“La política es al hombre como la forma al contenido; envuelve sus deseos, individuales y colectivos, y les da hechura en el proceso de lograr del mundo social, cultural y físico en el que éste vive algún grado de satisfacción. Es de dicha forma, sin la cual la vida social sería imposible, de lo que se ocupa la antropología política”.
Primeras aproximaciones a la política comparada
Para explicar el origen de la política, occidente frecuentemente recurre a recurrir a la voluntad divina o a la costumbre (“siempre fue así”). Con estas explicaciones, se deslegitima al resto de formas políticas no occidentales ( = etnocentrismo). Pero existe otra perspectiva, también etnocéntrica, para deslegitimar aún más las formas de gobierno no occidentales: el hombre, según nuestra posición teológica, es malo por naturaleza y es el “contrato social” (el pacto por el que los ciudadanos pierden libertad a cambio de seguridad y otras cosas que les darán los gobernantes) el que refrena la maldad innata humana, si el resto de culturas no poseen este contrato, si los hombres ejercen su libre albedrío, se deduce que eso no es bueno y debe ser cambiado (la ausencia de civilización, el “estado de naturaleza”)[1].
Pero la ideología occidental, aunque de manera minoritaria, también tiene otra visión, contraria a la anterior => la de que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Tras esta idea del “buen salvaje”[2] subyacen propósitos de crítica social y reforma social contemporánea.
Ambas explicaciones asumen que la política debe analizarse comparativamente y que la moralidad es la esencia de la existencia sociopolítica. Lo cual resulta simplista y moralista.
La posición que se convirtió en dominante para la antropología política fue la del empirismo y el estudio comparativo[3], basándose en el presupuesto de que la variabilidad debe ser explicada por referencia a una multitud de fuerzas sociales, ambientales, políticas, psicológicas y económicas, y no por la naturaleza moral del hombre.
La visión simplista y moralista perdió credibilidad en el siglo XIX, con el conocimiento más profundo de pueblos no occidentales, llegándose a decir que: “los moralistas no conocían al hombre no occidental en absoluto, y que por ello lo habían inventado para que sirviera a sus propios propósitos”.
La aproximación empírica es modesta y simple => existen diferencias entre los hombres en el modo de ordenar sus vidas, y nuestro trabajo es tratar de comprender y explicar tales diferencias. Los antropólogos políticos difieren en sus formas de explicación, sus intentos de definir unidades de análisis y el alcance de sus estudios, pero en última instancia todos comparten el deseo, no de ilustrar un principio moral, sino de comprender la variedad empírica de las instituciones y los comportamientos políticos.
Variedades de antropología política
Evolucionistas del siglo XIX
El darwinismo transformó la manera de ver los sistemas políticos en occidente, que pasaron a observarse desde una perspectiva evolutiva (como todo lo demás). No se estudiaba la política en sí misma sino como una parte del “todo evolutivo”. Pero si la política formaba parte del “todo evolutivo”, debía corresponderse el grado de evolución política con el de todos los demás rasgos sociales y no siempre todo ajustaba bien.
No obstante, aún hoy es útil la idea, creada en este momento, de que los sistemas políticos se desarrollaron unos a partir de los otros.
Funcionalistas
Cuando el trabajo de campo comenzó a producir descripciones más numerosas y detalladas de otras culturas, los antropólogos se volvieron al funcionalismo como solución.
“El funcionalismo es el intento de estudiar los fenómenos sobre la base de categorías generales de actividad que deben ser llevadas a cabo si es que dichos fenómenos han de sobrevivir”.
Los funcionalistas se interesan por la sociedad total. La política es una variedad más de entre las categorías funcionales de análisis sobre las cuales se basaban sus explicaciones holísticas de las sociedades => “se veía la organización política como un rasgo importante que ayudaba a mantener el orden social. Pero el problema central del análisis era la sociedad y su cultura. La política era una categoría independiente, lo mismo que la religión o el parentesco; ayudaba a explicar la sociedad, pero la política en sí misma no tenía interés de forma separada”.
