Introducción: La actividad industrial
La actividad industrial ha ido ligada al desarrollo de las ciudades y ha generado paisajes que configuran regiones enteras, tanto en el mundo desarrollado como en el Tercer Mundo. La tipología de los paisajes industriales es diferente según la época en que surgieron y su desigual capacidad de adaptación a las innovaciones tecnológicas en los modos de producción.
La industria ha sido desde finales del s. XVIII el principal agente de transformación y cambio en las sociedades modernas. La aparición de la máquina, la producción en serie, la concentración de capitales y hombres, la búsqueda del máximo beneficio, fueron factores que propiciaron el cambio de sociedades agrarias a sociedades industrializadas. Todo ello se realizó a través de diferentes fases dentro de la Rev. Industrial, cada fase se vinculó a determinadas fuentes de energía e innovaciones tecnológicas.
La primera etapa estuvo ligada al carbón y a la máquina de vapor. Surgieron entonces los paisajes negros, característicos de la primera generación. La segunda etapa fue unida a la electricidad y al petróleo. La industrialización se desarrolló en ambientes urbanos y de montaña, ampliando la extensión del tejido industrial. La tercera etapa, resultado de la aplicación de la energía nuclear y de las nuevas tecnologías, ha favorecido la fragmentación de los sistemas de producción y una nueva forma de ocupar el espacio.
De este modo, la población y la industria se concentraron de forma desigual según esas etapas, hoy contrastan en todo el mundo territorios densamente poblados, urbanizados e industrializados con otros cada vez más vacíos.
Los paisajes negros, espacios industriales de primera generación, hoy en crisis
En la primera fase, la industria estuvo localizada junto a las fuentes de energía y las materias primas. Las minas de carbón y hierro determinaron la localización de asentamientos industriales, el nacimiento de ciudades mineras y la concentración del proletariado. También los puertos se desarrollaron como espacios privilegiados de la actividad industrial al facilitar la entrada y salida de materias primas, productos energéticos y bienes elaborados.
La aplicación de la máquina de vapor a la industria textil y a los transportes impulsó el desarrollo de la 1ª Rev. Industrial. La máquina supuso la sustitución del taller doméstico por la fábrica como nuevo centro de producción y de relaciones laborales (aparición de la dialéctica proletariado-empresario). El nacimiento del ferrocarril y la navegación a vapor permitieron el abaratamiento de los transportes, su mayor rapidez y la ampliación de mercados. Las industrias textiles modernizadas (telares mecánicos) y las industrias de alimentación (azucareras, alcoholeras, harineras) experimentaron un espectacular aumento con el crecimiento demográfico del siglo pasado. Unas y otras se localizaron en las zonas productoras de materias primas y en las inmediaciones de las ciudades aprovechando siempre el trazado de los ferrocarriles y las instalaciones portuarias. La construcción de ferrocarriles y barcos hizo aumentar el consumo de hierro y carbón, el resultado fue el nacimiento de la siderurgia moderna y su concentración alrededor de minas y puertos. Así surgieron unos verdaderos paisajes negros.
Desde Inglaterra, la Rev. Industrial inició un proceso de difusión hacia el continente europeo. A mediados del XIX, la industrialización se había extendido por Francia, Bélgica, Alemania y el nordeste de EEUU. A finales de siglo, también existen focos industriales en Suecia, norte de Italia, Rusia y Japón. En España, la primera industria moderna se concentró en Catalunya y en el País Vasco.
A su vez, la industrialización generó un nuevo orden internacional basado en el control de las fuentes de energía y las materias primas. Inglaterra, Alemania y EEUU se convirtieron en las primeras potencias industriales al tiempo que se generó un nuevo modelo de dependencia dentro del capitalismo. Los países más industrializados lucharon por el reparto del mundo en zonas de influencia encontrando justificación ideológica en los imperialismos.
