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Escritos Para El Poder Femenino. Peggy Reeves Sanday.

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A partir de las proposiciones con las que un pueblo codifica su identidad social y religiosa podemos inferir el plan históricamente aprobado que estructura las relaciones entre dos sexos.

Como norma, la lógica de la planificación de los papeles sexuales es transmitida de una generación a la siguiente casi intacta. Estos planes están sujetos a cambios cuando la cultura tradicional de un pueblo ha sido quebrantada por exigencias ambientales o sociales. Cuando esto ocurre, o bien se formula un nuevo código de identidad social o el pueblo empieza a extinguirse como unidad social única.

Los planes que estructuran las relaciones entre los sexos pueden ser calificados de la siguiente forma: los sexos están mezclados o segregados; el poder de tomar decisiones pertenece a ambos sexos o es dominado por uno de ellos. Los planes para los papeles sexuales son culturales y no biológicos. Esto significa que no se derivan de la genética humana sino de circunstancias históricas y políticas con la que los pueblos se identifican cuando se ven forzados a enfrentarse con su entorno y con ellos mismos en tanto unidad social.

En este capítulo (y en el siguiente) se demuestran las diferencias en la planificación de los papeles sexuales mostrando las condiciones que dirigen a los sexos en nueve sociedades, ampliamente dispersas y de muy diferentes clases. Estas condiciones se revelan por la presentación mítica de los sexos en las historias de la creación y en el comportamiento de los sexos en la vida cotidiana. Cada cultura puede ser diferenciada por poseer diferentes ideas sobre lo que significa ser hombre, lo que significa ser mujer y cómo deben relacionarse ambos sexos.

Las historias sobre la creación nos dicen algo acerca de cómo la gente concibe la naturaleza y el origen del poder creador. También el hecho de que el creador sea concebido en términos masculinos o femeninos tiene consecuencias importantes para la evolución de la relación de autoridad entre los sexos. A fin de entender el poder femenino y el dominio masculino es importante poner en claro desde el principio la interconexión entre poder sobrenatural y planificación sexual.

DESDE “LA UNIDAD COMPLETAMENTE PERFECTA” LOS BALINESES.

Los balineses del sudeste asiático insular ejemplifican la sociedad unisexual. En religión, política, economía, parentesco y vestimenta. En otros aspectos de la vida los balineses también mezclan lo que en Occidente también mantenemos separado. Las artes, la religión, el ritual y la vida colectiva están elaboradamente desarrolladas e interrelacionadas.

Los grupos sociales son también internamente indiferenciados. El término genérico para cualquier grupo organizado es seka, que significa “ser como uno”. En cualquier seka, todos los miembros tienen los mismos derechos y deberes, y las decisiones se alcanzan unánimemente en reuniones conjuntas. La jefatura es nominal y carente de autoridad. Los principios seka exigen que los grupos sean contemplados como poseedores de una, y sólo una, base de organización. Esto protege la integridad de un grupo social frente a sus partes.

El principio de igualdad estructural, tan importante para la vida de los balineses se refleja en la representación mítica de los sexos. Es difícil ser muy concreto acerca de las historias balinesas de la creación dado que hay muchas y porque los propios balineses son imprecisos acerca de los orígenes.

Hay un sin fin de cuentos acerca de la legendaria pareja original, pero son por lo general un hombre y una mujer gemelos que parecen ser la unión de los eternos principios masculino y femenino, más que personas específicas.

Las fuerzas creativas masculina y femenina se cree que están en completa y perfecta armonía dentro de la suprema deidad, Siwa, que es la combinación esotérica de todos los dioses y todas las fuerzas de la naturaleza.

La noción de unidad divina se repite en la percepción balinesa de los derechos y deberes de los sexos. Una importante característica de la cultura balinesa es el cruce de los papeles sexuales, y esto se refleja en su actitud respecto al desarrollo de un niño. El niño es un descendiente en línea directa del indiferenciado elemento masculino-femenino, quién hará, mientras éste crece y se desarrolla, que se divida de nuevo mientras su potencial masculino o femenino se realiza.

