La ofensiva calvinista: las guerras de religión en Francia
Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la salvación de las armas y su triunfo terreno, el protestantismo no se mostraba menos activo. Muchas iniciativas resultaron paralelas en ambos campos desde la espiritualidad hasta la casuística, desde los libros de plegarias hasta la instrucción. Mientras surgían las universidades católicas no faltaban las fundaciones de universidades protestantes, incluso las figuras más destacadas ofrecían caracteres bastante análogos, como los de Ignacio de Loyola y de Calvino. En el mundo protestante, la zona luterana, en particular la alemana, se distinguía claramente de aquellas regiones en las que el calvinismo estaba tomando la delantera. La “Confessio helvética”, de 1566 señaló la ruptura entre la iglesia de Lutero y las fundadas por Zuinglio y Calvino que se diferenciaban en particular por la doctrina de la eucaristía. No faltó un esfuerzo luterano de definición teológica, dirigido por Jacobo Andrea, que culminó en el “Libro de concordia”, publicado en 1580, que sisntetizaba los puntos capitales de la fe luterana y atenuaba la doctrina de la predestinación. Frente a ellos, los calvinistas, no renunciaron a la lucha abierta y armada, su doctrina estaba impregnada de rigor y radicalismo potencialmente revolucionario que atraía a los miembros de las diversas clases sociales.
Tras el tratado de Cateu-Cambrésis, se acentuó en algunos países, especialmente Francia y los Países Bajos, el malestar económico y social, de lo que se aprovechó el calvinismo. La historia de las décadas de guerra religiosa que agitó a Francia no puede prescindir de desempeñar el papel de antagonista de España. En muchas ocasiones los hugonotes (nombre de los calvinistas franceses) pudieron presentarse como campeones de la política nacional con toda la desventaja para el partido católico, al que era demasiado fácil de acusar de connivencia con España. A los calvinistas les ayudó el hecho de que una parte de una parte de la nobleza y de los príncipes vieron la forma de ejercer una mayor influencia en el reino en detrimento del centralismo monárquico. Francia se encontró, igualmente, desde 1559, con una serie de soberanos demasiado jóvenes para ejercer plenamente sus funciones.
Cuanto ocurrió en Francia en la segunda mitad del siglo XVI fue sumamente significativo, algunos políticos, como el almirante Gaspar de Coligny, aspiraron a emprender una acción importante en el concierto europeo tratando de sacar partido de las dificultades del adversario ibérico, Felipe II les pagó haciéndose aliado del partido católico, ejerciendo presiones militares e interviniendo en Flandes en las contiendas internas francesas.
El éxito final de quien había sido jefe de los hugonotes, Enrique de Borbón (futuro Enrique IV), además de convertirse al catolicismo, se presentó como abanderado de la política nacional y se consolidó luchando contra la intervención española, unido a la debilidad de la monarquía que la obligó a oscilar alternativamente entre el partido hugonote y el católico, que intentaban a la vez condicionar su acción. Esto contribuyó a prolongar el conflicto interno marcado tanto por enfrentamientos sangrientos como por treguas y edictos de pacificación. Los hugonotes vieron como se les iban reconociendo un margen cada vez más amplio de libertad e incluso la posesión de algunas plazas fuertes. La contienda no podía hacer otra cosa que radicalizarse y llevar a país al marasmo, lo que llevó a la búsqueda de una tercera vía que excluyera el predominio de las otras dos. Esta perspectiva fue avanzada por los llamados “politiques”. La solución fue adoptada con el edicto de Nantes de 1598 que sancionó la existencia de un reino donde coexistían dos religiones distintas sin comprometer la solidez nacional y estatal. Con su acción Enrique IV encarnó este difícil éxito, no tardó en abjurar del calvinismo (1593) una vez heredada la corona pero reconoció a los hugonotes con la misma igualdad de derechos. El edicto de Nantes fue aceptado de forma duradera por los calvinistas, que mantuvo sus conquistas y añadió concesiones suplementarias. El objetivo era evitar que los hugonotes constituyeran un estado dentro del estado, como habían intentado hacer hasta entonces. Este objetivo no se consiguió plenamente, puesto que el rey no pudo hacer otra cosa que dejar bajo su control los lugares fortificados que ocupaban y que eran aproximadamente unos 150.
