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Glosario

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Área de influencia

Toda ciudad tiene un área o campo de influencia que se denomina “hinterland” o “umland”. Va desde su entorno inmediato al ámbito regional, nacional o mundial, según la importancia y rango de la urbe o metrópoli. Ese campo de influencia no es permanente sino que se modifica a través del tiempo y del espacio según la evolución tecnológica de los medios de transporte y de comunicación, según la variedad y el alcance de las funciones de las ciudades en consonancia con el rango que cada una de ellas ocupa dentro de la jerarquía del sistema al que pertenecen (villa, ciudad local, ciudad regional, metrópoli incompleta, metrópoli completa). Además, las áreas de influencia de las ciudades se solapan según la naturaleza de sus funciones, mostrando relaciones de competencia y complementariedad entre ellas.

La influencia inmediata y más directa de la ciudad se ejerce sobre el entorno rural próximo a través de relaciones de complementariedad y de intercambio de tipo social y económico. La ciudad actúa como lugar central que proporciona bienes y servicios especializados, administrativos y públicos; es centro de distribución comercial, difunde innovaciones, técnica y cultura, proporciona actividades de ocio y esparcimiento. Además, la ciudad control la propiedad de la mayor parte de las tierras de sus alrededores que hoy invade con usos urbanos.

Los procesos actuales de periurbanización y contraurbanización, impulsados por la deseconomía de escala de las áreas centrales, la generalización del uso del vehículo privado y las transformaciones sociales, económicas, culturales y políticas que acompañan los cambios del sistema productivo tras la crisis de los años 70, amplían y llevan cada vez más lejos del centro de la ciudad su área de influencia inmediata.

Por otra parte, las áreas de influencia o campos de acción más extensos corresponden a las metrópolis de rango mundial: Nueva Cork, Londres, París, Ámsterdam, Milán. Son ciudades millonarias en población que se vinculan al Mundo entero por flujos materiales e invisibles, favorecidos por situaciones de encrucijada respecto a las redes internacionales de comunicaciones. Constituyen centro de gestión y de decisión mundial por la importancia de sus funciones económicas, intelectuales, políticas, financieras y administrativas. Concentran servicios de alta especialización que responden a las necesidades de las personas y empresas de todo el planeta.

Área metropolitana

Es un término que se aplica para definir territorios muy urbanizados que pueden corresponder formalmente a una conurbación o a una aglomeración.

En el caso de la conurbación, los espacios urbanizados que componen el área metropolitana, se integran funcionalmente a partir de dos o más ciudades principales con un crecimiento semejante (área central de Asturias, bahía de Cádiz, San Sebastián-Irún…)

En el caso de la aglomeración, el área metropolitana incluye un núcleo principal, una ciudad expansiva, y las localidades de su entorno (Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia…)

Siempre, ya adopte la forma de conurbación o aglomeración, el volumen de población del área metropolitana es muy importante, las relaciones funcionales que se generan entre los asentamientos que la integran son complejas, y los flujos pendulares por razones de trabajo entre sus diferentes lugares son muy intensos.

Dentro del área metropolitana, la red de transportes está muy desarrollada para facilitar las relaciones interiores. La utilización del suele desde los puntos de vista morfológico, social y funcional decrece desde el centro a la periferia según un gradiente de intensidad inversamente proporcional a la distancia. Los poderes públicos conceden personalidad administrativa al área metropolitana y dotas a sus organismos de capacidad de gestión para resolver los problemas derivados de la complejidad de su funcionamiento.

El término área metropolitana fue acuñado en Estados Unidos en 1910 para designar zonas muy pobladas y urbanizadas bajo el control de una ciudad-central. En España, el concepto de área metropolitana fue introducido en los años 60. En los 70 se delimitaron 25 áreas metropolitanas en España a efectos de desarrollo económico. Tras la aprobación de la Constitución de 1978, las competencias de las corporaciones metropolitanas fueron asumidas por las Comunidades Autónomas, provocando su desaparición como entidades administrativas y de gestión.

Asentamientos informales

En todas las ciudades de los países no industrializados y en los suburbios de las de los países desarrollados, existen barrios de alojamientos precarios que reciben distintos nombres: favelas, ranchos, chabolas…

Todos los asentamientos marginales presentan características análogas:
  • Se levantan de manera espontánea sin ningún título de propiedad sobre suelos públicos o privados, con frecuencia sobre suelos peligrosos por sus localizaciones (cauces de ríos, zonas de inundación, torrentes…), por lo que no son raras las catástrofes provocadas por riesgos naturales o factores humanos: inundaciones, deslizamientos de tierra, accidentes de instalaciones industriales…
  • No existen ningún tipo de infraestructura sanitaria,
  • No hay acceso a los sistemas normales de abastecimiento de agua y alcantarillado,
  • La energía eléctrica se obtiene de forma ilegal mediante el simple enganche a los tendidos de alta tensión que existan en la zona
  • Los alojamientos se construyen con los materiales más inverosímiles, a menudos aprovechados de obras de derribo o recogidos en la calle: cartones, chapas, tejas, latas, madera…
Los problemas planteados por los barrios de hábitat en precario determinaron en España la intervención de los poderes públicos para su erradicación. Sin embargo, los procesos recientes de inmigración extranjera, vinculados a la globalización, han originado nuevos asentamientos marginales en las inmediaciones de las ciudades españolas, con la diferencia de que la precariedad es mucho mayor que la del chabolismo de los años 50. Los núcleos de chabolismo de entonces, levantados por gentes del campo que acudían en masa a las principales ciudades en busca de trabajo y de mejores oportunidades de vida, estaban integrados por viviendas de autoconstrucción de una sola planta, generalmente en ladrillo y a menudo encaladas, que se levantaban en una noche para burlar la prohibición de edificar en terrenos agrícolas. La mayoría de las veces surgían en suelos no calificados de urbanos, pero mediante sistemas de compraventa a sus propietarios. Con el paso del tiempo y por la fuerza de los hechos consumados, la administración se veía obligada a recalificar los suelos otorgándoles la categoría de suelo urbano.

Ahora, los nuevos asentamientos marginales responden en su forma y características al significado literal de la palabra francesa, “bidonville”: son poblados de latas, compuestos por construcciones extremadamente precarias que se levantan en las periferias urbanas con materiales muy endebles: cartones, chapas, tableros de madera y latas.

Barbechos urbanos

Se denomina barbechos urbanos a suelos ocupados por usos poco intensivos en periferias urbanas antiguas (usos agrícolas, industrias, cuarteles…) El crecimiento de la ciudad los deja en posiciones centrales y las actividades que se desarrollaban en esas localizaciones cesan, sus instalaciones se trasladan a nuevas periferias y los suelos permanecen vacantes a la espera de usos más intensivos (residenciales o terciarios).

Barrios obreros de la ciudad industrial

Los ensanches del siglo XIX fomentaron la formación de barrios obreros de carácter espontáneo al otro lado del espacio reservado para ellos, ya que fueron incapaces de proporcionar suelo barato para la construcción de viviendas sociales. En Madrid, Barcelona o Valencia, los barrios obreros de finales del XIX y principios del XX generalmente crecieron a lo largo de las vías de acceso, por donde discurrían líneas de tranvía y en las inmediaciones de los asentamientos industriales.

Los mecanismos de urbanización que dieron lugar a estos barrios fueron parecidos en la mayoría de las ciudades. Los propietarios de suelos rurales parcelaban espontáneamente sus tierras y las vendían a los inmigrantes que acudían a las ciudades en busca de trabajo y de nuevas expectativas de vida. El deseo de los propietarios rurales por obtener el máximo beneficio de la venta de sus tierras determinó una urbanización fuera de toda normativa, donde el único criterio fue convertir en edificable la mayor superficie posible y dejar para viales la menor proporción de terreno posible.

La fuerte industrialización de España a partir de mediados del siglo XX reprodujo con más intensidad la formación de barrios obreros en las periferias urbanas, también en las vías de acceso, unas veces de manera espontánea y otras de forma planificada, en el marco de los Planes Generales de Ordenación Urbana que tuvieron que adecuarse a la Ley del Suelo de 1956.

Centro histórico

Los Centros Históricos constituyen las zonas de la ciudad más antiguas, concentran tramas urbanísticas y características de construcción que reflejan en el espacio los diferentes modelos de ciudad que se han sucedido a través del tiempo según las distintas estructuras de los sistemas productivos, políticos e ideológicos que ha habido. Los centros históricos son los elementos actuales de mayor interés del interior de nuestras ciudades por la riqueza de su patrimonio arquitectónico y urbanístico, por sus valores educativos y convencionales para el conjunto de la sociedad y por la importancia de los procesos de cambio social y funcional que se producen actualmente en ellos.

España e Italia son los países del mundo que poseen mayor número de asentamientos merecedores de normas de protección legal por la riqueza y variedad de su patrimonio cultural. Más de 300 localidades españolas gozan de la calificación de “Conjuntos Histórico Artísticos” y cada vez es mayor el número de núcleos urbanos que recibe la consideración de “Ciudad Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO. Desde los años 70 del pasado siglo aumenta la sensibilidad de la sociedad por la conservación y recuperación de los Centros Históricos.

La delimitación de los Centros Históricos varía a través del tiempo y de unas ciudades a otras. En un principio, los Centros Históricos eran identificados exclusivamente con los cascos medievales o en cualquier caso con los recintos más antiguos existentes en cada ciudad. Posteriormente, se incluyeron las ampliaciones barrocas del siglo XVIII y los ensanches del XIX. Por último, también forman parte de la calificación legal que se aplica a estos espacios, las colonias ciudad jardín de principios del siglo XX, las colonias de casas baratas de los años 20 y 30, e incluso tipologías urbanísticas y arquitectónicas asociadas a las actuaciones de la “Dirección General de Regiones Devastadas” en los años inmediatos al final de la Guerra Civil española.

La globalización y el modelo de producción posfordista introducen dinámicas nuevas de utilización del suelo y de cambio social que repercuten en el funcionamiento y problemática general de los centros históricos. La administración, los agentes sociales y los responsables de la planificación urbana se ven obligados a dar respuestas cotidianas a nuevos desafíos para garantizar la conservación del patrimonio cultural e histórico acumulado en nuestras ciudades. Actualmente se imponen en todas las ciudades estrategias de intervención urbanística capaces de hacer compatibles la conservación y la recuperación del patrimonio heredado con criterios de sostenibilidad y con la creación de condiciones de calidad de vida para sus residentes acordes con las necesidades de los tiempos actuales.

Cinturón de expansión

Término acuñado para definir las áreas de expansión urbana que surgen por la desaparición de líneas de fijación, que por razones muy variadas impidieron el crecimiento de la ciudad en una determinada dirección durante mucho tiempo.

En la mayoría de los casos, los ríos, la orilla del mar, ciertas formas de aprovechamiento económico del suelo y calificaciones legales de usos del suelo, como pueden ser la declaración de “zona verde” o de “espacio natural protegido”, han actuado como freno y obstáculo al crecimiento de las ciudades en determinadas direcciones. Con el paso del tiempo, cuando las necesidades de expansión urbana han sido más acuciantes y los avances tecnológicos en la construcción lo han permitido, muchas de las barreras físicas que dificultaban o impedían la construcción han desaparecido y han surgido barrios y zonas nuevas allí donde durante generaciones parecía imposible. Las líneas de fijación dan entonces paso a cinturones de expansión.

Ciudad funcional

El deseo de solucionar los problemas de la ciudad industrial: hacinamiento de gran parte de la población en barrios insalubres, mezcla de industrial y asentamientos residenciales, congestión de tráfico… motivó en el siglo XIX diferentes alternativas entre las que destacan el utopismo reformista, que propugna la creación de ciudades nuevas en respuesta a una realidad urbana que se considera injusta y que se quiere modificar. Los proyectos higienistas de ciudad jardín de Howard y Arturo Soria, que propugnan el acercamiento del campo a la ciudad; los programas de reforma interior, como el de París de Asuman; los de apertura de “grandes vías” en muchas ciudades, y los planes de ensanche, como los de Barcelona y Madrid.

En el siglo XX, Gropius y Le Corbusier son artífices de nuevas soluciones a través de propuestas que configuran el modelo de la denominada ciudad funcional. La estructura urbana que se proponen debe responder a criterios de eficacia capaces de resolver los problemas heredados del pasado y satisfacer las necesidades de los agentes sociales que intervienen en la construcción y uso de la ciudad.

Le Corbusier se inspira en la especialización de tareas y en la división del trabajo que impera en la producción industrial para propugnar un modelo de ciudad en el que cada una de sus funciones ha de ocupar zonas especialmente diferenciadas y segregadas en función de sus necesidades. La función residencial, los usos industriales, las actividades comerciales y de ocio ocuparán zonas específicas. La relación entre ellas se asegura mediante vías rápidas de circulación que facilitan la utilización del automóvil privado y de los transportes colectivos. La circulación rodada y la circulación peatonal también se separan de manera que no se interfieran provocando mutuos inconvenientes.

La trama compacta del pasado, en el caso de la cuidad del siglo XIX, basada fundamentalmente en la manzana cerrada, donde la edificación ocupa todos y cada uno de los frentes de la parcela que existen entre calles, es sustituida por el orden abierto u “open planning”, caracterizado por la concentración de los edificios en bloques y torres, que dejan el resto de la parcela como espacio libre para zonas verdes y equipamientos colectivos: colegios, iglesias, centros culturales, estacionamiento…

Le Corbusier también defiende la construcción de los edificios sobre pilares de hierro y hormigón, dejando la planta del nivel de calle diáfana para facilitar física y visualmente la prolongación del campo, del verde por el interior de la ciudad. De esta manera, se podría llevar a cabo la idea de lo que él denomina la “ciudad verde”, la ciudad que prolonga por el interior del espacio construido las superficies verdes del campo.

La “ciudad verde” quiere dar un paso más respecto al modelo de “ciudad jardín” propuesto por Howard y Arturo Soria a finales del siglo XIX, que pretendía la aproximación del campo a la ciudad como principal instrumento para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la “ciudad industrial” y para permitirles escapar de los horrores de aquella ciudad que también era calificada de “ciudad de la muerte” por la elevada mortalidad existente en su interior. El hacinamiento de la población en barrios insalubres, la polución del aire por el humo de las fábricas y la contaminación de las aguas por los vertidos industriales y urbanos eran importantes causas directas o indirectas de enfermedades que provocaban elevadísimas tasas de mortalidad.

Una última característica de la ciudad funcional es la introducción del viario jerarquizado. Frente a la regularidad del viario existente en la cuadrícula de los ensanches, ahora cada polígono o área residencial dispone de su propia red viaria, constituida por vías principales que facilitan a la circulación rodada el acceso, la conexión con otros barrios y otras zonas de usos del suelo, y vías secundarias, que hacen posible la llegada de los residentes mediante la utilización de su propio vehículo a las puertas de si casa o en todo caso a las inmediaciones de su vivienda.

Las necesidades de reconstrucción de las ciudades europeas y de crear abundante suelo urbano para hacer frente al fuerte crecimiento urbano posterior a la II GM, vinculado a un intenso éxodo rural, propagaron el modelo funcional a través del planteamiento oficial. Hubo que esperar a los años 70 del siglo pasado para que este modelo de ciudad fuera cuestionado por el planteamiento más reciente, sobre todo por el denominado “planteamiento de la austeridad” que tachó la ciudad funcional de modelo despilfarrador por su carácter extenso y su excesiva zonificación, lo que repercute, entre otras cosas, en un consumo muy elevado de energía y en una segregación social que origina tensiones, marginación y exclusión social.

Ciudad industrial

La revolución industrial introdujo la fábrica en al ciudad y provocó una afluencia masiva de campesinos hacia ella en busca de puestos de trabajo. Las nuevas formas de producción, los nuevos sistemas de transporte, el éxodo rural y el espectacular aumento de la población desde principios del siglo XIX originaron un modelo de ciudad diferente al que había existido hasta entonces. Muchas ciudades se convirtieron en centros fabriles y centros neurálgicos de comunicaciones, favorecidas por la construcción del ferrocarril, la introducción de los barcos de vapor y la acumulación de capitales.

Las ciudades industriales del siglo XIX crecieron de forma espectacular, los lugares de trabajo y de residencia se separaron por primera vez gracias a los sistemas de transporte colectivos, los asentamientos urbanos perdieron la escala humana y se convirtieron en aglomeraciones. Las ciudades fueron entonces devoradoras de vidas por la falta de higiene y sus malas condiciones ambientales.

Ciudad postindustrial

Es el modelo urbano correspondiente a las sociedades más evolucionadas. La ciudad adquiere una forma dispersa, muchas zonas de las áreas centrales se degradan y se terciarizan, mientras crecen dilatadas periferias residenciales o de servicios donde se eliminan las diferencias entre el campo y la ciudad. Surgen así áreas metropolitanas, aglomeraciones urbanas, conurbaciones y megalópolis, que llevan cada vez más a tener que hablar de asentamientos complejos, de carácter polinuclear, para referirnos a la forma de las ciudades contemporáneas.

La forma urbana dispersa obliga a la población a vivir simultáneamente en diferentes escalas espaciales, agrupadas y conectadas funcionalmente. Las bases que la hacen posible son unas buenas comunicaciones para la mayoría de la población, información suficiente y adecuada para sostener el trabajo de las personas que residen en estas ciudades y para satisfacer sus necesidades personales y colectivas, confianza en la eficacia de los mecanismos de dirección, posibilidades de gestión y control a distancia de los recursos de trabajo, y por último, existencia de energía y materias primas baratas.

Sin embargo, los problemas que suscita la forma dispersa de la ciudad postindustrial son muchos, tantos que muchos consideran que la ciudad actual se halla en crisis. Las bases que la hacen posible resultan difíciles de plasmarse con eficacia en la realidad, sobre todo en las ciudades del Tercer Mundo. Además, las actuales condiciones de rápida urbanización, no sólo para ciudades de crecimiento vertiginosos, inmersas en fenómenos de implosión urbana, como ciudad de México, Sao Paulo o Calcuta, sino también para ciudades de menor crecimiento, como París o Madrid, amenazan con poner en peligro las señas de identidad que las caracteriza. Los avances en las telecomunicaciones y el desarrollo del automóvil como modo de transporte dominante favorecen también la tendencia a la despersonalización del espacio urbano.

Todas las circunstancias anteriores obligan a un nuevo urbanismo, basado en políticas de reestructuración de las periferias y de reequilibrio metropolitano. En las zonas interiores y en los bordes de las aglomeraciones se emprenden intervenciones de urbanismo concertado, entre las que destacan las que acometen la transformación de antiguas superficies industriales, viejas instalaciones ferroviarias y frentes marítimos o fluviales degradados para convertirlos en nuevas zonas residenciales y de servicios.

Ciudad preindustrial

Las primeras ciudades surgieron hace 7000 años, cuando la aparición de la ganadería y la agricultura hizo posible alimentar a una población numerosa y permitió que parte de la sociedad se dedicara a tareas artesanales, religiosas, militares, políticas.

A partir de entonces, las ciudades fueron asentamientos privilegiados desde los que se cultivaban las tierras y se facilitaba el comercio. En ellas se construyeron templos que permitían la relación con los dioses y se levantaron palacios desde los que se denominaba el territorio. Durante siglos, las ciudades se rodearon de murallas que garantizaban la seguridad de sus habitantes y del entorno.

Grecia y Roma actuaron en la antigüedad como focos difusores de modelos de ciudades y de modos de vida urbanos. Durante la Edad Media, las ciudades fueron espacios de libertad dentro de la protección que les proporcionaban las murallas, y en los tiempos modernos, las urbes potenciaron su papel rector como centros económicos y políticos.

Todas las ciudades preindustriales tuvieron en común:
  • una superficie reducida,
  • la separación nítida entre ciudad y el campo por las murallas,
  • un estatus jurídico que dotaba a sus ciudadanos de personalidad propia dentro de las sociedades estamentales,
  • un volumen de población limitado por las posibilidades técnicas de abastecimiento y de atención a las necesidades de sus habitantes.
Hubo que esperar al año 1800 para que una ciudad, Londres, alcanzara por primera vez un millón de habitantes.

Construcción modular

La construcción modular hace referencia a la edificación de viviendas mediante piezas prefabricadas y montadas in situ. Las construcciones modulares predominan en barrios enteros en muchas ciudades del mundo por su bajo coste y por las ventajas que suponen su rapidez y sencillez de construcción. Los materiales son muy variados, desde hormigones a productos metálicos y madera.

En general, las construcciones modulares constituyen una importante alternativa de alojamiento para los sectores de población más humildes y resultan de máxima utilidad para paliar necesidades de vivienda tras cualquier tipo de catástrofe natural o humana que haya afectado gravemente el patrimonio residencial construido.