La distinción entre los sexos es irrelevante en la mayor parte de la vida cotidiana, y los dos sexos son a menudo intercambiables. Si un hombre no tiene un hijo que continúe su línea, una niña se encargará de hacerlo. Las funciones sacerdotales pueden ser llevadas a cabo tanto por las mujeres como por los hombres. Chicos y chicas usan ropas casi idénticas, al igual que lo hacen hombres y mujeres, uno los distingue por la forma en que se sientan o por lo que están haciendo.

Mientras se adquieren nuevas habilidades, existe una división del trabajo por sexos que remarca las diferencias sexuales. Pero una vez que hombre y mujer se casan y forman un hogar, cada uno de ellos puede actuar por el otro (como socios).

LA CREATIVA ABUELA DEL MAR PRIMITIVO: DOS SEMANG

La indiferenciación es practicada entre los semana. Cuando fueron descritos en 1925, los negritos semang eran nómadas recolectores y cazadores que habitaban el bosque tropical de la península Malaya.

Los semang tienen un “mentalidad orientada hacia las plantas” en la comida que se procuran y en sus pensamientos y prácticas rituales. Vagan a través de sus bosques descalzos, cantando y vestidos con flores, con la cerbatana sobre sus hombros, explorando las copas de los árboles en busca de caza o de miel. Cada expedición es una nueva experiencia para ellos. Dan un gran valor a la libertad de movimientos y desdeñan la vida sedentaria de la agricultura.

Las mujeres semang son las principales encargadas de contribuir a la dieta, buscan la comida de plantas salvajes. Los hombres ocasionalmente cazan alguna pequeña pieza pero no cazan grandes animales ni se implican en ningún tipo de guerra, están más interesados en sus familias y el cuidado de los niños. Todos se reúnen para la cosecha de frutos.

Los ceremoniales y simbolismos relacionados con la cosecha de frutos reflejan los principios masculino y femenino de interesantes formas. La sangre es el máximo símbolo de fertilidad: cuanto mayor sea la cantidad sacrificada más abundante será la cosecha de frutos. No tiene un significado de quitar la vida, sino de producirla. Hombres y mujeres efectúan cortes en sus piernas con un cuchillo, recogen gotas en un trozo de bambú y las lanzan hacia el cielo. Así se apaciguan los espíritus coléricos o diabólicos.

Los dioses son masculinos y femeninos, la máxima deidad es Manoij, que vive en la tierra, y las más importantes deidades masculinas viven en el firmamento. Manoij es considerada como la abuela de los habitantes del cielo que provocan los truenos. En una historia de la creación Manoij ayudada por sus nietos desempeña las partes más importantes. Así los principios masculino y femenino son centro del pensamiento, del ritual y del comportamiento cotidiano de los semang, ninguno es superior al otro. La madre tierra está más cerca de los asuntos humanos y el padre celestial más distante.

Los papeles sexuales entre los semang están ampliamente integrados e igualados, hombres y mujeres participan conjuntamente en muchas de las actividades cotidianas. Ambos tienen derechos de propiedad y participan en la toma de decisiones. La jefatura se basa en la capacidad para ser enérgico, las mujeres pueden ser iguales que los hombres.

PADRE, MADRE, AMANTE, AMIGO: LOS MBUTI

Entre los Mbuji existe igualmente sólo una mínima diferenciación de los papeles sexuales. Estos constituyen el mayor grupo independiente de cazadores y recolectores pigmeos de África. Su hábitat y su cielo es el bosque Ituri.

