Problemas centrales
Durkheim transmitió a sus discípulos una concepción de la moral que oscila entre dos polos: a veces, se presenta como sinónimo de los social y otras, como aglutinante necesario de una sociedad actual, laica, que carece de instituciones intermedias entre el Estado y el individuo. Esta doble concepción de la moral está presenta en la obra de Mauss, donde, por una parte, la moral se confunde con lo social cuando analiza el papel que, cómo fundamento de la sociedad, tenía el triángulo de las normas (jurídicas, morales, religiosas), cuya descripción coincidiría con hechos sociales totales. Por otra, cuando considera los mismos fundamentos en la sociedad moderna sin religión y las normas son jurídicas y morales, el socialismo se convierte en uno de los aglutinantes de la sociedad. Así, considera a la reciprocidad como un valor y un intento de construir el fundamento de una nueva moral para unas sociedades en busca de instituciones intermedias. Un socialismo centrado en la necesidad de que se re-inventase una reorganización moral y económica de la industria, mediante la recreación sistemática de los grupos ocupacionales, supervisados por el Estado pero independientes de él. A partir de la posición de Durkheim, Mauss nos propone la reciprocidad como valor que puede servir de argamasa de las relaciones sociales.
Ni Rosseau ni Hobbes: Marcel Mauss y el Ensayo sobre el Don
El eje del problema reside en la relación existente entre el Estado, expresión manifiesta del poder, y la sociedad civil, entendida a la manera hegeliana como la esfera de la economía y las clases sociales.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, escribió en 1651 Leviatán. Parte de la concepción de la naturaleza humana como completamente egoísta. Cada individuo está preocupado exclusivamente en la gratificación de sus deseos personales. El comportamiento colectivo de individuos egoístas tiende a degenerar y depredar el capital común, por lo que es necesaria la cooperación colectiva voluntaria. Esto se consigue a través de un “contrato social” que transformará el estado de naturaleza del hombre en sociedad civil. El Estado se instituye cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno. Al establecerse la comunidad a través del contrato social, se dan las condiciones necesarias y suficientes para que se haga presente la moralidad. Pero Hobbes realmente considera una ficción intelectual este contrato que sólo sirve para justificar la existencia del Estado.
Leviatán, es el nombre que Hobbes da al Estado. Al llamar así a su libro, lo que Hobbes subraya es el hecho de que su teoría política es, en sentido estricto, una teoría del Estado. Es decir, Hobbes insiste en que el poder político supremo es la propiedad, no del soberano ni del pueblo, sino de la persona artificial del Estado. El Estado es capaz de actuar legítimamente si y sólo si nosotros, los miembros individuales de la población, lo autorizamos a representarnos
El deseo de asegurar la paz y la vida prepara al hombre para vivir en sociedad y, por ello renuncia a su libertad respecto a los otros, mediante un pacto del que no se puede volver atrás pues la naturaleza humana no cambia. Para que la paz quede garantizada, el poder que surja de este pacto deberá ser total.
Al final de su libro, Hobbes subraya que lo escribió con el único propósito de establecer una teoría particular de la obligación política. Sostiene que las bases y los límites de la obediencia política residen en la capacidad el Estado para protegernos. Si efectivamente somos protegidos, entonces estamos obligados a obedecer
Rousseau propone el modelo de contrato social, como modo de defenderse de los desastres naturales. El Estado debe regular la actividad económica para evitar excesivas desigualdades, aunque las desigualdades sean inevitables. El hombre ha salidao de su estado natural al establecer vínculos sociales, realizando un contrato social. Este pacto es necesario siempre y cuando no se anule la libertad del estado de naturaleza. Esto se consigue a partir de la voluntad general. El cuerpo social, como persona moral que es, igual como todo individuo, ha de poseer un alma que lo anime, una voluntad que no puede ser sino general. El resultado de este pacto, la entrega total de todos a todos, es el pueblo soberano que constituyen la sociedad política o el Estado.
Para Rousseau la economía pública es el gobierno y obliga a la nación, pero es un ejecutor, una fuerza política más, regida y sujeta a la soberanía, al poder supremo. La voluntad general se conviete en la esencia misma del gobierno, de la economía política, adquiriendo esta una dimensión moral, jurídica, política y socio-económica. Esta concepción de economía pública o política como gobierno , implica una concepción de la economía que va más allá del hecho económico, ya que implica, además del dominio de lo económico como administración pública, el dominio de lo social, en tanto el bienestar de los ciudadanos, el dominio de la moral, en tanto razón de lo justo, y el dominio de lo político en tanto la soberanía como poder supremo constitutivo del Estado.
Para Rousseau los principios de la economía política son:
Aunque para Hobbes, y Rousseau la soberanía sea, por definición, atributo esencial del pueblo, difieren respecto a la capacidad de delegación de que puede ser objeto el Estado: esa capacidad es absoluta para Hobbes, y prácticamente nula para Rousseau. Es por ello que, mientras Hobbes ve a la sociedad civil desamparada ante el Estado. Rousseau, a su vez, aunque radicalmente opuesto a la vertiente autoritaria, rechaza igualmente el liberalismo, al concebir un Estado comisario, simple ejecutor de la soberanía que el pueblo ejerce directamente como voluntad general y de la cual la ley es la expresión.
Se derivan de allí implicaciones decisivas para el análisis de la relación entre el Estado y la economía. La delegación absoluta de la soberanía popular, que postula Hobbes, retira a los ciudadanos la posibilidad de limitar el poder del Estado,
Rousseau se diferencia por entenderla en términos de propiedad individual, vale decir de la pequeña producción, y ve en la transgresión de ésta la fuente de las desigualdades que percibe en la sociedad civil. La solución residiría pues en el establecimiento de la perfecta igualdad entre los productores.
Así, si Hobbes subordina la economía a la política . Rousseau las vuelve idénticas en la práctica cotidiana de la ciudadanía.
Mauss, publica en 1929 “Ensayo sobre el don”. Parte del hecho observable de que en las sociedades antiguas y contemporáneas primitivas, realizan los cambios y contratos mediante la forma de regalos. Hay un rasgo en todas ellas que las individualiza: el carácter voluntario, aparentemente libre y gratuito y, sin embargo obligatorio e interesado de estas prestaciones. Toman la forma de regalo desinteresado pero ocultan formalismo y mentira social y obligación e interés económico.