Lowie[4] contradice el funcionalismo imperante, convirtiéndose, en varios aspectos, en el fundador de la antropología política contemporánea, puesto que hizo uso de las instituciones políticas como problema de investigación.
Primeros estructuralistas
El funcionalismo afirma que la unidad es el fenómeno en conjunto (la cultura completa) y las partes de la unidad son las categorías funcionales (parentesco, religión, política…). El estructuralismo sería ir un paso más allá y estudiar la relación de las partes entre sí y las condiciones bajo las cuales éstas se mantienen y cambian en direcciones predecibles.
El primer intento serio de realizar un análisis estructural y de definir el campo de la antropología política fue el trabajo contenido en African Political Systems (Fortes y Evans-Pritchard, 1940). Pero las diferencias estructurales aisladas analizadas en este libro eran de naturaleza tan gruesa que fue necesario ir restringiendo las comparaciones => Tribes Without Rulers (Middleton y Tait, 1958) se limita a sociedades acéfalas africanas.
Radcliffe-Brown, en 1940, estableció un modelo de análisis político que se convirtió en la línea teórica básica para los investigadores en este campo => “la política es primariamente acción social en torno al mantenimiento del orden, el uso legítimo de la violencia y la ocupación de un territorio. El trabajo del antropólogo consiste en detectar aquellas acciones y roles que tratan con esas funciones, mostrar cómo se hallan interrelacionadas en un sistema político, e indicar entonces cómo esa estructura de roles funciona en la vida social de la gente”.
Pero este tipo de análisis arroja luz sobre la teoría, sobre cómo debería funcionar la política, no sobre la realidad. Es como estudiar la política de un país occidental basándose únicamente en la constitución. Sólo se explica el sistema, no cómo opera ni cómo se desarrolló.
Conflictos, acontecimientos y conductismo
Gluckman (1963) representó el primer desafío al temprano estructuralismo introduciendo el conflicto en los sistemas políticos no occidentales. El conflicto ayuda a que el sistema se mantenga. El resultado de su teoría es la idea –infundada- de que el conflicto no es un motor de cambio, sino un mecanismo de equilibrio.
Pero Gluckman también representó otro desafío al estructuralismo, éste más importante => afirma que el etnógrafo no debe centrar su atención en el parentesco, la política o la religión, sino en acontecimientos concretos, situaciones, en los que la estructura es una variable más ( = idea conductista).
Seguidores de Gluckman, como Turner y Swartz, fueron aún más lejos, convirtiendo el análisis situacional en un modo de tipología y descripción teórica de acontecimientos.
El principal problema del análisis situacional es que no genera hipótesis generales, lo que no ayuda a la perspectiva comparativa. Además, tampoco permite el estudio de sociedades desaparecidas.
Un desarrollo interesante de la aproximación conductual en antropología política ha sido el intento de fijar la atención en agrupamientos políticos no institucionalizados. Ejemplo de ello ha sido la investigación sobre facciones (Firth), pero los autores no se ponen de acuerdo sobre si las facciones contribuyen o no al orden social.
Llevada a su extremo, la posición conductista reduce la política al estudio de “estratagemas y botines de guerra” (Bailey). El porqué los sistemas políticos difieren unos de otros se deja sin plantear, porque lo que se estudia es al hombre actuando para ganar el juego.
Neoestructuralistas
Para los estructuralistas contemporáneos el proceso no es visto como el funcionamiento de la estructura, sino como un resultado complejo de muchas facetas de sistemas socioculturales, económicos, políticos y psicológicos, que condicionan la acción política.
Los estructuralistas consideran la estructura (las reglas que gobiernan el comportamiento político) como un medio de clasificar los sistemas políticos existentes en un conjunto finito de clases. El punto débil de esta idea es que, aunque los sistemas políticos puedan diferir de manera significativa, el hombre político puede ser esencialmente el mismo en todos ellos (idea conductista).