Hoy, los paisajes negros se hallan en crisis en todo el mundo. Sus instalaciones están envejecidas y ocupan enormes extensiones. Sus métodos de producción no son rentables por su abundante mano de obra y dificultades de mecanización, y sobre todo porque los productos industriales que demanda el mercado son de otro tipo. A menudo, el crecimiento de las ciudades ha dejado a los paisajes negros en emplazamientos centrales que hoy resultan incómodos. Esa localización propicia el cierre de instalaciones y su conversión en barbechos industriales a la espera de usos del suelo más intensivos y rentables (viviendas de calidad y servicios especializados). Este proceso es favorecido por la planificación urbana que ha propiciado la expulsión de las industrias a las nuevas periferias dentro del modelo de ciudad funcional. A ello se añade la creciente sensibilidad ciudadana por el medio ambiente y por las exigencias de mayor calidad de vida.
Los paisajes industriales urbanos y de montaña, espacios de segunda generación
La invención del motor de explosión y la utilización del petróleo como materia prima básica y fuente de energía originaron la 2ª fase de la Rev. Industrial y determinaron los paisajes industriales de 2ª generación. En torno a yacimientos petrolíferos y terminales de oleoductos surgieron refinerías que, a su vez, atrajeron industrias derivadas, como petroquímicas. A partir de ahora, el petróleo se convertirá en motivo de pugna de intereses entre Estados. El motor de explosión originó una segunda revolución en los transportes y el nacimiento de la industria del automóvil, que modificó las condiciones de vida y la estructura de las ciudades. Los nuevos modos de producción favorecieron la aparición de la industria del automóvil, ya a principios de siglo Ford introdujo en Detroit la producción en serie. La cadena de montaje de automóviles se convirtió en exponente de la nueva actividad industrial que busca el máximo beneficio al menor coste posible.
Los avances tecnológicos de finales del XIX permitieron la utilización de la electricidad como fuente de energía y su aplicación a industria y transporte. La electricidad generada en saltos de agua se convirtió en el evento principal de industrialización de áreas de montaña. Allí se localizaron industrias, como la del aluminio, que consumían mucha agua y requerían abundante energía. A su alrededor surgieron numerosas industrias químicas y de aprovechamiento forestal (Alpes, Apalaches, Pirineos). El petróleo y la electricidad proporcionaron una mayor flexibilidad en la localización industrial. A partir de entonces, la industria dejó de estar sujeta a la proximidad de los yacimientos minerales y se sintió más atraída por las localizaciones urbanas donde encuentra mercado, mano de obra, capitales, comercialización y facilidades de distribución.
Las ciudades impulsaron la concentración empresarial y de capitales y el nacimiento de cártels y trusts de ámbito internacional que controlan la producción industrial y regulan las cuotas de mercado y los precios.
A nivel internacional surgió una división de la producción que se enmarca en lo que se denomina modelo de desarrollo Centro/Periferia. Alemania, Francia, Gran Bretaña, EEUU y Japón se convirtieron en los verdaderos centros de decisión económica y política del mundo. A partir de la I Guerra Mundial se potenció la actividad industrial como vía para la modernización. Rusia, Canadá y Australia se incorporaron al proceso industrializador.
Los paisajes industriales de última generación
Desde la II Guerra Mundial a nuestros días tiene lugar la fase más reciente de la Rev. Industrial. La energía nuclear, las fuentes de energía renovables, las nuevas tecnologías y la primacía de la creatividad han transformado el sistema productivo y han originado un nuevo modelo de distribución espacial de la industria.
En esta fase de la Rev. Industrial, la microelectrónica y la informática se convierten en las industrias más representativas. Las telecomunicaciones permiten la mundialización de la información y favorecen la fragmentación de la producción. La automatización aumenta la productividad, reduce costes económicos y modifica el mercado de trabajo. Cada vez se requiere menos mano de obra pero más especializada. A la cabeza de las innovaciones aparecen empresas ligadas a la astronáutica o a la industria armamentística. Las biotecnologías también son ramas en expansión que abren posibilidades revolucionarias en campos como la genética, la agroalimentación, salud, etc.