Plantea, entonces, que estas formas de intercambio constituyen un “hecho social total” porque expresan a la vez y de golpe todo tipo de instituciones: la religiosa, jurídica, moral, al igual que las políticas, familiares y económicas.
A partir de aquí, Mauss se pregunta cual es la norma de derecho que ha hecho que en las sociedades de tipo arcaico el regalo recibido haya de ser obligatoriamente devuelto. Para contestar a su pregunta utiliza el método comparativo, estudiando el tema en lugares determinados y elegidos. La comparación la realiza con la integración del fenómeno en su función en la sociedad, esto es, como un hecho social total en cada caso. Describirá el fenómeno del intercambio y del contrato en sociedades que en contra de lo que se ha pretendido, no carecen de mercados económicos, ya que, según él, el mercado es un fenómeno humano que se produce en todas las sociedades conocidas, aunque el régimen de intercambio sea distinto al nuestro. Reexamina, también, la moral y la economía que rigen tales transacciones y demostrará que esa moral y economía todavía funcionan en nuestra sociedad en una forma subyacente.
Llega a la conclusión de que no son los individuos los que se obligan mutuamente sino los grupos o colectividades: clanes, linajes, familias. Lo que se intercambian no son exclusivamente bienes y riquezas muebles e inmuebles, cosas útiles económicamente, sino que son, ante todo, cortesías, banquetes, ritos, apoyos militares, mujeres... La cuestión de este tipo de prestaciones es que obliga a devolver el regalo recibido. De no hacerlo lo que se pierde es la autoridad, el prestigio, el status. Se pierde la “mana” va a decir Mauss, la fuerza mágica, religiosa o espiritual. Esta fuerza que obliga es la del concepto Polinesio de “hau”: el espíritu de las cosas, según los maories. Mauss denomina a estos intercambios, sistema de prestaciones totales. El tipo más puro de estas instituciones aparece representado por dos fratias en las tribus australianas o norteamericanas.
Una forma típica, muy desarrollada, pero relativamente rara de prestaciones totales es el potlach que significa “alimentar, consumir”. Las tribus americanas de pasan el invierno celebrando un festival continuo de banquetes, ferias y mercados que son, al mismo tiempo, la asamblea solemne de la tribu. Lo más remarcable de estas tribus es el principio de rivalidad y de antagonismo. Para eclipsar al jefe rival, que también es un asociado, llegan al extremo de realizar una destrucción puramente suntuaria de todas las riquezas acumuladas.
Godelier hace una crítica a Mauss: hay algo que dejó escapar. Los objetos más preciosos de los indios del noroeste de América del Norte eran las piezas de cobre que jamás formaban parte del potlatchs. Se consideraban como sagradas y estaban inmovilizadas en los tesoros de los clanes y tribus. El análisis de este hecho no fue realizado por Mauss.
La obligación de dar, recibir y devolver regalos.
Para entender por completo la institución de la prestación total y del potlach hay que explicar otros dos elementos: la obligación de donar y recibir.
El don (regalo) encarna por tanto tres obligaciones: la obligación de donar, de recibir y de devolver lo mismo o su equivalente.
La obligación de dar es la esencia del potlatch. Un jefe sólo mantendrá su rango entre los jefes si es capaz de demostrar que está encantado y favorecido por los espíritus y por la fortuna, que está poseído por ella y que la posee, y sólo puede demostrarlo gastándola, distribuyéndola, humillando a otros. El potlach, la distribución de los bienes, es el acto fundamental del reconocimiento militar, jurídico, económico y religioso en toda su extensión.
La obligación de recibir no es menos importante. No se tiene derecho a rechazar un don. Se actua así para demostrar que no se tiene miedo a devolver el regalo. Recibir un regalo es echarse un peso encima. Al aceptarlo se esta aceptando un desafío, deberá demostrarse que se puede devolverlo y de que no es inferior el don devuelto
La obligación de devolver. Debe devolverse con interés. El individuo que no puede devolver pierde su rango e, incluso su condición de libre. Para Mauss de las tres obligaciones, la más importante es la de devolver, ya que las cosas donadas tienen una fuerza propia que las hace circular y volver al propietario. Esta sería la explicación para los conceptos polinesios de hau y mana, y para los conceptos del potlatch.
Mauss se pregunta también, por el significado de donar: donar es “el hecho de que donar obliga”. Donar establece una relación entre el que dona y el que recibe, una relación de solidaridad y otra de superioridad. El don apróxima a los protagonistas pero al mismo tiempo los aleja porque establece una relación de desigualdad o jerarquía que podía no existir previamente. Es este carácter dual lo que hace que el ejercicio del don se desarrolle principalmente en sociedades en las que las relaciones personales (entre grupos o individuos) priman.
Mauss trata todas las manifestaciones del don con hechos sociales totales en los que todos los tipos de instituciones, religiosas, legales, morales y económicas, encuentran expresión simultánea: “nada puede ser entendido salvo en su relación con todo lo demás”.
Polanyi: La Gran Transformación
La transformación a la que llamó “gran” no es otra que el surgimiento de una nueva situación como consecuencia del derrumbe de una civilización excepcional; es decir, el objeto de estudio central no es el inicio, también analizado retrospectivamente, sino el final de una época. Las señales que indican este final de época surgieron repentinamente por doquier: el abandono del patrón oro en Gran Bretaña, los planes quinquenales soviéticos, el New Deal americano, el colapso de la Liga de las Naciones y el surgimiento de Hitler en Alemania. Escribió este libro para explicar el por qué de la II Guerra Mundial mostrando cual era la gran transformación que se estaba viviendo, esto es, el fin de una época que se había distinguido por una ideología única: la que estableció a la economía como un sistema separado y autónomo del resto de las instituciones sociales y que gravitaba sobre el mercado como mecanismo institucional definido.