Los inconvenientes de tal situación debían hacerse sentir en las décadas siguientes, no obstante, la estructura dualista que se instauró marcó el fin del sueño de hacer de Francia una potencia calvinista, los reformados siguieron siendo la parte hostigada de la nación, gracias también a la acción del partido de los Guisa que había impedido que los hugonotes se instalasen en el norte y en este del país. París se rebeló como un autentico bastión del catolicismo, siendo la representación protestante en la capital casi testimonial
España contra los Países Bajos e Inglaterra
Las guerras de religión en Francia habían vuelto a poner en primer plano a facciones aristocráticas opuestas ( a los Montmorency, a los Coligny y a los Borbón por unalado, y a los Guisa por el otro) que se disputaron el predominio o al menos intentaron asegurárselo. Tanto la liga católica como los hugonotes hacían presión sobre los Estados Generales y las asambleas con objeto de controlar el ejercicio del poder soberano. Francia atravesó sus crisis más grave y sólo por un concurso de circunstancias pudo evitar un cambio de régimen y volver así a una monarquía fuerte. Lo que no se logró en Francia se realizó en los Países Bajos. En el momento en que Carlos V decidió retirarse del trono asignó el Imperio germánico a su hermano Fernando y todo el resto (el Milanesado, el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el imperio de ultramar) a su hijo Felipe, juntamente con el título de rey de España y los Países Bajos. Felipe II que se había educado y formado únicamente en España, aunque residió algunos años entre los flamencos —1555 a 1559—, no estaba hecho para comprenderlos, estaban muy apegados a sus autonomías tradicionales mientras que Felipe tenía la vocación de soberano absoluto; el protestantismo había penetrado en la región y Felipe consideraba con horror la herejía, miraba a Flandes como una de las posesiones de la corona que estaban fuera de las fronteras españolas. Al volver a España, Felipe dejó en la región como regente a su hermanastra Margarita, duquesa de Parma, los flamencos se dieron cuenta de que el rey quería gobernar más que por el Consejo de regencia, formado por personalidades locales, por medio de un Consistorio secreto compuesto por hombres de su confianza, el más importante de éstos era Antonio Perrenot de Granvela.
En los Países Bajos existían cuatro sedes episcopales, para hacer corresponder la estructura eclesiástica con la política, Felipe II elevó la sede de Malinas a la categoría de arzobispado, poniendo a Granvela a su cabeza y promovió la institución de catorce nuevos obispados. La reacción contra estas medidas fue muy viva, en 1560 consintió que las tropas españolas abandonasen la región y en 1564 hizo que Granvela regresara a España para calmar el descontento.
En esta tensa situación se mostraban muy activos los calvinistas que se habían implantado en los Países Bajos, al ser perseguidos hacían todo lo posible para transformar el malestar político local en una auténtica resistencia a la autoridad. Inconscientemente, fue el propio rey el quien animó a que se constituyera una oposición organizada, así quiso que se acrecentara el rigor de la lucha antiprotestante y a consecuencia de los disturbios de 1556 sustituyó a la regente Margarita por el duque de Alba quien llegó al frente de 20000 soldados con consignas de extrema severidad donde permaneció desde 1557 hasta 1573 y aplicó medidas tan drásticas que desencadenaron una auténtica guerra. Los calvinistas se encontraron cada vez menos solos en la lucha que empezó a tomar la forma de una resistencia nacional atrayendo a sus filas a muchos nobles moderados y originariamente católicos. Guillermo de Orange se adhirió a su confesión en 1573, pero ya se había desencadenado una insurrección guerrillera guiada por tierra y por mar por los “gueux” (desarrapados). En el gran centro comercial de Amberes se temía que la intervención de la Inquisición pudiese alejar la presencia de los banqueros de religión no católica. El primero de los derechos reivindicados era el de la libertad de las creencias, la reivindicación de la fe individual se había convertido en la de los derechos innatos, naturales y no revocables por parte de los poderes temporales. El apego interno al conjunto de los locales simbolizaba un tradición de libertad, representaba el vínculo sagrado que unía a los súbditos a su soberano. A medida que la actuación española se mostraba más dura respecto a los súbditos, éstos tendieron a asimilar los a una forma de contrato, era una presión animada por las presiones calvinistas respecto al derecho de resistencia a la autoridad contraria a la fe verdadera y conducía a la disolución del deber de obediencia en caso de que el príncipe no hubiese observado la ley de reciprocidad contenida en ellos. Los gueux del mar manifestaron una fuerza agresiva e indomable hasta el punto de tomar posesión de casi todas las ciudades de Zelanda y Holanda. Después de que Guillermo de Orange hubo aceptado (1572) las funciones de gobernador de Holanda empezó a delinearse una fragmentación del país entre una parte septentrional cada vez más independiente de España y una meridional todavía bajo su control efectivo. A ello se llegó en 1579 cuando fueron proclamadas primero la Unión de Arrás (comprendía el sur valón y estaba animada por la aristocracia católica local) y después la de Utrech, que reagrupaba las regiones flamencas y calvinistas y proclamaron su república independiente (Provincia Unidas, julio de 1558). El poder español se estabilizó en la parte meridional gracias a la habilidad táctica y política del nuevo gobernador Alejandro Farnesio quien entre 1579 y 1585 volvió a ocupar los grandes centros de Torunai, Ypres, Brujas, gante, etc.
