Antes y después del siglo XVI la distribución de los hombres en la superficie terrestre resultó sumamente irregular, mientras por un lado el 70 % estaba concentrado al inicio del siglo XVI en el 7 % del territorio, por otro en suelo europeo —que representaba el 2 % del total— se hallaba concentrado un porcentaje del 20 al 25 % de la humanidad. Los dos polos demográficos del planeta eran Europa y China cuyas poblaciones iban en aumento continuo. De los 50-60 millones de 1400, los europeos pasaron al menos al doble a fines del siglo XVII, los chinos pasaron de 70 a 120 millones. El crecimiento, sin embargo, no fue un hecho continuo, el final del siglo XIV representó un momento de clara disminución, seguido por un estancamiento y luego por una decidida recuperación, que culminó a finales del siglo XVI. En cambio, el siglo XVII marcó un nuevo estancamiento, en algunos casos una caída demográfica, antes de producirse el renovado y gran impulso del siglo XVIII.
La mortalidad fue claramente mayor en el siglo XVII que en el anterior, principalmente la infantil —de cien niños sólo 61 estaban aún vivos a los 15 años y entre 1580 y 1679 de cien varones vivos a los 15 años sólo 41 llegaban a los 50, en ambientes aristocráticos—.
Se ha observado cierto paralelismo entre las depresiones económicas y la disminución del crecimiento demográfico en muchos países europeos durante las últimas décadas del siglo XVI y casi todo el XVII, la tendencia al declive se acentuó en torno a 1650 por la sucesión de crisis de subsistencia, de epidemias y de conflictos militares. En las grandes ciudades el promedio de defunciones fue claramente superior al de nacimientos, si la población urbana no disminuyó siempre en la misma proporción fue debido al continuo fenómeno de la inmigración del campo a la ciudad.
La guerra de los Treinta Años provocó una parada brutal en el desarrollo demográfico en Polonia y Alemania, en esta época también la población de Bohemia disminuyó de 1700000 a 930000 habitantes y en Moravia de 800000 a 600000. En Bohemia fue debido al éxodo masivo de 150000 protestantes en torno a 1627 (cuando el emperador Fernando II expulsó a los nobles que habían rehusado convertirse). El Alemania a fin de la guerra contaba con el 40 % menos de habitantes que al inicio —el 50 % en alguna zonas—, mientras los centros urbanos alemanes perdieron cerca de 1/3 de sus efectivos, una región como Württemberg no volvió a tener su precedente demográfico hasta 1730. Un retroceso análogo se observó en otros países europeos; entre 1568 y 1648 en Bravante quedaron anulados los progresos que había registrado en los sesenta años precedentes. La peste de 1630 redujo en más de una tercera parte a las poblaciones de las ciudades italianas; en Cerdeña fue la carestía de 1680 lo que redujo sus habitantes de 300000 a 230000. Las pérdidas humanas causadas por las devastaciones que acompañaron a los turbulentos años de la Fronda (1648-1653) —París y Francia septemtrional— fueron casi un 20 %, una nuevas crisis en Francia fue la producida por carestía de 1693-1694 que afectó principalmente a los campesinos pobres. Otros descensos demográficos se registraron en Dinamarca en torno a 1650, en Inglaterra por la viruela y en Finlandia por la carestía producida entre los años 1696 y 1697.
Una clasificación escalonada de la densidad demográfica entre las zonas europeas en torno a la mitad del siglo XVII, se obtendría el resultado de: 44 hab/km2 en Italia septentrional, 34 en Francia, una veintena en Alemania y poco menos en Castilla, y 5 en Rusia y en Ucrania. Pero cada país constituía un caso en sí mismo, si en apariencia Suiza no fue directamente afectada por los conflictos bélicos, si pagó un alto tributo a las guerras con la aportación de mercenarios, de 50000 a 100000 suizos había caído en luchas ajenas en el siglo XV, de 250000 a 300000 en los siglos XVI y XVII.