Conurbación

Conjunto de ciudades que tienen un crecimiento autónomo y paralelo hasta fundirse formalmente en una sola aglomeración. Se trata de aglomeraciones policéntricas, frente a otras aglomeraciones, de estructuras social y funcionalmente monocéntricas. Dentro de las conturbaciones siempre existen dos o más municipios próximos como núcleos de crecimiento y de organización del territorio, en un principio separados y posteriormente unidos, integrando un continuo urbano. Las ciudades que componen la conurbación son administrativamente distingas y mantienen cierta independencia funcional aún después de fundirse morfológicamente.

La unión de municipios integrantes de la conurbación se efectúa generalmente a lo largo de ejes de circulación y suele estar favorecida por la naturaleza del territorio (un valle, un río, un frente marítimo). Como consecuencia de ello, las conurbaciones poseen una estructura lineal. Un ejemplo: Málaga-Marbella.

Convergencia espacio-tiempo

A escala mundial, las ciudades se integran en una “ecumenópolis” que elimina las diferencias entre metrópolis del “Primer” y “Tercer Mundo”. En este proceso, la revolución tecnológica aplicada a los transportes ha desempeñado un papel especialmente importante, ya que ha acelerado los procesos de convergencia espacio-tiempo, contribuyendo a multiplicar los intercambios y las interdependencias entre las regiones hasta hacer del mundo una aldea global.

El tiempo invertido en los desplazamientos entre las grandes ciudades y su coste económico tiende a disminuir cada vez más, con lo que se facilita la movilidad de la población y se incrementa la frecuencia de los contactos personales. En la actualidad, los aviones más modernos son capaces de alcanzar cualquier punto de la Tierra en pocas horas y en muchos casos resulta más sencilla la relación entre las grandes metrópolis nacionales del planeta que entre ellas y los núcleos de menor rango de sus respectivos sistemas nacionales, sobre todo en los países del Tercer Mundo.

Desurbanización

Traslado del crecimiento urbano desde las grandes aglomeraciones a las ciudades intermedias y pequeñas. La desurbanización resulta de varios fenómenos que se están produciendo en la actualidad:
  • El desajuste entre el entramado compacto de la ciudad histórica y las exigencias de la vida moderna. La congestión de la circulación en el interior de las grandes aglomeraciones, el elevado precio del suelo y las dificultades de la actividad industrial para importar materias primas y exportar productos contrarrestan las ventajas de las economías de escala y de aglomeración que ofrecen las ciudades.
  • La presión fiscal y el deterioro medioambiental, con riesgo para la salud de los ciudadanos, impulsan la descentralización residencial y la desconcentración de los puestos de trabajo.
  • El envejecimiento del parque residencial, la proliferación de las conductas antisociales, el aumento de las tasas de criminalidad, el abuso en el consumo de drogas y la expansión de las bolsas de pobreza y marginalidad empujan a amplios sectores de las clases medias a trasladarse desde el interior de las grandes ciudades a las más recientes periferias.
  • Las ciudades medias y pequeñas, bien conectadas por los modernos sistemas de transporte con las grandes aglomeraciones, proporcionan importantes ventajas residenciales y atractivos económicos crecientes para las actividades productivas
Ecumenópolis

Término acuñado por Constantin Doxiadis en los años 70 para aludir a la reciente fase de evolución urbana en la que las ciudades correspondientes a las sociedades industriales y postindustriales forman parte de una “ciudad global”, favorecida por los procesos de convergencia espacio-tiempo y los cambios en la escala, percepción y dimensión de los problemas humanos.

Metrópolis de rango regional, nacional e internacional, como centros de concentración de población, de capitales y de innovación, y asentamientos urbanos de menor rango funcional, como núcleos de difusión de flujos económicos, de difusión de novedades tecnológicas y de ideas, tejen estrechas relaciones de complementariedad y de dependencia formando parte de un sistema urbano mundial. Los modernos medios de comunicación y los nuevos y cada vez más desarrollados modos de transporte favorecen este nuevo orden espacial.

Emplazamiento

Es el espacio concreto sobre el que la ciudad se asienta. Es la topografía, el soporte físico que condiciona en gran medida su paisaje y el desarrollo espacial desde el instante de su fundación. La elección del lugar del emplazamiento depende de dos factores: la función que da lugar a la creación de la ciudad (función defensiva, comercial, control de una ruta…) y las características del medio físico (topografía, naturaleza del suelo, disponibilidad de agua, vegetación…) que deben ajustarse a las necesidades que determinaron la función de la ciudad.

De este modo encontramos que los emplazamientos preferidos son los siguientes:

Colinas: durante la época antigua y la Edad Media, gran parte de las ciudades se localizaban sobre elevaciones de terreno o colinas, respondiendo a una función militar o de control del territorio que se extendía a sus pies (la mayor parte de las ciudades españolas fundadas en la Edad Media y de las bastidas del suroeste francés), al deseo de evitar los peligros de inundaciones en el caso de terrenos situados cerca de algún río (antiguas ciudades de Mesopotamia) y el afán de gozar de unas mejores condiciones climáticas (ciudades de altura en la zona intertropical: Simla en la India) o de escapar de la insalubridad de las zonas bajas costeras y pantanosas.

Los núcleos de población de la franja mediterránea correspondiente a las tierras de Valencia y Castellón prefirieron históricamente los emplazamientos de las laderas de piedemonte de las montañas próximas, lejos del borde del mar, por razones de salubridad, además de razones de seguridad determinadas por la frecuencia de los ataques de los piratas berberiscos.

Ríos: de la simple observación de un mapa del mundo o de cualquier país podemos extraer la consecuencia de que la mayor parte de las ciudades se disponen a lo largo de los cursos de los ríos, ya que éstos siempre han atraído a la población. Constantemente los ríos han desempeñado un importante papel en la vida comercial, en la vida militar y, por supuesto, con relación a los desplazamientos de los pueblos.

Un análisis más detallado de los desplazamientos fluviales revela que la ubicación espacial se efectúa siempre en puntos muy concretos del territorio:

Vados

Son lugares de escasa profundidad de las aguas, por donde se puede cruzar la corriente a pie. Generalmente, con el paso del tiempo, sobre ellos se construye un puente que facilita la travesía y contribuye al posterior desarrollo de un primitivo núcleo de doblamiento surgido junto al vado. Este es el caso de muchas ciudades, como Toledo, Mérida y Salamanca.

Estuarios

Otras veces, cuando las ciudades se sitúan en la desembocadura de un río, su emplazamiento suele realizarse donde terminan los efectos de las mareas que hacen posible la penetración de la navegación marítima hacia el interior. Es el punto donde se produce el trasbordo de los viajeros o la ruptura de la carga de las mercancías que llegan o salen por mar.

A veces la ciudad se emplaza en el lugar en que durante mucho tiempo existió el último puente que unía las dos orillas, ya que su distanciamiento hacia la desembocadura imposibilitaba la construcción de ningún otro. Ejemplo: Bilbao en la ría del Nervión. En otros casos, el emplazamiento se efectúa más cerca de la desembocadura, como ocurre en Lisboa con el Tajo.

Islas fluviales

A veces son islas situadas en medio de los ríos, que facilitan el paso entre las dos orillas, las que han dado lugar al primitivo emplazamiento de una ciudad. Ejemplo: París, fundada en l’Île de la Cité, en medio del Sena.

Confluencia de ríos

Hay ciudades que han surgido beneficiándose de la confluencia de varios ríos. Es el caso de León.

Todas las ciudades emplazadas al borde de los ríos responden en su origen a una función comercial, defensiva o de control de una vía estratégica. A su vez, estas actividades actúan como motores de desarrollo y crecimiento urbano, al menos bajo ciertas circunstancias y durante largo tiempo.

Relieves costeros: muchas ciudades aparecen asentadas sobre formas diferentes de relieves de la costa: Cádiz, sobre una isla plana, con el paso del tiempo convertida en un tómbolo unido a tierra por una lengua de arena; Manhattan, sobre una isla…

La evolución experimentada por las ciudades a partir del siglo XIX ha hecho que sus primitivos emplazamientos resulten, casi siempre, incapaces de hacer frente a las necesidades de mayor espacio urbano y de albergar a una cantidad creciente de habitantes, en gran parte procedente del exterior. Casi todas las ciudades fueron creadas para acoger a unos reducidos efectivos de población y para desempeñar una función que, o bien ha desaparecido en la actualidad, como es el caso de la actividad militar o defensiva que dio lugar a la creación de tantas ciudades, o se ha visto modificada, sobre todo, por la adición de múltiples funciones.

De este modo, los primitivos emplazamientos quedaron desbordados por el desarrollo del fenómeno urbano desde principios del siglo pasado. Hubo que buscar nuevos asentamientos para las áreas urbanas que entonces empezaban a surgir y que lo hacían fuera de los límites del primer emplazamiento. En muchas ciudades europeas creadas en lo alto de una colina, en una posición defensiva, los nuevos barrios tuvieron que extenderse a sus pies, con lo que se produjo su desdoblamiento: la ciudad antigua y la moderna. Frecuentemente, como sucedió en Vitoria, el nacimiento de la parte nueva está relacionado con la llegada del ferrocarril.

A partir del siglo XIX, las ciudades de colonización europea en África del Norte y Asia conocieron también un fenómeno de desdoblamiento. En Marraquesch, Argel… existe la medina, la ciudad antigua, sobre una colina, y la ciudad colonial sobre el llano.

En otras muchas ciudades, el emplazamiento primitivo no responde a las exigencias del urbanismo moderno y constituye un serio obstáculo por razones de tipo físico a la expansión. Así sucede con las que se asientan sobre una isla, junto al mar, o al lado de importantes accidentes topográficos. Sin embargo, hoy, la moderna tecnología permite superar estos obstáculos mediante la perforación de túneles o el tendido de puentes. Gracias al desarrollo tecnológico, Nueva Cork ha podido superar las limitaciones que el emplazamiento originario en la isla de Manhattan ofrecía a su crecimiento.

Ensanches de poblaciones

Forma de planeamiento iniciada en el siglo XIX. Los ensanches surgen en las ciudades españolas bajo una ideología burguesa para atender las necesidades de espacio creadas por un fuerte crecimiento demográfico, por un intenso éxodo rural y por los cambios tecnológicos y exigencias de suelo urbano que acompañan la revolución industrial.

Los ensanches de Barcelona y Madrid, planificados respectivamente por los ingenieros Cerdá y de Castro, institucionalizaron el plano ortogonal y la ordenación en manzana con patios interiores como forma de entramado urbano, con una preocupación por la vivienda y la circulación. La forma urbana se adaptaba de ese modo a las exigencias de calidad de vida de la burguesía y a las posibilidades de crecimiento urbano que permitía la implantación de transportes colectivos efectivos dentro de las ciudades.

La Ley española de Ensanches de 1864 consolidó oficialmente un modelo de planeamiento basado en la regularidad y jerarquización del viario, en la preferencia por la trama ortogonal y en la definición de un sistema riguroso de alineaciones. Simultáneamente se establecían los criterios y procedimientos de financiación.

La Ley de Ensanches de 1876 incrementó la capacidad de intervención de los Ayuntamientos y creó las Juntas de Ensanche, con la participación de propietarios de los terrenos para asegurar la financiación y la ejecución de las obras de urbanización.

Finalmente, las Leyes de Ensanche y Extensión de 1892 y de Saneamiento y Mejora de 1895 recogen desde el punto de vista legal la preocupación del planeamiento por la calidad de la vivienda y sus condiciones higiénicas.

Entramado urbano

Expresa la forma de ordenarse y agruparse los edificios en el interior de las ciudades. La ocupación del suelo por los edificios varía de unas regiones morfológicas a otras dentro de los asentamientos urbanos y se modifica a lo largo de la historia según las corrientes urbanísticas y los modos de producción que se han sucedido a través del tiempo.

a) Entramado u “orden cerrado”

Los edificios se sitúan unos al lado de otros, de manera continua, dando lugar a su vez a:

Una edificación compacta en la que las casas se agrupan buscando el máximo aprovechamiento del espacio, entremedias sólo dejan pequeños patios interiores o algún caño de separación, como sucede en el casco antiguo de Vitoria. Es la tipología característica de las ciudades medievales, en las que los edificios se apiñan dentro del espacio delimitado por la muralla, que sirve de defensa y de garantía del estatus jurídico de las personas que residen en su interior.

Una edificación en extensas manzanas integradas por casas en torno a un gran espacio central, que se denomina patio de manzana, más o menos regular, continuo o fragmentado, cuadrado o rectangular.

Según que la manzana esté ocupada por edificios en todos sus frentes o no, dejando uno abierto, en comunicación con el hueco central, se habla de manzana cerrada o de manzana abierta. Este tipo de ordenación, que se sigue utilizando en la actualidad, caracterizó a los grandes ensanches españoles del siglo pasado: Madrid, Barcelona, San Sebastián, Vitoria y Bilbao.

b) Entramado u “orden abierto”

Los edificios se disponen de manera aislada o adosada, dejando grandes espacios libre entre ellos. A esta ordenación corresponden las áreas residenciales del tipo “ciudad-jardín” y las integradas por bloques o torres de viviendas multilaterales.

Barrios “ciudad-jardín”

Están formados por viviendas unifamiliares rodeadas de un pequeño huerto o jardín. Su origen más directo se encuentra en las ideas del inglés Ebezener Howard que alcanzaron amplia difusión en muchos países a finales del siglo pasado y en el presente, sobre todo en Estados Unidos, donde las áreas residenciales de viviendas unifamiliares han llegado a ocupar la mayor parte de la superficie de las ciudades.

En España, aparte de recibirse las teorías de Howard, tuvo particular importancia la influencia ejercida sobre este tipo de ordenación por el proyecto de Ciudad Lineal para Madrid de Arturo Soria, que propugnaba la construcción de hotelitos con su jardín como tipo de edificación exclusiva.

En nuestros días, la ordenación del territorio con viviendas unifamiliares rodeadas de jardín se ha conservado en España en las zonas suburbanas de las ciudades, especialmente en las áreas residenciales de mayor categoría, como hábitat de primera o segunda residencia (Puerta de Hierro, La Moraleja…)

Edificación en bloques aislados o torres: “open planning”

Se trata de una ordenación mediante edificios de viviendas multifamiliares que se disponen en bloques aislados o en torres de varios pisos, dejando amplios espacios libres para equipamientos colectivos (parroquias, colegios, centros comerciales…) y para jardines o aparcamientos. La construcción en altura compensa la pérdida de superficie edificable.

El origen de esta ordenación se encuentra en las corrientes funcionalistas que aparecen en Europa tras la I GM en torno a Walter Gropius, fundador en 1919 de la Bauhaus. Las primeras aplicaciones del funcionalismo arquitectónico al urbanismo se materializaron en algunos barrios construidos por aquellos años en Frankfurt y Berlín. Por primera vez, la edificación de viviendas multifamiliares se concentró en bloques aislados, con idéntico tratamiento arquitectónico, dejando en medio espacios libres.

Por su parte, Le Corbusier, también desde planteamientos funcionalistas, se convirtió en un defensor de la concentración de las viviendas en edificios de gran altura, levantados sobre pilares para ampliar la superficie dedicada a uso peatonal y zona verde. La ciudad se concibe como un intento de prolongar la naturaleza hacia su interior mediante el predominio de los espacios abiertos.

No obstante, el definitivo triunfo del funcionalismo urbanístico y, por lo tanto, del orden abierto, no se produjo hasta la publicación de la Carta de Atenas, en 1943, que recoge las principales formulaciones de Le Corbusier y los resultados de los primeros Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna. La Carta resume los principios básicos de la teoría de la ciudad funcional: disposición de las viviendas en bloques aislados y énfasis en la zonificación.

En España, tras los ensayos racionalistas anteriores a la Guerra Civil, estas ideas empezaron a aplicarse a principios de la década de los 50, coincidiendo con la llegada de las teorías organicistas, que concebían la ciudad como un espacio integrado por un conjunto de comunidades urbanas escalonadas jerárquicamente- unidad vecinal, de barrio y de distrito- y, a la vez, propugnaban la sustitución de la red viaria tradicional por otra de accesos jerarquizados. La Ley del Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, de 1956, además de constituir el marco jurídico para la creación del suelo urbano durante los años de mayor crecimiento de las ciudades españolas, contribuyó a generalizar estos planteamientos a través de los nuevos polígonos residenciales que se han construido desde entonces a nuestros días.

En el resto de Europa, el orden abierto u “open planning” se ha impuesto en la mayor parte de las ciudades. Es la ordenación de los grandes “ensembles” en Francia y de los barrios socialistas de las ciudades de la antigua Unión Soviética y de otros países de Europa Oriental, una vez que el propio Stalin optó por la edificación concentrada frente a la dispersión defendida por los denominados “desurbanistas”, fieles a la más pura teoría espacial marxista, que pretendía superar la antinomia campo-ciudad. De este modo, el paisaje urbano de las ciudades socialistas se asemejaba en gran manera al de los “ensembles” francesas y al de los polígonos residenciales españoles, aunque con una concepción urbanística y arquitectónica todavía más monótona.

Factores económicos del plano

Los intereses económicos han determinado siempre una ocupación intensiva del suelo y han orientado la expansión de las ciudades a expensas del entorno rural. Los comerciantes y los artesanos dieron origen a numerosos barrios y arrabales en las ciudades medievales, sobre todo durante los siglos de renacimiento comercial, siglos XI y XII. La mayoría de ellos dieron lugar a planos irregulares, fuera del núcleo existente por entonces, de manera que la ciudad acabó desdoblándose. Estos barrios son los denominados “portus” o “vicus” en Alemania y “burgos” en Francia.

Los espacios dedicados a mercados en la entrada principal de muchas ciudades medievales españolas acabaron transformándose en plazas mayores en un proceso que se inició en el siglo XVI y se prolongó hasta finales del siglo XVIII (Valladolid, Madrid, Gijón). Las plazas mayores conservaron la función comercial que les había servido de origen, pero incorporaron las de concentración del poder civil, lugar de representación de fiestas y juegos, y la de punto de encuentro de grupos sociales de diferente categoría, incluida la propia Corona, todo ello dentro de una escenografía barroca.

Los factores económicos definen también de manera dominante la distribución espacial de los usos del suelo y la construcción urbana en la ciudad industrial y postindustrial. El plano de la ciudad funcional, con su viario jerarquizado y zonas perfectamente diferenciadas, para satisfacer las exigencias de las actividades que tienen lugar en la ciudad (residir, producir, descansar, circular), expresa el afán de eficacia del modo de producción fordista y el juego de intereses de las fuerzas económicas.

Factores políticos del plano

La función política de las ciudades y las posibilidades propagandísticas que permiten sus edificios y entramado han determinado el interés de los poderes públicos a través de todos los tiempos por dejar su huella en la morfología, y el deseo de utilizar la construcción de la ciudad al servicio de sus ideales. Por eso, estos factores condicionan, sobre todo, los planos correspondientes a las ciudades que desempeñan la función de capital o que surgieron alrededor de una residencia real y en momentos históricos de máxima exaltación del poder del príncipe, como fueron los siglos XVI, XVII y XVIII.

En la Roma imperial, y sobre todo en los tiempos modernos a partir del Renacimiento, el Estado muestra su poder mediante un monumentalismo que se materializa en la realización de planos, generales o parciales, inspirados en los principios fundamentales del urbanismo clásico: la línea recta, la perspectiva y la uniformidad.

Con este criterio se realizaron las grandes residencias reales de los siglos XVII y XVIII y se ordenaron sus entornos urbanos. Todos estos conjuntos fueron estructurados sobre la base de grandes escenografías que convergen en un punto o foco central, donde se sitúan el palacio como medio de afirmación del absolutismo y centralismo político de la época: Versalles, San Petersburgo, Aranjuez…

La misma intención política persiguió la mayor parte de los ambiciosos proyectos de reformas o de ordenación de espacios urbanos que se acometieron en las principales capitales europeas durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Entre ellos destacan los que se efectuaron en París: la construcción de amplios bulevares y de la Plaza de la Concordia para enaltecer el poder de Luis XIV; la ordenación de los Campos Eliseos con sus arcos de triunfo, el de la Estrella y el del Carrusel, y su prolongación por la calle Tívoli, en tiempos de Napoleón, para emular a la Roma imperial y, finalmente, las reformas del barón de Asuman, que modificaron la trama de la ciudad a base de grandes bulevares convergentes en plazas.