Varios elementos contribuyeron a mantener católica esa región donde la propiedad eclesiástica ocupaba un lugar predominante y donde la Contrarreforma había llevado a cabo una notable ofensiva con la fundación de toda una serie de seminarios y donde los jesuitas concentraron sus esfuerzos y abrieron muchos colegios: Tournai, Dinant, Saint-Omer, Amberes, etc. La contienda cambió de aspecto al internacionalizarse para que Farnesio no avanzara demasiado en su reconquista. La superioridad militar española y su convencimiento en la fe se encontraron frente a un conjunto de fuerzas que vinieron a obstaculizar sus designios y que a la larga resultaron suficientes para transformar una revuelta local en un verdadero conflicto internacional con resultado desfavorable para la monarquía española. España tenía que mantener hacer frente en el mediterráneo al sultán y tenía la amenaza de los hugonotes franceses, no tuvo nunca la posibilidad de llevar a cabo una eficaz acción naval en aguas de los Países Bajos, la marina era su punto débil aunque en la primera fase fuese su principal arma, les era fácil transformar sus barcos mercantes en navíos armados aptos para operaciones militares mediante el empleo de la artillería a bordo. El dominio del mar aseguraba unas preciosas relaciones con la aliada natural de los sublevados: la Inglaterra de Isabel I.
Las relaciones entre Felipe II y la reina Isabel (1558-1603) tenían ya una larga historia desde que el soberano español, muerta María Tudor (1558), había considerado la posibilidad de casarse con ella. Los acontecimientos tomaron enseguida un rumbo diferente, las simpatías de los ingleses por Orange eran evidentes y los gueux del mar encontraron refugio en sus puertos. Isabel intentaba no enemistarse demasiado con España para evitar que ésta apoyase a los partidarios católicos de la pretendiente María Estuardo, aún así permitía a sus súbditos la piratería activa contra los ibéricos y fueron adquiriendo experiencia naval para poder competir con ellos. Estas rencillas tenían un evidente rencor confesional, desde 1559, Isabel se había hecho proclamar , había puesto en vigor la legislación anticatólica con el Acta de Uniformidad, que castigaba a quien no seguía el culto oficial, también por influjo de escocia que había aceptado el calvinismo de Jhon Knox, los puritanos que se inspiraban en él se difundían por toda Inglaterra, la reina no los favorecía convencida de que el episcopalismo anglicano defendía mejor los interese del estado, estos conflictos internos fueron lo que produjeron que las relaciones entre Inglaterra y España no se precipitaran en un auténtico conflicto hasta después de 1585. mientras Felipe II, emparentado con la dinastía portuguesa se había anexionado Portugal y todos sus dominios de ultramar en 1580.
La piratería inglesa se hizo más intensa y amplia a partir de 1580, en 1585 Isabel aceptaba enviar un cuerpo expedicionario en ayuda de las Provincias Unidas. Felipe II decidió finalmente salir al encuentro del enemigo e inició los preparativos para construir una gran flota. Mientras la católica María Estuardo era eliminada de la escena y obligada a subir al patíbulo (febrero de 1587), las naves de Francis Drake atacaban el puerto de Cádiz e incendiaban los navíos allí concentrados. El gran enfrentamiento tuvo lugar al año siguiente en aguas del canal de la Mancha donde entraron en contacto las unidades ibéricas —la Armada Invencible— con las inglesas. El combate duró una semana y se resolvió con un desastre para los españoles, menos dañados por el adversario que por una tempestad ante la cual no encontraron refugio adecuado.
El frente protestante obtuvo pronto nuevos éxitos, Mauricio de Nassau, sucesor de Guillermo de Orange, al mando del ejército de las Provincia Unidas ocupaba Breda en 1590, Nimega y Deventer e en 1591, tras la muerte de Alejandro Farnesio, Felipe II aceptaba reconstituir en los Países Bajos una especie de estado borgoñón satélite, bajo la soberanía de su hija Isabel y su marido el archiduque Alberto. En 1596 Drake volvió a saquear Cádiz durante una semana, la orgullosa España empezó a pensar en negociar, la primera paz fue la de Vervins (1598), entre Felipe II y Enrique IV, la segunda entre Felipe III y la Inglaterra de Jaime I, que había unificado Inglaterra y Escocia en 1604. en 1606 el monarca español proponía un armisticio a las Provincias Unidas y al año siguiente fueron suspendidas las hostilidades: el 9 de abril de 1609 se firmaba una tregua de doce años, ello consagraba innegablemente la existencia de las Provincias Unidas, el reconocimiento del estado calvinista en 1648 fue sobre todo un acto formal.