La Gran Transformación analiza dos transformaciones de carácter inverso. Lo que podríamos llamar re-socialización de la economía (como consecuencia de la crisis de los años 30) y el análisis de los orígenes innovadores del sistema de mercado como des-socialización de la economía. La innovación había consistido en una nueva forma de pensar de la sociedad: una serie de fenómenos sociales que siempre se habían considerado como inmersos en las relaciones sociales existentes (ecológicas, familiares, políticas, jurídicas o morales) se disociaron del resto de las sociedad, constituyéndose en una esfera aislada, distinta y determinante del resto de la sociedad.
Analiza la sociedad capitalista y muestra los efectos perversos que el mercado produjo y que la sociedad se defendió haciéndolo retroceder. Propone reemplazar la organización económica de mercado por algún tipo de socialismo, donde las decisiones relativas al trabajo se tomen democráticamente y no por un mecanismo que se rige por las leyes de la oferta y la demanda y por tanto por empresarios con un afán desmedido de ganancia. Es consciente que el nacimiento del mercado trajo un auge de libertades para el hombre, pero su rechazo es al mercado como un mecanismo autorregulador que termina por “cosificar” al hombre y los recursos naturales. No se oponía al mercado como tal, sino a aquellos mercados que regulan la economía porque implica que hubiera mercados de trabajo y tierra. No es muy claro respecto al modo en como hay que realizar ese socialismo que propugna. Miró al pasado para descubrir modos de organizar la sociedad, sin hacer una propuesta concreta de solución. En resumen, en la Gran Transformación, critica al capitalismo y propone subordinar el mercado a la sociedad democrática, pero no dice como.
Las ideas de Polanyi impulsaron la realización de estudios empíricos en varias disciplinas. La difusión americana de sus tesis generó varias polémicas académicas: por una parte la de la aplicabilidad universal de la teoría económica (el debate estéril entre formalistas y substantivista) y por otra, la discusión del llamado principio de escasez. Su postura ante estos debates parte de que si la tesis central de la Gran Transformación era la excepcionalidad del sistema de mercado, consecuentemente, las elaboraciones teóricas para describir este utópico sistema desligado de su sociedad son también excepcionales. Las obras americanas de Polanyi no son sino el resultado de la comparación activa marcada por el planteamiento teórico de la Gran Transformación, obra ignorada y no discutida en las polémicas. La distorsión que esto provocó es una de las causas de que Polanyi aparezca en los manuales de Antropología como el principal exponente del substantivismo, cuando sus planteamientos teóricos son diferentes.
La concepción utópica del liberalismo económico
Para Polanyi el modelo de hombre, -el individuo-, la economía y la idea de ganancia como norma de actuación son el fruto innovador de una concepción utópica que se define institucionalmente mediante la existencia del sistema de mercado autorregulador para el que todo se convierte en mercancía, incluso aquello que no lo había sido nunca en otras sociedades: el trabajo, la tierra y el dinero.
Rechaza plenamente el capitalismo por sus efectos destructores para con la sociedad y el medio ambiente, lo que explica, en parte, su actualidad entre los ecosocialistas y los críticos de la globalización. Pero el rechazo de Polanyi está más ligado a sus presupuestos morales y a los análisis que hace sobre la utopía liberal que a haberse anticipado a nuestros tiempos.
Nunca da una definición explícita de lo que entiende por moral, aunque este campo impregna el contenido de sus análisis. El capitalismo es el destructor de la sociedad destruyendo principalmente las relaciones no sujetas al contrato que son precisamente las que forman el tejido social de cualquier cultura. El deber de Polanyi como analista del papel cambiante de la economía en las sociedades es desentrañar qué se encuentra tras las ficciones y la utopía liberal. Su deber moral le exige rechazar el sistema que amenaza la propia existencia de la sociedad.
Habla de dos principios organizativos en la sociedad, cada uno con fines institucionales específicos.
El primero es el principio del liberalismo económico cuyo fin institucional es el establecimiento del mercado auto-regulador. Las fuerzas sociales que los pusieron en marcha, fueron las clases mercantiles aliadas con el gobierno. Sus métodos, el laissez-faire y el libre cambio, analizados históricamente se confunden con la cosa misma que pretendían establecer.
El segundo principio organizativo, sería un principio de protección de la sociedad (autodefensa) frente a los efectos destructivos del liberalismo económico. Su pretensión es conservar lo que el otro principio destruye, es decir, la conservación, del hombre y de la naturaleza y de la organización productiva. Las fuerzas sociales involucradas afectan a todos aquellos perjudicados por el mercado, principalmente las clases terrateniente y trabajadoras.
Según los liberales, el laissez-faire fue un acontecimiento natural y toda la legislación restrictiva posterior, el producto de una resistencia planificada, de una conspiración antiliberal; según Polanyi, el laissez-faire se abrió camino merced a la intervención estatal continua y planificada, mientras que la respuesta contra el mercado autorregulador a partir de 1860, fue una autodefensa realista, pragmática y espontánea de la sociedad. La destrucción del tejido social como consecuencia del mecanismo de mercado en la Inglaterra del XIX sólo se puede entender comparándola con el vacío cultural producido por el colonialismo en otras culturas. De aquí surge la doble paradoja del laissez-faire; el mercado se impuso por un aumento del control del gobierno, mientras que el colectivismo, autodefensa espontánea de la sociedad, no lo fue.
Mauss también criticará el liberalismo económico. No acepta que la sociedad se encierre cada vez más en lo que denominó la “fría razón del comerciante, del banquero y del capitalista”. Pide que el Estado otorgue a los que trabajan, la ayuda material y la protección social que el salario no ofrece. Pero demanda, también a los ricos, que muestren la misma generosidad interesada practicada por los jefes melanesios.
Las tres mercancías ficticias: trabajo, tierra y dinero
Denomina molino satánico a los mecanismos, transformaciones y consecuencias sociales de aplicar políticas basadas en este credo. El sistema surge a partir del uso de la ficción de que todo se convierte en mercancía, incluso aquellos elementos que como el trabajo, la tierra, el dinero son parte de una amplísima gama de relaciones sociales y el medio ambiente.
Una de las consecuencias de considerar mercancía a estos tres elementos es la reducción a términos de contrato de todas aquellas relaciones no contractuales, que son el fundamento de una sociedad. Por ello, su tratamiento como mercancías no hace sino poner en marcha un mecanismo destructor de la sociedad.