También en Madrid se llevaron a cabo en el siglo XVIII importantes obras urbanísticas con afán de monumentalidad, entre las que sobresalen las correspondientes al reinado de Carlos III dirigidas a convertir la ciudad en una auténtica capital de rango europeo: la ordenación del Paseo del Prado, la construcción de puertas monumentales, el trazado de los paseos arbolados en la zona sur (Paseo de las Acacias) y la configuración de las actuales rondas.

En nuestro siglo, este deseo de monumentalidad se ha mantenido, sobre todo, en aquellos países como Italia y Alemania, donde se impusieron durante un periodo de tiempo regímenes políticos dirigidos a ensalzar la fuerza del Estado y el poder del “jefe” carismático. Basta pensar en las reformas urbanas y en los monumentos construidos por entonces en Roma y Berlín.

Todavía hoy la ambición de monumentalidad persiste, si bien al servicio de otros valores y objetivos. La construcción de Brasilia, por ejemplo, se ha realizado con un afán de monumentalidad al servicio del automóvil. Actualmente, los proyectos de renovación urbana en áreas consolidadas o de construcción en las nuevas periferias son a menudo utilizados por los responsables políticos con una finalidad simbólica y propagandística, lo mismo que en el pasado.

Factores religioso-cosmológicos del plano

Los valores religiosos y las concepciones cosmológicas son otro factor que interviene en el modelado del plano y en la configuración de la forma urbana, sobre todo cuando se trata de asentamientos que han tenido o tienen una importante función religiosa, como sucede en las ciudades de peregrinación (Roma, Santiago, la Meca)

La religión y, en general, la concepción que el hombre tiene del mundo influyen en el plano de una manera importante en la antigüedad y más en Oriente que en Occidente. Durante siglos, la creación de las ciudades y su ordenación fueron realizadas en Oriente como un reflejo de determinadas formulaciones religiosas y cosmológicas. De este modo, el plano primitivo de Pekín, capital de la dinastía Ming (siglos XIV-XVII), encerraba todo un simbolismo cosmológico, tanto en su forma, a base de un conjunto de cuadrados en cuyo interior esta la “ciudad prohibida” a la que se accedía por el sur, como en su orientación hacia los cuatro puntos cardinales, puesto que en la antigua China se pensaba que la Tierra era cuadrada y el sur era asociado con la autoridad y con el bien, mientras que el norte era relacionado con los espíritus malignos.

Carl Jung, por su parte, puso de relieve la relación existente en general entre la forma urbana y la imagen que el hombre tiene del mundo en la antigüedad, ya que necesita de signos sensibles, como son las formas (el círculo y el cuadrado), y de los contrastes de zonas de luz y de sombra para interpretar la realidad. Al hombre le asusta lo desconocido y necesita mitos y símbolos para explicar lo incomprensible. Estos mitos y símbolos se inscriben en el tejido urbano a través de signos sensibles. El círculo simboliza, en este sentido, la totalidad natural bajo la esfera cósmica o la totalidad de la conciencia interior, y por el contrario, el cuadrado simboliza la conciencia de la realidad exterior, la organización de la materia terrestre.

Los planes circulares y los cuadrados, las dos formas más simples y más utilizadas de ciudad, encerrarían, pues, una fuerte carga simbólica, teniendo en cuenta que los planos circulares aparecen en una etapa más primitiva, dentro de la Prehistoria, en la que el hombre proyecta imágenes interiores, mientras que los planos cuadrados lo hacen en un estadio más evolucionado, en el contexto del marco geográfico del Mediterráneo y como expresión de una nueva civilización en la que el hombre realiza un esfuerzo de organización espacial. A partir de ese momento el número 4 adquiere un valor especial: Salomón hace construir un tempo cuadrado; Jehová reina, igual que Horus, sobre los cuatro rincones de la Tierra; los 4 evangelistas extienden el mensaje de Cristo; Roma es la “urbs quadrata”, rompiendo con la forma de las ciudades etruscas; el Renacimiento revaloriza el plano en damero del mundo clásico, un modelo que los españoles difunden por América a través del proceso colonizador.

En la Edad Media, el Camino de Santiago definió la forma longitudinal de las ciudades que se situaban en él y el nacimiento de barrios de artesanos, comerciantes, judíos y francos bien diferenciados (Pamplona, Estella, Santo Domingo de la Calzada…). Dentro de estas ciudades, los barrios poblados por francos, separados de la población indígena, con sus murallas, su concejo y fuero propio, tuvieron una importancia especial. Su huella perdura en la actual trama urbana.

Factores sociales del plano

El plano de cualquier ciudad refleja el libre juego de los factores sociales que intervienen en su construcción a través del tiempo. Así, la trama irregular de las ciudades islámicas es fruto de una sociedad que antepone lo individual a lo colectivo. A diferencia de la ciudad occidental, donde lo primero que existe es la calle, en forma de sendero o camino, en el modelo islámico lo primero que se construye es la casa, y lo residual es la calle, cuya principal finalidad es la de servir de paso o de acceso a las viviendas.

En las capitales europeas, la proximidad al poder, al palacio del rey, atrajo a la nobleza y configuró espacios físicos de poder a su alrededor o a lo largo de las vías recorridas por la Corte en sus frecuentes desplazamientos (Campos Elíseos en París, calles de Alcalá, de Atocha y eje del Prado en Madrid). Estos espacios se plasman en el plano en vías más o menos regulares y en la construcción de palacios o edificios vinculados a las funciones administrativas.

A partir del siglo XIX, la burguesía define un orden espacial donde los grupos sociales se separan residencialmente según sus niveles de renta. Los grupos de mayor rango se trasladan a los nuevos ensanches de población, con planos regularizados que facilitan la movilidad de los transportes y hacen posible la construcción de viviendas acordes con las nuevas exigencias de calidad de vida. Por el contrario, los grupos sociales de menores niveles de renta se concentran en “tugurios” en las áreas centrales o dan origen a barrios de crecimiento espontáneo y trazado irregular en las vías de acceso a las ciudades.

Franja periurbana

Se denomina así al espacio inmediato a las ciudades donde se mezclan los usos del suelo y las formas de vida del campo y de la ciudad. La franja periurbana es resultado de los procesos espontáneos de expansión de las aglomeraciones urbanas. Su desarrollo se vincula a los fenómenos de suburbanización que comenzaron en las ciudades anglosajonas a finales del siglo XIX, apoyados en líneas de transportes colectivos. Durante los años 30 y 40, las franjas periurbanas alcanzaron gran extensión en las ciudades de Estados Unidos debido a la difusión del uso del automóvil, las facilidades de crédito para adquisición de viviendas y las inversiones masivas en obras públicas.

La amplitud de las franjas periurbanas varía considerablemente de unas ciudades a otras, según su volumen de población y rango funcional. En general, el periurbano se extiende más allá del continuo edificado de la ciudad tradicional, sobre una zona de profundidad que oscila entre 19 y 50 km por término medio.

Desde el punto de vista de la composición de los habitantes, la franja rururbana se caracteriza por:

Aumento de las formas y modos de vida urbanos

El estilo de vida urbano y el trabajo en actividades propias de la ciudad se imponen progresivamente a causa de un doble fenómeno: por una parte, los antiguos campesinos abandonan su actividad tradicional de modo parcial o completo y se emplean en las empresas industriales que allí se instalan o en las que se asientan dentro de la ciudad; por otra, hay una proporción creciente de trabajadores de la ciudad que se trasladan a la franja rural por un deseo de vivir en contacto con la naturaleza o por encontrar viviendas más baratas y más adecuadas a sus necesidades.

Fuerte movilidad de su población

Aparte de las familias de origen campesino, en la franja rururbana se instalan las nuevas familias que se trasladan desde el interior o que llegan desde fuera en el caso de ciudades de inmigración, dando lugar a un aumento de población muy superior al de las áreas residenciales interiores y al predominio de matrimonios jóvenes o de mediana edad con elevado número de hijos.

Variedad social

Existen grandes diferencias, porque predominan los estratos sociales más acomodados y los más humildes, según las distintas áreas residenciales formadas en su interior.

El elemento común radica en que casi todos sus habitantes trabajan en la ciudad central, por lo que se ven obligados a desplazarse a diario. La rururbanización ha ido unida a la generalización del uso del automóvil; es normal que cada familia disponga de más de un automóvil en las áreas residenciales más acomodadas.

Comportamiento social diferenciado

El individualismo, el aislamiento y la indiferencia hacia el vecino, propios del interior de la ciudad, dejan paso a una vida de relación más intensa, aunque ello depende mucho de los diferentes grupos sociales, de la edad y de la cultura. Las familias jóvenes con niños y las que tienen un nivel cultural semejante son las que entablan relaciones sociales con más facilidad.

Valoración contemplativa de la naturaleza

No existe integración de la mayor parte de los habitantes con el campo. El espacio abierto y la naturaleza son valorados por oposición a la ciudad, por su ambiente tranquilo, por su aire sano y por la ausencia de contaminación. El comportamiento económico es ciudadano, sólo se consume espacio y naturaleza del medio rural. Todo lo demás se obtiene en la ciudad a la que se accede fácilmente gracias a su proximidad.

Funcionalismo

El funcionalismo parte de Gropius, fundador de la Bauhaus en 1919, que entendía la forma del edificio y de la ciudad como consecuencia de las necesidades sociales de sus habitantes y de los usos que en estos espacios tienen lugar. Se considera que es la función quien determina la forma y no a la inversa. Además, se prefiere las viviendas concentradas en bloques altos y aislados a la vivienda unifamiliar o en edificación compacta por razones económicas, funcionales y estéticas.

De manera coincidente, Le Corbusier defendió desde 1922 la edificación concentrada en altura para disponer de suelo libre para zonas verdes y así facilitar el contacto con la naturaleza. La contraposición campo-ciudad desaparecería, pues la naturaleza se prolongaría por el interior de la ciudad a través de zonas verdes entre edificios aislados levantados sobre pilares de hormigón, con la planta baja totalmente diáfana. Se llegaría a la “ciudad verde”, que va más allá del modelo de “ciudad jardín” en el propósito de integrar el campo y la ciudad.

Como consecuencia de estas formulaciones, el “open planning” sustituye la edificación compacta, la calle desaparece, la circulación rodada se separa de la peatonal, el viario se jerarquiza, los espacios se zonifican y se unen por vías rápidas para responder a las necesidades básicas de la ciudad: residir, divertirse y trabajar.

Funciones urbanas

El término función urbana procede de la fisiología y deriva de la identificación de la ciudad con un organismo vivo. Por función urbana se entiende cualquier actividad que los ciudadanos ejercen en beneficio de los habitantes de la aglomeración principal y de aquellos que residen en su región de influencia.

Las funciones organizan el territorio sometido a la influencia de una ciudad, satisfacen las necesidades de los habitantes del núcleo principal y de los pertenecientes a su región, condicionan la estructura urbana y contribuyen a configurar su paisaje. El análisis de las funciones permite reconstruir la historia urbana, ya que el nacimiento y posterior evolución de cualquier ciudad va ligado al predominio de unas u otras actividades.

Las funciones defensivas y comerciales están en el origen de la mayoría de las ciudades y la función industrial es la que ha jugado un papel más importante como motor de urbanización en los países evolucionados a partir del siglo XIX. La función político administrativa es especialmente determinante en el desarrollo de muchas ciudades (Madrid, Brasilia, Washington).

En la actualidad, las ciudades son espacios multifuncionales. Las funciones se superponen y el mayor o menor protagonismo de unas y otras ha ido variando en cada caso a través del tiempo según circunstancias concretas de tipo económico, político y social. En las primeras etapas de la mayoría de las ciudades, las funciones principales fueron las de defensa y feria o mercado. Más tarde se añadieron, y acabaron por desplazar a las anteriores, las de servicios, industria, turismo y ocio. En ocasiones muy concretas, algunas de estas funciones son netamente predominantes y dan origen a ciudades de alta especialización funcional.

Líneas de fijación

Son elementos estructurales del plano de la ciudad que actúan como obstáculos o barreras en su expansión. Entre las líneas de fijación figuran:
  • Elementos físicos, como ríos o montañas
  • Elementos humanos, como murallas, instalaciones militares, estaciones ferroviarias o aeropuertos
  • Elementos invisibles sobre el territorio, como la estructura y régimen de la propiedad o calificaciones de usos del suelo definidas por el planeamiento que frenan el crecimiento de la ciudad en determinadas direcciones (zonas de protección de paisaje, zonas industriales, zonas verdes…)
Medina

Es el espacio correspondiente al centro histórico o núcleo principal de la ciudad islámica. Dentro de las medinas existen siempre dos entornos bien diferenciados: la ciudad oficial o “al-mudaina”, donde se encuentra o se encontraba el alcázar y los edificios pertenecientes a las autoridades, y la “medina” propiamente dicha, el resto de la ciudad.

La medina estaba a su vez interiormente compartimentada. Dentro de ellas había barrios especializados en determinadas actividades, juderías y arrabales. Estos últimos eran espacios con vida propia fuera del núcleo fundacional y se agrupaban en torno a una mezquita. Algunos barrios disponían de cercas con puertas que se cerraban por la noche y abrían por el día.

El viario es extremadamente irregular, ya que las calles son lo que queda libre una vez que los particulares han ocupado el suelo de la ciudad. Muchas calles terminan en fondo de saco (adarves) y se cierran por la noche en una apropiación del espacio público por los vecinos y en un afán por garantizar la seguridad de las casas. A menudo, las construcciones cubren el vuelo de la calle como consecuencia de un aprovechamiento intensivo y en altura del territorio (cobertizos). También abundan las plazas privadas (corrales), que se cierran por puertas en un proceso de significado análogo al de los adarves.

El carácter irregular y abigarrado del plano islámico se acentúa por la tendencia a la compartimentación social y funcional del conjunto de la ciudad por razones políticas, económicas, sociales y de sensibilidad estética.

Megalópolis

La fuerte urbanización de las sociedades avanzadas ha dado lugar a la formación de varias megalópolis: la costa Este de Estados Unidos desde Chicago hasta Pittsburg… Cada una de estas aglomeraciones posee más de 20 millones de habitantes y dentro de ellas existen áreas metropolitanas, conurbaciones y ciudades de diferente tamaño. Las comunicaciones se hallan muy desarrolladas en su interior y las relaciones de complementariedad y dependencia funcional son muy estrechas.

Morfología humana

La morfología es el resultado de la combinación en el espacio de tres elementos: el plano, la construcción o edificación y los usos del suelo, sometidos todos ellos a un constante proceso de cambio, por lo que el paisaje se está haciendo y deshaciendo continuamente.

De todos los elementos que integran la morfología de la ciudad, el uso del suelo es el que experimento mayor y más rápido cambio, seguido por la edificación. Por el contrario, el plano es el elemento más estable. Su perdurabilidad se explica por el capital invertido en su configuración, por la rigidez del parcelario y por su carga de valores simbólicos.

En todas las ciudades, existe un fuerte contraste entre la morfología o paisaje correspondiente a la ciudad tradicional, el espacio que acumula el legado arquitectónico y urbanístico de generaciones, y la morfología más reciente, correspondiente a los espacios contemporáneos.

Open Planning

La viviendas se disponen en edificios multifamiliares que adoptan la forma de bloques aislados o torres de varios pisos, dejando espacios libres entre ellos para los equipamientos colectivos (parroquias, colegios, centros comerciales…) y para jardines o estacionamientos. La construcción en altura compensa la pérdida de superficie edificable, manteniendo e incrementando, incluso, los volúmenes de edificación del orden cerrado.

El origen de esta ordenación del suelo se encuentra en las corrientes funcionalistas surgidas en torno a Gropius y Le Corbusier, que buscaban modelos de eficacia productivista y superar la contradicción campo/ciudad al facilitar la entrada de la naturaleza en los espacios construidos según el ideal de “ciudad verde”. Estas propuestas fueron asumidas por los arquitectos del periodo de entreguerras participantes en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna y fueron difundidas a través de la Carta de Atenas (1943) y del planeamiento oficial, de manera generalizada después de la II GM.

Orden abierto

Es la forma de entramado en la que los edificios se disponen de manera aislada o adosada, dejando amplios espacios libres entre ellos. A esta forma de organización urbana corresponden:
  • Las áreas residenciales del tipo “ciudad-jardín”, cuyos orígenes se encuentran en el utopismo reformista, en los proyectos higienistas del inglés Howard y en el modelo de Ciudad Lineal del español Arturo Soria.
  • Las áreas residenciales integradas por bloques o torres de viviendas multifamiliares conforme a los esquemas de “open planning” propuestos por el funcionalismo y el organicismo.
Orden cerrado

Los edificios se sitúan unos al lado de otros en una ocupación intensiva del suelo. Dentro del orden cerrado hay:
  • Edificación compacta: las construcciones se agrupan buscando el máximo aprovechamiento del espacio; sólo dejan pequeños patios interiores o caños de separación entre alineaciones de casas a dos calles. Es la tipología característica de las ciudades medievales, como Vitoria o Ávila, donde los edificios se apiñaban dentro de las murallas que servían de defensa y definían con claridad el espacio físico y jurídico de la ciudad frente al campo.
  • Edificación en manzana: la construcción se organiza en torno a un patio central, de forma más o menos regular, como sucede en los ensanches españoles del XIX y en los actuales PAU (Programas de Actuación Urbanística Urgente)
Se habla de manzana cerrada o manzana abierta, según esté ocupada por edificios en todos sus frentes o mantenga uno abierto, en comunicación con el espacio central.

Organicismo

El organicismo es una corriente urbanística que tiene en el norteamericano Perry su principal teórico. Desde una reflexión basada en la sociología se plantea como principal objetivo la recuperación de las relaciones sociales entre los individuos, progresivamente perdidas desde el modelo de ciudad industrial.

Según las propuestas organicistas, el espacio urbano es interpretado como una superposición de comunidades naturales de diferente rango poblacional y funcional que han de facilitar las relaciones entre las personas. Las ciudades estarían integradas por:
  • unidades vecinales, las células de menor tamaño, de 5.000 a 6.000 habitantes, dotadas de servicios y equipamientos colectivos;
  • los barrios, compuestos por varias unidades vecinales;
  • los distritos, reunión de diferentes barrios.
Plan Especial de Reforma Interior (PERI)

Los Planes Especiales de Reforma Interior son instrumentos de planeamientos contemplados por las Leyes del Suelo de 1956, 1975 y sus posteriores reformas. Estos planes tienen como objetivos descongestionar, crear dotaciones urbanísticas y equipamientos comunitarios, sanear barrios insalubres, resolver problemas de circulación, estética y mejora del medio ambiente.

En los años 60, los PERI facilitaron la renovación de las áreas centrales de las ciudades españolas, junto con los mecanismos legales de la declaración de ruina, el derribo gubernativo y el registro municipal de solares. Sus resultados fueron la modificación del paisaje de los centros históricos y la transformación de amplios sectores urbanos en beneficio de grupos sociales dominantes. Por el contrario, desde finales de los años 70, los PERI se adaptan a las necesidades y estrategias de rehabilitación dentro de criterios de recuperación integral.

A través de los PERI se establecen criterios de intervención, se diseñan programas de actuación y se arbitran sistemas de financiación para recuperación y mejora de las áreas de rehabilitación integrada. Por otra parte, los PERI permiten disponer de información precisa sobre tipologías edificatorias de las zonas urbanas en que son aplicados, sobre los equipamientos e infraestructuras existentes y sobre la estructura social y comportamientos de la población que los habilita.

Plan General

Es un instrumento jurídico de ordenación urbana contemplado por la Ley General sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana de 1956 y desarrollado por sus sucesivas y posteriores reformas. Mediante los Planes Generales de Ordenación Urbana se regula la producción, ordenación y clasificación del suelo de nuestras ciudades.

En los Planes Generales se clasifica el suelo en urbanizable programado, urbanizable no programado y no urbanizable, al tiempo que se fijan las comunicaciones, se definen las condiciones urbanísticas del equipamiento, se hace una programación económica y se determinan los medios de protección del medio ambiente y del patrimonio heredado. Los Planes Generales establecen un plan de etapas para las actuaciones propuestas y obligan a la realización de un estudio económico financiero para garantizar la ejecución de las actuaciones urbanísticas aprobadas.

Planes parciales

Los Planes parciales desarrollan las propuestas de actuación previstas por los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU), según un plan de etapas para los ámbitos territoriales en que se descompone la ciudad. Por eso, han sido calificados como figuras de planeamiento operativo o de actuación. En todo caso, constituyen instrumentos activos e inmediatos del planeamiento para ordenar un área de superficie reducida y homogénea que se ha de urbanizar y edificar en un plazo relativamente corto.