Desde el Mediterráneo hasta la Europa del Norte y del Este
Las luchas de la segunda mitad del siglo XVI entre las potencias de la Europa occidental estaban consagrando las nuevas relaciones de fuerzas y nuevos equilibrios que iban a caracterizar la fisonomía mundial del siglo siguiente. Se puede situar en los años finales del siglo XVI el inicio del traspaso de la supremacía de España a las potencias marítimas protestantes. La mitad del siglo XVI había señalado el apogeo de la expansión otomana, tanto en el mar como en los Balcanes. Si el mundo germánico tardaba en organizarse contra el avance turco, la catolicidad meridional preparaba sus energías para la contraofensiva. En 1559 nacía la orden de los caballeros de San Esteban con sede en Pisa y base marítima en Livorno, se volvían a fortalecer las filas de la orden de Malta, precisamente en Malta un gran ataque llevado a cabo por Solimán el Magnífico y por Dragut chocó por primera vez con un obstáculo insalvable y se vio obligado a retroceder (1565). El nuevo sultán Selim III atacó Chipre que opuso una férrea resistencia, la alianza entre Venecia y los españoles que unieron sus tropas y fueron al encuentro de la armada enemiga, era tarde para salvar a Chipre pero no demostrar que la armada de la Santa Liga unida podía hacer frente a la musulmana: el 7 de octubre de 1571, la flota turca salía claramente derrotada de Lepanto, el efecto psicológico fue notable y desde entonces los otomanos, a pesar de reconquistar Túnez a los españoles al año siguiente, no intentaron ya el enfrentamiento directo en el mar, contentándose con la guerra de corso.
En la segunda mitad del XVI, el Mediterráneo se estaba abriendo de nuevo a las marinas atlánticas, primero a la inglesa y luego a la holandesa. Fenómeno similar se producía en el Báltico, objeto de contienda entre daneses, suecos y anseáticos, el tratado se Spira en 1544 había proclamado que los estrechos del Sund tenían que ser dejados libres al tráfico y limitaba el importe de los derechos de pago, los mayores beneficiados fueron los holandeses, aunque el dominio de las aguas bálticas siguió siendo muy disputado. Tras ocupar Novgorod (1478), Iván III había expulsado a los anseáticos e intentado establecerse en el Báltico, medio siglo después Iván IV el Terrible reemprendió la empresa ocupando Narva, la reacción fue inmediata a la presencia rusa y polacos y lituanos formaron en 1569 la Unión de Lublin. Un tratado firmado al año siguiente entre las potencias bálticas (excepto Rusia), Inglaterra, Escocia, España y Francia proclamaba la libertad de navegación.
La unión de los destinos de Polonia y Suecia —asuntos monárquicos— hizo frente a Iván IV, inicialmente derrotados lograron arrebatar Estonia y la ciudad de Narva y perdieron Livonia (1579-1581). El monarca sueco Juan III acogió a los jesuitas y abjuró del protestantismo (1578). En Polonia a la política tolerante de Segismundo II —estableció la libertad de culto— no tardó en seguir el influjo de la Contrarreforma, a la muerte de Esteban Bathory se reabrió la lucha por la sucesión entre el archiduque Maximiliano de Habsburgo y el heredero sueco, Segismundo, éste logro hacer retroceder al archiduque y lo hizo prisionero, concediéndole la libertad a cambio de su renuncia definitiva a sus pretensiones, Segismundo (1587-1632) de sólida formación católica no vaciló en hacer suyos los objetivos de la Contrarreforma, se enfrentó a sus propios súbditos adheridos, en gran mediada, al luteranismo siendo su propio tío Carlos el que se puso al frente del partido protestante. En octubre de 1536 fue promulgada en Brzesc (Brest-Litovsk) una unión confesional entre las iglesias romana y ortodoxo rutena.
El fin del siglo XVI vivió los primeros síntomas de una reconquista católica de las tierras ocupadas por los turcos. El Papado estaba consagrándose a la reconstitución de un frente antiotomano. El Imperio tuvo una brillante victoria sobre los turcos en Giurgevo (1595). La guerra del Danubio terminó con la tregua de Sziva-Torok, de noviembre de 1606, el sultán renunció entonces al tributo que le habían estado pagando los Habsburgo. El principado de Transilvania mantuvo sus vínculos a la Hungría austríaca. Las ambiciones polacs, sin olvidadar a Moldavia y Valaquia se orientaron a tierras rusas y conquistaron Esmolensko, el proyecto de anexionar moscovia a Polonia fracasó por la resistencia del pueblo ruso. En cambio, fueron notables los resultados en la política de unión religiosa con los ortodoxos.
La gestación de nuevo orden europeo resultó muy laboriosa tanto en el este como en el oeste, tomó forma antes en occidente que en oriente. Inglaterra y las Provincia Unidas ocuparon la escena mundial hasta comienzos del siglo XVII, al lado de los reinos ibéricos y Francia. En cambio, la extensa zona báltica, polaca, rusa y balcánica continuará buscando una ordenación estable.