Otra debilidad de la aproximación estructural es su aparente falta de profundidad temporal. Esto es más cierto para los primeros estructuralistas que para los contemporáneos.
El punto fuerte del estructuralismo consiste en que dota a la antropología política de una auténtica tabla periódica de sistemas políticos.
La visión neoestructuralista de la política
La visión neoestructuralista de la política presupone que la actividad política es una parte de toda relación social. Así, la política puede ser estudiada en cualquier parte (en la religión, la economía, la familia, etc.). El sistema de autoridad que incluye a todas las organizaciones es el gobierno o el sistema político.
La autoridad es el derecho reconocido de los superiores para asignar valores escasos. La autoridad es poder legitimado, al que ningún individuo o grupo se resiste con éxito. El derecho a ejercer el poder se protege con sanciones a los presuntos usurpadores. Cuando la autoridad es el resultado del conjunto de logros personales y está abierta, sobre una base competitiva, a todos los miembros de la sociedad, estamos hablando de sociedades igualitarias.
Pero las relaciones de autoridad no tienen por qué mantenerse de forma estable o equilibrada. La autoridad puede incrementarse o disminuir, debido a sus propios actos, a los de los superiores o a los de los subordinados.
El poder es la capacidad para influir sobre la acción valorada. La influencia es la capacidad de un actor para hacer realizar sus deseos cuando éstos difieren de lo que otros estiman deseable. El poder no puede ser contenido en una estructura de autoridad, puesto que cualquiera, no importa cuál sea su posición en el sistema, puede tratar de obtener más poder de lo que es legítimo bajo la estructura de autoridad –los principios constitucionales por ejemplo-. Observaciones procedentes de muchos sistemas conducen a pensar que hay un impulso básico por el poder, el cual sirve, a modo de combustible, para poner en acción la estructura política.
El poder está estrechamente relacionado con la estratificación social. Aquellos atributos que elevan a las personas a ojos de sus compañeros son valores, y la gente de alto estatus tiene ipso facto más control e influencia sobre dichos valores que los demás. La persona que puntúa alto en los elementos de estatus (riqueza, fuerza física…) debe tener poder para alcanzar tal estatus, y tiene poder porque está arriba en la escala de estatus, esto es, porque, en opinión de otros, controla más un recurso escaso que otras personas.
El poder varía con las habilidades políticas de los actores.
La estructura de autoridad y la estructura de poder son órdenes de fenómenos sociales muy distintos. La estructura de autoridad es la relación que mantienen los aspectos de autoridad de los conjuntos de roles dentro de una sociedad. Sin embargo, según desplazamos la discusión al tema del poder, la posibilidad de estructuración se vuelve mucho más amorfa y difícil. Quizá se debería hablar de estructuras de autoridad formal e informal más que de una estructura de poder (lo cual puede ser en sí mismo una contradicción dada la amorfa naturaleza del poder en los asuntos humanos).
El proceso político
El neoestructuralista ve el dominio político como una ramificación del funcionamiento de las estructuras de autoridad.
Smith ve el proceso político como un derivado de la tensión y la interacción de fuerzas entre política y administración.
El propio autor (siguiendo a Smith) considera el proceso político como algo que surge de la relación del poder con la autoridad.
Pero el proceso político no es simplemente una relación abstracta entre el poder y la autoridad. Como resultado de su relación, podemos observar programas y conductas que se incluyen dentro de la categoría comportamental de decisión. Las decisiones son elecciones entre varias alternativas posibles. Toda estructura política tiene que enfrentarse a demandas, pero la forma en que las maneja ayuda a determinar sus diferencias con respecto a otras estructuras de autoridad.
Hay dos tipos de decisiones políticas:
El sistema político en sí mismo puede ser contemplado funcionando en un entorno interorganizativo en el cual conjuntos de autoridad guardan relaciones unos con otros.