No tienen mitos sobre la creación propiamente dichos. El bosque es su dios y según los casos se refieren a él como “padre”, “madre”, “amante” y/o “amigo”. El bosque lo es todo: proveedor de comida, de abrigo, de calor, de vestido y de cariño. En todas las épocas del año los hombres y mujeres pueden recolectar abundantes cantidades de setas, raíces, bayas, nueces, hierbas, frutos y frondosos vegetales. También proporciona alimento cárnico. La división del trabajo es mínima. La caza es un esfuerzo conjunto. Un hombre no se avergüenza por recolectar o por vestir a un recién nacido.

La jefatura es mínima y no existe ningún intento por dominar humana o geográficamente la zona. Las decisiones son por consentimiento común, hombres y mujeres tienen la misma capacidad de palabra. El bosque es la autoridad final. A ciertos individuos se les reconoce la habilidad de interpretar los deseos del bosque, en este sentido existe la autoridad individual.

Si que se producen algunas diferenciaciones sexuales en las connotaciones emocionales asociadas con el padre y con la madre, y se muestran en una de las más importantes ceremonias Mbuji. La maternidad es asociada con el alimento y el amor, y la paternidad con la autoridad, a pesar de que los padres alimentan físicamente a los hijos. Esta ceremonia es la del molimo, que se celebra irregularmente: cuando alguien se muere o cuando las condiciones de vida son malas. Su objetivo es despertar y regocijar al bosque. El festival molimo incluye dos rituales que separan a los hombres de las mujeres.

La actitud respecto a la sangre es similar a la de los semang, la sangre simboliza tanto la vida como la muerte. La menstrual particularmente simboliza la vida, entre el marido y la esposa no es algo atemorizador como ocurre en tantas otras sociedades. La sangre que emana por primera vez de una muchacha es un regalo para su sociedad, y se celebra con felicidad.

LA MADRE DE LOS SERES TERRENALES QUE BAJA DEL CIELO: LOS IROQUESES.


Con los iroqueses llegamos a un modelo muy diferente de relaciones entre los sexos. Existe una extrema diferenciación sexual, con el énfasis primordial puesto en el principio femenino. La importancia ceremonial y política de las mujeres en la cultura iroquesa es bien conocida. En el s. XIX fueron citados frecuentemente como un ejemplo de igualdad sexual. El simbolismo femenino dominaba el ciclo ceremonial iroqués y su sistema de creencias. Se creía que la tierra pertenecía a las mujeres, lo que otorgaba titularidad religiosa del campo y de sus frutos. Las actividades agrícolas femeninas y la fertilidad y liberalidad de la naturaleza eran altamente respetadas y reverenciadas. Las mayores actividades celebradas en el ciclo ceremonial comunal eran aquéllas que se relacionaban con la producción femenina de alimentos.

La vivienda tradicional iroquesa era llamada casa comunal. Era una especie de cuartel familiar en la que vivían un cierto nº de grupos familiares que estaban relacionados a través de las mujeres y encabezados por una influyente matrona.

Hombres y mujeres participaban en las decisiones sobre el poblado, formando las mujeres camarillas políticas en la trastienda de las reuniones en las que asistían ambos sexos. Las mujeres tenían capacidad para pedir públicamente que un pariente que hubiera sido muerto fuera reemplazado por un cautivo de una tribu no iroquesa, y los familiares del esposo de la mujer estaban obligados moralmente a organizar una partida de guerra, ella decidía la suerte del cautivo. Así las mujeres iroquesas participaban en la política de consenso tanto en la teoría como en la práctica.

En las esferas simbólica, económica y familiar, los iroqueses eran matriarcales, esto es: la mujer dominaba. Las mujeres encabezaban la casa familiar y gran parte de la vida económica y ceremonial se centraban en la actividad agrícola de la mujer. Los hombres eran responsables de la caza, la guerra y los asuntos intertribales. Los sexos estaban separados pero eran iguales.

