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Hombre Pobre, Hombre Rico, Gran Hombre, Jefe: Tipos Políticos En Melanesia Y Polinesia. Marshall Sahlins.

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Los pueblos nativos de las islas del pacífico sin saberlo ofrecen a los antropólogos un generoso regalo científico: una extensa serie de experimentos en la adaptación cultural y el desarrollo evolutivo. Han comprimido sus instituciones dentro de los límites de los estériles atolones de coral, las han expandido en las islas volcánicas; con los medios que le han dado la historia han creado culturas adaptadas a los desiertos de Australia, a las montañas y cálidas costas de Nueva Guinea, a las lluviosas selvas de las islas Salomón.

En el Pacífico sur y este, dos contrastadas áreas culturales han despertado durante mucho tiempo el interés antropológico: Melanesia, incluyendo Nueva Guinea, las Bismark, las Salomón, y los grupos de isla al este de Fidji y Polinesia, en su mayor parte formada por la constelación triangular de tierras situadas entre Nueva Zelanda, la isla de Pascua y las islas Hawai. En y alrededor de Fidji, Melanesia y Polinesia se combinan culturalmente pero presentando amplios contrastes en varios aspectos: religión, arte, grupos de parentesco y relaciones económicas y políticas.

Melanesia y Polinesia son regiones agrícolas en las que muchos de sus productos como el ñame, el taro, el mango, los plátanos y los cocos, han sido cultivados durante mucho tiempo con técnicas muy similares. El contraste entre la desarrollada política polinesia y la subdesarrollada melanesia llama inmediatamente la atención por las diferencias de escala. Paralelamente a tales diferencias graduales de tamaño en la esfera política, hay diferencias en la extensión territorial: desde unas cuantas millas cuadradas en Melanesia occidental, hasta centenas de millas cuadradas en Polinesia.

Melanesia presenta un gran despliegue de formas sociopolíticas: la organización política está basada en los grupos de descendencia patrilineal en unos sitios, en otros en los grupos cognaticios, en el reclutamiento de las casas-club de los hombres, integrados por miembros en la vecindad en una sociedad secreta ceremonial, o quizás en alguna otra combinación de estos principios estructurales. Aún así puede percibirse un plan general. La tribu característica de Melanesia occidental, es decir, la entidad étnico-cultural, consiste en muchos grupos autónomos de parentesco residencial, cada uno de estos es una copia de los otros en cuanto a su organización, cada uno tiende a ser económicamente autoadministrado, y cada uno es igual a los demás en el estatus político. El esquema tribal es de segmentos políticamente no integrados: segmental.

Sin embargo la geometría política de Polinesia es piramidal. Las unidades más pequeñas se integran en mayores por medio de un sistema de jerarquía entre los grupos y la malla de jefes representativos de las subdivisiones llega a formar una estructura política y coordinadora. Así en vez del esquema melanesio de bloques políticos iguales, pequeños y separados, el sistema político polinesio ofrece una extensa pirámide de grupos, coronados por la familia, debajo de un jefe supremo. El linaje jerárquico polinesio es el mismo que el llamado sistema obok, ampliamente distribuido en Asia Central, y que al menos es análogo al clan escocés, al clan chino, a ciertos sistemas de linaje de los bantús de África central. La jerarquía de los miembros de la misma unidad de descendencia viene determinada por la distancia genealógica al antepasado común.

Otro avance político polinesio es la actuación histórica. Casi todos los pueblos indígenas del Pacífico sur ofrecieron resistencia a la intensa presión cultural europea durante los s. XVIII y XIX, desarrollando Estados controlados por los nativos, estos estados con gobierno y leyes públicas, con monarcas e impuestos, ministros y validos, son testimonio del genio político de los nativos polinesios, del nivel y el potencial de los logros políticos indígenas.