La fuerza del análisis neoestructural en antropología política reside en su abordaje programático de la materia, capaz de producir añadidos sistemáticos al conocimiento del dominio político de la sociedad. El principal problema reside en que la política tiene una cualidad situacional susceptible de ser pasada por alto por los estructuralistas. La solución que el autor propone es añadir elementos conductuales (habilidades políticas, toma de decisiones, socialización, etc.) al modelo estructural con el fin de abarcar la estructura y el comportamiento en una misma concepción generalizada de la política que explique el funcionamiento del sistema en el tiempo. No obstante, esta solución genera numerosos interrogantes, que pueden constituir puntos a investigar en el futuro.
Tipos de organización política (polities)
Como se ha visto, la posición neoestructuralista requiere el establecimiento de una tabla periódica de los sistemas políticos, de modo que el rango completo de su varianza pueda ser examinado. Pero una taxonomía no es una teoría.
[1] Esta idea está representada por Hobbes.
[2] Idea representada por Pousseau y Engels.
[3] Esta postura también se remonta muy lejos en el tiempo, estando representada por Aristóteles, Ibn Khaldun y Montesquieu.
[4] Lowie, R.H. The Origin of the State (1927).
Primeras aproximaciones a la política comparada
Para explicar el origen de la política, occidente frecuentemente recurre a recurrir a la voluntad divina o a la costumbre (“siempre fue así”). Con estas explicaciones, se deslegitima al resto de formas políticas no occidentales ( = etnocentrismo). Pero existe otra perspectiva, también etnocéntrica, para deslegitimar aún más las formas de gobierno no occidentales: el hombre, según nuestra posición teológica, es malo por naturaleza y es el “contrato social” (el pacto por el que los ciudadanos pierden libertad a cambio de seguridad y otras cosas que les darán los gobernantes) el que refrena la maldad innata humana, si el resto de culturas no poseen este contrato, si los hombres ejercen su libre albedrío, se deduce que eso no es bueno y debe ser cambiado (la ausencia de civilización, el “estado de naturaleza”)[1].
Pero la ideología occidental, aunque de manera minoritaria, también tiene otra visión, contraria a la anterior => la de que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Tras esta idea del “buen salvaje”[2] subyacen propósitos de crítica social y reforma social contemporánea.
Ambas explicaciones asumen que la política debe analizarse comparativamente y que la moralidad es la esencia de la existencia sociopolítica. Lo cual resulta simplista y moralista.
La posición que se convirtió en dominante para la antropología política fue la del empirismo y el estudio comparativo[3], basándose en el presupuesto de que la variabilidad debe ser explicada por referencia a una multitud de fuerzas sociales, ambientales, políticas, psicológicas y económicas, y no por la naturaleza moral del hombre.
La visión simplista y moralista perdió credibilidad en el siglo XIX, con el conocimiento más profundo de pueblos no occidentales, llegándose a decir que: “los moralistas no conocían al hombre no occidental en absoluto, y que por ello lo habían inventado para que sirviera a sus propios propósitos”.
La aproximación empírica es modesta y simple => existen diferencias entre los hombres en el modo de ordenar sus vidas, y nuestro trabajo es tratar de comprender y explicar tales diferencias. Los antropólogos políticos difieren en sus formas de explicación, sus intentos de definir unidades de análisis y el alcance de sus estudios, pero en última instancia todos comparten el deseo, no de ilustrar un principio moral, sino de comprender la variedad empírica de las instituciones y los comportamientos políticos.
Variedades de antropología política
Evolucionistas del siglo XIX
El darwinismo transformó la manera de ver los sistemas políticos en occidente, que pasaron a observarse desde una perspectiva evolutiva (como todo lo demás). No se estudiaba la política en sí misma sino como una parte del “todo evolutivo”. Pero si la política formaba parte del “todo evolutivo”, debía corresponderse el grado de evolución política con el de todos los demás rasgos sociales y no siempre todo ajustaba bien.