La emigración del campo a la ciudad actuó de modo muy decisivo sobre todo hacia las capitales —como París y Londres— . La primera necesitó tres siglos para incrementar su población de 100000 a 200000 habitantes, luego entre 1610 y 1660 se dobló de nuevo, la ciudad contaba con cerca de 450000 personas en 1684. el desarrollo de Londres fue análogo a mediados del siglo XVI tenía 100000 habitantes, el doble hacia 1610 y el cuádruple en 1665, hay que destacar que Inglaterra estaba desprovista de otras grandes aglomeraciones, solo cuatro —Norwich, York, Bristol y Exeter— superaban los 10000 habitantes.
En grandes ciudades europeas se habían convertido Madrid y Viena ambas con 100000 habitantes a finales del XVII y sobre todo Ámsterdam que dobló su población entre 1622 y 1700 llegando hasta los 200000 habitantes. En cambio, Venecia y Amberes retrocedieron demográficamente perdiendo la última más de la mitad de sus efectivos entre 1568 y 1569. por otro lado, en Polonia de los 700 centros con el título de ciudad sólo ocho superan los 10000 habitantes y Hungría que en 1680 parecía un desierto.
Entretanto, la peste disminuía lentamente, bien por la difusión de una raza de ratas marrones que habría eliminado el precedente portador de las pulgas pestíferas, la rata negra, o por la sustitución de la madera y la paja por piedra o ladrillos en las construcciones de las casas. En contrapartida, la intolerancia religiosa provocaba desplazamientos más o menos forzados de poblaciones enteras o grupos importantes. Entre 1609 y 1614 el rey de España Felipe III expulsó de sus dominios a cerca de 275000 moriscos que se dirigieron al norte de África. Otros movimientos migratorios fueron os de los protestantes de los Países Bajos, de los hugonotes franceses y de los escoceses. El único caso de emigración voluntaria fue la de decenas de millares de ingleses en dirección a las colonias de la América septentrional. En cambio, en la guerra que se entabló en Irlanda —entre 1641 y 1652— hubo un verdadero exterminio de la población autóctona que perdió medio millón de personas.
Un grupo étnico para el que desde el siglo XVI se agravó la tradicional diáspora fue el hebreo, en los países en que eran tolerados estaban obligados a vivir en guetos que no representaban, precisamente, un refugio seguro. Entre el siglo XVI y XVII desde Levante hasta Ragusa, desde Italia hasta Alemania e Inglaterra, los hebreos supieron dar cuerpo a asentamientos muy fructíferos y a una especie de internacional de los negocios. En centros como Ragusa, los hebreos tomaron en sus manos casi todos los hilos de los comercios, en otos, como en Venecia, constituyeron un grupo de importancia fundamental. Muchos exiliados de la península ibérica se establecieron en Ámsterdam y en Hamburgo y facilitaron la penetración nórdica en los imperios español y portugués.
La mortalidad fue claramente mayor en el siglo XVII que en el anterior, principalmente la infantil —de cien niños sólo 61 estaban aún vivos a los 15 años y entre 1580 y 1679 de cien varones vivos a los 15 años sólo 41 llegaban a los 50, en ambientes aristocráticos—.
Se ha observado cierto paralelismo entre las depresiones económicas y la disminución del crecimiento demográfico en muchos países europeos durante las últimas décadas del siglo XVI y casi todo el XVII, la tendencia al declive se acentuó en torno a 1650 por la sucesión de crisis de subsistencia, de epidemias y de conflictos militares. En las grandes ciudades el promedio de defunciones fue claramente superior al de nacimientos, si la población urbana no disminuyó siempre en la misma proporción fue debido al continuo fenómeno de la inmigración del campo a la ciudad.
La guerra de los Treinta Años provocó una parada brutal en el desarrollo demográfico en Polonia y Alemania, en esta época también la población de Bohemia disminuyó de 1700000 a 930000 habitantes y en Moravia de 800000 a 600000. En Bohemia fue debido al éxodo masivo de 150000 protestantes en torno a 1627 (cuando el emperador Fernando II expulsó a los nobles que habían rehusado convertirse). El Alemania a fin de la guerra contaba con el 40 % menos de habitantes que al inicio —el 50 % en alguna zonas—, mientras los centros urbanos alemanes perdieron cerca de 1/3 de sus efectivos, una región como Württemberg no volvió a tener su precedente demográfico hasta 1730. Un retroceso análogo se observó en otros países europeos; entre 1568 y 1648 en Bravante quedaron anulados los progresos que había registrado en los sesenta años precedentes. La peste de 1630 redujo en más de una tercera parte a las poblaciones de las ciudades italianas; en Cerdeña fue la carestía de 1680 lo que redujo sus habitantes de 300000 a 230000. Las pérdidas humanas causadas por las devastaciones que acompañaron a los turbulentos años de la Fronda (1648-1653) —París y Francia septemtrional— fueron casi un 20 %, una nuevas crisis en Francia fue la producida por carestía de 1693-1694 que afectó principalmente a los campesinos pobres. Otros descensos demográficos se registraron en Dinamarca en torno a 1650, en Inglaterra por la viruela y en Finlandia por la carestía producida entre los años 1696 y 1697.
