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Heidegger y la superación de la modernidad

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Aunque Heidegger no podría ser identificado como un filósofo posmoderno en el sentido comúnmente aceptado hoy, sí habría que decir que él mismo considera que ha superado la metafísica moderna. En este sentido, su filosofía sí sería una filosofía posmoderna.

Crítica a la metafísica moderna

La crítica de Heidegger a la metafísica moderna se encuadra dentro de su crítica a la metafísica occidental, de la cual constituye la parte más importante. Según Heidegger, la metafísica sirve de fundamento a una época, dándole su forma esencial mediante una determinada explicación del ser y una concepción de la verdad. Este fundamento domina en todos los fenómenos que caracterizan a dicha época. Los fenómenos esenciales de la edad moderna son: primero, la ciencia. En segundo lugar, la técnica de las máquinas, que no debe entenderse como una aplicación de la ciencia natural matemática a la praxis, sino más bien como una transformación autónoma de la praxis, que exige el uso de la ciencia natural matemática. Otra característica de la edad moderna es el retraerse del arte a la estética. Una cuarta característica consiste en que el obrar humano se entiende y realiza como cultura. Un quinto fenómeno es la desdivinización.

¿Cuál es la metafísica que subyace a esta realidad? Heidegger cree que es la metafísica moderna, cuya esencia coincide con la esencia de la técnica. Pero esta metafísica tiene una larga historia. Comienza con Platón, quien entiende lo real a partir de la realidad primera de una idea del bien, que hace válida, como fundamento último, toda la realidad. Esta idea suprema es luego identificada con Dios, con lo cual la filosofía se hace teología. Dios es la realidad primera y la causa suprema. Estas ideas se afianzan en Aristóteles, a pesar de que se den también en él reminiscencias de los comienzos. Muchos más explícitas se hacen luego en las metafísicas cristiana, islámica y escolástica.

Pero es sobre todo en la edad moderna donde la metafísica llega a su pleno desarrollo. Y aquí Descartes tiene una importancia de primer orden. La tarea fundamental de la metafísica cartesiana es la subjetividad.

Lo decisivo no es que el hombre se libera de las ligaduras precedentes para él mismo, sino que cambia la esencia del hombre en general, en cuanto que el hombre se hace sujeto [...] El hombre se constituye en aquel ente en el cual se funda todo ente en el modo de su ser y de su verdad (“Die Zeit des Weltbildes”, en Holzwege, Klostermann, Francfort, 1985, GA 5, p. 81)

Sucede esto en el concepto de representación

Toda conciencia de las cosas y del ente en su totalidad es reducida a la autoconciencia del sujeto humano, como el fundamento inconmovible de toda certeza. [...] La realidad de lo real es la representación mediante el sujeto representador y para éste (Nietzsche. Der europäische Nihilismus, Klostermann. Francfort, GA 48, 1986, p. 160)

Este concepto de representación estaría indicado por el cogito.

El ente es visto desde esta representación del sujeto.

Sólo lo que se presenta a nuestro representar y nos sale al encuentro de tal manera que es puesto y colocado sobre un fundamento, vale como lo que está seguro, esto es, como objeto. Sólo lo que está así es tal, que podemos decir de ello con certeza: es. Sólo lo que es puesto en un representar fundamentado puede tener valor de ente (Der Satz vom Grund, Neske, Pfullingen, 1971, p. 54)

Esta metafísica da lugar a la época de la imagen del mundo. La naturaleza y la historia,

el ente en su totalidad es ahora entendido de tal manera que sólo es ente en la medida en que es puesto mediante la representación y elaboración del hombre. Donde se llega a una imagen del mundo, se da una decisión esencial acerca del ente en su totalidad. El ser del ente se busca y se encuentra en el carácter de representación del ente (“Die Zeit des Weltbildes”, 82-83)

Imagen del mundo y subjetividad son dos conceptos que corren paralelos. “Que el mundo se hace imagen, es el mismo y único fenómeno que el que el hombre se constituye en sujeto en medio del ente”.

Estas ideas de subjetividad, de representación, de fundamentación y de cálculo van a estar presentes en la metafísica moderna con acentos diferentes, según los diferentes autores. En Leibniz la idea de subjetividad se hace general. Todas las sustancias son sujetos, de modo semejante al yo. La idea de fundamentación alcanza el Leibniz su máxima expresión mediante la formulación del principio de razón suficiente.

Sólo lo que se presenta de esta manera a nuestro representar, lo que nos sale al encuentro de modo que es puesto y colocado sobre su fundamento, tiene valor de lo que está seguro, esto es, de objeto. Sólo lo que está así es tal que podemos decir de ello con certeza: es. Sólo lo que es puesto en un representar fundamentado puede tener valor de ente (Der Satz vom Grund, p. 54)

Kant se centra en el sujeto finito. Pero tampoco en él desaparecen las ideas fundamentales de la metafísica moderna, de subjetividad y de fundamentación. Heidegger ve la subjetividad en Kant sobre todo en la doctrina acerca de los principios trascendentales del entendimiento puro, que determinan a priori el concepto de cosa. Sólo puede ser cosa lo que pueda ser considerado dentro de estos conceptos y principios.

Las cosas las encontramos, hablando en sentido kantiano, sólo en el ámbito de los juicios sintéticos; y el carácter de cosa de la cosa, según esto, en el círculo de la pregunta: cómo es posible una cosa como cosa en general y de antemano, o lo que es lo mismo: cómo son posibles los juicios sintéticos a priori (Die Fragen nach dem Ding. Zu Kants Lehre von den transzendentalen Grundsätze, Klostermann, Francfort, GA 41, 1984, p. 184)

La subjetividad alcanza su punto culminante en Hegel.