La robotización y la informática han permitido la modernización de industrias de anteriores generaciones como la del automóvil, que conserva su tradicional papel de elemento dinamizador de otros sectores industriales. El nuevo modelo de localización industrial se basa en la mayor flexibilidad en la producción con relación al pasado, en la obtención de mano de obra barata y poco conflictiva y en la demanda de nuevos bienes de consumo.
En los países desarrollados el traslado de las industrias desde las áreas centrales de las ciudades a las franjas periurbanas y zonas rurales se explica sobre todo por la escasez de suelo para ampliar las instalaciones, por la competencia de otros aprovechamientos más intensivos del suelo y por el rechazo de los ciudadanos hacia las industrias contaminantes. Los problemas de circulación y la planificación urbana (deseconomías de escala) también han favorecido la desconcentración. El resultado ha sido la desaparición de la tradicional división entre regiones industrializadas y regiones agrarias.
Junto a una industrialización espontánea y dispersa aparecen parques o polígonos industriales acondicionados por la iniciativa pública o privada. Los paisajes industriales más recientes corresponden a parques tecnológicos (tecnopolos) en las periferias metropolitanas de las grandes ciudades, se sitúan en espacios de calidad ambiental, junto a vías importantes de comunicación, en conexión con universidades y centros de innovación tecnológica y decisión empresarial a escala mundial.
A escala planetaria, la desconcentración de la industria ha propiciado la expansión de esta actividad en el Tercer Mundo. Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur aparecen como auténticos países taller. Su mano de obra barata, escasa conflictividad laboral y facilidades fiscales han favorecido las inversiones de capital extranjero, la movilización de capitales locales y la creación de zonas francas donde se asientan preferentemente empresas multinacionales.
Por otra parte, la industrialización y modernización han sido favorecidas por su riqueza petrolífera (México, Venezuela). En otros casos, como Argentina o Brasil, por la creación de industrias de sustitución para disminuir las compras al exterior de productos manufacturados. La magnitud de sus mercados interiores y el aumento del consumo, favorecido por la propaganda de los países desarrollados, han estimulado ese crecimiento industrial. Países muy poblados, como China o la India, también se han industrializado, a pesar de su bajo poder adquisitivo.
A pesar de todo, los países tempranamente industrializados siguen conservando su tradicional posición de privilegio dentro del sistema productivo mundial. Asistimos a una nueva división del trabajo en el marco del capitalismo transnacional. Las actividades que exigen altos niveles de tecnología y capital financiero permanecen en los países centrales mientras se desplazan al Tercer Mundo producciones que requieren mano de obra abundante y poco especializada y actividades contaminantes.
Conclusión: los paisajes de primera y segunda generación son hoy espacios en crisis que contrastan con las nuevas formas de implantación industrial
La mayor parte de las industrias de primera y segunda generación son arqueología industrial de difícil reconversión. Las dificultades de adaptación a las nuevas condiciones del sistema productivo y a las recientes exigencias de la demanda se han hecho especialmente patentes en la minería, siderurgia y en la construcción naval. Muchas de las regiones sobre las que se asentaron estas industrias y que simbolizaron el poder económico de los países pioneros en la industrialización se hallan en declive. La población disminuye, el empleo se deteriora y las movilizaciones sociales en defensa de los puestos de trabajo son continuas.
La quiebra del modelo productivo y de consumo de un capitalismo heredado del pasado también ha afectado a las industrias situadas en emplazamientos centrales de la ciudad. El deterioro ambiental, morfológico y social caracteriza las zonas urbanas que se convierten en barbechos a la espera de procesos de renovación y usos más intensivos del suelo.
En la actualidad la crisis industrial afecta a toda la sociedad, por eso los gobiernos buscan renovar y diversificar el tejido industrial mediante políticas de reactivación y reconversión, entre las que destacan la creación de parques científicos y tecnológicos y la declaración de zonas de urgente reindustrialización.
En definitiva, las transformaciones convulsivas del modelo capitalista de finales del s. XX se traducen en la necesidad de adaptación a un cambio global que alcanza a las formas de producción y consumo, a la organización de la sociedad y a las relaciones de dominio y dependencia entre estados.