Los Planes Parciales de Ordenación establecen los usos del suelo pormenorizados por zonas o polígonos y dibujan el trazado de sus redes de comunicaciones, de saneamiento y abastecimiento de electricidad y agua. Estos Planes van acompañados, lo mismo que los Planes Generales, por un estudio económico de los costes de urbanización y por un plan de etapas de las obras.

Planificación urbana

Los conflictos de clase y los desajustes territoriales provocados por el crecimiento de la ciudad en el siglo XIX están en el origen de la planificación moderna y de la legislación urbanística. Los utopismos reformistas propugnaron en aquel siglo la creación de ciudades ideales para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los planteamientos higienistas (Howard y Arturo Soria) difundieron el modelo de ciudad-jardín como fórmula para superar las contradicciones campo/ciudad que resultaban del funcionamiento del modelo de ciudad industrial.

Desde ideologías conservadoras se acometieron reformas interiores, como la de París, promovida por Asuman en 1850, en tiempo de Napoleón III, y ensanches, como los de Barcelona y Madrid. Sus objetivos se enmarcaban en el propósito de mejorar la realidad social a través de la mejora de la ciudad sin cambiar el orden establecido.

Tras la II GM, se impuso el modelo de ciudad funcional conforme a las propuestas urbanísticas de Gropius y Le Corbusier. La construcción en bloques y torres, la zonificación de los usos del suelo y la segregación residencial se impusieron en todo el planeta. Da manera simultánea, las teorías organicistas del norteamericano Perry se materializaron en actuaciones que interpretaban la ciudad como una superposición de comunidades de diferente rango (unidades vecinales, barrios, distritos y ciudad).

La espectacular urbanización de la sociedad a partir de los años 50 del siglo XX potenció las políticas de creación de ciudades nuevas y las operaciones de renovación interior y rehabilitación en los espacios consolidados. Mediante las ciudades nuevas se aspiraba a mejorar la distribución de los habitantes y de las actividades sobre el territorio.

Plano

Es la consecuencia de la combinación sobre el espacio de la ciudad a través del tiempo de superficies construidas y superficies libres (calles, parques y jardines, plazas, lugares de estacionamiento de vehículos…)

El análisis del plano se realiza desde enfoques muy variados:
  • tradicionales, que se preocupan básicamente por la reforma de la ciudad y por sus componentes históricos;
  • innovadores, que interpretan los planos en términos de análisis de redes, donde adquieren especial significado los conceptos de conectividad y eficacia de las relaciones, o como producto de multitud de variables que se combinan en el espacio.
Desde el punto de vista formal, Dickinson agrupa los planos en tres grandes tipos:
  • ortogonal, el más extendido por la sencillez de su trazado;
  • radioconcéntrico, el mejor para facilitar la movilidad desde la periferia al centro y viceversa,
  • irregular, que resulta de procesos de crecimiento orgánicos y/o espontáneos.
Al margen de la clasificación que se quiera utilizar y de las tipologías de planos que se establecen en cada una de ellas, hay que tener en cuenta que los planos actuales son estructuras complejas, que recogen la historia de las ciudades, por lo que en cualquiera de sus planos pueden reconocerse, a su vez, tipos distintos que se responden a circunstancias económicas, políticas y sociales diferentes. Los planos actuales son, en definitiva, un conglomerado de planos diferentes que proporcionan la radiografía de la ciudad a través del tiempo.

Planos irregulares

Los planos irregulares no obedecen a un trazado preconcebido, son el resultado de un crecimiento espontáneo y orgánico, vinculado a circunstancias de tipo económico, político, social y cultural.

El modelo histórico más representativo de este tipo de plano es el de las ciudades islámicas. Sus vías son tortuosas y de desigual anchura, puesto que la calle es lo que queda después de una ocupación libre del suelo por los particulares, a diferencia de la ciudad occidental, donde primero se definen y organizan los espacios públicos y luego se construyen los solares.

El fuerte crecimiento de las ciudades a partir del siglo XIX originó barrios de crecimiento espontáneo y trazado irregular que se añadieron a los espacios existentes hasta entonces. Muchos barrios fueron el resultado de parcelaciones espontáneas realizadas por los propietarios de suelos rurales, al margen de toda planificación, a lo largo de las vías de acceso y próximas a asentamientos industriales y localizaciones de baja calidad medioambiental.

La generalización del modelo de ciudad funcional desde mediados del siglo XX potenció los planos aparentemente irregulares al asumir como criterios de urbanización el Plan Parcial de Ordenación, la zonificación del suelo, el orden abierto y el viario jerarquizado.

Planos ortogonales

Los planos ortogonales están formados por vías rectilíneas que se cortan perpendicularmente en ángulo recto. Se han aplicado en todas las épocas desde la antigüedad y en lugares muy distintos, sobre todo para fundaciones de nueva planta: ciudades helenísticas y romanas, bastidas medievales, ciudades coloniales y ensanches de población.

Los españoles introdujeron este tipo de plano en el Nuevo Mundo a partir del siglo XVI y su utilización se generalizó también por la América anglosajona, siguiendo las disposiciones del gobierno de EEUU a finales del siglo XVIII para la ocupación de nuevas tierras y el modelo de plano adoptado para urbanizar la isla de Manhattan (Nueva York)

Las ventajas de este tipo de plano son la sencillez de trazado, la homogeneidad del parcelario y la facilidad para proceder a la expansión de la ciudad cuando las circunstancias así lo requieren. Entre sus inconvenientes figuran la proliferación de intersecciones, con su consiguiente repercusión negativa sobre el tráfico, y el alargamiento de los desplazamientos cuando se trata de recorrer distancias entre puntos distantes de la cuadrícula. Para paliar estos problemas se abren vías diagonales (Barcelona, Buenos Aires…)

Planos radioconcéntricos

En estos planos, unas vías se disponen a modo de radios desde el centro a la periferia y otras forman círculos concéntricos desde el interior al exterior de la ciudad. El origen de estos planos se remontan a la antigüedad; fueron muy utilizados en Oriente, asociándose en un principio a estructuras primitivas de pueblos nómadas.

Estos planos tuvieron un gran desarrollo en la Edad Media, como consecuencia de un crecimiento espontáneo o planificado desde un castillo o una iglesia en lo alto de una colina o en un emplazamiento privilegiado (Vitoria, Milán, Moscú o Ámsterdam).

Los planos radioconcéntricos facilitan el rápido acceso desde la periferia al centro y viceversa, con lo que refuerza la capacidad rectora y organizadora del núcleo de la ciudad. Sus mayores inconvenientes son la irregularidad de las parcelas, con perjuicio para la construcción, y el aumento de las distancias entre los puntos intermedios situados fuera de los ejes radiales y anillos circulares.

Región urbana

Alude a un territorio muy urbanizado, formado por una red de asentamiento de distinto rango funcional y poblacional que mantienen estrechas relaciones de dependencia y complementariedad entre sí. Las formas urbanas existentes en su interior son muy variadas, ya que, junto a ciudades de diferente tamaño, puede haber áreas metropolitanas, aglomeraciones y conurbaciones. En cualquier caso, siempre existe una o varias localidades, a menudo integradas en un área metropolitana, que actúa o actúan como elemento vertebrador de toda la región (Comunidad de Madrid)

Toda región urbana implica el predominio de modos de vida y comportamientos propios de la ciudad, incluso en los espacios rururbanos. Dentro de la región de estas características, los movimientos pendulares, desencadenados por motivos de trabajo, ocio o servicios, son muy intensos. Consecuentemente, las redes de comunicaciones son densas y los sistemas de transportes muy desarrollados y complementarios entre sí.

Rehabilitación

Actuación urbanística en el interior de la ciudad en la que prevalece la idea de conservación sobre la de derribo para nuevas construcciones. Entre sus objetivos figuran la conservación del patrimonio edificado por su valor histórico, simbólico, convivencial y educativo, así como el mantenimiento de la población y de las funciones tradicionales.

La puesta en marcha de programas de rehabilitación requiere la colaboración de los poderes públicos, de los propietarios del suelo y de los vecinos como usuarios de la ciudad, para armonizar intereses contrapuestos. Las áreas de rehabilitación preferente son ejemplos representativos de estas actuaciones en la mayoría de nuestras ciudades.

Renovación urbana

Actuación urbanística muy utilizada en los años 50 y 60 del siglo XX para revitalizar las áreas centrales desde presupuestos ecológicos que consideraban a la ciudad como un organismo vivo que debía ser adaptado a las exigencias económicas y sociales del momento.

La renovación urbana implica destrucción de la trama existente, construcción de inmuebles de mayor altura, aumento de volúmenes de edificabilidad y sustitución de usos del suelo poco intensivos y de bajo umbral de demanda por otros más intensivos y de mayor umbral (comercios de calidad y servicios especializados). Todo ello va acompañado por el desplazamiento de la población tradicional de las áreas centrales, en general de edad avanzada y de escasos niveles de renta por grupos más jóvenes y de mayor poder adquisitivo.

La renovación responde al deseo de las clases dominantes de recuperar el centro de la ciudad en beneficio de sus intereses económicos, contando casi siempre con el consentimiento o la colaboración de los poderes públicos.

Reurbanización

Se denomina así al proceso de recuperación demográfica y de vitalidad funcional que se observa en espacios centrales afectados por operaciones planificados de rehabilitación integral y por procesos de “gentrificación” más o menos espontáneos que derivan de comportamientos “urbanitas” y del deseo de reducir los costes sociales y económicos ocasionados por la disociación entre el lugar de residencia en la periferia y el lugar de trabajo en el centro.

Las políticas de reestructuración de las economías metropolitanas, de construcción de ensanches residenciales y de desarrollo de servicios de alta especialización en su interior determinan que las grandes aglomeraciones hayan vuelto a registrar tasas de crecimiento superiores a las observadas en las ciudades más pequeñas a partir de los años 80, al contrario de lo que había estado sucediendo en décadas anteriores. La globalización de la economía, los avances en las telecomunicaciones y las mejoras en las redes de transportes favorecen la concentración de las actividades de dirección, innovación y gestión financiera en las aglomeraciones principales. Las decisiones macroeconómicas necesitan ser coordinadas a escala supranacional y esa coordinación se realiza mejor desde las grandes metrópolis que desde ningún otro lugar.

La cultura de la recuperación urbana impulsa desde finales de los años 70 el interés de segmentos de población joven y de estatus social acomodado por el interior de las ciudades. Al deseo de reducir la frecuencia y la duración de los desplazamientos por razones de trabajo, se añaden las ventajas derivadas de la centralidad y las que se desprenden de residir en ambientes de elevado valor simbólico, monumental y convivencial.

Situación

Es el entorno geográfico más amplio en el que la ciudad se enmarca y con relación al cual se organiza. La situación se refiere a las condiciones generales del espacio que rodea a la ciudad: elementos del relieve (ríos, montañas, naturaleza del suelo), vías de comunicación y medios de producción que condicionan y hacen posible el desarrollo de las funciones urbanas. La importancia de la situación y su significado respecto al desarrollo de cada ciudad es cambiante a lo largo del tiempo en función de circunstancias históricas, vicisitudes económicas y el azar.

En el pasado, la situación de las ciudades venía definida por diferentes razones:

Unas veces era el anhelo de aprovechar los intercambios entre regiones de economías distintas y complementarias, como las ciudades del piedemonte andino (Tucumán), y las ventajas derivadas del contacto de sistemas de circulación diferentes, como sucede en las variadas situaciones de fachada marítima:
  • De frente de costa (El Cabo)
  • De estuario (Londres)
  • De delta (Rótterdam)
En todos estos casos, a las ventajas de complementariedad entre espacios, economías y sistemas de circulación diferentes, se añaden las de accesibilidad y las que resultan de los procesos de ruptura de carga.

En el presente, los progresos realizados en los modos y sistemas de transporte y los avances de las nuevas tecnologías aplicados a la planificación urbana han permitido aumentar la independencia de la ciudad respecto a su entorno inmediato e incrementar la carga de voluntarismo en el factor de situación. Así, se hace posible la fundación de nuevas ciudades para aprovechar recursos energéticos tradicionales, como ha ocurrido con la mayoría de las ciudades nuevas de Liberia.

También se crean ciudades por razones políticas, que buscan a la vez el desarrollo de áreas deprimidas, la redistribución nacional de la población y las ventajas que se derivan de la centralidad. Este es el caso de Brasilia.

Las últimas tecnologías, basadas en la utilización de la energía nuclear, la energía solar y el aprovechamiento de los mares, abren inmensas posibilidades para colonizar las regiones del anecúmene y situar en ellas nuevas ciudades. Ya se piensa en la construcción de ciudades sobre islas artificiales en la plataforma continental para explotar yacimientos submarinos de petróleo y carbón, así como la creación de ciudades dotadas de un microclima dentro de las regiones árticas y antárticas para aprovechar sus recursos minerales.

Suburbanización

Con este término se designa el proceso de fuerte crecimiento residencial de las periferias urbanas. Los ferrocarriles de cercanías y los tranvías eléctricos favorecieron desde finales del siglo XIX la proliferación de formas residenciales de diferente categoría en los alrededores de las ciudades, entre ellas viviendas unifamiliares de tipologías pertenecientes al modelo de ciudad jardín.

La generalización del automóvil en Norteamérica durante el periodo de entreguerras impulsó la temprana creación de enormes áreas suburbanas a base de bajas densidades residenciales, conectando con ideales naturalistas de la sociedad de Estados Unidos y las propuestas del arquitecto Frank Lloyd Wright sobre la ciudad integralmente dispersa. A partir de la década de los 70, los fenómenos de suburbanización se propagan por las ciudades europeas, con viviendas unifamiliares y polígonos residenciales integrados por bloques y torres de acuerdo con el funcionalismo. Los procesos de suburbanización se generalizaron por el planeta impulsados por la conquista de las áreas centrales por las actividades terciarias, por el traslado de actividades productivas a las periferias, la construcción de polígonos residenciales para hacer frente al déficit de viviendas y la generalización de comportamientos rururbanos según patrones anglosajones.

En la actualidad, las zonas rururbanas consagran la dualidad centro-periferia urbana y se convierten en espacios cada vez más complejos desde los puntos de vista morfológico, social y funcional, con variedad de paisajes, diversidad de grupos sociales y multiplicidad de funciones, frente a la homogeneidad que les caracterizó al principio, cuando se configuraron como zonas residenciales de clases medias.

Durante años, la suburbanización ha hecho aumentar la población de la corona metropolitana en las ciudades postindustriales o en tránsito a la postindustrialización a un ritmo muy superior al de las áreas centrales. Sin embargo, a partir de los años 70, en las sociedades más evolucionadas, empezaron a iniciarse procesos de desurbanización o contraurbanización que pueden ser considerados como una etapa posterior a la de suburbanización en la evolución del modelo de cambio urbano.

El deterioro residencial, la inseguridad, la congestión de los espacios metropolitanos, el aumento de las economías de desaglomeración en las áreas internas y la creciente descentralización de las actividades productivas y de intercambio provocaron el descenso de la población en las áreas metropolitanas y la pérdida de intensidad de las actividades productivas. De forma simultánea, se produjo el crecimiento de los efectivos demográficos y de las actividades económicas en las ciudades pequeñas o medianas, sobre todo en aquellas localidades que gozan de factores de situación favorables, de ambientes naturales atractivos y de buenas comunicaciones. La implantación de actividades industriales y de servicios vinculados a las nuevas tecnologías y a la investigación explica la expansión de las ciudades del Sun Belt de Estados Unidos o del arco mediterráneo.

Usos del suelo

Los usos del suelo constituyen un componente fundamental de la morfología urbana, puesto que edificios residenciales, fábricas, jardines, viales e infraestructuras configuran el aspecto externo de las ciudades. La distribución espacial de los usos del suelo y las características de la construcción en la ciudad industrial y postindustrial son un fiel reflejo sobre el espacio de los factores económicos, sociales y políticos que caracterizan el modelo de producción capitalista.

La clasificación más sencilla de los usos del suelo es la que distingue entre grandes usos comerciales, industriales, residenciales, públicos y semipúblicos. Otras clasificaciones carecen de valor universal, ya que generalmente son el resultado de la sistematización de los usos del suelo de ciudades concretas.

El plano de usos del suelo zonificados de la ciudad funcional vigente en la actualidad, con su viario jerarquizado y áreas diferenciadas que se dedican a distintas actividades (residencia, trabajo, ocio, circulación), expresa el afán de eficacia del modo de producción fordista y de las fuerzas económicas que acompañan al capitalismo en la construcción de la ciudad.

Anomia

Se denomina “anomia” al sentimiento de aislamiento del individuo que resulta del debilitamiento de las normas sociales o de sus contradicciones. Los estados colectivos de anomia son frecuentes en los sectores más deprimidos de las grandes aglomeraciones, incluidos los centros históricos.

Ya Wirth en los años 30 y más recientemente los psicólogos ambientales, ponen de manifiesto el impacto negativo del entorno urbano sobre la conducta de los ciudadanos. La frialdad e impersonalidad de ciertas periferias urbanas y de determinados espacios centrales, que resultan del debilitamiento de las relaciones entre vecinos, afloja el control social de las normas de conducta y provoca sensaciones de “agobio psicológico” y “anomia” que pueden degenerar en comportamientos desviados.

Hay autores que han señalado los efectos de alineación que producen los ambientes urbanos poco favorables en el comportamiento de los ciudadanos. Sentimientos de pobreza y de insatisfacción con el medio social y físico en que se vive, pueden llegar a producir fenómenos de rechazo del sistema político, económico y social, capaces de erosionar el orden social y estallar en brotes de violencia que resultan relativamente frecuentes en las grandes aglomeraciones urbanas.

Área de rehabilitación preferente

Fórmula reciente de intervención en el centro histórico consistente en concentrar las actuaciones de rehabilitación en espacios concretos. Las “áreas de rehabilitación preferente” constituyen ámbitos de la ciudad que se eligen por sus características peculiares y avanzado estado de deterioro como zonas homogéneas susceptibles de ser revitalizadas mediante operaciones de rehabilitación integral, que se llevan a cabo bajo la intervención conjunta de distintas entidades públicas y de la iniciativa privada.

Carta de Ámsterdam sobre el patrimonio arquitectónico

Este documento fue solemnemente proclamado y asumido por los Ministros del Consejo de Europa con ocasión del Congreso sobre el Patrimonio Arquitectónico Europeo celebrado en Ámsterdam en 1975.

La Carta llamó la atención sobre el avanzado estado de deterioro de muchos centros históricos europeos y supuso un importante revulsivo sobre la conciencia de los poderes públicos y los planificadores de las ciudades para acometer políticas de rehabilitación integral que van más allá del simple conservacionismo de monumentos y edificios.

De manera expresa, la Carta hizo extensiva la noción de patrimonio arquitectónico a todos los edificios que aparecen como un conjunto en un lugar, no sólo por la identidad o semejanza de estilos sino por la huella histórica de los grupos humanos que los habitaron durante siglos. Además, la Carta suprime la diferenciación entre conjuntos de interés artístico mayor y menor, y orienta la conservación del patrimonio arquitectónico hacia una política global del entorno que tiene en cuenta los aspectos sociales de la población que vive en esos ambiente urbanos.

La conservación de la personalidad de los conjuntos históricos aparece por primera vez estrechamente ligada a una política social de la vivienda que defiende el derecho de la población a permanecer en los lugares en los que tradicionalmente han vivido. Mediante actuaciones de rehabilitación integral del patrimonio edificado que exigen la participación de los agentes públicos y privados y la movilización de fuentes variadas de financiación se espera conseguir la mejora de la calidad de vida de los residentes de los viejos centros históricos, constituidos en una elevada proporción por grupos de población con escasos niveles de renta.

Casco antiguo

Es un término generalmente más restringido que el de centro histórico, puesto que suele utilizarse para aludir a la ciudad que se construye en el tiempo desde sus orígenes a finales de la Edad Media. En su plano y morfología se conserva la huella de las razones que dieron origen a su fundación y que explican su desarrollo posterior.

Dentro de los cascos antiguos destacan por su personalidad los de origen romano, los que corresponden a ciudades que adquirieron importancia bajo el Islam y los que fueron fundados en la Edad Media como fruto de acciones de guerra o de reconquista. Entre los primeros, los de origen romano, destacan los de Barcelona, León, Mérida y Zaragoza. En todos ellos se conservan importantes huellas monumentales de aquel pasado, perduran lienzos o el trazado de sus antiguas murallas y se reconocen perfectamente las antiguas vías en torno a las dos principales, “cardo” y “deshumana”.

