El resurgimiento evidente de las actividades eclesiásticas estuvo marcado por el programa explícito de vincularlas en mayor medida a la vida mundana y laica. Entre los artífices más eficaces de esta orientación figuraron los jesuitas, presentes ya en muchas naciones europeas: en 1626, España contaba con 1962, Alemania con 2283 y Francia con 2156. Resultó un conjunto imponente de iniciativas que se referían a la vez a la vida cultural y política, a la social y económica. En Francia los jesuitas, readmitidos en 1603, se dedicaron a la instrucción elemental desde 1617 en adelante, en 1626 sus doce colegios de la región parisina contaban con más de mil alumnos cada uno. En la primera mitad del XVII también operaron los oratorianos del cardenal Bérulle: en menos de un cuarto de siglo fundaron 43 colegios de enseñanza. Entre 1600 y 1650 fueron instituidas en Francia más de 7500 casas de religiosos por le florecimiento de órdenes tanto antiguas como nuevas. La Italia y España católicas ejercieron una notable influencia en Francia, los carmelitas reformados fueron introducidos tras un viaje de Bérulle a España. Entre las nuevas fundaciones destaca la congregación benedictina de Saint-Maur que se distinguieron por la investigación histórica erudita.
Junto a las órdenes prosperaron las cofradías. En 1625 en París había 325, la cuarta parte del suelo urbano de París estaba ocupada en el siglo XVII por edificios sacros o de asistencia social, a los 30 monasterios en 1600 se sumaron 60 (20 hombres y 40 mujeres) antes de 1660. Destacar el Hospital Nom-de-Jésus, fundado en 1635 por San Vicente Paúl que daba asilo a mendigos y en 1665 el Hôpital General des Pauvres de la Compagnie du Saint Sacrement.
La acción de la Contrarreforma se hizo sentir de un modo más amplio e intenso en el siglo XVII que en el anterior. Si el protestantismo había exaltado la función sacerdotal de los laicos, el catolicismo —al menos en algunas zonas— otorgó al laicado un puesto mucho más importante que antes, una prueba fue el interés de la órdenes religiosas más dinámicas por la enseñanza. La Contrarreforma emprendió una auténtica campaña misionera en la mayor parte de Europa, el calvinismo la siguió a dura penas mientras el luteranismo no hizo nada al respecto. En Bohemia y en los Países Bajos el catolicismo triunfó gracias a la presencia de tropas españolas, los protestantes fueron considerados como muertos civiles, excluidos de los cargos públicos y del reconocimiento legal de sus matrimonios, sin llegar a los extremos de Bohemia donde los herejes eran amenazados con la muerte y la confiscación de sus bienes. En Moravia sólo se obligó a los nobles protestantes a vender sus bienes en 1654 y en Silesia en 1653 fueron cerrados 656 templos protestantes y expulsados 500 pastores. La universidad católica de Breslau fue fundada bajo el mandato del emperador Leopoldo y reconocida oficialmente en 1702.
El siglo XVII registró manifestaciones de una religiosidad muy aguda y rígida. En el campo católico mencionar a san Vicente Paúl y a los jansenistas, el primero fue guiado por la idea de que para elevar el nivel religioso de los cristianos era necesario actuar con fuerza sobre la formación de sus sacerdotes, llevó a cabo desde 1628, sus programas de retiro espiritual para los que estaban a punto de ser ordenados sacerdotes que tuvieron tal éxito que todas las diócesis francesas los adoptaron; la trayectoria de los jansenistas que llegaron a posiciones similares a los calvinistas, afirmando que Cristo no había muerto por todos los hombres, insistían en el carácter irresistible de la gracia, en el número limitado de elegidos y en a indignidad del hombre tras el pecado original.
En el campo protestante se estaba consolidando una tendencia impregnada de tolerancia, a principios del XVII en Holanda hubo una controversia entre los calvinistas más rígidos —encabezados por Gomar (1565-1641) y llamados gomaristas— y los partidarios de Armiño (1560-1609) según el cual Cristo se había inmolado por todos y nadie podía proclamarse elegido antes de morir. En lo político, los primeros eran partidarios de la autonomía de la Iglesia respecto al Estado, y los segundos se inclinaban por un amplio control civil de la vida religiosa. Se consolidaron los pietistas de Paul Gerhardt (1606-1676) dedicados al activismo de la piedad. En lo religioso por un lado se llegaban a excesos innegables y por otro había concesiones dogmáticas y una práctica más liberal y comprensiva. Esto se llevó a cabo desde la primera mitad del siglo XVII en el ámbito de la academia protestante de Saumur, fundada por el hugonote Du Plessis Mornay, este colegio teológico inspiró una tendencia al liberalismo religioso no muy distinta a la propugnada por Armiño. Una filiación espiritual menos eclesiástica, aunque análoga, es la que se puede establecer entre el deísmo incipiente de Fausto Socino (1539-1605) o Jean Bodin (1530-1596) y el de los ingleses Herbert de Cherbury (1583-1648) Y John Locke (1632-1704). Durante el siglo XVII se robustecieron progresivamente las corrientes racionalistas que habían hecho su aparición en el siglo anterior. Por otra parte, insistiendo en la importancia de la libertad de conciencia, los arminianos sostenían que sólo esa libertad se podía compaginar con la libertad de comercio, que no debía condenar al ostracismo a ningún pueblo ni a ninguna fe.