Al estar controlada la economía de mercado por un sistema de mercados es necesario un mercado para cada elemento de la industria, porque sólo de este modo todas las decisiones referidas a la producción y distribución de bienes pueden responder a las leyes de la oferta y la demanda. ¿pero qué ocurre con el trabajo y la tierra?. Se crea una ficción, lo asimilan a las mercancías y las tratan como a estas. Estas mercancías ficticias tienen su propio precio de mercado y su propio mercado:
Polanyi señala que la aparición del mercado de la tierra fue la respuesta al desafio planteado por el crecimiento de formas de capitalismo distintas de la comercial. El capitalismo agrícola trajo consigo los cerramientos y conversiones de tierras cultivadas en pastos, para responder a la mayor rentabilidad de la lana (analiza todo el proceso en Inglaterra). El capitalismo industrial, posteriormente, requería tierras para instalar fábricas y viviendas de obreros, y finalmente el crecimiento de las ciudades industriales
La economía, su modelo de hombre y la idea de ganancia.
La economía, su modelo de hombre, el individuo, y la idea de ganancia como norma explícita de actuación, son el fruto innovador de una concepción utópica que se define institucionalmente mediante la existencia del mercado autorregulador para el que todo se convierte en mercancía, incluso aquello que no lo había sido nunca en ninguna época ni en ninguna sociedad conocida: el trabajo, la tierra y el dinero.
Polanyi no negaba la presencia de los motivos económicos, sino que resaltaba su carácter accesorio, pretendiendo demostrar que sólo en una sociedad capitalista, tales motivaciones rigen al hombre, puesto que la única forma de obtener ingresos es a través del mercado.
Ve el “afán de ganancia” como si fuera el único motivo, o al menos el principal en el funcionamiento del mercado, pero es una falacia, porque, aunque la economía de mercado, trajera dependencia de los bienes materiales, en el hombre, los móviles económicos, no son los únicos incentivos para trabajar. Hay otros motivos que interactuan como el honor o el respeto a si mismo.
La idea, por tanto, de “afán de ganancia” debía ser reemplazada, con una organización que subordine la esfera económica a su lugar en la sociedad, para que no sea regulada por instituciones autómatas, sino por las propias decisiones humanas..
El concepto de individuo
La escuela liberal de economía que tiene su origen en Adam Smith y su libro “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las Naciones”, 1776, toma las bases de la fisiocrata de mediados del XVIII (el lema de estos es el laissez-faire) pero las desarrolla de manera más completa y original. Sus principales axiomas serán : la existencia espontánea de las leyes naturales; la no-intervención del Estado y la vigencia del principio hedónico, según el cual el ser humano trata de proporcionarse el máximo de satisfacción con el mínimo de pena. Se desarrollo decididamente el concepto del valor del hombre en su realidad humana. La doctrina del liberalismo, llevó al individuo al centro de la realidad social, haciendo de el y de su fuerza instintiva, el origen tanto de la moral como del estado.
Según Dumont, en materia de individuo u hombre individual hay que distinguir:
Los dos formuladores pioneros de las teorías de la reciprocidad, Mauss y Polanyi, caracterizaron las complejas relaciones sociales en las que se insertan no sólo como propias de las culturas primitivas, sino como opuestas a las sociedades capitalistas modernas en dos frentes fundamentales:
A partir de aquí defiende una nueva moral fundada en el respeto mutuo y en la generosidad recíproca, proponiendo diversas medidas a fin de asegurar la redistribución de la riqueza amasada: adopción de una legislación de seguridad social, creación de cajas de seguridad social en las empresas, medidas para limitar la especulación y la usura y el desarrollo de la solidaridad cooperativa.
Polanyi establece la comparación partiendo de la discontinuidad radical entre el capitalismo y el resto de las sociedades conocidas. Se decanta por la comparación activa de nuestra cultura con las otras, incluyendo en otras, la propia occidental antes de que hubiese surgido el liberalismo económico. La comparación consiste en haber incorporado previamente al análisis la consideración de que la sociedad moderna es un sistema peculiar y que la idea de economía misma es una novedad propia de ella, pero desconocida en otras sociedades. Su originalidad consiste en haber comparado la sociedad moderna con las no modernas tras establecer entre ambas la discontinuidad radical: los fenómenos económicos, que para nosotros están separados del resto de la sociedad, en las otras, están incrustados en las instituciones. Esto supone la ruptura con la linealidad evolutiva que hemos visto en Mauss.
Pero hay una notable disparidad entre ambos autores. Mauss nunca habla de reciprocidad y presenta los dones insertos en un modelo evolucionista unilineal, estableciendo un continuo evolutivo de los distintos tipos de dones y donde aparecen, basándose siempre en las formulaciones concretas de la gente misma. Por otra, Mauss eleva la reciprocidad a la categoría de valor moral para la sociedad futura. Polanyi parte de un concepto rupturista, ruptura que está inserta en su visión analítica y moral del rechazo al capitalismo, su formulación del concepto de reciprocidad, como una de las formas de integración se establece de forma limitada, casi como un tipo ideal, a partir de la noción de simetría entre las instituciones. Al hacerlo así, elimina la tensión del modelo que esta presente en Mauss: la reciprocidad es un constructo de los expertos pero también un modelo de lo que son o deberían ser las relaciones sociales apropiadas en cada cultura. Esta visión dual que ofrecen las discrepancias entre Mauss y Polanyi ha permitido a la antropología disponer de una herramienta teórica ambivalente y compleja que puede dar cuenta tanto de las relaciones sociales armónicas y benéficas, como de las que se producen en ámbitos sociales llenos de tensión, manipulación, diferencias extremas de poder e injusticias.
- El contexto maussiano. El ensayo sobre el don. Las tres obligaciones.
- Polanyi
- Mauss y Polanyi: convergencias y divergencias.