La huella el Islam pervive en numerosas ciudades españolas, Sevilla, Granada, Toledo, Córdoba entre otras muchas. La peculiar concepción estética del mundo musulmán, gusto por los espacios cerrados y compartimentados, necesidades defensivas y de seguridad hacia fuera y dentro de la misma ciudad, y segregación residencial por motivos étnicos y religiosos, explican el carácter laberíntico y cerrado de estos cascos antiguos. La primacía de lo privado sobre lo público en la utilización del espacio explica el trazado tortuoso del viario. Las calles y las plazas, estas últimas como simples lugares de encuentro de varias calles, son el resultado de lo que queda de suelo una vez ocupado el espacio por los particulares en un proceso espontáneo de construcción de la ciudad y de naturaleza orgánica. Esta afirmación de lo privado sobre lo público lleva a cerrar con una puerta de madera, bajo pretexto de seguridad, los callejones que sólo tienen una salida a otra calle, los adarves, y las plazas interiores que se comunican con el resto de la trama urbana por una puerta, los corrales.

Muchos de los cascos antiguos que responden a una fundación de frontera o de conquista en tierras recién ocupadas frente al Islam en la misma época, muestran tramas urbanas regulares y bien organizadas conforme a esquemas planificados. Vitoria y Salvatierra en Álava, Puente de la Reina en Navarra o Castellón de la Plana en Levante son algunos ejemplos significativos.

Centros históricos

Espacios fuertemente singularizados del resto de la ciudad por la importancia de sus monumentos y el valor histórico y urbanístico de su patrimonio edificado. Los centros históricos constituyen espacios bien diferenciados por su emplazamiento y morfología. Precisamente su emplazamiento, que en la mayoría de los casos responde a razones defensivas situadas en el origen de la ciudad, es frecuentemente un motivo de aislamiento físico respecto a los barrios modernos y zonas más dinámicas de la ciudad actual. Los cascos antiguos de Toledo, en un meandro encajado, Cuenca o Segovia sobre espolones rocosos enmarcados por dos ríos, o Vitoria en lo alto de una colina en medio de la Llanada de Álava, son ejemplos significativos del aislamiento físico que proporcionan los emplazamientos primitivos.

La importancia de la huella histórica en los recintos antiguos convierte a estos espacios en la memoria colectiva de la ciudad. Los centros históricos acumulan la herencia del pasado a través del plano, los monumentos y el tejido urbano, proporcionando a los ciudadanos sentido de respeto y sentimientos de seguridad. Por eso, los cascos antiguos tienen un valor educativo y convivencial. Cada vez aumenta más el interés de planificadores, gestores, responsables políticos y ciudadanos en general por conservarlos y revitalizarlas.

Desde el punto de vista físico se tiende a diferenciar los centros históricos del resto de la ciudad por las murallas que delimitaron la expansión de la ciudad preindustrial pero en todas partes se observa una tendencia creciente a incluir también dentro del centro histórico a las aportaciones urbanísticas de la ciudad industrial, como son los ensanches del XIX y las experiencias higienistas que se plasman en colonias del tipo ciudad-jardín. De este modo, el Centro Histórico de Madrid corresponde legalmente a todo el espacio comprendido dentro del cinturón de rondas que envuelve el Ensanche de Carlos María Castro.

Ciudades patrimonio de la humanidad

Calificativo concedido por la UNESCO a aquellas ciudades que conservan un patrimonio arquitectónico y urbanístico de especial valor histórico y artístico. En España, las primeras que merecieron esta denominación fueron las de Cáceres, Ávila, Segovia, Salamanca, Santiago de Compostela, Toledo, Tarragona, Cuenca, Córdoba, Guadalupe y Mérida.

Actualmente, existe un acuerdo de colaboración entre los ayuntamientos de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad y el Ministerio de Fomento para realizar obras de rehabilitación e infraestructura en ellas. Estas localidades se benefician también de planes específicos de ayuda de la Unión Europea, entre los que figuran el Programa Rafael, para intervenciones de consolidación y mejora de espacios de singular valor histórico artístico, como la Plaza Mayor de Salamanca, y el Plan Urban, que en el año 2000 ya había favorecido a más de 18 ciudades españolas.

Comercio tradicional

En pocos años, no más de diez, la composición del comercio y las características de los locales de los barrios donde es masiva la presencia de inmigrantes extranjeros está cambiando. En casos extremos, como el interior de Madrid y especialmente el entorno de Lavapiés, la rapidez de las transformaciones deja su impronta en el paisaje urbano y su intensidad sorprende a los responsables de la gestión pública y al conjunto de la población autóctona que aquí reside, en altísima proporción personas de 65 años y más.

A través de un proceso de invasión-sucesión funcional, los comercios tradicionales y las actividades económicas vinculadas a la residencia son sustituidos por almacenes de mayoristas, de importación y exportación, que se especializan en la venta de ropas y complementos del vestido, por comercios dedicados a la venta de productos banales a precio tasado (de todo a 0,60 euros), por restaurantes exóticos, locutorios telefónicos, agencias de viaje y empresas de transporte de mercancías y envío de dinero al extranjero.

Los comercios nuevos y las actividades de reciente aparición están vinculados en gran parte a personas de origen chino u oriental, sobre todo los de venta de ropa y complementos del vestido, sea al por menor o al por mayor. La clientela está constituida fundamentalmente por compradores en grandes cantidades que revenden en los mercadillos semanales de toda España los productos que aquí adquieren a bajo precio, la mayoría importados desde China. Los comercios de “todo a cien” y los locales de frutos secos y alimentación (asociados a menudo con la “movida” madrileña y la práctica del “botellón”), que gozan de horarios flexibles y permanecen abiertos durante mucho tiempo, pertenecen también en su casi totalidad a familias de origen chino.

Siguen en importancia numérica a los anteriores, los locales regentados por paquistaníes, árabes y senegaleses. Los paquistaníes se dedican preferentemente a la venta de ropas y complementos para el vestido, pero también se especializan en la venta de alimentos y productos orientados a satisfacer las necesidades relacionadas con sus hábitos culturales de consumo. Los locales regentados por árabes corresponden sobre todo a carnicerías, tiendas de alimentación, restaurantes de comida árabe y servicios para la población de esta procedencia.

La desaparición de los comercios españoles tradicionales, sobre todo de los especializados en la venta de artículos y bienes de uso frecuente, entre ellos los de alimentación, muy numerosos cuando las posibilidades de conservación en frío de los alimentos eran escasas, ha sido impulsada por los cambios en los hábitos de consumo de la población a medida que aumentaba el nivel de vida y el poder adquisitivo. En los últimos años, el ritmo de sustitución es vertiginoso por los elevados precios que los extranjeros pagan por la compra o alquiler de los locales, especialmente los chinos. Las sumas abonadas de dinero resultan auténticamente insospechadas para sus antiguos propietarios, casi siempre personas de avanzada edad que acceden a la jubilación o que la anticipan.

Conjunto histórico artístico

Localidad completa o espacio concreto que merece este calificativo legal por la importancia de su patrimonio urbano y arquitectónico heredado.

La declaración de un recinto como conjunto histórico artístico se hacía para preservar conjuntos urbanos y rústicos de especial belleza e importancia monumental. En España, en la década de los 30, se incluían los edificios protegidos en un catálogo monumental y todo proyecto de obras en el interior de la localidad declarada conjunto histórico debía contar con la aprobación final de la Dirección General de Bellas Artes, además de la preceptiva concesión de licencia de obras del Ayuntamiento.

Las primeras declaraciones como conjuntos urbanos protegidos correspondieron a Córdoba, Granada, Toledo y Santiago de Compostela.

La Constitución Española de 1978 compromete en su articulado a los poderes públicos a garantizar la conservación del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España. La norma constitucional hace recaer las tareas de protección y conservación de forma compartida entre el Estado y las Comunidades Autónomas.

Despersonalización del centro

El progresivo envejecimiento, vaciamiento y terciarización de los centros históricos provocan el debilitamiento de las relaciones que resultan de la interacción entre individuos y grupos sociales diferentes, el resultado es el empobrecimiento de su vida urbana y su despersonalización.

Poco a poco, los centros históricos se convierten en espacios impersonales donde la población tradicional es sustituida por la que acude desde fuera a diario a trabajar, comprar o divertirse. Los modos de vida tradicionales desaparecen y los intentos de recuperar las formas de vida del ayer se reducen a manifestaciones festivas, en ocasiones estereotipadas y caricaturizadas de un ayer imposible de resucitar.

Los centros históricos, convertidos en lugares de compra, trabajo y ocio, dejan de ser patrimonio de sus residentes para serlo de todos los habitantes de la ciudad y lo que es lo mismo, de nadie. Ni siquiera la gestión de sus recursos corresponde a sus propios habitantes como sucede en otras áreas residenciales. La irrupción de inmigrantes y poblaciones marginales en los sectores más deteriorados contribuyen también al debilitamiento de los movimientos vecinales, tan fuertes en los años 70, y al debilitamiento de la presión social de los habitantes del centro sobre las autoridades para potenciar acciones de rehabilitación integral destinadas a mejorar las condiciones del parque de viviendas y mejorar la calidad residencial y ambiental del centro.

El proceso de despersonalización y debilitamiento de las relaciones sociales hace también más difícil las políticas no sólo de rehabilitación sino de conservación de los espacios rehabilitados. Así, la despersonalización del centro favorece actitudes de indiferencia y parálisis de la responsabilidad social ante actuaciones vandálicas contra los bienes y las personas, llegando al silencio y la denegación de auxilio.

Gentrificación o gentilización

Es una palabra de origen inglés para designar el proceso de ocupación de ciertos sectores del interior de la ciudad, aquellos de mayor centralidad y calidad medioambiental, por grupos sociales de clases altas y comportamientos urbanitas… La mayoría son personas de alto nivel de estudios que desempeñan su actividad profesional en el centro o que necesitan del mismo para relacionarse.

La Gentrificación provoca el desplazamiento de las clases sociales de bajos ingresos y se asocia generalmente a operaciones de renovación y rehabilitación que facilitan la revitalización del centro.

Los procesos de gentrificación se iniciaron primero en las ciudades norteamericanas y actualmente adquieren importancia creciente en las ciudades europeas.

También se utiliza gentilización como sinónimo de gentrificación para designar el fenómeno de recuperación de ciertos sectores del interior de la ciudad por grupos sociales de rentas altas.

Inmigración

E un contexto de crecimiento económico sostenido desde mediados de los 80 y en una España relativamente rica, con una renta per cápita que alcanza el 80% de la media de la UE, y que se ha convertido en un país de inmigración, la afluencia masiva de inmigrantes a zonas muy concretas de nuestra geografía y de manera especial a los centros urbanos de nuestras principales aglomeraciones urbanas constituye una manifestación más de la globalización y de los fenómenos que la acompañan (expansión de las nuevas tecnologías, transformación del sistema productivo, sustitución del capitalismo fordista por el postfordista, nacimiento de un nuevo orden político internacional, movilidad de la población a escala planetaria).

Dentro de las ciudades, los extranjeros muestran algunas diferencias en cuanto a sus preferencias espaciales para instalar su residencia, pero prácticamente todos presentan mayores índices de concentración en los espacios correspondientes a sus centros históricos. Las razones de estas preferencias por el interior de la ciudad son diversas:
  • Los precios de los alquileres y de venta de segunda mano de los pisos son comparativamente más bajos que en otras muchas zonas de la ciudad, sobre todo cuando se trata de viviendas antiguas, muy deterioradas y con escasas dotaciones de servicios, como ocurre en Madrid en el barrio de Embajadores y sobre todo en el entorno de Lavapiés, donde perduran muchas “corralas” con características auténticas infraviviendas.
  • La proximidad a los lugares de trabajo es una importante razón para preferir los barrios más céntricos. Muchos inmigrantes trabajan en tareas de hogar para otros residentes de estos barrios, en labores de limpieza de oficinas y calles, en hostelería, como dependientes de los comercios del distrito Centro y en la venta ambulante de productos que almacenan en sus alojamientos y en las plantas bajas de muchas de sus casas. El desplazamiento a diario a pie al trabajo, o utilizando un solo sistema de transporte, metro o autobús, supone un importante ahorro de tiempo y dinero. Para las mujeres casadas, la centralidad resulta imprescindible para compatibilizar el trabajo por cuenta ajena con las tareas del hogar propio, más aún cuando tienen niños pequeños.
  • La instalación de los primeros inmigrantes en pensiones, casas de huéspedes o en viviendas deterioradas del Centro, cuyo alquiler comparten a menudo varias personas, actúa como atracción para inmigrantes de la misma procedencia. La concentración espacial de inmigrantes de un mismo origen permite desarrollar redes sociales de ayuda mutua que atraen a su vez a nuevos extranjeros de acuerdo con su país de nacimiento. Familiares y amigos de las mismas nacionalidades o etnias proporcionan acogida a los recién llegados, facilitan su adaptación al nuevo medio de vida y les ayudan a integrarse en el mundo laboral.
Leyes de ensanche

Constituyen las primeras normas de derecho moderno que regulan el crecimiento de las ciudades. Recogen los mecanismos de creación de suelo urbano y los procedimientos de urbanización y de transformación del suelo rural en suelo urbano.

La primera Ley de Ensanche es la de 1864. En ella se declaran obras de utilidad pública las correspondientes al ensanche de población, se señalan las ayudas que se concederán a los Ayuntamientos para llevarlas a cabo, se establece la creación de una Junta especial para la zona de ensanche y se recogen las ventajas que se conceden a los propietarios que construyen en la zona.

La Ley de 1876 y su reglamento incorporan dos innovaciones principales: la sustitución de las Juntas especiales por Comisiones de ensanche, integradas exclusivamente por concejales, y la aprobación de ordenanzas especiales para las zonas de ensanche. Posteriormente habrá otras leyes que regulen la expansión de las ciudades, como los ensanches de Madrid y Barcelona.

Ley del suelo y ordenación urbana de 1956

La Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana de 1956 constituye la pieza clave del urbanismo moderno español, puesto que consagra y difunde el modelo de ciudad funcional basada en los criterios de racionalidad y eficacia de Le Corbusier, Gropius y la Bauhaus.

Además de afirmar los principios de zonificación de los usos del suelo, organicismo funcional, segregación residencial, orden abierto de la trama urbana y viario jerarquizado, esta ley del suelo se caracteriza por una intención claramente expansionista y de renovación del parque inmobiliario. Esta primera Ley del Suelo tenía como objetivo prioritario crear un suelo urbano. En los años 50 y 60 había que construir masivamente viviendas para resolver el grave problema del alojamiento que planteaba por entonces la afluencia masiva de inmigrantes del campo a la ciudad y era preciso habilitar zonas industriales planificadas para acoger a las industrias nuevas que surgían por entonces o que llegaban del exterior.

La acción urbanística recaía fundamentalmente sobre los ayuntamientos a los que se les obligada, con el precedente del Estatuto Municipal de 1929, a redactar un Plan General de Ordenación Urbana y a financiar a través de diversos mecanismos la creación de suelo para hacer frente a los problemas derivados de un crecimiento urbano espectacular.

Sus únicos procedimientos de planeamiento para el interior de la ciudad son los Planes o Proyectos de Reforma Interior y los Planes de Saneamiento. En la práctica, ambos instrumentos fueron puestos al servicio de la renovación en el marco del urbanismo expansivo y despilfarrador de los años 60 y parte de los 70.

Ley del Patrimonio Histórico Artístico de 1985

La del Patrimonio Histórico Artístico de 1985 consagra la definición del patrimonio artístico como “herencia cultural cuyo conocimiento, respeto, acrecentamiento, disfrute y transmisión a las generaciones futuras permitirán el hallazgo de las señas propias de identidad y la conciencia de arraigo a la tierra.

Esta Ley califica los monumentos, jardines, conjuntos, sitios históricos y zonas arqueológicas como “Bienes de Interés Cultural”, intentando anteponer su valor de uso a su valor de cambio, todo ello dentro de una política de recuperación integral que intenta aunar protección del patrimonio edificado y planeamiento. Estos planteamientos tienen en cuenta las conclusiones y recomendaciones del Coloquio de Quito de 1977 sobre centros históricos, especialmente los que señalan que “su conservación debe ser una operación destinada a revitalizar no sólo los inmuebles sino primordialmente la calidad de vida de la sociedad que los habita, aplicando su capacidad creativa y equilibrando su tecnología tradicional con la contemporánea”.

La Ley de Patrimonio Histórico de 1985 aparece como contrapunto de la política de demolición-renovación de las décadas anteriores. A través de ella y de las disposiciones legales de carácter complementario, la conservación del patrimonio heredado se integra en una política de rehabilitación integral que es objeto de interés no sólo de los especialistas de la restauración de monumentos y de los profesionales del planeamiento sino del conjunto de una sociedad ávida de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. La Ley de Patrimonio Histórico propicia un urbanismo regeneracionista que se orienta hacia la conservación y reutilización del patrimonio existente y hacia la recuperación social de la ciudad frente a las operaciones de renovación interior radical de los años 60 y 70 del siglo XX.

Leyes del suelo

Son dos reformas de la primera Ley del Suelo, la de 1956. A pesar de que fueron aprobadas cuando ya habían pasado las etapas de fuerte crecimiento demográfico y de éxodo rural masivo hacia las ciudades, estas reformas no han modificado los planteamientos generales del urbanismo expansivo. La acción urbanística sigue dirigida en ambas Leyes a asegurar la expansión de la ciudad y no la conservación de los espacios construidos.

Estas Leyes se completan respectivamente con Textos Refundidos, el primero de 1976, y el segundo de 1992, más Reglamentos en desarrollo de estas normas. Posteriormente se aprueban como marco de referencia estatal, las Leyes reformadas del suelo de 1998 y 2000.

En consonancia con las competencias en ordenación del territorio y planificación urbana que la Constitución española confiere a las Comunidades Autónomas, todas ellas disponen actualmente de ordenamientos legales en estas materias y en estos ámbitos de actuación: las Leyes autonómicas del suelo.

Ley Malraux

La llamada Ley Malraux de 1962, conocida así por el nombre del ministro que la promovió en Francia, unió por primera vez protección de la arquitectura monumental con planeamiento urbano.

A partir de esta Ley empezaron a establecerse en muchas ciudades francesas “sectores protegidos” con la obligación de redactar “Planes de protección y ordenación urbanísticos” para cada uno de ellos.

Patrimonio residencial

Conjunto de viviendas que constituyen el lugar de residencia habitual de las personas que viven en un área edificada, en nuestro caso el centro de la ciudad.

El patrimonio residencial de los centros históricos está integrado por dos grupos de viviendas que constituyen dos mercados inmobiliarios bien diferenciados: uno, de viviendas de mala calidad y pésimo estado de conservación en edificios antiguos, en muchos casos de situaciones próximas a la de ruina; otro, de viviendas nuevas que resultan de operaciones de renovación urbana o de rehabilitación. Este grupo está integrado por pisos de lujo y apartamentos de pequeñas dimensiones que se asocian frecuentemente a edificios de oficinas. En ambos casos se trata de un parque inmobiliario dirigido a poblaciones de alto nivel de vida, elevados ingresos y comportamientos urbanitas.

La proporción de alojamientos de nueva construcción o rehabilitados es pequeña respecto a las viviendas antiguas, en mal estado de conservación. Muchos de los alojamientos antiguos de los cascos históricos han sido ocupados por sus antiguos residentes y se hallan actualmente ocupados por poblaciones marginales, inmigrantes, ancianos y grupos sociales en general de escasos niveles de renta. Esta situación favorece el deterioro material y la marginación del centro hasta tal punto que algunos de sus sectores más degradados tienden a convertirse en verdaderos tugurios.

Las viviendas antiguas, de escasa calidad y en general inadecuadas para las exigencias de la vida moderna, constituyen el grueso del parque residencial del centro de Madrid. La mayoría de ellas empezaron a ser abandonadas por sus residentes habituales para trasladarse a viviendas mejor equipadas de la periferia de los años 60, en la etapa del desarrollismo económico de comienzos de la gran expansión de la periferia madrileña. Más del 24,5% de las viviendas del interior de Madrid están desocupadas, y las más antiguas, las de menor tamaña, de escasos equipamientos y avanzado estado de deterioro material, están ocupadas predominantemente por inmigrantes, ciertos grupos marginales y una parte relativamente numerosa de ancianos de menores niveles de renta que permanecen en estas zonas.

Plan centro de Madrid

Este Plan fue presentado en 1987 para la rehabilitación del casco histórico de esta ciudad como prolongación del Plan Especial “Villa de Madrid” de 1981. El Plan centro se integraba dentro de los objetivos de recuperación del interior de Madrid previstos por el Plan General de Ordenación Urbana de 1985.