No obstante, aún hoy es útil la idea, creada en este momento, de que los sistemas políticos se desarrollaron unos a partir de los otros.
Funcionalistas
Cuando el trabajo de campo comenzó a producir descripciones más numerosas y detalladas de otras culturas, los antropólogos se volvieron al funcionalismo como solución.
“El funcionalismo es el intento de estudiar los fenómenos sobre la base de categorías generales de actividad que deben ser llevadas a cabo si es que dichos fenómenos han de sobrevivir”.
Los funcionalistas se interesan por la sociedad total. La política es una variedad más de entre las categorías funcionales de análisis sobre las cuales se basaban sus explicaciones holísticas de las sociedades => “se veía la organización política como un rasgo importante que ayudaba a mantener el orden social. Pero el problema central del análisis era la sociedad y su cultura. La política era una categoría independiente, lo mismo que la religión o el parentesco; ayudaba a explicar la sociedad, pero la política en sí misma no tenía interés de forma separada”.
Lowie[4] contradice el funcionalismo imperante, convirtiéndose, en varios aspectos, en el fundador de la antropología política contemporánea, puesto que hizo uso de las instituciones políticas como problema de investigación.
Primeros estructuralistas
El funcionalismo afirma que la unidad es el fenómeno en conjunto (la cultura completa) y las partes de la unidad son las categorías funcionales (parentesco, religión, política…). El estructuralismo sería ir un paso más allá y estudiar la relación de las partes entre sí y las condiciones bajo las cuales éstas se mantienen y cambian en direcciones predecibles.
El primer intento serio de realizar un análisis estructural y de definir el campo de la antropología política fue el trabajo contenido en African Political Systems (Fortes y Evans-Pritchard, 1940). Pero las diferencias estructurales aisladas analizadas en este libro eran de naturaleza tan gruesa que fue necesario ir restringiendo las comparaciones => Tribes Without Rulers (Middleton y Tait, 1958) se limita a sociedades acéfalas africanas.
Radcliffe-Brown, en 1940, estableció un modelo de análisis político que se convirtió en la línea teórica básica para los investigadores en este campo => “la política es primariamente acción social en torno al mantenimiento del orden, el uso legítimo de la violencia y la ocupación de un territorio. El trabajo del antropólogo consiste en detectar aquellas acciones y roles que tratan con esas funciones, mostrar cómo se hallan interrelacionadas en un sistema político, e indicar entonces cómo esa estructura de roles funciona en la vida social de la gente”.
Pero este tipo de análisis arroja luz sobre la teoría, sobre cómo debería funcionar la política, no sobre la realidad. Es como estudiar la política de un país occidental basándose únicamente en la constitución. Sólo se explica el sistema, no cómo opera ni cómo se desarrolló.
Conflictos, acontecimientos y conductismo
Gluckman (1963) representó el primer desafío al temprano estructuralismo introduciendo el conflicto en los sistemas políticos no occidentales. El conflicto ayuda a que el sistema se mantenga. El resultado de su teoría es la idea –infundada- de que el conflicto no es un motor de cambio, sino un mecanismo de equilibrio.
Pero Gluckman también representó otro desafío al estructuralismo, éste más importante => afirma que el etnógrafo no debe centrar su atención en el parentesco, la política o la religión, sino en acontecimientos concretos, situaciones, en los que la estructura es una variable más ( = idea conductista).
Seguidores de Gluckman, como Turner y Swartz, fueron aún más lejos, convirtiendo el análisis situacional en un modo de tipología y descripción teórica de acontecimientos.
El principal problema del análisis situacional es que no genera hipótesis generales, lo que no ayuda a la perspectiva comparativa. Además, tampoco permite el estudio de sociedades desaparecidas.