UNA PAREJA DEL CIELO Y UNA PAREJA DE LA TIERRA: LOS ASHANTI

Los ashanti, uno de los más grandes reinos del África occidental, duplican las líneas esenciales del sistema de segregación de la igualdad en la planificación sexual. Los ashanti están divididos en un cierto nº de jefaturas compuestas por clanes matriarcales dispersos. Hay 8 clanes de éstos, la mayoría de los cuales pueden encontrarse en cada una de las jefaturas ashanti.

Un hombre llamado Osei Tutu fue el responsable de consolidar las jefaturas, y se convirtió en el primer rey del nuevo estado a finales del s. XIX. La unidad del nuevo imperio fue simbolizada por el Escabel de Oro. Éste contenía el sunsum (alma, espíritu) de la nación ashanti. El poder del pueblo, la salud, el valor y el bienestar residían en él. Si el escabel hubiera sido robado, la nación ashanti hubiera enfermado y perdido su vitalidad y poder. El escabel simboliza la unión de los grupos antes autónomos pero culturalmente semejantes, cada uno de los cuales es gobernado por un jefe supremo cuya insignia del cargo, también un escabel, le es traspasado por línea materna.

La vida cotidiana se organiza alrededor del grupo de hombres y mujeres emparentados que viven en pueblos o distritos municipales. Estos grupos llamados linajes localizados, forman su descendencia a través de las mujeres. Cada uno de ellos tiene un hombre al frente, que a menudo es uno de los consejeros del jefe. Es elegido por consenso de los ancianos y ancianas, y responsable del bienestar del pueblo. El jefe del linaje es ayudado por una anciana elegida por él y sus mayores.

La mujer de más edad del linaje real es la Reina Madre, que posee su propio escabel, más antiguo que el escabel del jefe, y tradicionalmente su opinión era prevalerte en la elección de un nuevo jefe o rey. La Reina madre más anciana controla a las restantes reinas madres.

La visión ashanti de la mujer procede de su idea de que el linaje es sinónimo de sangre y que sólo las mujeres pueden transmitir la sangre a sus descendientes. Los hombres transmiten el ntoro, el alma o espíritu (también traducido por semen).

Están de acuerdo en que un hombre tiene sangre en su cuerpo pero no la transmite a sus descendientes.

La importancia de la mujer se ve también en la religión ashanti así como en su ritual. Las sacerdotisas participan conjuntamente con los sacerdotes en todos sus grandes rituales. El cielo y la tierra son sus dos grandes deidades. La historia ashanti de la creación remarca la complementariedad del hombre y la mujer y del cielo y la tierra.

El poder femenino entre los ashanti, igual que entre los iroqueses, es asociado con una orientación ritual hacia las plantas, la tierra y la fertilidad. Los ashanti también igualan menstruación y nacimiento con caza y bienestar, remarcando la complementariedad de las funciones reproductoras femeninas y las actividades masculinas, consideradas como vitales para la supervivencia. Este tipo de orientación, junto con la creencia de que los niños se forman con la sangre de la madre, da a las mujeres ashanti poder y autoridad en los asuntos cotidianas.

EL PRINCIPIO FEMENINO

Es evidente que el simbolismo sobre la creación y el comportamiento sexual están conjuntados, en todo lo visto hasta ahora. Cuando el principio creativo femenino domina o trabaja en conjunción con el principio masculino, los sexos o están integrados o igualados en la vida cotidiana o están separados e igualados. Las mujeres, por el contrario que en nuestra sociedad occidental, no son consideradas responsables del pecado ni de la caída del hombre. Si alguien está asociado a la idea del demonio es el hombre.

CONQUISTADORES DE LA TIERRA QUE DESTILA LECHE Y MIEL


EPÍLOGO

El objetivo de la autora en estas páginas es meditar brevemente sobre la génesis de dos de los símbolos conductores del dominio masculino occidental: el Dios patriarcal y la mujer sexual, inferior, que tienta al hombre en la senda de la rectitud.