El Plan Centro planteaba como objetivo prioritario la rehabilitación de áreas especialmente degradadas y concentraba la actuación rehabilitadota en “áreas de intervención preferente”. Entre ellas destacaba la correspondiente al barrio del Conde Duque mediante la concesión de ayudas económicas y la intervención directa, con un horizonte de más de 10.000 viviendas en 800 edificios.

Plan Especial de Reforma Interior

Tipo de planes previstos en la Ley del Suelo de 1956 que constituyen el marco legal del planteamiento para la intervención en las áreas interiores de las ciudades con los objetivos de sanear barrios insalubres y resolver problemas de circulación, estética o mejora de servicios.

En el pasado se emplearon para llevar a cabo actuaciones de renovación urbana en espacios construidos; en la actualidad, se utilizan con planteamientos y objetivos a las políticas de rehabilitación.

Los Planes Especiales de Reforma Interior puestos al servicio de la rehabilitación, antes de la aprobación de la Ley del Patrimonio de 1985, tenían como objetivo la conservación y salvación del patrimonio edificado. Los siguientes a la aprobación de esta normativa, toman como objetivo la recuperación integral de la ciudad. Para ello se intenta compatibilizar mantenimiento de la población tradicional con la mezcla funcional de las áreas centrales. Se persigue la revalorización del paisaje edificatorio, la mejora y adecuación de las viviendas a las exigencias de la vida moderna y la incorporación del diseño de calidad arquitectónico a la remodelación del centro.

Los Planes Especiales son en definitiva documentos de ordenación integral del centro histórico con contenidos análogos a los del Plan General. Su contenido es múltiplo, pues son Planes de Protección, Planes de Reforma Interior y Planes de mejora Urbana y de Rehabilitación, y como se pretenden operativos, constituyen un programa de actuación posible.

La Ley del Patrimonio Histórico Artístico de 1985 obliga a los Ayuntamientos de las ciudades con centros históricos declarados bienes de interés cultural a redactar Planes Especiales de Protección y Reforma Interior. Estos Planes Especiales tienen como objetivo el mantenimiento de la estructura urbana y arquitectónica heredadas, la conservación de las características medioambientales y el respeto de las alineaciones existentes.

Plan de saneamiento

Instrumento de actuación en el interior de la ciudad previsto por la Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana de 1956.

Los Planes de Saneamiento tienen como finalidad la realización de obras de infraestructura relacionadas con el abastecimiento, depuración y aprovechamiento de aguas. En la práctica funcionaron como instrumentos al servicio no de la conservación sino de la renovación urbana en el contexto del urbanismo expansivo y despilfarrador de los años 60 y 70, o de lo que también se ha dado en llamar ciclo de renovación-degradación con relación al tratamiento y problemática de las áreas centrales de las ciudades.

Planeamiento de la austeridad

Término acuñado por Campos Venutti para calificar el nacimiento de un tratamiento de la ciudad más preocupado por la conservación y recuperación de los espacios construidos que por la creación continua de suelo urbanizable.

El denominado “planeamiento de la austeridad” nace en los años 70 como alternativa al urbanismo despilfarrador heredado de la Carta de Atenas, que se basaba en la ciudad dispersa y el uso generalizado del automóvil. El descenso de la presión demográfica a partir de la segunda mitad de los años 70 y la crisis económica derivada de los altos precios del petróleo propiciaron la recuperación de los espacios construidos.

El planeamiento de la austeridad propugna un urbanismo de la recuperación que contrapone la reorganización de los espacios existentes a la expansión indefinida de la ciudad, como se había venido haciendo hasta entonces. Ahora se reivindica el uso comunitario del suelo, la dimensión colectiva de la ciudad, la mezcla social y la diversidad funcional frente a la apropiación del centro por las clases dominantes, la segregación residencial y la zonificación de usos propia del racionalismo funcionalista.

Arquitectos, urbanistas e historiadores del arte fueron los primeros en proponer desde Italia “el planeamiento de la austeridad”, un urbanismo alternativo que valora el patrimonio edificado, recomienda el reaprovechamiento del suelo público, recompone los espacios vacíos, mantiene las actividades urbanas y trata de conservar a los vecinos en sus barrios tradicionales.

Este urbanismo insiste en la conveniencia de terminar la ciudad frente a una expansión indefinida que de una u otra forma acaba produciendo la despersonalización de sus bordes y de sus centros. Además, la ciudad de crecimiento sin límites es tachada de despilfarradora desde el punto de vista del mantenimiento y de los servicios, puesto que obliga a crear constantemente nuevas infraestructuras en lugar de aprovechar las existentes y fuerza a sus habitantes a largos desplazamientos que exigen un elevado consumo de energía y provocan importantes pérdidas de tiempo.

Ayuntamientos, colectivos culturales, partidos políticos y asociaciones de vecinos, han ido asumiendo desde entonces la rehabilitación integral como práctica de intervención en áreas interiores que poco a poco se generaliza.

También tuvieron especial repercusión en la proyección internacional de la cultura de la recuperación la Declaración de Ámsterdam (1975), en defensa del patrimonio edificado de las ciudades europeas, tras constatar su avanzado estado de deterioro, y las conclusiones del Coloquio de Quito (1977), abogando por la rehabilitación integral. Hoy, los centros históricos son considerados en todas partes como espacios privilegiados que hay que conservar, ya que expresan los valores humanos de la civilización, trascienden la estética y contribuyen a asegurar el bienestar de los ciudadanos y la calidad de las urbes.

En España, el urbanismo de la austeridad se vio favorecido por la aprobación de la Constitución de 1978, que en su articulado compromete a los poderes públicos a garantizar la conservación del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España, y por el triunfo de las candidaturas de izquierda en los primeros ayuntamientos democráticos, en 1979, que plasmaron rápidamente sus ideas de rehabilitación integral en Planes Especiales de Conservación y Planes Generales de Ordenación Urbana, como el de Madrid de 1985, que asumían como objetivos principales la recuperación de la ciudad construida y su terminación.

Planeamiento urbanístico

Alude al proyecto de organización de una ciudad que se lleva a cabo por iniciativa de los poderes públicos y se ejecuta a través de la acción combinada de especialistas de distintas ciencias sociales, economistas y arquitectos. El planeamiento indica la dirección del crecimiento de la ciudad, zonifica los usos del suelo, establece un plan de etapas para su realización y ofrece una memoria económica sobre los gastos que comportan las obras de urbanización.

Las contradicciones y conflictos que resultan de los intereses contrapuestos de los agentes sociales de la ciudad en el modo de producción capitalista y los problemas de crecimiento a partir del siglo pasado (escasez de viviendas, pobreza, delincuencia, congestión del tráfico, contaminación ambiental) fuerzan al Estado y a las élites dirigentes, causantes del desorden por la lógica del máximo beneficio inmediato, a introducir criterios de racionalización a través de la planificación. De otro modo, la urbanización espontánea multiplicaría los desequilibrios funcionales, provocaría daños e inconvenientes económicos y políticos capaces de anular la acumulación de beneficios, y podría propiciar un malestar social susceptible de estallar en formas violentas de lucha urbana como manifestación del enfrentamiento de clases.

El planeamiento urbanístico se impone así como necesidad para evitar los daños e inconvenientes de la urbanización espontánea y como instrumento imprescindible para garantizar a los agentes sociales y económicos dominantes la continuidad en la acumulación de beneficios. Los planes de urbanismo configuran las operaciones que intervienen en las diferentes fases de producción del espacio de la ciudad: apropiación del suelo, urbanización, edificación, construcción y creación de infraestructuras. A la vez, los planes de urbanismo establecen el orden espacial de los usos del suelo (organización de la actividad en el territorio) y fijan el orden temporal en la construcción de la ciudad (plan de etapas) para asegurar cierto nivel de seguridad y rentabilidad de los recursos; determinan patrones de calidad y controles de desarrollo urbano, y organizan los flujos de tráfico. Todo ello es favorecido por la búsqueda de criterios de bienestar y la conveniencia de una dirección centralizada de la gestión administrativa y fiscal en los grandes aglomeraciones con vistas a la corrección de los desequilibrios espaciales.

La planificación, unida siempre al poder del Estado y a su capacidad de control e intervención en el territorio, tiene numerosos antecedentes históricos. Entre ellos, destacan las ciudades coloniales de la antigüedad grecorromana; ciudades medievales en espacios de frontera, como las del tipo bastida del suroeste francés y España, o las fundadas con ocasión de la expansión alemana hacia el este en el siglo XIII; y las ciudades coloniales españolas de América. Durante el Renacimiento y el Barroco, abundaron los proyectos de ciudades ideales, de planta de estrella o poligonal, en general de carácter militar, como Palmanova (Italia), y las actuaciones en interiores de ciudades, con el trazado de avenidas y plazas que aplican leyes y las técnicas visuales de la perspectiva con afán de monumentalidad y grandiosidad.

La planificación moderna nace de los problemas y contradicciones de la ciudad industrial, de la degradación y deterioro del medio ambiente urbano a partir del siglo pasado con actuaciones y propuestas de intervención variadas:
  • Desde ideologías herederas del pensamiento igualitario, fraterno y liberador de la Ilustración, y de la revolución francesa, como fueron los socialismos utópicos, se criticaron las doctrinas liberales, soportes del capitalismo, y se propugnó la transformación de la sociedad a través de modelos de ciudades que introducían criterios nuevos de organización urbana, como una fuerte carga de utopía e idealismo. Dentro de esta corriente se propusieron conjuntos de células nuevas, de carácter urbano-rural, que mediante la superación de las contradicciones campo-ciudad aspiraban a contrarrestar las consecuencias del desarrollo industrial.
  • También desde ideologías conservadoras, al servicio del capitalismo y del poder político, se intentó transformar la ciudad para mejorar la realidad social sin necesidad de cambiar el orden establecido. Dentro de esta línea, se enmarcan las reformas interiores de prestigio que se acometen en la segunda mitad del siglo XIX en muchas ciudades, como las promovidas por el prefecto Asuman en París en 1850, que abren anchas y rectas avenidas en los densos tejidos urbanos existentes para sanear las ciudades y dificultar los movimientos revolucionarios.
Dentro de ese mismo afán de mejorar la realidad urbana y facilitar la expansión de las ciudades desde planteamientos conservadores, se encuadran los proyectos de Ensanches de población, que empezaron en el siglo pasado, y el movimiento de la City Beautiful.

Especial significado tuvo la creación de colonias y suburbios ajardinados en todas las ciudades, con tempranas aplicaciones en Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos. Con el inglés Howard como principal teórico, las colonias de viviendas unifamiliares en las periferias urbanas responden a planteamientos higienistas inspirados en el utopismo reformista que buscan la solución de los problemas de la ciudad industrial a través del acercamiento del campo y la naturaleza a la ciudad. Dentro de estas actuaciones, destaca el proyecto de Ciudad Lineal, de Arturo Soria, iniciado en los alrededores de Madrid en 1894, y desarrollado como larga franja urbanizada a lo largo de un eje de comunicaciones.

La mayor repercusión en la planificación y organización de la ciudad contemporánea corresponde al modelo de ciudad funcional, asociado a los planteamientos urbanísticos de Gropius y Le Corbusier, que fueron difundidos por el mundo mediante la publicación de la Carta de Atenas (1941), y al modelo de ciudad comunitaria, cuyo principal teórico es el norteamericano Perry.

Población marginal

Se califica de población marginal a grupos sociales carentes de empleo o de niveles de renta que se sitúan muy por debajo del umbral de pobreza, a personas y grupos proclives a comportamientos desviados y a tribus urbanas que rechazan el sistema social dominante y tratan de definir espacios urbanos como zonas de exclusividad impulsados por sentimientos de privacidad y territorialidad.

Etólogos como Morris y Ardrey afirman que el deseo de controlar ciertos sectores de la ciudad por parte de tribus o subculturas urbanas es consecuencia de un sentimiento de territorialidad innato en el individuo y de la necesidad que tienen los hombres de “marcar” ciertos territorios como expresión de identidad personal y fuente de seguridad y privacidad, lo mismo que sucede entre otras especies del reino animal.

Programas de adecuación arquitectónica

Son actuaciones que se emprenden en Madrid a partir del denominado Plan Centro de 1987. Los programas de adecuación arquitectónica se orientan a la mejora de los elementos comunes y estructurales de los edificios: cubiertas, plantas bajas, escaleras, paredes medianeras.

La Empresa Municipal de la Vivienda controla y supervisa estos programas, además de subvencionar las obras en fachadas y otros elementos de interés arquitectónico.

Proyectos Urban

Son proyectos de rehabilitación integral de zonas especialmente deprimidas que convoca la Comisión Europea. Los objetivos se estructuran en torno a tres ejes de actuación:
  • Programas de recuperación urbana y de mejora de infraestructuras. Se pretende frenar los procesos de deterioro de las construcciones, adecuar las infraestructuras y los equipamientos a las necesidades actuales de la población y salvar edificios singulares en avanzado estado de deterioro material.
  • Programas de recuperación del tejido económico a través de medidas de apoyo al comercio y de desarrollo de las actividades tradicionales.
  • Programas de atención social a la población y especialmente a grupos de alto riesgo, como personas afectadas por sida, droga y prostitución. Para ello se emprenden actuaciones de promoción social, formativa, asistencial y ocupacional.

La ejecución de estos implica la movilización de áreas de urbanismo, de asuntos económicos y turismo, de asuntos sociales y de participación ciudadana y cultural.

En España, en el año 2001 había 18 ciudades con proyectos “Urban” aprobados por la Comisión Europea y por el Estado. Entre ellos se encuentra el proyecto de San Luis-Alameda de Hércules de Sevilla que afecta a uno de los ámbitos urbanos más pujantes de la ciudad en el pasado pero más deprimido en la actualidad.

Rehabilitación urbana

Actuación urbanística que pretende la revitalización del interior de la ciudad conservando la trama tradicional, los edificios existentes y la población de siempre. Para ello se intenta mantener la variedad social y la mezcla de funciones, entre ellas la residencial y la comercial de uso cotidiano.

En la rehabilitación prevalece la idea de conservación y mantenimiento sobre la de derribo para nueva construcción. Se considera prioritaria la protección del patrimonio urbanístico y arquitectónico ya que su destrucción prematura o indiscriminada es un despilfarro económico y un atentado cultural.

Con el paso del tiempo el concepto de rehabilitación se fue ampliando. Al principio sólo hacía referencia a las obras de conservación y restauración de edificios singulares, de especial valor artístico y significado histórico; luego se amplió al entorno de esos edificios, ya que todo monumento va acompañado de un paisaje que le sirve de referencia, y por último, se extendió al conjunto del espacio construido, incluyendo parques y jardines.

La rehabilitación es en definitiva un urbanismo alternativo que no perturba el medio urbano y aprovecha las infraestructuras existentes frente al modelo de ciudad despilfarradora de la ciudad funcional o fordista. Por otra parte, la complejidad de este tipo de actuación, su elevado coste financiero y la variedad de agentes económicos y sociales que moviliza, con intereses a menudo contrapuestos, obliga siempre al diálogo y a la colaboración entre los poderes públicos, los vecinos y los propietarios de las zonas afectadas.

Renovación urbana

Actuación urbanística dirigida a revitalizar el interior de la ciudad. A través de las operaciones de renovación, se transforma la trama urbana antigua o se la sustituye por otra. El resultado es la modificación del parcelario y el viario con aumento de volúmenes e incorporación de nuevas formas arquitectónicas. Las funciones antiguas son sustituidas por otras que buscan las ventajas de la centralidad y pueden pagar precios más altos por la utilización del suelo.

La renovación urbana supone también la sustitución de usos extensivos del suelo, como los que corresponden a cuarteles, fábricas, instalaciones ferroviarias, por usos intensivos, como viviendas, comercios o edificios de oficinas. Por último, la población tradicional, generalmente de rentas bajas, es expulsada a nuevas localizaciones en la periferia y es reemplazada por otra de mayor nivel de rentas.

Las destrucciones provocadas por la II GM y la aparición de barbechos industriales en el interior de las ciudades, junto a instalaciones ferroviarias o portuarias, han facilitado la realización de importantes operaciones de renovación urbana en los centros de la mayoría de las grandes aglomeraciones de Europa.

Reurbanización

Este término designa el proceso de recuperación de los espacios construidos que se inicia en la mayoría de las ciudades europeas a partir de los años 70 y adquiere importancia en los años 80. Sobre todo a partir de la última década, muchas grandes aglomeraciones han vuelto a registrar tasas de crecimiento poblacional superiores a las ciudades más pequeñas como había sucedido de manera generalizada en los años 70.

Las políticas recientes de reestructuración de las economías metropolitanas y el rápido desarrollo del sector servicios de alta especialización favorecen los procesos de reurbanización. Además, la globalización de la economía, la mejora de las comunicaciones y de los transportes han hecho aumentar los contactos personales, las necesidades de relación y la concentración de las actividades de dirección, innovación y convivencia, de mezcla funcional y de intercambio de información e ideas, impulsan los actuales procesos de reurbanización.

Las corrientes de pensamiento humanista revalorizan el estilo de vida urbano y la defensa de la calle y la plaza por parte de las más recientes tendencias del urbanismo como lugares de encuentro y convivencia, de mezcla funcional y de intercambios de información e ideas, impulsan los actuales procesos de reurbanización.

El proceso de reurbanización se contrapone a los de suburbanización (formación de áreas cada vez más extensas en los bordes de la ciudad, por la generalización del uso del automóvil particular y la mejora de los transportes colectivos), y de desurbanización, (disminución de la población en las áreas metropolitanas y crecimiento de actividades económicas y efectivos demográficos en ciudades pequeñas y medias).

Terciarización

Proceso de invasión-sustitución funcional por el que las actividades terciarias expulsan a la población residencial del centro de la ciudad y reemplazan en esas localizaciones a otros usos menos intensivos del suelo, como pueden ser los industriales, de transportes o de infraestructuras.

Usos terciarios muy especializados y de alto umbral de servicio, como los financieros o de gestión y dirección empresarial, tienden a ocupar de forma exclusiva los espacios medioambientales de mayor calidad de las áreas centrales, los correspondientes a los ensanches de finales del siglo XIX, beneficiados de operaciones recientes de rehabilitación o más antiguas de renovación, y los que resultan de actuaciones de renovación en antiguas áreas industriales o de frente de agua, comom los “docklands” de Londres o la antigua zona portuaria del sur de Manhattan, en Nueva York.

La terciarización también afecta a zonas de los centros históricos de peor calidad a través de la invasión de esos espacios por comercios de uso banal y servicios vinculados a prestar atención a inmigrantes y poblaciones marginales que ocupan el lugar dejado por antiguos residentes en un parque inmobiliario degradado o en mal estado de conservación.

Tráfico interior

El entramado urbano de los centros históricos no permite absorber las demandas espaciales de tráfico sin restricciones. De ahí que la regulación de la circulación en su interior constituya uno de los problemas esenciales a los que tienen que hacer frente las autoridades municipales.

Las medidas para solucionar estos problemas son variadas y coincidentes casi siempre:

1. Jerarquización del viario en diferentes niveles:
  • Espacios de libre circulación para todos los ciudadanos.
  • Espacios sólo accesibles a los vehículos privados de los residentes o a las personas autorizadas
  • Espacios peatonalizados en los que solo se permite el acceso de vehículos a garajes particulares y de forma excepcional y en horarios limitados el paso de vehículos para operaciones de carga y descarga.
  • Espacios peatonalizados totalmente, incompatibles con cualquier tipo de circulación rodada.
2. Construcción de estacionamientos para residentes en su interior y habilitación de estacionamientos públicos en sus bordes

3. Mejora de los transportes públicos y creación de intercambiadores de modos de circulación

4. Descentralización de servicios u operaciones complejas de reequilibrio funcional entre el centro y las periferias urbanas.

Trama urbana

Es la forma de agruparse y ordenarse los edificios en el interior de la ciudad. Según la proporción de espacios construidos y espacios abiertos, jardines, zonas de equipamiento colectivo, proximidad de unos edificios a otros, se habla de trama u orden abierto y trama u orden cerrado.

En la trama u orden abierto los edificios se disponen de forma aislada, separados unos de otros, dejando entre medias huecos libres sin construir. Es el tipo de trama característico de las ciudades jardín conforme a las propuestas higienistas de finales de siglo y de las nuevas áreas suburbanas en consonancia con los modelos urbanísticos de baja densidad que llegan del mundo anglosajón en general y de Norteamérica en particular. En ambos casos, los edificios se sitúan de manera aislada o adosada, dejando espacios libres para jardines e infraestructuras comunes.