Mientras el catolicismo tensaba sus fuerzas para asegurar la salvación de las armas y su triunfo terreno, el protestantismo no se mostraba menos activo. Muchas iniciativas resultaron paralelas en ambos campos desde la espiritualidad hasta la casuística, desde los libros de plegarias hasta la instrucción. Mientras surgían las universidades católicas no faltaban las fundaciones de universidades protestantes, incluso las figuras más destacadas ofrecían caracteres bastante análogos, como los de Ignacio de Loyola y de Calvino. En el mundo protestante, la zona luterana, en particular la alemana, se distinguía claramente de aquellas regiones en las que el calvinismo estaba tomando la delantera. La “Confessio helvética”, de 1566 señaló la ruptura entre la iglesia de Lutero y las fundadas por Zuinglio y Calvino que se diferenciaban en particular por la doctrina de la eucaristía. No faltó un esfuerzo luterano de definición teológica, dirigido por Jacobo Andrea, que culminó en el “Libro de concordia”, publicado en 1580, que sisntetizaba los puntos capitales de la fe luterana y atenuaba la doctrina de la predestinación. Frente a ellos, los calvinistas, no renunciaron a la lucha abierta y armada, su doctrina estaba impregnada de rigor y radicalismo potencialmente revolucionario que atraía a los miembros de las diversas clases sociales.
Tras el tratado de Cateu-Cambrésis, se acentuó en algunos países, especialmente Francia y los Países Bajos, el malestar económico y social, de lo que se aprovechó el calvinismo. La historia de las décadas de guerra religiosa que agitó a Francia no puede prescindir de desempeñar el papel de antagonista de España. En muchas ocasiones los hugonotes (nombre de los calvinistas franceses) pudieron presentarse como campeones de la política nacional con toda la desventaja para el partido católico, al que era demasiado fácil de acusar de connivencia con España. A los calvinistas les ayudó el hecho de que una parte de una parte de la nobleza y de los príncipes vieron la forma de ejercer una mayor influencia en el reino en detrimento del centralismo monárquico. Francia se encontró, igualmente, desde 1559, con una serie de soberanos demasiado jóvenes para ejercer plenamente sus funciones.
Cuanto ocurrió en Francia en la segunda mitad del siglo XVI fue sumamente significativo, algunos políticos, como el almirante Gaspar de Coligny, aspiraron a emprender una acción importante en el concierto europeo tratando de sacar partido de las dificultades del adversario ibérico, Felipe II les pagó haciéndose aliado del partido católico, ejerciendo presiones militares e interviniendo en Flandes en las contiendas internas francesas.
El éxito final de quien había sido jefe de los hugonotes, Enrique de Borbón (futuro Enrique IV), además de convertirse al catolicismo, se presentó como abanderado de la política nacional y se consolidó luchando contra la intervención española, unido a la debilidad de la monarquía que la obligó a oscilar alternativamente entre el partido hugonote y el católico, que intentaban a la vez condicionar su acción. Esto contribuyó a prolongar el conflicto interno marcado tanto por enfrentamientos sangrientos como por treguas y edictos de pacificación. Los hugonotes vieron como se les iban reconociendo un margen cada vez más amplio de libertad e incluso la posesión de algunas plazas fuertes. La contienda no podía hacer otra cosa que radicalizarse y llevar a país al marasmo, lo que llevó a la búsqueda de una tercera vía que excluyera el predominio de las otras dos. Esta perspectiva fue avanzada por los llamados “politiques”. La solución fue adoptada con el edicto de Nantes de 1598 que sancionó la existencia de un reino donde coexistían dos religiones distintas sin comprometer la solidez nacional y estatal. Con su acción Enrique IV encarnó este difícil éxito, no tardó en abjurar del calvinismo (1593) una vez heredada la corona pero reconoció a los hugonotes con la misma igualdad de derechos. El edicto de Nantes fue aceptado de forma duradera por los calvinistas, que mantuvo sus conquistas y añadió concesiones suplementarias. El objetivo era evitar que los hugonotes constituyeran un estado dentro del estado, como habían intentado hacer hasta entonces. Este objetivo no se consiguió plenamente, puesto que el rey no pudo hacer otra cosa que dejar bajo su control los lugares fortificados que ocupaban y que eran aproximadamente unos 150.