Durkheim transmitió a sus discípulos una concepción de la moral que oscila entre dos polos: a veces, se presenta como sinónimo de los social y otras, como aglutinante necesario de una sociedad actual, laica, que carece de instituciones intermedias entre el Estado y el individuo. Esta doble concepción de la moral está presenta en la obra de Mauss, donde, por una parte, la moral se confunde con lo social cuando analiza el papel que, cómo fundamento de la sociedad, tenía el triángulo de las normas (jurídicas, morales, religiosas), cuya descripción coincidiría con hechos sociales totales. Por otra, cuando considera los mismos fundamentos en la sociedad moderna sin religión y las normas son jurídicas y morales, el socialismo se convierte en uno de los aglutinantes de la sociedad. Así, considera a la reciprocidad como un valor y un intento de construir el fundamento de una nueva moral para unas sociedades en busca de instituciones intermedias. Un socialismo centrado en la necesidad de que se re-inventase una reorganización moral y económica de la industria, mediante la recreación sistemática de los grupos ocupacionales, supervisados por el Estado pero independientes de él. A partir de la posición de Durkheim, Mauss nos propone la reciprocidad como valor que puede servir de argamasa de las relaciones sociales.
Ni Rosseau ni Hobbes: Marcel Mauss y el Ensayo sobre el Don
El eje del problema reside en la relación existente entre el Estado, expresión manifiesta del poder, y la sociedad civil, entendida a la manera hegeliana como la esfera de la economía y las clases sociales.
Thomas Hobbes, filósofo inglés, escribió en 1651 Leviatán. Parte de la concepción de la naturaleza humana como completamente egoísta. Cada individuo está preocupado exclusivamente en la gratificación de sus deseos personales. El comportamiento colectivo de individuos egoístas tiende a degenerar y depredar el capital común, por lo que es necesaria la cooperación colectiva voluntaria. Esto se consigue a través de un “contrato social” que transformará el estado de naturaleza del hombre en sociedad civil. El Estado se instituye cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada uno. Al establecerse la comunidad a través del contrato social, se dan las condiciones necesarias y suficientes para que se haga presente la moralidad. Pero Hobbes realmente considera una ficción intelectual este contrato que sólo sirve para justificar la existencia del Estado.
Leviatán, es el nombre que Hobbes da al Estado. Al llamar así a su libro, lo que Hobbes subraya es el hecho de que su teoría política es, en sentido estricto, una teoría del Estado. Es decir, Hobbes insiste en que el poder político supremo es la propiedad, no del soberano ni del pueblo, sino de la persona artificial del Estado. El Estado es capaz de actuar legítimamente si y sólo si nosotros, los miembros individuales de la población, lo autorizamos a representarnos
El deseo de asegurar la paz y la vida prepara al hombre para vivir en sociedad y, por ello renuncia a su libertad respecto a los otros, mediante un pacto del que no se puede volver atrás pues la naturaleza humana no cambia. Para que la paz quede garantizada, el poder que surja de este pacto deberá ser total.
Al final de su libro, Hobbes subraya que lo escribió con el único propósito de establecer una teoría particular de la obligación política. Sostiene que las bases y los límites de la obediencia política residen en la capacidad el Estado para protegernos. Si efectivamente somos protegidos, entonces estamos obligados a obedecer
Rousseau propone el modelo de contrato social, como modo de defenderse de los desastres naturales. El Estado debe regular la actividad económica para evitar excesivas desigualdades, aunque las desigualdades sean inevitables. El hombre ha salidao de su estado natural al establecer vínculos sociales, realizando un contrato social. Este pacto es necesario siempre y cuando no se anule la libertad del estado de naturaleza. Esto se consigue a partir de la voluntad general. El cuerpo social, como persona moral que es, igual como todo individuo, ha de poseer un alma que lo anime, una voluntad que no puede ser sino general. El resultado de este pacto, la entrega total de todos a todos, es el pueblo soberano que constituyen la sociedad política o el Estado.
Para Rousseau la economía pública es el gobierno y obliga a la nación, pero es un ejecutor, una fuerza política más, regida y sujeta a la soberanía, al poder supremo. La voluntad general se conviete en la esencia misma del gobierno, de la economía política, adquiriendo esta una dimensión moral, jurídica, política y socio-económica. Esta concepción de economía pública o política como gobierno , implica una concepción de la economía que va más allá del hecho económico, ya que implica, además del dominio de lo económico como administración pública, el dominio de lo social, en tanto el bienestar de los ciudadanos, el dominio de la moral, en tanto razón de lo justo, y el dominio de lo político en tanto la soberanía como poder supremo constitutivo del Estado.
Para Rousseau los principios de la economía política son:
- La necesidad del gobierno de guiarse en todo por la voluntas general y administrar conforme a las leyes.
- Hacer reinar la virtud, entendiendo por tal virtud que las voluntades particulares se identifiquen con la voluntad general. Al identificar los ciudadanos sus intereses particulares con el interés general, procederán de manera virtuosa conforme a la ley por convencimiento.
- El deber de un buen gobierno es satisfacer las necesidades públicas
Aunque para Hobbes, y Rousseau la soberanía sea, por definición, atributo esencial del pueblo, difieren respecto a la capacidad de delegación de que puede ser objeto el Estado: esa capacidad es absoluta para Hobbes, y prácticamente nula para Rousseau. Es por ello que, mientras Hobbes ve a la sociedad civil desamparada ante el Estado. Rousseau, a su vez, aunque radicalmente opuesto a la vertiente autoritaria, rechaza igualmente el liberalismo, al concebir un Estado comisario, simple ejecutor de la soberanía que el pueblo ejerce directamente como voluntad general y de la cual la ley es la expresión.
Se derivan de allí implicaciones decisivas para el análisis de la relación entre el Estado y la economía. La delegación absoluta de la soberanía popular, que postula Hobbes, retira a los ciudadanos la posibilidad de limitar el poder del Estado,
Rousseau se diferencia por entenderla en términos de propiedad individual, vale decir de la pequeña producción, y ve en la transgresión de ésta la fuente de las desigualdades que percibe en la sociedad civil. La solución residiría pues en el establecimiento de la perfecta igualdad entre los productores.
Así, si Hobbes subordina la economía a la política . Rousseau las vuelve idénticas en la práctica cotidiana de la ciudadanía.
Mauss, publica en 1929 “Ensayo sobre el don”. Parte del hecho observable de que en las sociedades antiguas y contemporáneas primitivas, realizan los cambios y contratos mediante la forma de regalos. Hay un rasgo en todas ellas que las individualiza: el carácter voluntario, aparentemente libre y gratuito y, sin embargo obligatorio e interesado de estas prestaciones. Toman la forma de regalo desinteresado pero ocultan formalismo y mentira social y obligación e interés económico.