La trama urbana de la ciudad funcional también es de orden abierto. En este caso las viviendas se concentran en edificios multifamiliares de varias plantas, bloques y torres, dejando abundante espacio libre para jardines y equipamientos colectivos. Es el resultado de las ideas de ciudad verde de Le Corbusier, que deseaba que el campo entrara en la ciudad dejando la planta baja de los edificios diáfana, sin ningún tipo de ocupación, y de Gropius a través de la Bauhaus. La Carta de Atenas y el urbanismo posterior a la II GM difunden este modelo de ciudad y de organización de la trama urbana.

En el orden cerrado los edificios se agrupan unos al lado de otros, dando lugar a una trama compacta. A esta tipología corresponden la densa edificación de la ciudad preindustrial, con escasos espacios libres dentro del recinto de murallas, y la construcción en manzana cerrada o abierta, siempre en torno a un gran patio central, característica de los Ensanches del siglo XIX.

Zona de protección del paisaje

El Decreto-Ley de 1929 hizo extensible la declaración de monumento a “Conjuntos y Sitios” e incorporó el entorno y el medio ambiente a la conservación. Para ello se creó la figura legal de las “zonas de protección de paisaje” como superficies próximas a conjuntos y monumentos en las que no se puede edificar.

La preocupación por el entorno y por la silueta urbana en Toledo se materializó en el establecimiento por la Dirección General de Bellas Artes, en 1965, de una vasta zona de respeto y protección del paisaje alrededor del conjunto monumental y en la creación de dos zonas especiales: los Cigarrales y la carretera de acceso a Toledo desde Madrid. Las alturas máximas de las nuevas construcciones fueron limitadas a cinco en la zona de respeto y la utilización del suelo dentro de las zonas especiales fue regulada mediante normas precisas. La forma de la ciuda moderna, la que iba surgiendo por la vega del Tajo y las vías de acceso, al norte del conjunto medieval, quedó condicionada por las prescripciones de protección del patrimonio monumental. En ninguno de los barrios de los Bloques, Santa Teresa, Plaza de Toros, Palomarejos y núcleos cercanos de Santa Bárbara, se superan las cinco plantas de altura para impedir la ruptura del paisaje; la única excepción es el Hospital de la Seguridad Social, la Residencia Sanitaria “Virgen de la Salud”, inaugurado en 1965, antes de entrar en vigor las Instrucciones de la Dirección General de Bellas Artes.

El Plan Especial para el Centro Histórico, aprobado provisionalmente por el pleno del Ayuntamiento en 1994 y definitivamente en 1996, mantiene los planteamientos anteriores de protección y consecuentemente de condicionamiento de la forma urbana. Entre el Toledo monumental y el del futuro se dibujan tres áreas de transición encargadas de evitar el deterioro de la silueta urbana y de impulsar el engarce entre la ciudad antigua y la ciudad moderna, coincidiendo en líneas generales con las zonas de protección de paisaje definidas por las Instrucciones de la Dirección General de Bellas Artes de 1965. Estas áreas se disponen a modo de franjas deprimidas respecto al entorno, a partir de los principales ejes de aproximación visual: una, entre las carreteras de Ciudad Real y de Aranjuez; otra, en los bordes de la carretera de Madrid, y la tercera, sobre la carretera de Ávila.

Áreas naturales

Desde una interpretación ecológica influida por el Darwinismo social, se considera que toda ciudad está compuesta por áreas naturales bien diferenciadas entre sí y con una personalidad específica desde los puntos de vista funcional, social y morfológico cada una de ellas.

Zorbaugh y Wirtth definieron las “áreas naturales” como territorios homogéneos por sus rasgos físicos, características poblacionales, económicas, sociales y culturales. Sobre la base de un espacio común, el del barrio, grupos de población desarrollan tradiciones, costumbres y convenciones propias hasta dar origen a una “área natural”.

Barbechos humanos

Espacios ocupados por usos extensivos de la ciudad, como fábricas, cuarteles, instalaciones ferroviarias, equipamientos urbanos, que han caído en desuso y se hallan a la espera de utilizaciones intensivas del suelo y más rentables como son los edificios de oficinas o los bloques de apartamentos de lujo.

Los barbechos urbanos son muy numerosos en los pericentros, en zonas que formaron parte de las periferias hasta los años 50 o 60 del siglo XX y que el posterior desarrollo de las ciudades ha convertido en espacios centrales.

Barrios

Constituyen áreas urbanas de tamaño variable, bien diferenciadas mentalmente dentro de la ciudad por el observador gracias a la existencia de rasgos comunes y peculiares

Bordes

Son elementos lineales del paisaje que separan espacios diferenciados morfológica o socialmente. Unas veces, son límites físicos, como líneas de ferrocarril, murallas, ríos, frente de costa, zonas de contacto de suelos de usos urbanos y rurales. Otras, son límites percibidos, como áreas residenciales de características sociales contrastadas.

CBD (Central Business District)

Es el centro de actividad de la ciudad. Se caracteriza por su accesibilidad, por concentrar el mayor volumen de tráfico, lo que contribuye a convertirlo en espacio problema, por atraer las actividades terciarias y cuaternarias y por la escasa presencia de la función industrial, reducida a actividades que buscan la proximidad con su clientela (joyerías, talleres de moda) o disponer de facilidades de distribución (editoriales, imprentas). La variedad y el alto umbral de sus funciones hacen del CBD el espacio más dinámico de la ciudad.

En las viejas ciudades europeas, los centros de actividades y los centros históricos no siempre coinciden, mientras que en las ciudades de los países nuevos, el CBD y el núcleo urbano fundacional se confunden.

En el CBD, la población residente es escasa, la función residencial tiende a ser desplazada por usos del suelo más intensivos que pugnan por localizaciones centrales y que, en el caso de las ciudades norteamericanas o de influencia de este modelo, dan lugar a un fuerte crecimiento en altura. La función residencial se limita a viviendas de lujo, a pequeños apartamentos vinculados a las actividades terciarias y a inmuebles degradados de viejas viviendas en los sectores centrales que no han sido renovados o que no interesan a las actividades terciarias por sus escasas condiciones medioambientales.

Comportamiento espacio-temporal de los ciudadanos

La actividad del hombre se realiza en una sucesión de espacios y tiempos concretos a través de los cuales se conoce la ciudad y se materializan pautas de comportamiento. La relación espacio-tiempo facilita la comprensión de la conducta humana, explica la naturaleza e intensidad de los desplazamientos y justifica la distribución espacial de las funciones urbanas y la utilización de los usos del suelo.

En la ciudad, el comportamiento de los hombres está rigurosamente pautado a través del tiempo y del espacio, de manera que la mayoría de la población sigue horarios semejantes para levantarse, acostarse, comer, ir al trabajo, regresar a casa, escuchar la radio, ver la televisión. Las diferencias entre personas en el uso del tiempo y del espacio guardan básicamente relación con:
  • el tipo de actividad laboral (obreros, oficinistas, vendedores, profesionales liberales),
  • la situación personal respecto a la actividad económica (parados, jubilados, niños)
  • la etapa dentro del ciclo de vida (infancia, juventud, madurez, vejez)
El comportamiento espacio-temporal de los individuos se adapta también a la morfología urbana y el ritmo pautado de la vida. Durante las horas de oficina y de apertura del comercio, los centros urbanos se llenan de actividad; por la noche y durante los fines de semana, esos mismos espacios se vacían. Las zonas industriales se vuelven bulliciosas al principio y final de las jornadas laborales, coincidiendo con la salida y entrada de los trabajadores de las fábricas.

Contraurbanización

Proceso por el que las grandes metrópolis de las sociedades postindustriales pierden población como consecuencia de la desconcentración industrial, del incremento del coste de vida en las áreas metropolitanas y de preferencias residenciales por las localidades pequeñas o medias. Las mejoras de las redes de comunicación, los avances en los sistemas de transporte y la generalización del uso del automóvil favorecen el crecimiento de las ciudades intermedias y pequeñas.

La contraurbanización es sinónimo de desurbanización. Es un proceso que se inició a partir de los años 70, coincidiendo con la reestructuración del sistema productivo mundial. Desde entonces las ciudades pequeñas y medianas, situadas en las periferias de las grandes aglomeraciones o en espacios lejanos de calidad medioambiental, como la costa mediterránea o el “Sun belt” en EEUU, experimentan tasas de crecimiento superiores a las que se registran dentro de la mayoría de las áreas metropolitanas del planeta.

Delimitación del centro de actividad o CBD

El interés de geógrafos y planificadores por el análisis objetivo de la ciudad ha llevado a la elaboración de diferentes índices y métodos de delimitación del CBD. Todos ellos tienen en común la necesidad de superar las dificultades que derivan de la ausencia de límites precisos del CBD, excepto cuando los centros de actividad se encuentran bordeados por un río, el mar, un parque, instalaciones ferroviarias o edificaciones dedicadas a usos diferentes.

Entre los métodos de delimitación del CBD, uno de los más utilizados es el propuesto por Murphy y Vance a partir de la proporción de suelo ocupado por el comercio al por menor, los servicios financieros y las oficinas en los diferentes pisos de los edificios localizados en el centro según varios indicadores:

  • Índice de Altura del Centro de Negocios (I.A.C.N.)
I = __C__
ACN S

Donde: I = es el índice de Altura del Centro de Negocios

ACN

C = es toda la superficie de los diferentes pisos utilizada por usos propios del centro de actividad o de negocios

S = es la superficie total de la planta baja

  • Índice de Intensidad del Centro de Negocios (I.I.C.N.)
I = __C__ x 100
ICN CT

Donde: I = es el índice de Intensidad del Centro de Negocios

ICN

C = es la superficie total ocupada por los usos del centro de negocios en los diferentes pisos.

CT = es la superficie total del espacio ocupado por los usos específicos del centro de actividad y otros usos: viviendas, almacenes, comercios al por mayor, talleres…

El resultado expresa en porcentaje la proporción de suelo dedicada a usos propios del CBD respecto a la superficie total correspondiente al conjunto de pisos de cada edificio. Según este índice, se considera que las manzanas con valores de más del 50% de su suelo ocupado por usos de negocios forman parte del CBD.
  • Índice de Negocios Centrales (I.N.C.)
I.N.C. = I.A.C.N. de 1 ó más + I.I.C.N. del 50%

Todas las manzanas o edificios con un índice de altura de 1 ó más y un índice de intensidad del 50% o más deben ser considerados como integrantes del C.B.D.

Diferenciación social del interior de la ciudad

El deterioro de los espacios centrales a partir de la década de los 70, mientras las periferias crecían relativamente prósperas, ha reforzado las contradicciones urbanas y ha puesto de manifiesto la complejidad de los mecanismos de diferenciación interior, entre ellos los que resultan de los conflictos entre individuos, instituciones y usos del suelo que compiten por la utilización del territorio.

La diferenciación interna de la ciudad exige interpretaciones muy variadas que guardan estrecha relación con las teorías de estructura urbana pero en todas ellas aparece la noción de conflicto entre sectores y escalas de toma de decisión que van desde las familias y los individuos a los responsables del gobierno local. Cada uno de esos agentes sociales y de toda de decisión se comporta según sus rentas e intereses para decidir las localizaciones más adecuadas a sus necesidades.

A partir de las desigualdades de renta y de los flujos de capital que se general entre las distintas zonas de las ciudades norteamericanas, Bunge señala la existencia de tres áreas socialmente bien definidas en su interior: la ciudad de la muerte, la ciudad de la necesidad y la ciudad de la abundancia.

La ciudad de la muerte corresponde a los espacios centrales. Sus habitantes son explotados por el resto de la ciudad, porque, además de pagar impuestos y una tasa oculta en forma de explotación de trabajo por su diferencia salarial con las remuneraciones medias, satisfacen precios superiores por la vivienda, los alimentos y los servicios colectivos debido a la centralidad.

La ciudad de la abundancia. Está formada por los entornos residenciales de mayor calidad de la zona suburbana. Las personas que viven allí (poderosas élites profesionales, altos funcionarios, empresarios y políticos) son los propietarios de la “máquina de impuestos”; pagan menos que el valor de su trabajo y se benefician de los flujos de capital que llegan de las otras dos ciudades.

La ciudad de la necesidad. Está situada entre las dos anteriores. Está ocupada por las clases medias que actúan a modo de barrera de separación entre los anteriores grupos sociales. Los flujos monetarios son positivos y los equipamientos sociales, insuficientes.

Distancia percibida

La distancia percibida es uno de los elementos que configuran la imagen mental de la ciudad, ya que sirve para organizar la información espacial que se tiene del entorno y determina los comportamientos respecto a los lugares, los caminos que se siguen y los medios de transporte que se utilizan.

En un espacio no necesariamente euclidiano, distancia percibida y distancia física no siempre coinciden. Dentro de la ciudad, la distancia percibida suele ser más larga que la distancia objetiva, al margen del tamaño de la aglomeración y del sistema de transporte utilizado, aunque la separación entre ambas distancias tiende a aproximarse cuanto mayor es la distancia material. Para Bailly, este desajuste se explica porque los recorridos se organizan mentalmente sobre puntos de referencia que compartimentan las distancias kilométricas en segmentos. Cuantos menos puntos de referencia hay, más aumentan la sensación de distancia entre dos lugares.

La distancia percibida depende de factores como la variedad y riqueza del paisaje urbano, los estímulos del entorno a lo largo de los desplazamientos, el trazado de las calles y la forma y estructura de la ciudad. Ciertos estudios han revelado que los trayectos realizados desde la periferia al centro son interpretados más cortos que los efectuados en sentido inverso, del centro a la periferia.

El significado de los desplazamientos y las horas en que estos se llevan a cabo influyen en la percepción de la distancia. Los recorridos hacia parques, librerías, espacios de ocio, centros comerciales o la propia vivienda son apreciados más cortos que cuando se realizan hacia los lugares de trabajo, aparcamientos o intercambiadores de transportes. En cuanto a la franja horaria en que se llevan a cabo los desplazamientos, los que tienen lugar durante la mañana resultan mentalmente más breves que los vespertinos.

En definitiva, las formas de uso del territorio, la morfología urbana, las representaciones simbólicas del entorno, los componentes emocionales y el horario condicionan la percepción mental de la distancia.

Expansión periurbana

El creciente desarrollo de las franjas periurbanas es fruto el crecimiento por aglutinación de la ciudad, con anexión de los núcleos de población en un entorno que desborda el marco administrativo del término municipal e incluso del área metropolitana, cuando existe esta figura político administrativa.

Las franjas periurbanas avanzan cada vez más lejos de las áreas centrales según diferentes modelos, impulsadas por el proceso de suburbanización o contraurbanización que afecta al conjunto de la sociedad actual:
  • Desarrollo discontinuo: los usos periurbanos se extienden alrededor de la ciudad central, en forma de aureola concéntrica caracterizada por las bajas densidades residenciales, con alternancia de usos del suelo muy diferentes, entre ellos suelos de uso rural y barbechos sociales.
  • Desarrollo radial: la expansión periurbana se produce a lo largo de las principales vías de acceso y de forma segmentada, originando un crecimiento en estrella del continuo edificado.
  • Desarrollo a saltos: los nuevos aprovechamientos urbanos del suelo se concentran en núcleos separados entre sí, en medio de explotaciones rurales y paisajes naturales. La forma urbana se hace muy dispersa y los flujos de mercancías y personas son muy intensos.
La expansión periurbana impulsa el crecimiento de los asentamientos situados en su interior y la desaparición de la vida rural en un entorno cada vez más amplio. Los antiguos pueblos se convierten en ciudades dormitorio y ciudades satélites favoreciendo el modelo de ciudad dispersa que refleja la adaptación de las sociedades actuales a una organización del territorio dominada por las nuevas tecnologías, los modos de producción del capitalismo flexible y los comportamientos rururbanos.

La ocupación del suelo para usos propios de la ciudad en las zonas periurbanas se efectúa de manera discontinua. Los promotores inmobiliarios acomodan la urbanización y la construcción a la demanda para garantizar la pronta recuperación de sus inversiones e incrementar los beneficios derivados de la plusvalía de los terrenos, con frecuencia empezando por los más distantes del continuo construido. También propician la ocupación discontinua del suelo, la planificación oficial, que promueve el crecimiento y desarrollo de la ciudad en sectores concretos, y los propietarios del suelo, que presionan para que sus tierras sean calificadas como suelos urbanos o urbanizables.

Franjas periurbanas

Más allá del continuo edificado, hasta una distancia variable según el tamaño de las ciudades (por término medio de 19 a 50 km) se extienden las franjas rururbanas o periurbanas, aquellos espacios próximos a la aglomeración principal donde se mezclan los usos del suelo y formas de vida del campo y la ciudad, y donde los cambios morfológicos, funcionales y de población son rápidos. Junto a suelos agrarios y forestales, aparecen grandes superficies ocupadas por transportes, equipamientos urbanos, industrias y servicios. Los pueblos se transforman en diferentes tipos de suburbios y satélites.

En las franjas periurbanas proliferan las urbanizaciones de bloques multifamiliares y viviendas unifamiliares de primera y segunda residencia, con tipologías, éstas últimas, muy variadas (adosados, exentas, de una o varias plantas) en respuesta a las preferencias residenciales cada vez más generalizada por las bajas densidades y formas de hábitat que facilitan el contacto con la naturaleza. La calidad medioambiental y morfológica de las urbanizaciones de viviendas unifamiliares varía de acuerdo con el rango socioeconómico de sus ocupantes pero en todas ellas existen equipamientos para facilitar la utilización de uno o más de un vehículo por familia. La baja densidad residencial, el alejamiento respecto a los centros de trabajo y la distancia con relación a los lugares de compra, de ocio y de prestación de servicios obligan a multiplicar los desplazamientos.

Desde el punto de vista social, la mayoría de las familias de las franjas periurbanas son jóvenes, con niños, o matrimonios de mediana edad, lo que favorece las relaciones de vecindad y de solidaridad. Las actividades y los modos de vida son típicamente urbanos ya que la mayoría de las personas trabajan en la ciudad. Los comportamientos también son urbanos puesto que del campo sólo se consume espacio y naturaleza, todo lo demás so obtiene en la ciudad gracias a su proximidad y a las facilidades de comunicaciones. Los antiguos campesinos abandonan de modo parcial o por completo sus actividades tradicionales y se emplean en empresas industriales o de servicios.

Gentrificación

Término derivado de la palabra inglesa “gentry” para expresar la ocupación de los sectores de mayor calidad ambiental del centro de las ciudades por grupos sociales de rentas altas, en general, poblaciones jóvenes, de elevado poder adquisitivo y comportamiento “urbanitas”.

Razones de proximidad a los lugares de trabajo, motivos de prestigio ambiental y arquitectónico, facilidades de acceso para el conjunto de los ciudadanos y tendencia a la “teatralización” de la vida urbana impulsan la “gentrificación” de parte del centro. La concentración de servicios especializados, de comercios de todo tipo y de actividades de diversión y esparcimiento, hacen de las áreas centrales las principales zonas de empleo de las ciudades y lugares de esparcimiento y ocio para una sociedad que cada vez dispone de más tiempo libre.

Las manifestaciones culturales, que actúan como objetos de consumo de masas para gran parte de la población, incluidos los menos de 20 años, se añaden a las anteriores consideraciones para estimular las preferencias residenciales de segmentos de las clases sociales altas por el interior de la ciudad, a través de fórmulas de residencia permanente (pisos de gran superficie) o de residencia temporal (pequeños apartamentos).

Hitos

Son elementos singulares de paisaje urbano, fácilmente visibles, que se utilizan habitualmente como puntos de referencia y guía para las personas que se desplazan por la ciudad. Pueden ser la torre de una iglesia, el edificio del Ayuntamiento, las puertas monumentales de acceso a una ciudad, un accidente topográfico… Según algunos autores, los hitos constituyen las “claves de identidad” de la ciudad.

Implosión urbana

Es un término empleado para expresar las características de un crecimiento demográfico de las ciudades del Tercer Mundo tan fuerte que materialmente no hay espacios urbanos libres de ocupación. Los cementerios se convierten en ciudades de vivos y los asentamientos marginales se extienden a lo largo de kilómetros y kilómetros por los bordes urbanos, invadiendo cauces de inundación de los ríos y empinadas vertientes de montañas donde los corrimientos de tierra son frecuentes.

El aumento de población , provocado por una natalidad alta, característica de los países subdesarrollados, y cada vez más por una mortalidad que se reduce, aproximándose a la de los países desarrollados por los avances de la medicina y la mejora de la sanidad, reducen el suelo libre para los asentamientos marginales en las periferias y propician la “tugurización” de los sectores centrales de peores condiciones medioambientales y de mayor deterioro morfológico.