Los inconvenientes de tal situación debían hacerse sentir en las décadas siguientes, no obstante, la estructura dualista que se instauró marcó el fin del sueño de hacer de Francia una potencia calvinista, los reformados siguieron siendo la parte hostigada de la nación, gracias también a la acción del partido de los Guisa que había impedido que los hugonotes se instalasen en el norte y en este del país. París se rebeló como un autentico bastión del catolicismo, siendo la representación protestante en la capital casi testimonial
España contra los Países Bajos e Inglaterra
Las guerras de religión en Francia habían vuelto a poner en primer plano a facciones aristocráticas opuestas ( a los Montmorency, a los Coligny y a los Borbón por unalado, y a los Guisa por el otro) que se disputaron el predominio o al menos intentaron asegurárselo. Tanto la liga católica como los hugonotes hacían presión sobre los Estados Generales y las asambleas con objeto de controlar el ejercicio del poder soberano. Francia atravesó sus crisis más grave y sólo por un concurso de circunstancias pudo evitar un cambio de régimen y volver así a una monarquía fuerte. Lo que no se logró en Francia se realizó en los Países Bajos. En el momento en que Carlos V decidió retirarse del trono asignó el Imperio germánico a su hermano Fernando y todo el resto (el Milanesado, el reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el imperio de ultramar) a su hijo Felipe, juntamente con el título de rey de España y los Países Bajos. Felipe II que se había educado y formado únicamente en España, aunque residió algunos años entre los flamencos —1555 a 1559—, no estaba hecho para comprenderlos, estaban muy apegados a sus autonomías tradicionales mientras que Felipe tenía la vocación de soberano absoluto; el protestantismo había penetrado en la región y Felipe consideraba con horror la herejía, miraba a Flandes como una de las posesiones de la corona que estaban fuera de las fronteras españolas. Al volver a España, Felipe dejó en la región como regente a su hermanastra Margarita, duquesa de Parma, los flamencos se dieron cuenta de que el rey quería gobernar más que por el Consejo de regencia, formado por personalidades locales, por medio de un Consistorio secreto compuesto por hombres de su confianza, el más importante de éstos era Antonio Perrenot de Granvela.
En los Países Bajos existían cuatro sedes episcopales, para hacer corresponder la estructura eclesiástica con la política, Felipe II elevó la sede de Malinas a la categoría de arzobispado, poniendo a Granvela a su cabeza y promovió la institución de catorce nuevos obispados. La reacción contra estas medidas fue muy viva, en 1560 consintió que las tropas españolas abandonasen la región y en 1564 hizo que Granvela regresara a España para calmar el descontento.
En esta tensa situación se mostraban muy activos los calvinistas que se habían implantado en los Países Bajos, al ser perseguidos hacían todo lo posible para transformar el malestar político local en una auténtica resistencia a la autoridad. Inconscientemente, fue el propio rey el quien animó a que se constituyera una oposición organizada, así quiso que se acrecentara el rigor de la lucha antiprotestante y a consecuencia de los disturbios de 1556 sustituyó a la regente Margarita por el duque de Alba quien llegó al frente de 20000 soldados con consignas de extrema severidad donde permaneció desde 1557 hasta 1573 y aplicó medidas tan drásticas que desencadenaron una auténtica guerra. Los calvinistas se encontraron cada vez menos solos en la lucha que empezó a tomar la forma de una resistencia nacional atrayendo a sus filas a muchos nobles moderados y originariamente católicos. Guillermo de Orange se adhirió a su confesión en 1573, pero ya se había desencadenado una insurrección guerrillera guiada por tierra y por mar por los “gueux” (desarrapados). En el gran centro comercial de Amberes se temía que la intervención de la Inquisición pudiese alejar la presencia de los banqueros de religión no católica. El primero de los derechos reivindicados era el de la libertad de las creencias, la reivindicación de la fe individual se había convertido en la de los derechos innatos, naturales y no revocables por parte de los poderes temporales. El apego interno al conjunto de los locales simbolizaba un tradición de libertad, representaba el vínculo sagrado que unía a los súbditos a su soberano. A medida que la actuación española se mostraba más dura respecto a los súbditos, éstos tendieron a asimilar los a una forma de contrato, era una presión animada por las presiones calvinistas respecto al derecho de resistencia a la autoridad contraria a la fe verdadera y conducía a la disolución del deber de obediencia en caso de que el príncipe no hubiese observado la ley de reciprocidad contenida en ellos. Los gueux del mar manifestaron una fuerza agresiva e indomable hasta el punto de tomar posesión de casi todas las ciudades de Zelanda y Holanda. Después de que Guillermo de Orange hubo aceptado (1572) las funciones de gobernador de Holanda empezó a delinearse una fragmentación del país entre una parte septentrional cada vez más independiente de España y una meridional todavía bajo su control efectivo. A ello se llegó en 1579 cuando fueron proclamadas primero la Unión de Arrás (comprendía el sur valón y estaba animada por la aristocracia católica local) y después la de Utrech, que reagrupaba las regiones flamencas y calvinistas y proclamaron su república independiente (Provincia Unidas, julio de 1558). El poder español se estabilizó en la parte meridional gracias a la habilidad táctica y política del nuevo gobernador Alejandro Farnesio quien entre 1579 y 1585 volvió a ocupar los grandes centros de Torunai, Ypres, Brujas, gante, etc.