La actividad industrial ha ido ligada al desarrollo de las ciudades y ha generado paisajes que configuran regiones enteras, tanto en el mundo desarrollado como en el Tercer Mundo. La tipología de los paisajes industriales es diferente según la época en que surgieron y su desigual capacidad de adaptación a las innovaciones tecnológicas en los modos de producción.
La industria ha sido desde finales del s. XVIII el principal agente de transformación y cambio en las sociedades modernas. La aparición de la máquina, la producción en serie, la concentración de capitales y hombres, la búsqueda del máximo beneficio, fueron factores que propiciaron el cambio de sociedades agrarias a sociedades industrializadas. Todo ello se realizó a través de diferentes fases dentro de la Rev. Industrial, cada fase se vinculó a determinadas fuentes de energía e innovaciones tecnológicas.
La primera etapa estuvo ligada al carbón y a la máquina de vapor. Surgieron entonces los paisajes negros, característicos de la primera generación. La segunda etapa fue unida a la electricidad y al petróleo. La industrialización se desarrolló en ambientes urbanos y de montaña, ampliando la extensión del tejido industrial. La tercera etapa, resultado de la aplicación de la energía nuclear y de las nuevas tecnologías, ha favorecido la fragmentación de los sistemas de producción y una nueva forma de ocupar el espacio.
De este modo, la población y la industria se concentraron de forma desigual según esas etapas, hoy contrastan en todo el mundo territorios densamente poblados, urbanizados e industrializados con otros cada vez más vacíos.
Los paisajes negros, espacios industriales de primera generación, hoy en crisis
En la primera fase, la industria estuvo localizada junto a las fuentes de energía y las materias primas. Las minas de carbón y hierro determinaron la localización de asentamientos industriales, el nacimiento de ciudades mineras y la concentración del proletariado. También los puertos se desarrollaron como espacios privilegiados de la actividad industrial al facilitar la entrada y salida de materias primas, productos energéticos y bienes elaborados.
La aplicación de la máquina de vapor a la industria textil y a los transportes impulsó el desarrollo de la 1ª Rev. Industrial. La máquina supuso la sustitución del taller doméstico por la fábrica como nuevo centro de producción y de relaciones laborales (aparición de la dialéctica proletariado-empresario). El nacimiento del ferrocarril y la navegación a vapor permitieron el abaratamiento de los transportes, su mayor rapidez y la ampliación de mercados. Las industrias textiles modernizadas (telares mecánicos) y las industrias de alimentación (azucareras, alcoholeras, harineras) experimentaron un espectacular aumento con el crecimiento demográfico del siglo pasado. Unas y otras se localizaron en las zonas productoras de materias primas y en las inmediaciones de las ciudades aprovechando siempre el trazado de los ferrocarriles y las instalaciones portuarias. La construcción de ferrocarriles y barcos hizo aumentar el consumo de hierro y carbón, el resultado fue el nacimiento de la siderurgia moderna y su concentración alrededor de minas y puertos. Así surgieron unos verdaderos paisajes negros.
Desde Inglaterra, la Rev. Industrial inició un proceso de difusión hacia el continente europeo. A mediados del XIX, la industrialización se había extendido por Francia, Bélgica, Alemania y el nordeste de EEUU. A finales de siglo, también existen focos industriales en Suecia, norte de Italia, Rusia y Japón. En España, la primera industria moderna se concentró en Catalunya y en el País Vasco.
A su vez, la industrialización generó un nuevo orden internacional basado en el control de las fuentes de energía y las materias primas. Inglaterra, Alemania y EEUU se convirtieron en las primeras potencias industriales al tiempo que se generó un nuevo modelo de dependencia dentro del capitalismo. Los países más industrializados lucharon por el reparto del mundo en zonas de influencia encontrando justificación ideológica en los imperialismos.