Plantea, entonces, que estas formas de intercambio constituyen un “hecho social total” porque expresan a la vez y de golpe todo tipo de instituciones: la religiosa, jurídica, moral, al igual que las políticas, familiares y económicas.
A partir de aquí, Mauss se pregunta cual es la norma de derecho que ha hecho que en las sociedades de tipo arcaico el regalo recibido haya de ser obligatoriamente devuelto. Para contestar a su pregunta utiliza el método comparativo, estudiando el tema en lugares determinados y elegidos. La comparación la realiza con la integración del fenómeno en su función en la sociedad, esto es, como un hecho social total en cada caso. Describirá el fenómeno del intercambio y del contrato en sociedades que en contra de lo que se ha pretendido, no carecen de mercados económicos, ya que, según él, el mercado es un fenómeno humano que se produce en todas las sociedades conocidas, aunque el régimen de intercambio sea distinto al nuestro. Reexamina, también, la moral y la economía que rigen tales transacciones y demostrará que esa moral y economía todavía funcionan en nuestra sociedad en una forma subyacente.
Llega a la conclusión de que no son los individuos los que se obligan mutuamente sino los grupos o colectividades: clanes, linajes, familias. Lo que se intercambian no son exclusivamente bienes y riquezas muebles e inmuebles, cosas útiles económicamente, sino que son, ante todo, cortesías, banquetes, ritos, apoyos militares, mujeres... La cuestión de este tipo de prestaciones es que obliga a devolver el regalo recibido. De no hacerlo lo que se pierde es la autoridad, el prestigio, el status. Se pierde la “mana” va a decir Mauss, la fuerza mágica, religiosa o espiritual. Esta fuerza que obliga es la del concepto Polinesio de “hau”: el espíritu de las cosas, según los maories. Mauss denomina a estos intercambios, sistema de prestaciones totales. El tipo más puro de estas instituciones aparece representado por dos fratias en las tribus australianas o norteamericanas.
Una forma típica, muy desarrollada, pero relativamente rara de prestaciones totales es el potlach que significa “alimentar, consumir”. Las tribus americanas de pasan el invierno celebrando un festival continuo de banquetes, ferias y mercados que son, al mismo tiempo, la asamblea solemne de la tribu. Lo más remarcable de estas tribus es el principio de rivalidad y de antagonismo. Para eclipsar al jefe rival, que también es un asociado, llegan al extremo de realizar una destrucción puramente suntuaria de todas las riquezas acumuladas.
Godelier hace una crítica a Mauss: hay algo que dejó escapar. Los objetos más preciosos de los indios del noroeste de América del Norte eran las piezas de cobre que jamás formaban parte del potlatchs. Se consideraban como sagradas y estaban inmovilizadas en los tesoros de los clanes y tribus. El análisis de este hecho no fue realizado por Mauss.
La obligación de dar, recibir y devolver regalos.
Para entender por completo la institución de la prestación total y del potlach hay que explicar otros dos elementos: la obligación de donar y recibir.
El don (regalo) encarna por tanto tres obligaciones: la obligación de donar, de recibir y de devolver lo mismo o su equivalente.
La obligación de dar es la esencia del potlatch. Un jefe sólo mantendrá su rango entre los jefes si es capaz de demostrar que está encantado y favorecido por los espíritus y por la fortuna, que está poseído por ella y que la posee, y sólo puede demostrarlo gastándola, distribuyéndola, humillando a otros. El potlach, la distribución de los bienes, es el acto fundamental del reconocimiento militar, jurídico, económico y religioso en toda su extensión.
La obligación de recibir no es menos importante. No se tiene derecho a rechazar un don. Se actua así para demostrar que no se tiene miedo a devolver el regalo. Recibir un regalo es echarse un peso encima. Al aceptarlo se esta aceptando un desafío, deberá demostrarse que se puede devolverlo y de que no es inferior el don devuelto
La obligación de devolver. Debe devolverse con interés. El individuo que no puede devolver pierde su rango e, incluso su condición de libre. Para Mauss de las tres obligaciones, la más importante es la de devolver, ya que las cosas donadas tienen una fuerza propia que las hace circular y volver al propietario. Esta sería la explicación para los conceptos polinesios de hau y mana, y para los conceptos del potlatch.
Mauss se pregunta también, por el significado de donar: donar es “el hecho de que donar obliga”. Donar establece una relación entre el que dona y el que recibe, una relación de solidaridad y otra de superioridad. El don apróxima a los protagonistas pero al mismo tiempo los aleja porque establece una relación de desigualdad o jerarquía que podía no existir previamente. Es este carácter dual lo que hace que el ejercicio del don se desarrolle principalmente en sociedades en las que las relaciones personales (entre grupos o individuos) priman.
Mauss trata todas las manifestaciones del don con hechos sociales totales en los que todos los tipos de instituciones, religiosas, legales, morales y económicas, encuentran expresión simultánea: “nada puede ser entendido salvo en su relación con todo lo demás”.
Polanyi: La Gran Transformación
La transformación a la que llamó “gran” no es otra que el surgimiento de una nueva situación como consecuencia del derrumbe de una civilización excepcional; es decir, el objeto de estudio central no es el inicio, también analizado retrospectivamente, sino el final de una época. Las señales que indican este final de época surgieron repentinamente por doquier: el abandono del patrón oro en Gran Bretaña, los planes quinquenales soviéticos, el New Deal americano, el colapso de la Liga de las Naciones y el surgimiento de Hitler en Alemania. Escribió este libro para explicar el por qué de la II Guerra Mundial mostrando cual era la gran transformación que se estaba viviendo, esto es, el fin de una época que se había distinguido por una ideología única: la que estableció a la economía como un sistema separado y autónomo del resto de las instituciones sociales y que gravitaba sobre el mercado como mecanismo institucional definido.