Varios elementos contribuyeron a mantener católica esa región donde la propiedad eclesiástica ocupaba un lugar predominante y donde la Contrarreforma había llevado a cabo una notable ofensiva con la fundación de toda una serie de seminarios y donde los jesuitas concentraron sus esfuerzos y abrieron muchos colegios: Tournai, Dinant, Saint-Omer, Amberes, etc. La contienda cambió de aspecto al internacionalizarse para que Farnesio no avanzara demasiado en su reconquista. La superioridad militar española y su convencimiento en la fe se encontraron frente a un conjunto de fuerzas que vinieron a obstaculizar sus designios y que a la larga resultaron suficientes para transformar una revuelta local en un verdadero conflicto internacional con resultado desfavorable para la monarquía española. España tenía que mantener hacer frente en el mediterráneo al sultán y tenía la amenaza de los hugonotes franceses, no tuvo nunca la posibilidad de llevar a cabo una eficaz acción naval en aguas de los Países Bajos, la marina era su punto débil aunque en la primera fase fuese su principal arma, les era fácil transformar sus barcos mercantes en navíos armados aptos para operaciones militares mediante el empleo de la artillería a bordo. El dominio del mar aseguraba unas preciosas relaciones con la aliada natural de los sublevados: la Inglaterra de Isabel I.
Las relaciones entre Felipe II y la reina Isabel (1558-1603) tenían ya una larga historia desde que el soberano español, muerta María Tudor (1558), había considerado la posibilidad de casarse con ella. Los acontecimientos tomaron enseguida un rumbo diferente, las simpatías de los ingleses por Orange eran evidentes y los gueux del mar encontraron refugio en sus puertos. Isabel intentaba no enemistarse demasiado con España para evitar que ésta apoyase a los partidarios católicos de la pretendiente María Estuardo, aún así permitía a sus súbditos la piratería activa contra los ibéricos y fueron adquiriendo experiencia naval para poder competir con ellos. Estas rencillas tenían un evidente rencor confesional, desde 1559, Isabel se había hecho proclamar , había puesto en vigor la legislación anticatólica con el Acta de Uniformidad, que castigaba a quien no seguía el culto oficial, también por influjo de escocia que había aceptado el calvinismo de Jhon Knox, los puritanos que se inspiraban en él se difundían por toda Inglaterra, la reina no los favorecía convencida de que el episcopalismo anglicano defendía mejor los interese del estado, estos conflictos internos fueron lo que produjeron que las relaciones entre Inglaterra y España no se precipitaran en un auténtico conflicto hasta después de 1585. mientras Felipe II, emparentado con la dinastía portuguesa se había anexionado Portugal y todos sus dominios de ultramar en 1580.
La piratería inglesa se hizo más intensa y amplia a partir de 1580, en 1585 Isabel aceptaba enviar un cuerpo expedicionario en ayuda de las Provincias Unidas. Felipe II decidió finalmente salir al encuentro del enemigo e inició los preparativos para construir una gran flota. Mientras la católica María Estuardo era eliminada de la escena y obligada a subir al patíbulo (febrero de 1587), las naves de Francis Drake atacaban el puerto de Cádiz e incendiaban los navíos allí concentrados. El gran enfrentamiento tuvo lugar al año siguiente en aguas del canal de la Mancha donde entraron en contacto las unidades ibéricas —la Armada Invencible— con las inglesas. El combate duró una semana y se resolvió con un desastre para los españoles, menos dañados por el adversario que por una tempestad ante la cual no encontraron refugio adecuado.
El frente protestante obtuvo pronto nuevos éxitos, Mauricio de Nassau, sucesor de Guillermo de Orange, al mando del ejército de las Provincia Unidas ocupaba Breda en 1590, Nimega y Deventer e en 1591, tras la muerte de Alejandro Farnesio, Felipe II aceptaba reconstituir en los Países Bajos una especie de estado borgoñón satélite, bajo la soberanía de su hija Isabel y su marido el archiduque Alberto. En 1596 Drake volvió a saquear Cádiz durante una semana, la orgullosa España empezó a pensar en negociar, la primera paz fue la de Vervins (1598), entre Felipe II y Enrique IV, la segunda entre Felipe III y la Inglaterra de Jaime I, que había unificado Inglaterra y Escocia en 1604. en 1606 el monarca español proponía un armisticio a las Provincias Unidas y al año siguiente fueron suspendidas las hostilidades: el 9 de abril de 1609 se firmaba una tregua de doce años, ello consagraba innegablemente la existencia de las Provincias Unidas, el reconocimiento del estado calvinista en 1648 fue sobre todo un acto formal.