El gran binomio que inspiraba esta actitudes de pensamiento era el de naturaleza y razón, así un hombre de firmes convicciones religiosas como Pierre Bayle (1647-1706) en su Diccionario filosófico asumía actitudes y defendía tesis cuyo racionalismo podía parecer más libertino. La corriente que en Francia encarnó este modo de pensar fue el libertinismo erudito, cuyos exponentes fueron Pierre Gasendi (1592-1665) y La Mothe le Vayer ( 1588-1672) esta corriente expresaba la necesidad de liberar a las personas instruidas en las constricciones doctrinales, disfrutar el derecho de la razón en el examen de los problemas morales y humanos, aunque sin atacar de frente a las posiciones oficiales de las distintas iglesias.
Junto a las órdenes prosperaron las cofradías. En 1625 en París había 325, la cuarta parte del suelo urbano de París estaba ocupada en el siglo XVII por edificios sacros o de asistencia social, a los 30 monasterios en 1600 se sumaron 60 (20 hombres y 40 mujeres) antes de 1660. Destacar el Hospital Nom-de-Jésus, fundado en 1635 por San Vicente Paúl que daba asilo a mendigos y en 1665 el Hôpital General des Pauvres de la Compagnie du Saint Sacrement.
La acción de la Contrarreforma se hizo sentir de un modo más amplio e intenso en el siglo XVII que en el anterior. Si el protestantismo había exaltado la función sacerdotal de los laicos, el catolicismo —al menos en algunas zonas— otorgó al laicado un puesto mucho más importante que antes, una prueba fue el interés de la órdenes religiosas más dinámicas por la enseñanza. La Contrarreforma emprendió una auténtica campaña misionera en la mayor parte de Europa, el calvinismo la siguió a dura penas mientras el luteranismo no hizo nada al respecto. En Bohemia y en los Países Bajos el catolicismo triunfó gracias a la presencia de tropas españolas, los protestantes fueron considerados como muertos civiles, excluidos de los cargos públicos y del reconocimiento legal de sus matrimonios, sin llegar a los extremos de Bohemia donde los herejes eran amenazados con la muerte y la confiscación de sus bienes. En Moravia sólo se obligó a los nobles protestantes a vender sus bienes en 1654 y en Silesia en 1653 fueron cerrados 656 templos protestantes y expulsados 500 pastores. La universidad católica de Breslau fue fundada bajo el mandato del emperador Leopoldo y reconocida oficialmente en 1702.
El siglo XVII registró manifestaciones de una religiosidad muy aguda y rígida. En el campo católico mencionar a san Vicente Paúl y a los jansenistas, el primero fue guiado por la idea de que para elevar el nivel religioso de los cristianos era necesario actuar con fuerza sobre la formación de sus sacerdotes, llevó a cabo desde 1628, sus programas de retiro espiritual para los que estaban a punto de ser ordenados sacerdotes que tuvieron tal éxito que todas las diócesis francesas los adoptaron; la trayectoria de los jansenistas que llegaron a posiciones similares a los calvinistas, afirmando que Cristo no había muerto por todos los hombres, insistían en el carácter irresistible de la gracia, en el número limitado de elegidos y en a indignidad del hombre tras el pecado original.
En el campo protestante se estaba consolidando una tendencia impregnada de tolerancia, a principios del XVII en Holanda hubo una controversia entre los calvinistas más rígidos —encabezados por Gomar (1565-1641) y llamados gomaristas— y los partidarios de Armiño (1560-1609) según el cual Cristo se había inmolado por todos y nadie podía proclamarse elegido antes de morir. En lo político, los primeros eran partidarios de la autonomía de la Iglesia respecto al Estado, y los segundos se inclinaban por un amplio control civil de la vida religiosa. Se consolidaron los pietistas de Paul Gerhardt (1606-1676) dedicados al activismo de la piedad. En lo religioso por un lado se llegaban a excesos innegables y por otro había concesiones dogmáticas y una práctica más liberal y comprensiva. Esto se llevó a cabo desde la primera mitad del siglo XVII en el ámbito de la academia protestante de Saumur, fundada por el hugonote Du Plessis Mornay, este colegio teológico inspiró una tendencia al liberalismo religioso no muy distinta a la propugnada por Armiño. Una filiación espiritual menos eclesiástica, aunque análoga, es la que se puede establecer entre el deísmo incipiente de Fausto Socino (1539-1605) o Jean Bodin (1530-1596) y el de los ingleses Herbert de Cherbury (1583-1648) Y John Locke (1632-1704). Durante el siglo XVII se robustecieron progresivamente las corrientes racionalistas que habían hecho su aparición en el siglo anterior. Por otra parte, insistiendo en la importancia de la libertad de conciencia, los arminianos sostenían que sólo esa libertad se podía compaginar con la libertad de comercio, que no debía condenar al ostracismo a ningún pueblo ni a ninguna fe.
El gran binomio que inspiraba esta actitudes de pensamiento era el de naturaleza y razón, así un hombre de firmes convicciones religiosas como Pierre Bayle (1647-1706) en su Diccionario filosófico asumía actitudes y defendía tesis cuyo racionalismo podía parecer más libertino. La corriente que en Francia encarnó este modo de pensar fue el libertinismo erudito, cuyos exponentes fueron Pierre Gasendi (1592-1665) y La Mothe le Vayer ( 1588-1672) esta corriente expresaba la necesidad de liberar a las personas instruidas en las constricciones doctrinales, disfrutar el derecho de la razón en el examen de los problemas morales y humanos, aunque sin atacar de frente a las posiciones oficiales de las distintas iglesias.
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