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Los Liberales Del Champagne Y Las Nuevas Clases Peligrosas: Reconfiguraciones De Clase, Identidad Y Producción Cultural. Jonathan Friedman.

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El periodo de la historia mundial en el que vivimos es el de la globalización. La acumulación de capital se ha descentralizado geográficamente, aunque no ha fluido de igual modo a todo el planeta. El sudeste asiático ha sido el mayor receptor. Tampoco el capitalismo no se desarrolló simplemente desde el feudalismo, sino que fue producto del cambio de lugar de la acumulación.

La globalización puede no ser un estado evolutivo de la historia mundial. Es cierto que hay tendencias hacia acuerdos institucionales a escala mundial (FMI, Banco Mundial, ONU), pero también se dieron en el pasado, y nada indica que sean permanentes.

El cambio regional. Lo cierto es que la redistribución de las ganancias de la economía mundial se ha concentrado en el Pacífico asiático. Estamos avanzando hacia una economía globalizada, pero esto no significa que estemos entrando en un mundo distinto. Los países asiáticos desarrollados se han convertido en la principal región en la redistribución de la manufactura a nivel mundial, mientras EEUU y Europa han entrado en declive.

Parámetros de globalización. Se habla de la globalización como de un proceso unitario, de forma que se ve lo global como la verdadera realidad que está tras lo local. Y sin embargo, la localidad no es sólo real, sino la única realidad en términos de experiencia, y lo trans-local debe ser entendido en término abstractos.

Junto a la globalización, se está dando otro proceso, y prueba de ello es el aumento de identidades indígenas, étnicas y culturales, justo cuando el mundo se percibe más como un todo. Este proceso se caracteriza en términos de violencia estructural, fragmentación de identidades étnicas, regionales, sexuales, y simultáneamente se produce una polarización de clase, que hace la fragmentación más virulenta y la cosmopolitanización más parecida a un proyecto clasista opuesto a las nuevas clases peligrosas.

Fragmentación horizontal. Con esto se hace referencia al declive de los centros industriales avanzados, relacionado con un incremento de las formas enraizadas de identidad. El estado-nación moderno se basa en la identificación de una población con un proyecto nacional. Si este programa deja de funcionar, sus sujetos deberán buscar en otro sitio. También decae la fuerza unificadora de sus mecanismos de identificación, lo que lleva a una variedad de identificaciones culturales que fragmentan y etnifican las anteriores unidades políticas.

Polarización vertical. Es otro proceso: el aumento de la estratificación de clase en los viejos centros industriales. No se limita al enriquecimiento y empobrecimiento de la clase capitalista, sino que incluye élites significativas, conectadas a las instituciones públicas, burocracias internacionales y clases profesionales. Las situaciones específicas son variadas, dependiendo de la forma en que se constituyan los escenarios nacionales: en un extremo está un estado cultural minimalista (como el de EEUU), donde el individualismo y la sagrada esfera privada hacen que se tolere la diferencia cultural, mientras no se politice. En el otro lado está la Europa continental, donde el Estado nación tiene un carácter cultural mucho más fuerte y el multiculturalismo es una poderosa amenaza para el antiguo contrato social.

La movilidad descendente y la industrialización se han visto acompañadas por un movimiento ascendente en las altas esferas de la sociedad. Se da una creciente brecha entre las élites políticas y el pueblo, producto de una crisis generalizada de confianza. Lo cosmopolita es ascendido hasta un nuevo tipo de legitimidad y se asocia cada vez más con una serie de agendas que pueden contradecir las del Estado nación.

Discursos cosmopolitas y hegemonía ideológica. La formación de nuevas élites globalizadoras es un aspecto de la hegemonía de la ideología de la globalización. La polarización vertical fusiona algunas élites políticas y culturales y las enlaza en un proyecto económico de solidaridad transnacional, de tal modo que a veces se confunden a sí mismas con la comunidad internacional.

Así ha renacido la noción de clases peligrosas. El pueblo se distancia de estas élites, en las que se encarna la democracia como atributo inherente a ellas. Se resalta la naturaleza antidemocrática del pueblo, y el populismo ha pasado a significar racismo, nazismo y comunismo. Sólo las élites comprenden realmente lo que es mejor para todos, sólo ellos son, por definición, verdaderos demócratas. Este discurso es una inversión respecto a los precedentes: el núcleo se asocia con lo nacional, con el racismo, con el hombre blanco vestido con el lenguaje de la racionalidad científica, mientras el resto representa un humanismo verdadero.