Los símbolos asociados con los rituales religiosos del nacimiento, el matrimonio y la muerte (rituales que todos realizamos), no pueden dejar de afectar a las estructuras profundas o inconscientes de la mente. Las religiones centradas en la adoración de un Dios masculino crean modos y motivaciones que mantienen a la mujer en un estado de dependencia psicológica de los hombres y de la autoridad masculina. Una mujer no puede nunca afirmar su plena identidad sexual como algo a imagen y semejanza de Dios, una experiencia libremente disponible para cada hombre y muchacho de su cultura.

En cierta forma, todos nosotros miramos a los sistemas de símbolos para descubrir como comportarnos. Las identidades personales están intrínsicamente ligadas a la forma social.

LOS CULTOS A LAS DIOSAS Y A YAHVÉ EN CANAÁN

Cuando las tribus seminómadas hebreas entraron en Canáan llevaban consigo a Yahvé, originariamente un dios tribal que simbolizaba la identidad colectiva de los judíos. En Canaán los hebreos adoraban a Yahvé, así como a los dioses y diosas cananitas.

Uno de los dioses adorados por el pueblo hebreo era una diosa llamada “Reina del cielo” que fue modelada a partir de una de las más famosas y poderosas diosas del antiguo Oriente Próximo, Inanna, la diosa titular de Sumeria. Los sumerios florecieron en el sur de Babilonia, eran un pueblo emigrante que llegó de otra tierra y se asentó en la llanura del Tigris y el Eufrates en una zona habitada por un pueblo indígena agrícola y por belicosos nómadas semitas que suponían una amenaza constante para la estabilidad política sumeria.

Los sumerios construyeron su civilización en una tierra calurosa, árida y seca a través de la canalización de las aguas del Eufrates y del Tigris.

Las deidades femeninas fueron veneradas y adoradas desde el principio hasta el fin de la existencia de Sumeria. Inanna proporcionó el prototipo de la diosa que debía jugar un papel central en el ritual religioso y la conciencia popular de todos los antiguos pueblos del Oriente Próximo. Era la deidad responsable principal del amor sexual, la fertilidad y la procreación. En las narraciones épicas, Inanna es descrita en su lucha por mantener la superioridad por un marido, que rivaliza con ella, o sobre una hermana celosa. Es representada como la unión de opuestos: del bien y del mal, de creadora y destructora de la vida.

Inanna no desapareció con la caída de la civilización sumeria, penetró en Canaán en posición preeminente como esposa de Él, dios principal, se la conocía como Diosa y Progenitora de Dioses.

Las evidencias arqueológicas no dejan ninguna duda sobre la importancia de la adoración a estas diosas entre los hebreos cananitas atrajeron durante siglos a las tribus israelitas que se infiltraban.

Los hebreos entraron en Canaán alrededor del año1350 a.C. como pastores de rebaños, y pasaron de una vida de seminómada a granjeros sedentarios. Su adopción de la agricultura significó la necesidad de establecer una relación con la tierra. Se volvieron dependientes de las lluvias y de la influencia del cambio de estaciones sobre las cosechas, y se preocuparon por la fertilidad.

El propósito de la erotizada religión cananita era la de preservar y aumentar la fertilidad. Esta religión servía al deseo humano de seguridad, intentando controlar a los dioses en interés del bienestar humano. En este sentido esta religión era diametralmente opuesta el culto a Yahvé que las tribus judías trajeron de Egipto.

El desarrollo del culto a Yahvé entre los hebreos estuvo estrechamente relacionado con la ascendencia política de Moisés y la emigración de los hebreos desde Egipto. Moisés fue un líder tanto religioso como político, unió a Yahvé y a las tribus judías en una sola unidad ética. Integró a las tribus hebreas en un solo cuerpo social, unidas por un conjunto de leyes y guiadas por una figura religiosa: el Señor Dios.