Hoy, los paisajes negros se hallan en crisis en todo el mundo. Sus instalaciones están envejecidas y ocupan enormes extensiones. Sus métodos de producción no son rentables por su abundante mano de obra y dificultades de mecanización, y sobre todo porque los productos industriales que demanda el mercado son de otro tipo. A menudo, el crecimiento de las ciudades ha dejado a los paisajes negros en emplazamientos centrales que hoy resultan incómodos. Esa localización propicia el cierre de instalaciones y su conversión en barbechos industriales a la espera de usos del suelo más intensivos y rentables (viviendas de calidad y servicios especializados). Este proceso es favorecido por la planificación urbana que ha propiciado la expulsión de las industrias a las nuevas periferias dentro del modelo de ciudad funcional. A ello se añade la creciente sensibilidad ciudadana por el medio ambiente y por las exigencias de mayor calidad de vida.
Los paisajes industriales urbanos y de montaña, espacios de segunda generación
La invención del motor de explosión y la utilización del petróleo como materia prima básica y fuente de energía originaron la 2ª fase de la Rev. Industrial y determinaron los paisajes industriales de 2ª generación. En torno a yacimientos petrolíferos y terminales de oleoductos surgieron refinerías que, a su vez, atrajeron industrias derivadas, como petroquímicas. A partir de ahora, el petróleo se convertirá en motivo de pugna de intereses entre Estados. El motor de explosión originó una segunda revolución en los transportes y el nacimiento de la industria del automóvil, que modificó las condiciones de vida y la estructura de las ciudades. Los nuevos modos de producción favorecieron la aparición de la industria del automóvil, ya a principios de siglo Ford introdujo en Detroit la producción en serie. La cadena de montaje de automóviles se convirtió en exponente de la nueva actividad industrial que busca el máximo beneficio al menor coste posible.
Los avances tecnológicos de finales del XIX permitieron la utilización de la electricidad como fuente de energía y su aplicación a industria y transporte. La electricidad generada en saltos de agua se convirtió en el evento principal de industrialización de áreas de montaña. Allí se localizaron industrias, como la del aluminio, que consumían mucha agua y requerían abundante energía. A su alrededor surgieron numerosas industrias químicas y de aprovechamiento forestal (Alpes, Apalaches, Pirineos). El petróleo y la electricidad proporcionaron una mayor flexibilidad en la localización industrial. A partir de entonces, la industria dejó de estar sujeta a la proximidad de los yacimientos minerales y se sintió más atraída por las localizaciones urbanas donde encuentra mercado, mano de obra, capitales, comercialización y facilidades de distribución.
Las ciudades impulsaron la concentración empresarial y de capitales y el nacimiento de cártels y trusts de ámbito internacional que controlan la producción industrial y regulan las cuotas de mercado y los precios.
A nivel internacional surgió una división de la producción que se enmarca en lo que se denomina modelo de desarrollo Centro/Periferia. Alemania, Francia, Gran Bretaña, EEUU y Japón se convirtieron en los verdaderos centros de decisión económica y política del mundo. A partir de la I Guerra Mundial se potenció la actividad industrial como vía para la modernización. Rusia, Canadá y Australia se incorporaron al proceso industrializador.
Los paisajes industriales de última generación
Desde la II Guerra Mundial a nuestros días tiene lugar la fase más reciente de la Rev. Industrial. La energía nuclear, las fuentes de energía renovables, las nuevas tecnologías y la primacía de la creatividad han transformado el sistema productivo y han originado un nuevo modelo de distribución espacial de la industria.
En esta fase de la Rev. Industrial, la microelectrónica y la informática se convierten en las industrias más representativas. Las telecomunicaciones permiten la mundialización de la información y favorecen la fragmentación de la producción. La automatización aumenta la productividad, reduce costes económicos y modifica el mercado de trabajo. Cada vez se requiere menos mano de obra pero más especializada. A la cabeza de las innovaciones aparecen empresas ligadas a la astronáutica o a la industria armamentística. Las biotecnologías también son ramas en expansión que abren posibilidades revolucionarias en campos como la genética, la agroalimentación, salud, etc.