En la filosofía de Descartes el ego se convierte en el sujeto normativo, esto es, en “lo que yace debajo” de antemano. De este sujeto, sin embargo, se toma posesión de la manera debida [...] cuando están desarrollados las estructura y el movimiento completos de la subjetividad del sujeto y esta subjetividad es elevada a la absoluta autoconciencia. En cuanto que el sujeto se sabe como este saber que condiciona toda objetividad, es como este saber: el absoluto mismo (“Hegel und die Griechen”, en Wegmarken, Klostermann, Francfort, GA 9, 1976, 429-430)

El concepto de fundamento Heidegger lo ve presente en Hegel en relación con la estructura ontoteológica de la filosofía de éste. El fundamento y la ratio son según su procedencia esencial al logos.

En Nietzsche sigue presente la idea de subjetividad.

La metafísica de Nietzsche [...] se deja distinguir ahora de modo más claro como la metafísica de la incondicionada subjetividad de la voluntad de dominio (Nietzsche, 266)

Resultado de esta visión metafísica de la realidad son la técnica y las ciencias modernas. Sobre la relación entre metafísica y ciencia dice Heidegger:

La técnica de las máquinas es hasta ahora el mensajero más visible de la esencia de la técnica, que es idéntica a la esencia de la metafísica moderna (“Die Zeit des Weltbildes”, p. 69)

La esencia de la técnica coincide con la esencia de la metafísica y está actuando desde Platón y Aristóteles, con quienes comienza la interpretación técnica del pensar. Esta esencia estaba aún oculta y se revela ahora en la técnica moderna, cuando la esencia de la técnica o la metafísica llega a su pleno desarrollo.

Heidegger cree que la metafísica platónica sigue presente:
  1. En todo lo que se llame ontología y quiera ser tal; e incluso en lo que no se considera ontología, pues también en la contraposición a ella se puede dar “ontología”.
  2. En toda metafísica cristiana o acristiana.
  3. En todas las doctrinas que tienden hacia valores, sentido, ideas o ideales y en las que los niegan, como el positivismo o el biologismo.
  4. En todo tipo de filosofía de la vida.
  5. En todas las filosofías que son una mezcla de lo dicho.
  6. Y finalmente en Nietzsche con su platonismo invertido.

Una ontología radicalmente nueva

En Ser y Tiempo Heidegger hablaba de una destrucción fenomenológica de la historia de la ontología. Posteriormente habla de consumación, de superación, de recuperación. Ninguno de estos términos significa destrucción o aniquilación. La consumación de la metafísica es más bien, según el mismo Heidegger, “el comienzo de su resurrección en formas transformadas”. El comienzo de la consumación es el comienzo de la preparación de un aparecer de la diferencia entre ser y ente. La superación es recuperación. La superación de la metafísica acaece como recuperación del ser.

Pero ni la superación ni la recuperación son tampoco sinónimas de restauración.

Aquí sucede algo distinto de una mera restauración de la metafísica. Por lo demás, no hay ninguna restauración que pueda tomar lo transmitido únicamente como se recogen del suelo las manzanas caídas del árbol. Toda restauración es interpretación de la metafísica (“Zur Seinsfrage”, en Wegmarken)

Y la reinterpretación nos remite al proyecto, al futuro, a posibilidades de la metafísica del futuro, de las cuales no tenemos ni sospecha.

En la superación de la metafísica hay en Heidegger una nueva idea del concepto fundamental. El ser que hay que pensar en la superación y en la recuperación es el ser como evento. El evento consta de cuatro elementos: cielo, tierra, hombre y dioses. Este evento es más evento del acto de acaecer el Da, la apertura o iluminación, acción de hacerse presente. Este Da es la apertura originaria, indicada primero por la palabra “mundo” y luego por “cielo”. En cualquier caso se trata de lo abierto y patente.

Lichtunges otro concepto para indicar lo abierto. Esta apertura va siempre acompañada de una ocultación. El hacerse presente de la verdad del ser es ocultación iluminadora, iluminación del ocultarse o constelación de dos estrellas, en la cual acaecen desolcultación y ocultación.

El evento es el que “da” todo. Pero no lo da como causa o fundamento. De ahí que no se pueda llegar a él mediante estos esquemas. Porque el evento acaece y da, “hay” ser, “hay” tiempo y “son” los entes. Del ente decimos que “es”; del ser y del tiempo no decimos que “son”, sino que “hay ser” y “hay tiempo”. El que da ambos es el evento.

El hombre es otro de los componentes del evento. Y es un componente fundamental y problemático. El hombre es el lugar de la apertura del evento, pero no es dueño de la misma. Más bien es puesto en ella, “es acaecido” para ser el lugar de la apertura. Se encuentra, entonces, en una situación compleja en el evento. Ser y hombre acaecen en el evento. Hombre y ser son constituidos en lo suyo propio en el evento.

El cuarto elemento del evento son los dioses, que indicarían lo que en la metafísica se ha entendido por fundamento. En el evento el fundamento es el Da o apertura originaria, más allá de la cual no se puede ir. Este evento es destino. Lo que acaece es envío del destino. El acaecer como destino es acaecer libre y constituye la historia.

Toda construcción filosófica se da a partir de estos conceptos fundamentales de evento como destino, de lenguaje del evento, de hombre como oyente del lenguaje primigenio.
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