La Gran Transformación analiza dos transformaciones de carácter inverso. Lo que podríamos llamar re-socialización de la economía (como consecuencia de la crisis de los años 30) y el análisis de los orígenes innovadores del sistema de mercado como des-socialización de la economía. La innovación había consistido en una nueva forma de pensar de la sociedad: una serie de fenómenos sociales que siempre se habían considerado como inmersos en las relaciones sociales existentes (ecológicas, familiares, políticas, jurídicas o morales) se disociaron del resto de las sociedad, constituyéndose en una esfera aislada, distinta y determinante del resto de la sociedad.
Analiza la sociedad capitalista y muestra los efectos perversos que el mercado produjo y que la sociedad se defendió haciéndolo retroceder. Propone reemplazar la organización económica de mercado por algún tipo de socialismo, donde las decisiones relativas al trabajo se tomen democráticamente y no por un mecanismo que se rige por las leyes de la oferta y la demanda y por tanto por empresarios con un afán desmedido de ganancia. Es consciente que el nacimiento del mercado trajo un auge de libertades para el hombre, pero su rechazo es al mercado como un mecanismo autorregulador que termina por “cosificar” al hombre y los recursos naturales. No se oponía al mercado como tal, sino a aquellos mercados que regulan la economía porque implica que hubiera mercados de trabajo y tierra. No es muy claro respecto al modo en como hay que realizar ese socialismo que propugna. Miró al pasado para descubrir modos de organizar la sociedad, sin hacer una propuesta concreta de solución. En resumen, en la Gran Transformación, critica al capitalismo y propone subordinar el mercado a la sociedad democrática, pero no dice como.
Las ideas de Polanyi impulsaron la realización de estudios empíricos en varias disciplinas. La difusión americana de sus tesis generó varias polémicas académicas: por una parte la de la aplicabilidad universal de la teoría económica (el debate estéril entre formalistas y substantivista) y por otra, la discusión del llamado principio de escasez. Su postura ante estos debates parte de que si la tesis central de la Gran Transformación era la excepcionalidad del sistema de mercado, consecuentemente, las elaboraciones teóricas para describir este utópico sistema desligado de su sociedad son también excepcionales. Las obras americanas de Polanyi no son sino el resultado de la comparación activa marcada por el planteamiento teórico de la Gran Transformación, obra ignorada y no discutida en las polémicas. La distorsión que esto provocó es una de las causas de que Polanyi aparezca en los manuales de Antropología como el principal exponente del substantivismo, cuando sus planteamientos teóricos son diferentes.
La concepción utópica del liberalismo económico
Para Polanyi el modelo de hombre, -el individuo-, la economía y la idea de ganancia como norma de actuación son el fruto innovador de una concepción utópica que se define institucionalmente mediante la existencia del sistema de mercado autorregulador para el que todo se convierte en mercancía, incluso aquello que no lo había sido nunca en otras sociedades: el trabajo, la tierra y el dinero.
Rechaza plenamente el capitalismo por sus efectos destructores para con la sociedad y el medio ambiente, lo que explica, en parte, su actualidad entre los ecosocialistas y los críticos de la globalización. Pero el rechazo de Polanyi está más ligado a sus presupuestos morales y a los análisis que hace sobre la utopía liberal que a haberse anticipado a nuestros tiempos.
Nunca da una definición explícita de lo que entiende por moral, aunque este campo impregna el contenido de sus análisis. El capitalismo es el destructor de la sociedad destruyendo principalmente las relaciones no sujetas al contrato que son precisamente las que forman el tejido social de cualquier cultura. El deber de Polanyi como analista del papel cambiante de la economía en las sociedades es desentrañar qué se encuentra tras las ficciones y la utopía liberal. Su deber moral le exige rechazar el sistema que amenaza la propia existencia de la sociedad.
Habla de dos principios organizativos en la sociedad, cada uno con fines institucionales específicos.
El primero es el principio del liberalismo económico cuyo fin institucional es el establecimiento del mercado auto-regulador. Las fuerzas sociales que los pusieron en marcha, fueron las clases mercantiles aliadas con el gobierno. Sus métodos, el laissez-faire y el libre cambio, analizados históricamente se confunden con la cosa misma que pretendían establecer.
El segundo principio organizativo, sería un principio de protección de la sociedad (autodefensa) frente a los efectos destructivos del liberalismo económico. Su pretensión es conservar lo que el otro principio destruye, es decir, la conservación, del hombre y de la naturaleza y de la organización productiva. Las fuerzas sociales involucradas afectan a todos aquellos perjudicados por el mercado, principalmente las clases terrateniente y trabajadoras.
Según los liberales, el laissez-faire fue un acontecimiento natural y toda la legislación restrictiva posterior, el producto de una resistencia planificada, de una conspiración antiliberal; según Polanyi, el laissez-faire se abrió camino merced a la intervención estatal continua y planificada, mientras que la respuesta contra el mercado autorregulador a partir de 1860, fue una autodefensa realista, pragmática y espontánea de la sociedad. La destrucción del tejido social como consecuencia del mecanismo de mercado en la Inglaterra del XIX sólo se puede entender comparándola con el vacío cultural producido por el colonialismo en otras culturas. De aquí surge la doble paradoja del laissez-faire; el mercado se impuso por un aumento del control del gobierno, mientras que el colectivismo, autodefensa espontánea de la sociedad, no lo fue.
Mauss también criticará el liberalismo económico. No acepta que la sociedad se encierre cada vez más en lo que denominó la “fría razón del comerciante, del banquero y del capitalista”. Pide que el Estado otorgue a los que trabajan, la ayuda material y la protección social que el salario no ofrece. Pero demanda, también a los ricos, que muestren la misma generosidad interesada practicada por los jefes melanesios.
Las tres mercancías ficticias: trabajo, tierra y dinero
Denomina molino satánico a los mecanismos, transformaciones y consecuencias sociales de aplicar políticas basadas en este credo. El sistema surge a partir del uso de la ficción de que todo se convierte en mercancía, incluso aquellos elementos que como el trabajo, la tierra, el dinero son parte de una amplísima gama de relaciones sociales y el medio ambiente.
Una de las consecuencias de considerar mercancía a estos tres elementos es la reducción a términos de contrato de todas aquellas relaciones no contractuales, que son el fundamento de una sociedad. Por ello, su tratamiento como mercancías no hace sino poner en marcha un mecanismo destructor de la sociedad.