ADÁN Y EVA: HOMBRES EMIGRANTES Y DIOSAS EXTRANJERAS

La historia del Jardín del Edén ofrece un prólogo de lo que es conocido como la epopeya Yahvista, este nombre es dado a un profeta judío que vivió durante el reinado de Salomón. Este fue un período crucial para la historia de Israel, un tiempo en el que las dispersas tribus hebreas habían alcanzado la unificación. Salomón, el hijo de David, había construido un imperio colonial, tuvo muchas esposas y concubinas, utilizó estas uniones para establecer fuertes lazos políticos y culturales con los pueblos circundantes. Salomón permitía a sus esposas que practicaran su religión nativa, llegando a construir hasta santuarios especiales para ellas en Jerusalén, su capital.

La época de Salomón fue simplemente un capítulo más en un duradero conflicto entre la fe de Moisés y las religiones circundantes.

El Yahvista tradujo en términos mosaicos las tradiciones canaanitas, sus historias fueron convertidas en israelitas. En la épica Yahvista, yahvé aparece constantemente como el gran Dios, el Creador, el único Dios de Israel, controla las fuerzas de la naturaleza y las fuerzas de la historia. Es un Dios moral, a cambio de hacer de Israel una grande y poderosa nación reclama completa lealtad.

La historia del Jardín del Edén captura los significados mosaicos del éxodo de Egipto y la entrada en Canaán. Dentro del contexto del paraíso, el Yahvista explica las consecuencias para quienes rehúsen conocer la soberanía de su creador y salvador en su nueva tierra. Las historias imprimen la deuda que tienen los hombres con su creador.

Las tribus hebreas fueron llamadas a servir a Dios a cambio de las tierras de Canaán; así cuando Adán es transferido al Jardín del Edén es llamado a un estado de servicio a Dios. Le es prohibido aceptar los símbolos de la diosa: el árbol de la ciencia del bien y del mal. El acto de comer en este pasaje ha sido frecuentemente equiparado con la sexualidad.

Hacer a Eva a partir de una costilla de Adán es equivalente a declarar que una compañera adecuada debe ser tomada del interior de la cultura del hombre. La identidad de Eva presenta a la mujer en la postura de tentar al hombre para que se aleje del culto a Yahvé.

Tanto Adán como Eva son convertidos en sirvientes de los deseos de Dios. Ambos son forzados a salir del Paraíso, a una vida de dolor, tristeza y trabajo.

Y así, a nivel de alegoría y con la acumulación de metáforas, queda resuelta la fuerte competencia de dos poderes religiosos, ambas útiles para las necesidades de los hebreos en Canaán.

A IMAGEN DE DIOS

En el génesis el hombre y la mujer son creados a nuestra imagen (sugiriendo padres divinos) y a ambos sexos se les da dominios sobre todos los seres vivientes. Tanto a los hombres como a los animales se les da sólo comida vegetal para alimentarse, sugiriendo que el derramamiento de sangre y la muerte no son parte del plan divino.

La vida para los hebreos exiliados en Babilonia era próspera, se convirtieron en activos agricultores y en prósperos comerciantes. Dado que Babilonia era un país más rico que Judea, la posición económica de los judíos babilónicos era considerablemente mejor que la de sus compañeros de Judea.

Dentro de este clima, el sentido de pertenencia a la comunidad del pacto, más que debilitarse, floreció. Los exiliados, muchos de ellos sacerdotes, preservaron las sagradas escrituras que habían llevado consigo desde Jerusalén. El pueblo continuó contemplando a los sacerdotes para que expusieran la fe de Israel. El exilio fue un tiempo de consolidación en la historia de Israel.

LOS PRIMEROS CRISTIANOS

Los primeros cristianos reconocieron tanto la utopía escrita en la versión Sacerdotal de la creación como la cadena divinamente ordenada de autoridad descrita en la versión yahvista. Los cristianos, conocidos como “gnósticos” preferían la versión sacerdotal, los llamados “ortodoxos” ponían su énfasis en la versión yahvista. En los textos gnósticos abundaban los simbolismos femeninos aplicados a Dios, reminiscencias de la simbología de las diosas del Próximo Oriente, algunos teólogos gnósticos concluían en sus interpretaciones del texto que Dios es dual, y que el hombre, que fue formado a imagen y semejanza de Dios, era masculino-femenino.