Un desarrollo interesante de la aproximación conductual en antropología política ha sido el intento de fijar la atención en agrupamientos políticos no institucionalizados. Ejemplo de ello ha sido la investigación sobre facciones (Firth), pero los autores no se ponen de acuerdo sobre si las facciones contribuyen o no al orden social.
Llevada a su extremo, la posición conductista reduce la política al estudio de “estratagemas y botines de guerra” (Bailey). El porqué los sistemas políticos difieren unos de otros se deja sin plantear, porque lo que se estudia es al hombre actuando para ganar el juego.
Neoestructuralistas
Para los estructuralistas contemporáneos el proceso no es visto como el funcionamiento de la estructura, sino como un resultado complejo de muchas facetas de sistemas socioculturales, económicos, políticos y psicológicos, que condicionan la acción política.
Los estructuralistas consideran la estructura (las reglas que gobiernan el comportamiento político) como un medio de clasificar los sistemas políticos existentes en un conjunto finito de clases. El punto débil de esta idea es que, aunque los sistemas políticos puedan diferir de manera significativa, el hombre político puede ser esencialmente el mismo en todos ellos (idea conductista).
Otra debilidad de la aproximación estructural es su aparente falta de profundidad temporal. Esto es más cierto para los primeros estructuralistas que para los contemporáneos.
El punto fuerte del estructuralismo consiste en que dota a la antropología política de una auténtica tabla periódica de sistemas políticos.
La visión neoestructuralista de la política
La visión neoestructuralista de la política presupone que la actividad política es una parte de toda relación social. Así, la política puede ser estudiada en cualquier parte (en la religión, la economía, la familia, etc.). El sistema de autoridad que incluye a todas las organizaciones es el gobierno o el sistema político.
La autoridad es el derecho reconocido de los superiores para asignar valores escasos. La autoridad es poder legitimado, al que ningún individuo o grupo se resiste con éxito. El derecho a ejercer el poder se protege con sanciones a los presuntos usurpadores. Cuando la autoridad es el resultado del conjunto de logros personales y está abierta, sobre una base competitiva, a todos los miembros de la sociedad, estamos hablando de sociedades igualitarias.
Pero las relaciones de autoridad no tienen por qué mantenerse de forma estable o equilibrada. La autoridad puede incrementarse o disminuir, debido a sus propios actos, a los de los superiores o a los de los subordinados.
El poder es la capacidad para influir sobre la acción valorada. La influencia es la capacidad de un actor para hacer realizar sus deseos cuando éstos difieren de lo que otros estiman deseable. El poder no puede ser contenido en una estructura de autoridad, puesto que cualquiera, no importa cuál sea su posición en el sistema, puede tratar de obtener más poder de lo que es legítimo bajo la estructura de autoridad –los principios constitucionales por ejemplo-. Observaciones procedentes de muchos sistemas conducen a pensar que hay un impulso básico por el poder, el cual sirve, a modo de combustible, para poner en acción la estructura política.
El poder está estrechamente relacionado con la estratificación social. Aquellos atributos que elevan a las personas a ojos de sus compañeros son valores, y la gente de alto estatus tiene ipso facto más control e influencia sobre dichos valores que los demás. La persona que puntúa alto en los elementos de estatus (riqueza, fuerza física…) debe tener poder para alcanzar tal estatus, y tiene poder porque está arriba en la escala de estatus, esto es, porque, en opinión de otros, controla más un recurso escaso que otras personas.
El poder varía con las habilidades políticas de los actores.
La estructura de autoridad y la estructura de poder son órdenes de fenómenos sociales muy distintos. La estructura de autoridad es la relación que mantienen los aspectos de autoridad de los conjuntos de roles dentro de una sociedad. Sin embargo, según desplazamos la discusión al tema del poder, la posibilidad de estructuración se vuelve mucho más amorfa y difícil. Quizá se debería hablar de estructuras de autoridad formal e informal más que de una estructura de poder (lo cual puede ser en sí mismo una contradicción dada la amorfa naturaleza del poder en los asuntos humanos).