Una clasificación escalonada de la densidad demográfica entre las zonas europeas en torno a la mitad del siglo XVII, se obtendría el resultado de: 44 hab/km2 en Italia septentrional, 34 en Francia, una veintena en Alemania y poco menos en Castilla, y 5 en Rusia y en Ucrania. Pero cada país constituía un caso en sí mismo, si en apariencia Suiza no fue directamente afectada por los conflictos bélicos, si pagó un alto tributo a las guerras con la aportación de mercenarios, de 50000 a 100000 suizos había caído en luchas ajenas en el siglo XV, de 250000 a 300000 en los siglos XVI y XVII.
La emigración del campo a la ciudad actuó de modo muy decisivo sobre todo hacia las capitales —como París y Londres— . La primera necesitó tres siglos para incrementar su población de 100000 a 200000 habitantes, luego entre 1610 y 1660 se dobló de nuevo, la ciudad contaba con cerca de 450000 personas en 1684. el desarrollo de Londres fue análogo a mediados del siglo XVI tenía 100000 habitantes, el doble hacia 1610 y el cuádruple en 1665, hay que destacar que Inglaterra estaba desprovista de otras grandes aglomeraciones, solo cuatro —Norwich, York, Bristol y Exeter— superaban los 10000 habitantes.
En grandes ciudades europeas se habían convertido Madrid y Viena ambas con 100000 habitantes a finales del XVII y sobre todo Ámsterdam que dobló su población entre 1622 y 1700 llegando hasta los 200000 habitantes. En cambio, Venecia y Amberes retrocedieron demográficamente perdiendo la última más de la mitad de sus efectivos entre 1568 y 1569. por otro lado, en Polonia de los 700 centros con el título de ciudad sólo ocho superan los 10000 habitantes y Hungría que en 1680 parecía un desierto.
Entretanto, la peste disminuía lentamente, bien por la difusión de una raza de ratas marrones que habría eliminado el precedente portador de las pulgas pestíferas, la rata negra, o por la sustitución de la madera y la paja por piedra o ladrillos en las construcciones de las casas. En contrapartida, la intolerancia religiosa provocaba desplazamientos más o menos forzados de poblaciones enteras o grupos importantes. Entre 1609 y 1614 el rey de España Felipe III expulsó de sus dominios a cerca de 275000 moriscos que se dirigieron al norte de África. Otros movimientos migratorios fueron os de los protestantes de los Países Bajos, de los hugonotes franceses y de los escoceses. El único caso de emigración voluntaria fue la de decenas de millares de ingleses en dirección a las colonias de la América septentrional. En cambio, en la guerra que se entabló en Irlanda —entre 1641 y 1652— hubo un verdadero exterminio de la población autóctona que perdió medio millón de personas.
Un grupo étnico para el que desde el siglo XVI se agravó la tradicional diáspora fue el hebreo, en los países en que eran tolerados estaban obligados a vivir en guetos que no representaban, precisamente, un refugio seguro. Entre el siglo XVI y XVII desde Levante hasta Ragusa, desde Italia hasta Alemania e Inglaterra, los hebreos supieron dar cuerpo a asentamientos muy fructíferos y a una especie de internacional de los negocios. En centros como Ragusa, los hebreos tomaron en sus manos casi todos los hilos de los comercios, en otos, como en Venecia, constituyeron un grupo de importancia fundamental. Muchos exiliados de la península ibérica se establecieron en Ámsterdam y en Hamburgo y facilitaron la penetración nórdica en los imperios español y portugués.
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