Índice de localización industrial

Para determinar el grado de concentración industrial existente en las distintas áreas o unidades especiales de la ciudad, se pueden aplicar índices como el propuesto por Florence:

I = __ei x Et__
Et x et

Donde:

I es el índice de localización industrial

ei es el número de empleados en la industria del área urbana considerada

Et es el número de empleados en todas las actividades económicas de la ciudad

Ei es el número de empleados en la industria de la ciudad

Et es el número de empleados en todas las actividades económicas del área urbana considerada

Se considera que hay especialización industrial en un barrio cuando los valores del índice son superiores a 1 y esa especialización es tanto mayor cuanto más se aleja el valor del índice de la unidad.

Índice de residencia / empleo

Victor Jones elaboró un “índice de residencia-empleo” que le sirve para diferenciar tres tipos de suburbios: suburbios dormitorio, suburbios equilibrados y suburbios que proporcionan empleo.

I = __t__ x 100
T

Donde:

I es el índice de Residencia-Empleo

t es el número de trabajadores empleados en el suburbio

T es el número total de trabajadores que residen en el suburbio

Se considera suburbio dormitorio cuando los valores del índice son de 84 o menos; suburbio equilibrado, cuando los valores oscilan de 85 a 115, y suburbio que proporciona empleo, cuando los valores son de 116 o más.

Todos estos tipos de núcleos residenciales responden a un concepto de ciudad dispersa, donde los suburbios incluyen agrupaciones importantes de casas y población, próximas a la ciudad central, pueblos pertenecientes al mismo término municipal que el núcleo principal y pueblos vinculados a otros municipios, dentro o más allá de los límites administrativos de las áreas metropolitanas cuando se trata de grandes aglomeraciones.

Mapas mentales

Los mapas mentales revelan la existencia de distintos mundos dentro de la ciudad y ponen de relieve diferencias de unos a otros en función de la naturaleza de los elementos más valorados.

Desde el punto de vista de la forma, los mapas mentales pueden ser clasificados en “secuenciales” y “estructurales”:
  • Los mapas “secuenciales son aquellos que enfatizan los elementos lineales, los lugares por donde se circula (carreteras, calles o plazas)
  • Los mapas “estructurales” dan más protagonismo a los elementos espaciales (distritos, barrios, bordes o hitos)
Modelo de estructura urbana concéntrica

Los usos del suelo y las áreas residenciales se disponen en anillos concéntricos alrededor del espacio central, ocupado por CBD, debido a sus desiguales capacidades económicas para hacer frente a un precio del suelo que disminuye regularmente del interior a la periferia en función de la distancia.

A partir de planteamientos ecológicos aplicados a Chicago, Burgess distingue las siguientes zonas dentro de la ciudad:
  • CBD o Distrito Central de Negocios. Es el centro financiero, comercial y social de la ciudad. En su interior convergen las vías, los sistemas de transporte y los flujos de circulación. Por lo tanto es el área de mayor accesibilidad
  • Zona de transición. Comercios, almacenes e industrias ligeras se mezclan con espacios residenciales degradados socialmente y deteriorados morfológicamente. En esta zona se concentran minorías étnicas y grupos de población marginal.
  • Zona residencial de rentas medias. Predominan edificios antiguos de viviendas, ocupados por trabajadores estables que realizan su tarea en el comercio, servicios e industrias de las áreas centrales. Muchos de estos trabajadores descienden en segunda generación de los antiguos inmigrantes.
  • Zona residencial de rentas altas. Está ocupada por familias de clase acomodada y origen americano que residen en viviendas unifamiliares o en bloques de apartamentos de gran calidad. En los lugares más estratégicos y de mejor accesibilidad, aparecen grandes superficies comerciales.
  • Zona suburbana. Constituye una zona dormitorio y de movimientos pendulares, pues la mayor parte de sus habitantes trabajan en el centro y sólo regresan a sus domicilios durante la noche. La vida familiar gira en torno a la mujer, ya que la madre y la esposa son el eje del hogar. Por eso este espacio es considerado patrimonio de la familia matriarcal.
Dentro de la zona suburbana, se reconoce la existencia de “áreas naturales” diferenciadas: desde comunidades de alto nivel social, junto a carreteras y autopistas, a viejos pueblos incorporados a la ciudad por el proceso de expansión urbana.

En 1930, Burgess añadió dos anillos más: el constituido por las tierras de labor que rodean a la ciudad, y el hinterland de la aglomeración, que se extiende hasta donde llega la influencia de las funciones centrales de la urbe.

Modelo de estructura urbana sectorial

Según Hoyt, los contrastes en los usos del suelo originados cerca del centro se perpetúan al crecer la ciudad hacia el exterior, disponiéndose a manera de cuñas o sectores a lo largo de las vías principales. Los principios ecológicos de “competencia impersonal” y “dominio” justifican esta distribución espacial de los aprovechamientos del suelo.

Los grupos sociales de rentas altas resultan determinantes en el modelo de estructura urbana sectorial y en la dirección en que se efectúa el crecimiento, ya que ellos condicionan las otras localizaciones residenciales. Las personas de rentas medias y rentas bajas se disponen de manera sectorial en torno a los primeros, reproduciendo el mismo esquema de distribución espacial del centro a la periferia.

Pronto esta teoría fue tachada de anacrónica y de no poder ser aplicada a todas las ciudades, entre otras razones porque no se consideraban factores sociales y culturales, que intervienen siempre en la ocupación del espacio y en las preferencias residenciales.

Modelo de estructura urbana polinuclear

Desde interpretaciones ecologistas, Harris y Ullmann consideran que los usos del suelo se disponen alrededor de núcleos de crecimiento separados entre sí cuyo origen se debe a los siguientes principios:
  • Cada actividad tiene exigencias concretas de localización: los comercios, las finanzas, las oficinas, se concentran en los lugares más accesibles para el conjunto de los ciudadanos: las fábricas, en los lugares donde pueden disponer de amplias superficies y cerca de puertos u otros sistemas de transportes.
  • Las actividades semejantes se agrupan en unos mismos lugares para favorecer relaciones de complementariedad entre ellas. De ese modo se obtienen economías de aglomeración que permiten a las empresas reducir sus costes de producción y aumentar las facilidades de distribución.
  • Las actividades que se perjudican entre sí, buscan localizaciones separadas. Así, las áreas residenciales de mayor categoría social huyen de la proximidad a instalaciones industriales.
  • Muchas actividades no tienen capacidad económica para ocupar los lugares más accesibles y deseables de la ciudad. Las grandes superficies comerciales, que necesitan grandes espacios para aparcamientos y almacenar sus mercancías, no pueden sufragar los altos precios del suelo en las áreas centrales, por lo que se instalan en las periferias, donde el suelo es más abundante y barato.
La consecuencia de todo lo anterior es la formación de áreas especializadas que ocupan localizaciones concretas y bien diferenciadas:
  • el CBD y los centros secundarios de negocio se sitúan en los lugares más accesibles.
  • Las áreas especializadas de venta al por mayor y de industrias ligeras, a lo largo de los ejes ferroviarios o carreteras de acceso.
  • Las áreas de industrias pesadas, en los bordes de la ciudad.
  • Las áreas residenciales de rango social alto, en los espacios de mayor calidad ambiental.
  • Las áreas residenciales de menor categoría social, en los emplazamientos menos favorables, cerca de las fábricas e instalaciones ferroviarias.
El modelo de núcleos múltiples es el más adecuado para explicar la estructura de la mayoría de las aglomeraciones, ya que responde mejor que ningún otro a las características actuales de nuestras ciudades y a los impactos producidos en su interior por la revolución tecnológica y los modernos sistemas de transporte.

Modelos de estructura urbana de valores del suelo

Plantean la influencia de la economía y del mercado sobre la organización y distribución de los usos del suelo, pero también consideran aspectos sociales, culturales y políticos.

La idea básica de todos estos modelos, como la teoría simple de valores del suelo o la teoría de núcleos múltiples, es que la localización de las actividades dentro del espacio urbano refleja la distinta capacidad que estas tienen para pagar unas rentas que son progresivamente más altas hacia el centro de la ciudad, según aumenta la accesibilidad. Los valores del suelo más altos se registran siempre en las localizaciones más centrales.

Los modelos económicos se expresan gráficamente a través de curvas de renta que reflejan los precios que cada utilización puede o está dispuesta a pagar por su localización respecto a su distancia al centro de la ciudad.

Cada uso del suelo proyecta pendientes de curvas distintas. Mientras la curva del comercio cae bruscamente, la de la industria lo hace con más suavidad, y así sucesivamente, hasta llegar al mínimo en el caso de los usos agrícolas. Los puntos de intersección de las curvas correspondientes a las diferentes utilizaciones del suelo indican el límite de la renta económica de cada uso, siendo siempre dominante el uso que se encuentra más cerca del interior de la ciudad, es decir, el que puede pagar precios más altos por el aprovechamiento del suelo.

Modelos de percepción

El interés de la geografía por los mapas mentales ha llevado a la elaboración de modelos de percepción que subrayan la relación entre los procesos cognitivos y la conducta espacial y ponen de manifiesto los mecanismos que intervienen en formación de las representaciones mentales.

Según Downs, las imágenes se elaboran a partir de la información obtenida del medio real que llega a la mente a través de los receptores de la percepción y es filtrada por el sistema de valores individuales y colectivos.

Para Goodey, tienen una influencia determinante el espacio personal, el entorno que mejor se conoce (la habitación, el mobiliario, el propio hogar), y los desplazamientos habituales hacia los lugares de trabajo, centros de compra, de diversión y de relación. Todos ellos proporcionan información sobre localizaciones, conexiones entre lugares y áreas, características de la construcción, significados socioeconómicos y culturales de las áreas que recorre.

Los medios de comunicación de masas y los contactos personales construyen también la información que se recibe. Los prejuicios y las ideas estereotipadas modelan con frecuencia la percepción de los lugares remotos y de aquellos que sólo se visitan ocasionalmente. El resultado suelen ser imágenes muy fragmentadas, simplistas y distorsionadas de la realidad.

Todos los modelos hacen derivar las imágenes mentales de mecanismos fisiológicos y psicológicos de percepción y de complejos procesos a través de los cuales los estímulos del entorno sobre el cerebro son filtrados por las experiencias personales y los sistemas de valores.

Nodos

Son puntos o plazas de confluencia de circulación o transporte. Lugares donde confluyen varias sendas. En ellos hay un uso intensivo del suelo y, a menudo, son símbolos representativos de la ciudad o del barrio por su centralidad y funcionalidad.

Polígono industrial

Espacios especializados para albergar usos industriales que en España se asocian a los Planes Generales de Ordenación Urbana, a los programas de Descongestión Industrial y de Desarrollo de los años 60 y principios de los 70.

Muchos de aquellos polígonos industriales contaban con zonas residenciales próximas para facilitar el desplazamiento de los trabajadores desde los lugares de residencia a los centros de trabajo (Polígonos de Descongestión de Madrid de 1959)

Promovidos por la iniciativa pública o privada, los polígonos industriales ofrecían parcelas urbanizadas, con redes de alumbrado, de saneamiento y abastecimiento de agua, de distinto tamaño en función de las industrias que se pretendían instalar en ellos. Para favorecer el crecimiento y consolidación de estos polígonos, su puesta en marcha iba acompañada por la concesión de importantes ventajas fiscales para las empresas que decidieran instalarse en su interior.

Principios ecológicos de diferenciación urbana

Las áreas del suelo diferenciadas y los cambios que se producen en su uso se explican por principios tomados de la biología, del comportamiento de los organismos y seres vivos, como son los de competencia impersonal, dominación e invasión y sucesión.

La competencia es el principio organizativo más importante de las comunidades vegetales y animales; desempeña, además, un papel fundamental en las sociedades humanas. En la ciudad la competencia impersonal se refiere a las relaciones económicas íntimas de rivalidad y de carácter anónimo que se establecen entre las personas, grupos de población y diferentes usos del suelo. Todos pugnan por las localizaciones más ventajosas dentro del espacio urbano en función de su distinta capacidad económica.

El principio de dominación expresa posiciones de privilegio de unos individuos, de determinados grupos de población y de ciertos usos del suelo sobre otros en proceso de competencia y de lucha por determinar la configuración de las comunidades. En la ciudad, el CBD o centro de negocios es el área dominante puesto que tiene la máxima accesibilidad y registra los valores del suelo más altos. En el CBD se asientan las actividades de mayor capacidad económica y prestigio.

El principio de invasión-sucesión social y funcional hace referencia al desplazamiento de determinados grupos de población, actividades y usos del suelo por otros que llegan de áreas urbanas diferentes en función de variables económicas y niveles de renta. Los procesos de invasión-sucesión social y funcional provocan situaciones de desequilibrio y de reajuste de las fuerzas económicas y sociales que se disputan el uso de las distintas zonas de la ciudad.
Reurbanización

Tendencia de una parte de la población a instalarse de nuevo en la ciudad central. Va unida a la percepción de la desurbanización como inconveniente por los costes económicos y sociales que supone la distancia al centro, y también al desarrollo de programas de renovación y rehabilitación que alcanzan creciente importancia a partir de los años 80.

La globalización de la economía, la mejora de las comunicaciones y los avances en los transportes estimulan la concentración de las actividades de dirección, innovación y gestión financiera en los espacios centrales de las áreas metropolitanas. Las relaciones de complementariedad entre funciones especializadas de toma de decisión y de poder se desenvuelven mejor que en ningún otro lugar en las áreas centrales y ese desarrollo del terciario superior o del cuaternario favorece la construcción de apartamentos para las personas que trabajan en esos sectores de actividad.

De manera simultánea asistimos a un proceso de revalorización cultural del estilo de vida urbana que propicia la recuperación del centro por sus valores monumentales, educativos y convivenciales. Comportamientos “urbanitas”, políticas oficiales de rehabilitación y afán por disminuir el tiempo de duración de los desplazamientos entre el lugar de residencia y el lugar de trabajo favorecen la vuelta al centro de grupos de alto poder adquisitivo mientras que las poblaciones de menores niveles de ingresos siguen siendo expulsadas a la periferia o reducidas a los sectores centrales de peor calidad medioambiental.

Satélites y suburbios

Los satélites son los núcleos de la franja rururbana que poseen abundantes puestos de trabajo y proporcionan bienes y servicios a su población y a la que llega del exterior. Por lo tanto, son asentamientos relativamente independientes de la ciudad central.

Los suburbios son ciudades dormitorio, lugares de residencia de personas que trabajan en la ciudad central o en los satélites próximos, por lo que generan un intenso tráfico “per cápita” de ida y vuelta a diario. El número de personas que trabajan en los suburbios es inferior al de personas que duermen en ellos, aunque pueden tener algunas instalaciones industriales y comercios.

Según el “índice de residencia-empleo” de Jones, los satélites registran valores de 166 o más, y los suburbios, valores de 84 o menos.

La dinámica urbana hace que suburbios y satélites se hallen sometidos a continuos cambios. Asentamientos que fueron satélites pierden sus instalaciones industriales y evolucionan hacia las características de los suburbios, mientras que antiguos suburbios se convierten en satélites al instalarse en ellos empresas industriales y superficies comerciales. También es frecuente que la mancha urbana absorba entidades lejanas, que antes eran independientes de la aglomeración y ahora adquieren la categoría de satélites o suburbios, formando parte de la aureola rururbana de la ciudad central.

Sendas

Según Lynch, las sendas son las vías o caminos que sigue ocasional o potencialmente el observador. Es por donde se va, pueden ser calles, senderos, líneas de tránsito, canales o vías férreas. Muchas personas estructuran básicamente sus representaciones mentales en torno a las sendas.

Sentido del lugar

El sentido del lugar expresa la relación emocional entre la persona y el espacio habitual de residencia. Se trata de un sentimiento que varía según el individuo en el espacio y en el tiempo y que cambia según la etapa del ciclo vital en que cada uno se encuentra (infancia, juventud, madurez o vejez). La naturaleza de la propia personalidad, las expectativas vivenciales y las formas de comportamiento condicionan también el sentido del lugar hasta el punto que resulta preferible hablar de “sentidos del lugar”, en plural, que de “sentido de lugar”. Los sentimientos de las personas y de los grupos de población hacia unos mismos lugares no tienen porqué coincidir.

A partir de un estudio sobre el área metropolitana de Madrid, se pudieron identificar seis tipos de sentidos del lugar:
  • “sentido social”: cuando el lugar es considerado como escenario de encuentro y contacto con los familiares, amigos y vecinos.
  • “sentido apático”: cuando el lugar resulta indiferentes a sus habitantes
  • “sentido instrumental”: cuando los vecinos conciben el barrio como medio para lograr un fin
  • “sentido nostálgico”: cuando domina un sentimiento que se apoya en situaciones vivenciales o emocionales, aspectos o acontecimientos del pasado.
  • “sentido del lugar como escenario”: cuando predomina la consideración del espacio como localidad en la que transcurren las vidas de las personas y los grupos
  • “sentido del lugar arraigado”: cuando hay un sentimiento de familiaridad fuerte e identificación con el medio en que se vive.
Topofilia

Sentimiento íntimo de afecto entre las personas y el medio en que se vive, que deriva de una experiencia placentera con el lugar. Con frecuencia, corresponde al sentimiento de familiaridad con el propio barrio en que se reside.

Topofobia

Sentimiento de aversión o miedo hacia determinados lugares, como pueden ser barrios marginales o degradados.

Topolatría

Sentimiento reverencial o carismático hacia el lugar, como el que suscitan los centros históricos monumentales por su valor artístico, simbólico, educativo y convivencial.

Toponegligencia

Sentimiento de indiferencia hacia los lugares, que resulta de la creciente uniformidad e impersonalidad en la ordenación del territorio, como sucede con la mayoría de los barrios más recientes de crecimiento rápido.

Tugurización

Término acuñado para designar el proceso de deterioro material y degradación social que se produce en áreas consolidadas de las ciudades por fenómenos de invasión-sucesión funcional y social, primero en las zonas de transición de las ciudades norteamericanas, y después, en las aglomeraciones europeas.

La generalización del modelo de ciudad funcional después de la II GM, con la consiguiente zonificación de los usos del suelo, el creciente interés de las actividades terciarias por las localizaciones centrales y la cada vez mayor segregación social de los espacios residenciales propiciaron la ejecución de grandes operaciones de renovación urbana en las áreas centrales de la ciudades europeas durante las décadas de los años 50 y 60. La población de los sectores renovados se vio obligada a trasladarse a las periferias que por entonces surgían. Estas zonas se convirtieron en centros de negocio, de funcionamiento y comportamiento muy parecido a los norteamericanos, llenos de vida y actividad por el día y deshabitados por la noche. La población residencial se redujo y las estructuras productivas fueron expulsadas a las periferias.

En los sectores no renovados y de menor calidad, el proceso de vaciamiento fue más lento. A lo largo de los 60 y 70, muchas familias, sobre todo matrimonios hijos, se trasladaron a las nuevas periferias en busca de alojamientos de mejores condiciones de habitabilidad. Poco a poco la mayoría eran familias de escasos recursos y cada vez de edad más avanzada, la proporción de jubilados y de hogares integrados por una sola persona aumentó. La mezcla social del pasado fue desapareciendo, el proceso de ruina material de parte del parque residencial se acentuó y el vacío dejado por los antiguos inquilinos empezó a ser ocupado por inmigrantes y minorías étnicas.

Zonas industriales

Durante la etapa de producción fordista, desde principios del siglo XX a los años 70, las exigencias de la gran cantidad de suelo para la instalación de las fábricas y el deseo de evitar los inconvenientes que la actividad industrial provoca a las otras funciones que tienen lugar en la ciudad, llevó a favorecer el traslado de la industria a zonas expresamente creadas para ella en las periferias urbanas; surgieron entonces las zonas industriales y los polígonos industriales.

En la actualidad, en la etapa postfordista, las industrias requieren menor cantidad de espacio pero exigen la proximidad a multitud de servicios y la proximidad a vías de comunicación rápidas que faciliten los intercambios en unas economías globalizadas y en unos sistemas de producción caracterizados por la especialización y la división de las tareas a escala planetaria. Ahora las industrias se concentran en parques industriales y polos tecnológicos, caracterizados todos por la calidad del diseño urbanístico y por ocupar emplazamientos privilegiados junto a vías de comunicación en las nuevas periferias.

La diferencia entre parques industriales y polos tecnológicos estriba fundamentalmente en el carácter más innovador y especializado de las tareas que se realizan en los primeros. Por eso los polos tecnológicos buscan también la proximidad de universidades y de centros de investigación que facilitan las tareas de I+D. Tres Cantos y Las Rozas son ejemplos representativos de polos tecnológicos en Madrid.
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