La antropología y la Vulgata transnacionalista. Trans-local, trans-cultural, trans-nacional resaltan el enfoque sobre aquello que está más allá de las fronteras. Pero el discurso trans-x consiste en deconstruir categorías supuestamente puras para revelar su naturaleza construida. La representación del Estado como entidad homogénea esconde su verdadera heterogeneidad. Hay dos modelos de esta situación verdadera. Para uno, la hibridación era la condición del mundo antes del colonialismo y su imposición de principios de uniformidad nacional impuestos desde arriba. La verdadera hibricidad del mundo está reapareciendo en la era post-colonial. El otro modelo dice que el mundo era un mosaico de unidades culturales separadas, hasta que éstas se abrieron con la globalización. La cultura fluye por todo el mundo en un proceso de mezcla llamado hibridación o mestizaje. Aquí los términos trans-x, hibricidad y globalización forman una totalidad conceptual.

La verdadera explicación puede ser la experiencia de las élites académicas e intelectuales viajantes.

Versiones antropológicas de Jihad y Mc World. La tendencia transnacional en la Antropología resulta intelectualmente fallida. Busca reformar moralmente la disciplina, pues si no, no se puede entender el ataque obsesivo contra exclusivamente la fronterización. Es cierto que a veces se ha tratado a las sociedades como unidades cerradas, especialmente con el funcionalismo estructural. Pero el punto de partida de la Antropología es la crítica a la tendencia de tratar a las sociedades como elementos aislados. Pero no se ha dicho que lo local se ha superado porque las sociedades están por fin unidas en un mundo único globalizado, sino que se ha argumentado que los sistemas regionales eran tan antiguos como la humanidad, y que los casos de sociedades aisladas eran grupos apartados del proceso histórico globalizador. Sahlins nos habla de la “falacia de la separación”, la idea de que, porque las culturas sean distintas, tienen que ser cerradas.

El núcleo del problema. Sahlins sugiere que el esencialismo es una construcción contemporánea. ¿De dónde viene esa homogeneidad esencializada? La relación puede ser ésta:
  1. la cultura se concibe como sustancia con significado sustancializado, lo que hace posible que fluya a través de los continentes.
  2. Se tiende fuertemente hacia la individualización del concepto con el que la cultura trata significados individuales y el grado con el que son compartidos.
  3. Estos significados son objetivos (en el sentido de objetos), por lo que pueden ser leídos por etnógrafos sin la mediación de la gente a la que estudian estos textos.
Los dos primeros puntos implican que los individuos contienen un cierto significado como sustancia, llamado cultura. El esencialismo presupone que todos los individuos son clones que contienen la misma sustancia. La antropología clásica asumía que en ciertas poblaciones todo individuos estaba llenos de la misma sustancia. Ahora hemos superado esto al admitir que los cuerpos están llenos de muchas y distintas sustancias culturales. Éste es el único modelo para el transnacionalista: cada sujeto es particular porque representa una mezcla cultural en particular. Esto hace compleja cualquier representación de lo colectivo. Lo único compartido entre individuos híbridos es que todos son mezclas.

Estos discursos transnacionales son una agenda ideológica, producida por nadie en particular, más que un descubrimiento científico.

En términos económicos. El mundo está apenas más globalizado de lo que estaba entre 1890 y 1920, cuando se vivían los mismos discursos sobre la aceleración. La globalización puede no ser un producto de la evolución, sino una fase cíclica en la dinámica sistémica mundial del capitalismo. No está claro que hayamos entrado en un mundo distinto.

Paradojas de la globalización. En Europa, la emergencia de la derecha está relacionada con el despegue de las élites políticas, lideradas por socialdemócratas y otros nuevos centristas, hacia la estratosfera política, dejando que la nación se defienda a sí misma. El hueco lo han llenado partidos soberanistas-nacionalistas orientados a la clase trabajadora.

Lo que normalmente se resume como globalización es un proceso complejo de polarización doble, de fragmentación cultural y de formación de redes transnacionales económicas, sociales y culturales. Éstas interactúan con el proceso de fragmentación con la creación de micro-clases. Un ejemplo son los maoríes de Nueva Zelanda, a quienes se les otorgó el control de muchas de las empresas pesqueras. Pero ese control se ostenta en función de pertenecer o no a los linajes centrales. El resultado ha sido una división de clase que antes no existía. La globalización de la fragmentación consiste en crear una cuña de clase entre los grupos étnicos, lo que lleva a un nuevo conjunto de conflictos internos.
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