Dentro de las diferencias entre P. y M. está la calidad del liderazgo. El gran-hombre aparece en los lugares subdesarrollados de Melanesia, y otro tipo de jefe (propiamente dicho) está asociado con el avance polinesio. Estos son tipos de jefes sociológicos distintos, por los divergentes contextos sociales en los que operan, pero sobre toda por la distinta personalidad:
  • El gran hombre melanesio aparece como un burgués, combina un ostensible interés por bienestar general, una medida más profunda de astucia y cálculo económico dirigidos hacia sus propios intereses. Su mirada se fija en sus propios fines.
  • La caricatura del jefe polinesio es más feudal que capitalista, su porte es casi regio. En todas y cada una de sus actuaciones hay un despliegue de los refinamientos de su educación, y tiene un incontestable derecho de mando. Con su posición, no tanto producto del esfuerzo personal como del don social, puede permitirse ser, y de hecho es, todo un jefe.
Los hombres-grandes no acceden al cargo. La adquisición del estatus es más bien el resultado de una serie de actos que elevan a una persona sobre el común de los mortales y atraen a su alrededor un coro de hombres leales y de menor rango. Es más como una posición reconocida en las relaciones interpersonales. En las sociedades melanesias la política es un politiqueo personal y tanto el tamaño de la facción de un líder como la extensión de su fama son determinadas por competición con otros hombres ambiciosos. La fama y el rango tribal se desarrollan por medio de grandes donaciones públicas costeadas por el líder en auge. La construcción de la facción es verdaderamente obra del gran-hombre melanesio. Es esencial establecer unas relaciones de lealtad y obligación por parte de un cierto nº de personas de modo que su producción pueda ser movilizada para la producción externa que fomenta la fama. Cuanto mayor es la facción (seguidores del gran-hombre) mayor es la fama. El líder incipiente incorpora a su familia “descarriados” de distinto tipo de personas sin apoyo familiar propio, tales como viudas y huérfanos. Las mujeres adicionales son especialmente útiles, porque cuanta más mujeres tengan más cerdos tendrán (son las responsables de criar a los cerdos). Aunque a corto plazo parezca que sus intereses son personales, objetivamente a largo plazo el líder actúa para promover intereses sociales. La mera creación de una facción necesita tiempo y esfuerzo, y el mantenerla, más esfuerzo aún. El sistema político basado en el gran-hombre es generalmente inestable más allá del corto plazo: en su superestructura es un flujo de líderes incipientes y en decadencia, en su infraestructura un flujo de facciones que se amplían y se contraen. La historia de la antropología no registra sólo casos de trapacerías por parte de los grandes-hombres y de privación de la facción a favor de su fama, sino también algunos de enrarecimiento de las relaciones sociales con sus seguidores: la generación de antagonismos, deserciones y en casos extremos, la liquidación violenta del hombre-centro.

La división entre pequeños sectores políticos internos y mayores externos, en la que se basan todas las políticas de gran-hombre, fue suprimida en Polinesia gracias a la implantación de una jefatura general que actúa de centro. El nexo de la jefatura polinesia se convirtió en un extenso conjunto de cargos, en una pirámide de jefes más altos y de menor rango, que mantenían un dominio sobre secciones mayores y menores del cuerpo político. Tanto el jefe supremo central, como los jefes que controlaban parte de una jefatura, eran verdaderos poseedores de cargos y títulos. No eran como los grandes-hombres melanesios, pescadores de hombres: mantenían posiciones de autoridad sobre grupos permanentes. No construían posiciones en la sociedad, sino que estaban instalados en posiciones sociales. El poder residía en el cargo, no lo formaba la demostración de la superioridad personal. El linaje principal gobernaba en virtud de sus relaciones genealógicas con la divinidad, y los jefes eran sucedidos por los primogénitos, que llevaban en la sangre los atributos del liderazgo. En Polinesia las personas de alto cargo y rango eran ipso facto líderes. Mientras que un jefe melanesio tenía que dominar la oratoria, los jefes supremos polinesios solían tener “jefes hablantes” que hablaban por ellos. Además poseían privilegios que les concedían mayores reservas de poder que el que tendría jamás cualquier gran hombre melanesio. Señor de su pueblo y propietario de los recursos del grupo, los jefes polinesios tenían derecho a solicitar el trabajo y producto agrícola de los hogares comprendidos dentro de sus dominios. Por medio del tabú, el jefe dirige el desarrollo de la producción de una forma general. Los fondos polinesios de poder permitieron una mayor regulación política y una mayor gama de actividades sociales en mayor escala. Pero una jefatura bien desarrollada crea en su interior la resbaladiza paradoja de almacenar rebelión al hacer acopio de autoridad. En Hawai y otras islas las grandes jefaturas se fragmentaban periódicamente en otras más pequeñas, y luego eran reconstituidas de nuevo.

En Polinesia, como en Melanesia, la evolución política sufre eventualmente un cortocircuito por unas sobrecargadas relaciones entre los líderes y el pueblo. La tragedia polinesia sin embargo, ha sido opuesta a la melanesia. En Polinesia el hecho evolutivo fue marcado por la exacción sobre la población en general a favor de la facción del jefe; en melanesia por la exacción sobre la facción del gran-hombre a favor de la distribución entre la población en general.

Y lo que es más importante, el techo polinesio era más alto. Los grandes-hombres melanesios y los jefes polinesios no sólo reflejan diferentes variaciones y niveles en la evolución política, sino que también muestran en diferentes grados la capacidad de generar y mantener el progreso político.

El éxito de cualquier organización política primitiva se decide en el control que puede mantener sobre las economías familiares. El mayor potencial de la jefatura polinesia reside precisamente en la mayor presión que puede ejercer sobre la producción familiar, en su capacidad tanto de generar un excedente como de apartarlo de la familia y basar sobre él una más amplia división del trabajo, una mayor cooperación y acciones militares y ceremoniales más masivas.

Un recorrido por las políticas primitivas sugiere la más fructífera concepción de que los logros de los desarrollos políticos provienen más de la sociedad que de los individuos, y que también los fallos son de estructura, no de los hombres.
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