El proceso político
El neoestructuralista ve el dominio político como una ramificación del funcionamiento de las estructuras de autoridad.
Smith ve el proceso político como un derivado de la tensión y la interacción de fuerzas entre política y administración.
El propio autor (siguiendo a Smith) considera el proceso político como algo que surge de la relación del poder con la autoridad.
Pero el proceso político no es simplemente una relación abstracta entre el poder y la autoridad. Como resultado de su relación, podemos observar programas y conductas que se incluyen dentro de la categoría comportamental de decisión. Las decisiones son elecciones entre varias alternativas posibles. Toda estructura política tiene que enfrentarse a demandas, pero la forma en que las maneja ayuda a determinar sus diferencias con respecto a otras estructuras de autoridad.
Hay dos tipos de decisiones políticas:
- la rutina => decisiones ordinarias. Constituyen la mayoría.
- las decisiones de crisis => implican intereses vitales de personas o grupos. En ella la sociedad se moviliza al completo. En ellas sale a la luz el proceso político, haciéndose accesible a la investigación.
El sistema político en sí mismo puede ser contemplado funcionando en un entorno interorganizativo en el cual conjuntos de autoridad guardan relaciones unos con otros.
La fuerza del análisis neoestructural en antropología política reside en su abordaje programático de la materia, capaz de producir añadidos sistemáticos al conocimiento del dominio político de la sociedad. El principal problema reside en que la política tiene una cualidad situacional susceptible de ser pasada por alto por los estructuralistas. La solución que el autor propone es añadir elementos conductuales (habilidades políticas, toma de decisiones, socialización, etc.) al modelo estructural con el fin de abarcar la estructura y el comportamiento en una misma concepción generalizada de la política que explique el funcionamiento del sistema en el tiempo. No obstante, esta solución genera numerosos interrogantes, que pueden constituir puntos a investigar en el futuro.
Tipos de organización política (polities)
Como se ha visto, la posición neoestructuralista requiere el establecimiento de una tabla periódica de los sistemas políticos, de modo que el rango completo de su varianza pueda ser examinado. Pero una taxonomía no es una teoría.
- Organizaciones en bandas => el suministro de alimentos disponible para el grupo hace variar la densidad de población, el tamaño de la banda y la magnitud de la actividad política suprafamiliar. La unidad familiar es autosuficiente excepto para obtener mujeres. La familia es la unidad política primaria. Las destrezas individuales es lo que se valora políticamente.
- Organizaciones agrícolas o neolíticas => aparece con el cultivo una mayor varianza entre tipos de sistemas políticos. En el nivel neolítico hay muchas soluciones diferentes a los problemas sociopolíticos creados por los avances en la tecnología. El problema básico era desarrollar formas de poner en relación seres humanos con recursos específicos (rebaños y tierras de cultivo). Se instituyen organismos cuya duración sea mayor que el período en el cargo de quienes lo ocupan (linajes, consejos…). Las relaciones de autoridad se extienden más allá del grupo local para incluir a varios grupos => la jefatura (más fragmentada que el estado).
- Estados centralizados => cuantos más niveles de jerarquía existen en un estado, mayor es la tendencia a que el control se centralice con el fin de mantenerlo unido. El poder del gobierno central es débil porque los cargos se reclutan en base al estatus y por ello no muestran lealtad al gobierno central. Cuanto más oligárquica es la sociedad, más difusas son las relaciones entre superiores y subordinados. Los estados industrializados se diferencian de los no industrializados, formando un grupo distinto. Los estados tienen en su interior organizaciones neolíticas (los campesinos).
[1] Esta idea está representada por Hobbes.
[2] Idea representada por Pousseau y Engels.
[3] Esta postura también se remonta muy lejos en el tiempo, estando representada por Aristóteles, Ibn Khaldun y Montesquieu.
[4] Lowie, R.H. The Origin of the State (1927).
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