La robotización y la informática han permitido la modernización de industrias de anteriores generaciones como la del automóvil, que conserva su tradicional papel de elemento dinamizador de otros sectores industriales. El nuevo modelo de localización industrial se basa en la mayor flexibilidad en la producción con relación al pasado, en la obtención de mano de obra barata y poco conflictiva y en la demanda de nuevos bienes de consumo.
En los países desarrollados el traslado de las industrias desde las áreas centrales de las ciudades a las franjas periurbanas y zonas rurales se explica sobre todo por la escasez de suelo para ampliar las instalaciones, por la competencia de otros aprovechamientos más intensivos del suelo y por el rechazo de los ciudadanos hacia las industrias contaminantes. Los problemas de circulación y la planificación urbana (deseconomías de escala) también han favorecido la desconcentración. El resultado ha sido la desaparición de la tradicional división entre regiones industrializadas y regiones agrarias.
Junto a una industrialización espontánea y dispersa aparecen parques o polígonos industriales acondicionados por la iniciativa pública o privada. Los paisajes industriales más recientes corresponden a parques tecnológicos (tecnopolos) en las periferias metropolitanas de las grandes ciudades, se sitúan en espacios de calidad ambiental, junto a vías importantes de comunicación, en conexión con universidades y centros de innovación tecnológica y decisión empresarial a escala mundial.
A escala planetaria, la desconcentración de la industria ha propiciado la expansión de esta actividad en el Tercer Mundo. Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur aparecen como auténticos países taller. Su mano de obra barata, escasa conflictividad laboral y facilidades fiscales han favorecido las inversiones de capital extranjero, la movilización de capitales locales y la creación de zonas francas donde se asientan preferentemente empresas multinacionales.
Por otra parte, la industrialización y modernización han sido favorecidas por su riqueza petrolífera (México, Venezuela). En otros casos, como Argentina o Brasil, por la creación de industrias de sustitución para disminuir las compras al exterior de productos manufacturados. La magnitud de sus mercados interiores y el aumento del consumo, favorecido por la propaganda de los países desarrollados, han estimulado ese crecimiento industrial. Países muy poblados, como China o la India, también se han industrializado, a pesar de su bajo poder adquisitivo.
A pesar de todo, los países tempranamente industrializados siguen conservando su tradicional posición de privilegio dentro del sistema productivo mundial. Asistimos a una nueva división del trabajo en el marco del capitalismo transnacional. Las actividades que exigen altos niveles de tecnología y capital financiero permanecen en los países centrales mientras se desplazan al Tercer Mundo producciones que requieren mano de obra abundante y poco especializada y actividades contaminantes.
Conclusión: los paisajes de primera y segunda generación son hoy espacios en crisis que contrastan con las nuevas formas de implantación industrial
La mayor parte de las industrias de primera y segunda generación son arqueología industrial de difícil reconversión. Las dificultades de adaptación a las nuevas condiciones del sistema productivo y a las recientes exigencias de la demanda se han hecho especialmente patentes en la minería, siderurgia y en la construcción naval. Muchas de las regiones sobre las que se asentaron estas industrias y que simbolizaron el poder económico de los países pioneros en la industrialización se hallan en declive. La población disminuye, el empleo se deteriora y las movilizaciones sociales en defensa de los puestos de trabajo son continuas.
La quiebra del modelo productivo y de consumo de un capitalismo heredado del pasado también ha afectado a las industrias situadas en emplazamientos centrales de la ciudad. El deterioro ambiental, morfológico y social caracteriza las zonas urbanas que se convierten en barbechos a la espera de procesos de renovación y usos más intensivos del suelo.
En la actualidad la crisis industrial afecta a toda la sociedad, por eso los gobiernos buscan renovar y diversificar el tejido industrial mediante políticas de reactivación y reconversión, entre las que destacan la creación de parques científicos y tecnológicos y la declaración de zonas de urgente reindustrialización.
En definitiva, las transformaciones convulsivas del modelo capitalista de finales del s. XX se traducen en la necesidad de adaptación a un cambio global que alcanza a las formas de producción y consumo, a la organización de la sociedad y a las relaciones de dominio y dependencia entre estados.
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