Al estar controlada la economía de mercado por un sistema de mercados es necesario un mercado para cada elemento de la industria, porque sólo de este modo todas las decisiones referidas a la producción y distribución de bienes pueden responder a las leyes de la oferta y la demanda. ¿pero qué ocurre con el trabajo y la tierra?. Se crea una ficción, lo asimilan a las mercancías y las tratan como a estas. Estas mercancías ficticias tienen su propio precio de mercado y su propio mercado:
- Uso del trabajo: precio, el salario
- Uso de la tierra: precio, la renta
- Uso del dinero: precio, el interés
Polanyi señala que la aparición del mercado de la tierra fue la respuesta al desafio planteado por el crecimiento de formas de capitalismo distintas de la comercial. El capitalismo agrícola trajo consigo los cerramientos y conversiones de tierras cultivadas en pastos, para responder a la mayor rentabilidad de la lana (analiza todo el proceso en Inglaterra). El capitalismo industrial, posteriormente, requería tierras para instalar fábricas y viviendas de obreros, y finalmente el crecimiento de las ciudades industriales
La economía, su modelo de hombre y la idea de ganancia.
La economía, su modelo de hombre, el individuo, y la idea de ganancia como norma explícita de actuación, son el fruto innovador de una concepción utópica que se define institucionalmente mediante la existencia del mercado autorregulador para el que todo se convierte en mercancía, incluso aquello que no lo había sido nunca en ninguna época ni en ninguna sociedad conocida: el trabajo, la tierra y el dinero.
Polanyi no negaba la presencia de los motivos económicos, sino que resaltaba su carácter accesorio, pretendiendo demostrar que sólo en una sociedad capitalista, tales motivaciones rigen al hombre, puesto que la única forma de obtener ingresos es a través del mercado.
Ve el “afán de ganancia” como si fuera el único motivo, o al menos el principal en el funcionamiento del mercado, pero es una falacia, porque, aunque la economía de mercado, trajera dependencia de los bienes materiales, en el hombre, los móviles económicos, no son los únicos incentivos para trabajar. Hay otros motivos que interactuan como el honor o el respeto a si mismo.
La idea, por tanto, de “afán de ganancia” debía ser reemplazada, con una organización que subordine la esfera económica a su lugar en la sociedad, para que no sea regulada por instituciones autómatas, sino por las propias decisiones humanas..
El concepto de individuo
La escuela liberal de economía que tiene su origen en Adam Smith y su libro “Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las Naciones”, 1776, toma las bases de la fisiocrata de mediados del XVIII (el lema de estos es el laissez-faire) pero las desarrolla de manera más completa y original. Sus principales axiomas serán : la existencia espontánea de las leyes naturales; la no-intervención del Estado y la vigencia del principio hedónico, según el cual el ser humano trata de proporcionarse el máximo de satisfacción con el mínimo de pena. Se desarrollo decididamente el concepto del valor del hombre en su realidad humana. La doctrina del liberalismo, llevó al individuo al centro de la realidad social, haciendo de el y de su fuerza instintiva, el origen tanto de la moral como del estado.
Según Dumont, en materia de individuo u hombre individual hay que distinguir:
- El sujeto empírico, muestra indivisible de la especie humana, tal y como nos lo encontramos en todas las sociedades
- El ser moral, independiente, autónomo y por lo tanto, esencialmente no social, tal y como lo encontramos ante todo en nuestra ideología moderna del hombre y de la sociedad. Esta distinción es indispensable para la sociología
Los dos formuladores pioneros de las teorías de la reciprocidad, Mauss y Polanyi, caracterizaron las complejas relaciones sociales en las que se insertan no sólo como propias de las culturas primitivas, sino como opuestas a las sociedades capitalistas modernas en dos frentes fundamentales:
- Las relaciones sociales frente al contrato
- Las relaciones sociales entre las personas y los bienes frente a las mercancías.
A partir de aquí defiende una nueva moral fundada en el respeto mutuo y en la generosidad recíproca, proponiendo diversas medidas a fin de asegurar la redistribución de la riqueza amasada: adopción de una legislación de seguridad social, creación de cajas de seguridad social en las empresas, medidas para limitar la especulación y la usura y el desarrollo de la solidaridad cooperativa.
Polanyi establece la comparación partiendo de la discontinuidad radical entre el capitalismo y el resto de las sociedades conocidas. Se decanta por la comparación activa de nuestra cultura con las otras, incluyendo en otras, la propia occidental antes de que hubiese surgido el liberalismo económico. La comparación consiste en haber incorporado previamente al análisis la consideración de que la sociedad moderna es un sistema peculiar y que la idea de economía misma es una novedad propia de ella, pero desconocida en otras sociedades. Su originalidad consiste en haber comparado la sociedad moderna con las no modernas tras establecer entre ambas la discontinuidad radical: los fenómenos económicos, que para nosotros están separados del resto de la sociedad, en las otras, están incrustados en las instituciones. Esto supone la ruptura con la linealidad evolutiva que hemos visto en Mauss.
Pero hay una notable disparidad entre ambos autores. Mauss nunca habla de reciprocidad y presenta los dones insertos en un modelo evolucionista unilineal, estableciendo un continuo evolutivo de los distintos tipos de dones y donde aparecen, basándose siempre en las formulaciones concretas de la gente misma. Por otra, Mauss eleva la reciprocidad a la categoría de valor moral para la sociedad futura. Polanyi parte de un concepto rupturista, ruptura que está inserta en su visión analítica y moral del rechazo al capitalismo, su formulación del concepto de reciprocidad, como una de las formas de integración se establece de forma limitada, casi como un tipo ideal, a partir de la noción de simetría entre las instituciones. Al hacerlo así, elimina la tensión del modelo que esta presente en Mauss: la reciprocidad es un constructo de los expertos pero también un modelo de lo que son o deberían ser las relaciones sociales apropiadas en cada cultura. Esta visión dual que ofrecen las discrepancias entre Mauss y Polanyi ha permitido a la antropología disponer de una herramienta teórica ambivalente y compleja que puede dar cuenta tanto de las relaciones sociales armónicas y benéficas, como de las que se producen en ámbitos sociales llenos de tensión, manipulación, diferencias extremas de poder e injusticias.
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