Desde el Mediterráneo hasta la Europa del Norte y del Este
Las luchas de la segunda mitad del siglo XVI entre las potencias de la Europa occidental estaban consagrando las nuevas relaciones de fuerzas y nuevos equilibrios que iban a caracterizar la fisonomía mundial del siglo siguiente. Se puede situar en los años finales del siglo XVI el inicio del traspaso de la supremacía de España a las potencias marítimas protestantes. La mitad del siglo XVI había señalado el apogeo de la expansión otomana, tanto en el mar como en los Balcanes. Si el mundo germánico tardaba en organizarse contra el avance turco, la catolicidad meridional preparaba sus energías para la contraofensiva. En 1559 nacía la orden de los caballeros de San Esteban con sede en Pisa y base marítima en Livorno, se volvían a fortalecer las filas de la orden de Malta, precisamente en Malta un gran ataque llevado a cabo por Solimán el Magnífico y por Dragut chocó por primera vez con un obstáculo insalvable y se vio obligado a retroceder (1565). El nuevo sultán Selim III atacó Chipre que opuso una férrea resistencia, la alianza entre Venecia y los españoles que unieron sus tropas y fueron al encuentro de la armada enemiga, era tarde para salvar a Chipre pero no demostrar que la armada de la Santa Liga unida podía hacer frente a la musulmana: el 7 de octubre de 1571, la flota turca salía claramente derrotada de Lepanto, el efecto psicológico fue notable y desde entonces los otomanos, a pesar de reconquistar Túnez a los españoles al año siguiente, no intentaron ya el enfrentamiento directo en el mar, contentándose con la guerra de corso.
En la segunda mitad del XVI, el Mediterráneo se estaba abriendo de nuevo a las marinas atlánticas, primero a la inglesa y luego a la holandesa. Fenómeno similar se producía en el Báltico, objeto de contienda entre daneses, suecos y anseáticos, el tratado se Spira en 1544 había proclamado que los estrechos del Sund tenían que ser dejados libres al tráfico y limitaba el importe de los derechos de pago, los mayores beneficiados fueron los holandeses, aunque el dominio de las aguas bálticas siguió siendo muy disputado. Tras ocupar Novgorod (1478), Iván III había expulsado a los anseáticos e intentado establecerse en el Báltico, medio siglo después Iván IV el Terrible reemprendió la empresa ocupando Narva, la reacción fue inmediata a la presencia rusa y polacos y lituanos formaron en 1569 la Unión de Lublin. Un tratado firmado al año siguiente entre las potencias bálticas (excepto Rusia), Inglaterra, Escocia, España y Francia proclamaba la libertad de navegación.
La unión de los destinos de Polonia y Suecia —asuntos monárquicos— hizo frente a Iván IV, inicialmente derrotados lograron arrebatar Estonia y la ciudad de Narva y perdieron Livonia (1579-1581). El monarca sueco Juan III acogió a los jesuitas y abjuró del protestantismo (1578). En Polonia a la política tolerante de Segismundo II —estableció la libertad de culto— no tardó en seguir el influjo de la Contrarreforma, a la muerte de Esteban Bathory se reabrió la lucha por la sucesión entre el archiduque Maximiliano de Habsburgo y el heredero sueco, Segismundo, éste logro hacer retroceder al archiduque y lo hizo prisionero, concediéndole la libertad a cambio de su renuncia definitiva a sus pretensiones, Segismundo (1587-1632) de sólida formación católica no vaciló en hacer suyos los objetivos de la Contrarreforma, se enfrentó a sus propios súbditos adheridos, en gran mediada, al luteranismo siendo su propio tío Carlos el que se puso al frente del partido protestante. En octubre de 1536 fue promulgada en Brzesc (Brest-Litovsk) una unión confesional entre las iglesias romana y ortodoxo rutena.
El fin del siglo XVI vivió los primeros síntomas de una reconquista católica de las tierras ocupadas por los turcos. El Papado estaba consagrándose a la reconstitución de un frente antiotomano. El Imperio tuvo una brillante victoria sobre los turcos en Giurgevo (1595). La guerra del Danubio terminó con la tregua de Sziva-Torok, de noviembre de 1606, el sultán renunció entonces al tributo que le habían estado pagando los Habsburgo. El principado de Transilvania mantuvo sus vínculos a la Hungría austríaca. Las ambiciones polacs, sin olvidadar a Moldavia y Valaquia se orientaron a tierras rusas y conquistaron Esmolensko, el proyecto de anexionar moscovia a Polonia fracasó por la resistencia del pueblo ruso. En cambio, fueron notables los resultados en la política de unión religiosa con los ortodoxos.
La gestación de nuevo orden europeo resultó muy laboriosa tanto en el este como en el oeste, tomó forma antes en occidente que en oriente. Inglaterra y las Provincia Unidas ocuparon la escena mundial hasta comienzos del siglo XVII, al lado de los reinos ibéricos y Francia. En cambio, la extensa zona báltica, polaca, rusa y balcánica continuará buscando una ordenación estable.
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