Igual que los profetas hebreos, los cristianos ortodoxos describen a Dios en términos monoteístas, masculinos y autoritarios. En la época en la que concluyó su proceso de selección virtualmente toda imagen femenina de Dios había desaparecido de la tradición ortodoxa cristiana.

La versión ortodoxa de la vida de Cristo también sitúa a la mujer en un papel subordinado. Los celos y la misoginia son rasgos que los escritores gnósticos atribuyen al Dios judío y al discípulo Pedro.

El autor de El evangelio de María alude a los sentimientos celosos de Pedro respecto de María por su posición entre los discípulos.

Muchas comunidades gnósticas fueron igualitarias en su estructura.

Los cristianos ortodoxos se organizaron a sí mismos en un estricto orden de jerarquía: obispos, sacerdotes, diáconos, laicos. El obispo actuaba como “monarca”, disciplinador y juez sobre los laicos. Esta relación de dominio-subordinación se extendía también a las relaciones entre los sexos.

Los gnósticos criticaban la estructura autoritaria de la iglesia ortodoxa, viéndose a sí mismos como hijos del Padre que se reunían conjuntamente como iguales. Durante todo el período de los primeros cristianos, los dirigentes cristianos ortodoxos trabajaron para suprimir la enseñanza gnóstica, los gnósticos fueron calificados como agentes de Satán, heréticos, mundanos, sin autoridad y sin disciplina.

Los obispos montaron una prolongada campaña contra la herejía. El clima de aquellos tiempos era tal que el poder determinaba la razón. Durante el s. IV, cuando el cristianismo se convirtió en una religión oficialmente aprobada, los obispos ortodoxos, que previamente habían sido perseguidos por la policía, se hicieron cargo de ella.

Las fuerzas que favorecieron la ascendencia del modelo ortodoxo y la supresión del gnóstico repiten un tema familiar: el dominio masculino se confirma en ambientes de tensión y competencia social en aquellos pueblos que han adoptado la simbología religiosa masculina.

Las historias sobre los martirios circularon ampliamente entre las comunidades ortodoxas para prevenir a todos los cristianos de su peligro común y para fortalecer las relaciones de las comunidades externa e internamente.

La iglesia cristiana ortodoxa ganó fuerza con la muerte de sus miembros

La teología gnóstica y la adoración hebrea a las diosas tratan al poder femenino como parte del orden dado por Dios. Los símbolos religiosos encontrados en estas tradiciones crearon modos y motivaciones que animaron la independencia psicológica y la reciprocidad entre los sexos.

Hoy después de 2000 años de relativa oscuridad, los símbolos sobrenaturales femeninos resurgen como nuevas señales para la búsqueda femenina. Está emergiendo una nueva teología que se centra en el nacimiento, la maternidad y la unión con la naturaleza como experiencias religiosas.

Las semillas de la igualdad sexual y del dominio masculino existen en el Oriente Próximo desde el principio de la historia escrita. La lucha de unos pueblos contra otros, fortaleció el dominio de los hombres y debilitó la igualdad sexual. La configuración cultural que subraya el dominio masculino proporciona los valores centrales por los que la mayoría de nosotros vivimos y pensamos. De todas formas la idea de la igualdad sexual y del poder femenino no fue nunca completamente amputada de la conciencia occidental.

La polución y el agotamiento de los recursos naturales, junto con el conocimiento de que la tecnología del dominio masculino nos ha dado los medios para destruir toda la vida de la tierra, han creado un diferente tipo de tensión. La ética que sanciona el control y el dominio es ahora el problema, no la solución. Nuestras esperanzas de supervivencia social ya no descansan en el dominio sino en la armonización de las fuerzas en competencia.
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