaciones válidas para toda la muestra, además de la probable y poderosa influencia de los estados preexistentes.

Se han hecho progresos, continúa Lewellen. Ya no se busca una única causa dominante y destacan las teorías de interacción sistémica de muchas causas. Sin embargo, estas teorías no hacen más que combinar fuerzas y procesos conocidos ya hace mucho tiempo y nos preguntamos si han aportado en realidad gran cosa. Los teóricos del modelo sistémico han llevado el modelo de la evolución del estado a un grado de abstracción tal que ya no resulta fácil encontrar excepciones para cada generalización.

Frente a esta pérdida de especificidad, no debemos olvidar que hablamos de seres humanos reales, que viven, luchan, mueren, y se esfuerzan en ser dueños de su propio destino. Las generalizaciones deben reservarse para las excavaciones arqueológicas. La teoría, dice Lewellen, debe mantener una posición intermedia en la antropología, porque en última instancia todo empieza y acaba con la realidad.

TIPOLOGÍA Y CARACTERÍSTICAS DE 21 ESTADOS PRIMITIVOS. CLAESSEN Y SKALNIK.


Incipientes Típicos De transición
Ejemplos (y periodo que abarca la muestra) Ankole (Uganda) 1650-1900 d.C. Hawai 1700-1850 d.C. Noruega 900-1100 d.C. Tahití 1700-1800 d.C. Volta (Alto Volta y Ghana) 1400-1900 d.C. Zande (Sudán) 1750-1850 d.C. Angkor (Camboya) 1150-1300 d.C. Axum (Etiopía) 25-625 d.C. Egipto 2950-2500 a.C. Incas (Perú) 1425-1532 d.C. Mongolia 1200-1325 d.C. Kachari (India) 1800 d.C. Seythia (Ucrania) 400-725 d.C. Yoruba (Nigeria) 1400-1900 d.C. Aztecas (México) 1425-1521 d.C. China 250 aC-225 d.C. Francia 900-110 d.C. Jimma (Etiopía) 1825 d.C. Kuba (Zaire) 1850-1900 d.C. Maurya (India) 1100-1275 d.C.
Comercio y mercados De importancia limitada Desarrollados a nivel supralocal Plenamente desarrollados y de gran importancia
Forma de sucesión a los cargos políticos Predominantemente hereditaria Hereditaria y por designación Por designación principalmente
Posesión de la tierra Propiedad privada casi inexistente. Principalmente propiedad comunal de tierra y ganado Propiedad privada de la tierra limitada, en contraste con creciente propiedad del Estado Propiedad privada de la tierra importante tanto para la aristocracia como para el pueblo llano
Sistema jurídico Sin leyes ni castigos codificados. Sin jueces formales especializados Incipiente codificación de leyes y castigos. Jueves formales y funcionarios generales (no especializados) que dictan sentencias Leyes y castigos plenamente codificados. Administración de justicia en manos de jueces formales
Impuestos Tributación voluntaria irregular y prestaciones en trabajos ocasionales Tributación periódica. Obras importantes llevadas a cabo gracias al trabajo obligatorio Sistema de impuestos bien definido con burocracia compleja para asegurar una liquidez continua

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